A cuarenta años del primer vuelo de “La Gaviota”

El año 2017 marca el 40° aniversario del primer disco grabado por Espíritu Libre una de las agrupaciones musicales emblemáticas de El Salvador. Mucho antes de canciones como “La fiesta de mi pueblo”, “(A mí me gustan) las pupusas” y “El arquitecto de tu amor”, estos jóvenes egresados del Instituto Técnico Industrial —seducidos por la música de moda y las ondas del sintetizador Moog— se juntaron para dejar una huella en la historia musical de El Salvador.


“Ellos eran muy especiales, yo los vi tocar en vivo en nuestras fiestas del Inframen. ¡Eran incomparables! No hace mucho me pregunté qué habrá sido del grupo, cuándo dejaron de tocar.”

Ccomo muchos salvadoreños que viven en el exterior, Marina Siegel reconoce de inmediato el nombre Espíritu Libre, una agrupación musical que fue conocida como “el mejor grupo show” en El Salvador en las décadas de los años ochenta y noventa. La historia del grupo —marcada por un tímido inicio, pero mucho entusiasmo— incluye innumerables éxitos, tragedias y reinvenciones.

A Espíritu Libre le debemos un tercer himno nacional: “(A mí me gustan) las pupusas” (Disco Pop Latino Centroamericano, 1985) y canciones que todavía suenan una y otra vez, como “La fiesta de mi pueblo”, “Oye morena” y “Mujeres, mujeres” (1986). Fuera de la historia oficial hay detalles de sus inicios, cuando un grupo de jóvenes egresados del Instituto Técnico Industrial (ITI) comenzó a destacar en la escena musical con canciones propias, covers y arreglos emblemáticos de los años setenta, dejando huellas en vinil.

Mi padre, Arturo Molina, fue miembro de aquella agrupación. Después de varios años de espera, finalmente logró mandarme vía digital la reproducción de un cassette con los dos sencillos del disco de 45 revoluciones por minuto, llamado “Te Necesito”, grabado en 1977 en los estudios de la mítica empresa Discos Centroamericanos S.A. (DICESA).

En el lado A aparece el tema “Te Necesito”; y en el lado B, la canción “La Gaviota”.

Imagen del ’45 de Espíritu Libre que cumple cuarenta años. Parte de la historia de la música popular salvadoreña.

Según las memorias de mi padre, el grupo nació originalmente con el nombre de Oro Negro, en la casa de mis abuelos paternos, donde él tenía un taller de mecánica, junto a los hermanos Aguiñada: José Arcadio —con quien era compañero de estudios, en el ITI—, Rolando y Luis Felipe. También Berna Oliva formaba parte de la agrupación, cuyo nombre tuvo que cambiar, debido a que ya que existía otro grupo que se llamaba Petróleo. Mi padre cuenta que mi abuela se quejaba por los ensayos del grupo y a los clientes del taller les decía:

“Arturo ya no tiene taller; tiene conjunto”.

Entre idas y venidas (por giras internacionales), José Arcadio Aguiñada —quien luego adoptaría el nombre artístico de Jhosse Lora, al independizarse en 1986— se tomó el tiempo para recordar esos años de juventud. “Como tres años después de que nos graduamos del Técnico Industrial, lo formamos (al grupo). Fue en 1972”, indicó.

De esa “alineación” primigenia está como evidencia una foto durante la boda de mis padres, en 1974. En la imagen también aparece a cargo de las timbaletas Armando Rosales, actual presidente del sistema Fedecrédito.

Desde la izquierda: Rolando Aguiñada, en la guitarra; Luis Felipe Aguiñada, en el teclado; Armando Rosales, en las timbaletas; José Arcadio Aguiñada (Jhosse Lora, voz); y los nuevos esposo Mirna y Arturo Molina. 1974.

Los hermanos Aguiñada consideran el año 1973 y a Oro Negro como su verdadero inicio. Según cuenta Luis Felipe Aguiñada, “la alineación oficial de Oro Negro fue la siguiente: Arturo Molina, quien desde el inicio y la mayor parte del tiempo fue el tecladista y hacía coros, pero luego ejecutó la guitarra y el bajo. Él siempre fue quien daba la opinión musical acertada y hacía la armonía de las voces (coros). También estaba José Arcadio Aguiñada, quien al inicio ejecutaba la guitarra, bajo y cantaba como voz líder. Edgardo Orantes ejecutaba la batería y hacía coros; Rolando Aguiñada, ejecutaba la guitarra; Rafael ‘Lito’ Aguiñada, las congas; Armando Rosales, ejecutaba los timbales y pandereta. Mi participación, en los teclados, fue por unos meses. Y lo que hice, realmente, no fue una ejecución con solvencia de músico sino en categoría de aprendiz que, con la ayuda de tu padre y su ingenio, es que pude tocar las teclas”, apuntó en una de varias conversaciones electrónicas.

