“A quiet place”: la solución para los cines salvadoreños 

“A quiet place” es una película de terror sobre una familia que, al permanecer en silencio y comunicarse a través del lenguaje de señas, evita el ataque de monstruos mortales. El silencio de los monstruos y los personajes generan una película donde el sonido es una delicatessen, generando así  una hora y media de tensión pura. Cosas comunes como un juguete que hace ruido o una botella de píldoras caídas pueden provocar un desastre, y no solo cuando las criaturas están en la habitación contigua. Es un concepto inteligente que mantiene tus ojos y oídos enfocados a lo largo de la película y al provocar esto, el filme consigue algo que poca veces he vivido antes: silencio en una sala de cine salvadoreño.


Normalmente no escribo o leo criticas ni reseñas para películas e intento evitar los trailers. Sin embargo, “A quiet place” es mucho más que una simple película de horror; es la solución que los cines salvadoreños estaban esperando, porque ir al cine en El Salvador es luchar contra las risas incómodas en momentos serios, los comentarios innecesarios y la iluminación de una pantalla de celular cuando la película se vuelve menos interesante. Con esta película, por fin, el silencio se impone.

El guion nos muestra una historia en la que mundo ha sido invadido por monstruos que se sienten atraídos por el sonido y atacan todo lo que hace ruido.  Por lo que en varios momentos de la película uno se siente tentado a apoyar a los monstruos y no a los humanos. ¿Quién no ha tenido las ganas de atacar a alguien cuando su teléfono suena durante un momento climático de una película?

El director, productor y coescritor de la película, John Krasinski, tenía un reto muy grande delante suyo: hacer que los fans que lo recuerdan por su papel como Jim Halpert en la serie de televisión The Office vieran “A quiet place” sin hacer ningún chiste sobre “Pam”.  Además, Krasinski protagoniza el filme y lo hace junto a Emily Blunt, su esposa en la vida real. Puedo decir que Krasinski se ha transformado en uno de los nuevos referentes del sci-fi de horror.

“A quiet place” es, en muchos sentidos, como si se tratara de una secuencia extendida de películas de terror clásicas, como las famosas escenas en The Birds o Aliens, donde los protagonistas tienen que tener cuidado de no despertar a los monstruos.

El argumento nos muestra a la familia Abbott, que ha logrado sobrevivir quedándose muy callada. Esto se debe, en parte, gracias a la hija mayor, Regan (Millicent Simmonds), quien es sorda. La familia ya sabe comunicarse gracia al lenguaje de señas, algo que yo desearía que fuera ley en las salas de cine. Si uno quisiera hablar durante una película, la única manera de hacerlo sería a través del lenguaje de señas.

Esta cautivadora e inteligente película se apodera de las leyes del género de zombie, las combina con la psicología de un triller para apropiarse de una idea simple y única. Finalmente, la ejecuta de forma tan perfecta y concisa que provoca satisfactorios chillidos de placer.

La película es tan cautivadora, desde principio a fin, que el hecho de comer popcorn  quizás no sea la mejor idea para experimentar la sensación de apreciar este filme, ya que uno no quiere sentirse cómplice de la muerte de alguno de los personajes principales.

El cine es un escape del mundo o al menos así tendría que ser: un lugar donde te olvidás de tu teléfono y de la cacofonía que nos rodea en nuestro día a día. “A quiet place” propone una hora y media de tensión, pero también de catarsis en esta lucha incesante por la búsqueda de un momento de paz.

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