Las reuniones y ensayos ocurrían en el centro de San Salvador. Esta especie de diversión y pasatiempo también logró cierto fastidio a los vecinos de la 7ª. Calle Oriente, cerca del Parque Centenario (hoy Alameda Juan Pablo II). A diario sonaban repetidas canciones de moda. Sus integrantes lo hacían sin pretensiones comerciales ni mucho menos profesionales. De esa manera pasó el tiempo, hasta la noche del 15 de octubre de 1975, cuando el proyecto de Oro Negro pasó a llamarse Espíritu Libre, un proyecto musical que se desarrollaría con base a metas y facetas.

Luis Felipe asegura que esa noche, después de interrumpir el ensayo de Oro Negro, planteó un proyecto a mediano plazo (cinco años) y que incluía la incursión en el mundo discográfico, la grabación de temas originales de sus integrantes, la inversión en equipos de sonido competitivos e instrumentos de marca, vestimentas artísticas, logo del nombre como grupo, mascota que identificaría al nombre del grupo, ensayos diarios y mucha disciplina.

La decisión de tomar el nombre Espíritu  Libre se inspiró en la novela literaria “Juan Salvador Gaviota”, escrita por Richard Bach. Lo mismo ocurrió con su mascota: una gaviota en pleno vuelo.

El plan de entrar al mundo discográfico estaba contemplado para 1977 y quería hacerlo al estilo de grupos y orquestas de moda: obviar la compañía disquera y producir su música de forma independiente, lo cual no era usual en esa época.

Así fue como grabaron el primer sencillo, antes mencionado, con covers de dos canciones ya famosas: una balada romántica compuesta por John McIve del grupo londinense LAW;  y “The warrior”, del grupo británico-afrocaribeño Osibisa (del álbum “Ojah awake”, de 1976). El estribillo de la canción, «Ossa Ossa O», fue convertido a “Goza con sabor” y remata el final con “La Gaviota”.

Ambas adaptaciones al español fueron creadas por José Arcadio. “La verdad, se me vino la inspiración en el momento, más que todo en la balada… Agarré el título primero y después comencé a pensar lo que podía sentir una persona que había perdido a su pareja. Y luego traté de rimar con base a la letra en inglés”, recuerda.

Para aquella grabación contaron con el inconfundible sonido del sintetizador Moog, sello de la música de los años 70. “En esa época, para hacer sonidos especiales y efectos había que  hacerlos con sintetizador. Moog es la marca. El modelo que teníamos traía tres osciladores y, combinándolos, se logra el sonido deseado, por ejemplo un sonido espacial. En los teclados modernos esos sonidos ya vienen incorporados y van desde sonidos de diferentes pianos, cuerdas, de viento, tambores, etcétera… Con solo apretar un botón. En aquella época se usaba un teclado para cada sonido. Ahora todos los sonidos vienen en un solo teclado”, recuerda Arturo Molina, quien explica que para ejecutar aquel sintetizador había que tener nociones de música y algo de electrónica, porque los sonidos se obtienen modificando las ondas y los ciclos. Él aprendió solfeo en el colegio salesiano Don Bosco; y la electrónica, a través de cursos en Hemphill Schools. El sintetizador Moog era de Espíritu Libre.

Los teclados y el sintetizador Moog de Espíritu Libre.

Para estas primeras dos canciones, Luis Felipe Aguiñada rentó el mejor estudio de grabación que había en Centroamérica, el de DICESA. Ordenó además prensar mil discos de vinil para ser distribuidos en tiendas de discos y promocionarlos en medios de comunicación.

La producción fue diseñada cuidadosamente. La dirección musical y de voces estuvo a cargo de Ángel Gutiérrez y la ingeniería de sonido corrió por cuenta de Armando Zepeda (fallecido). Ya que la canción original de Osibisa cuenta con un coro femenino, fueron incluidas las voces de las hermanas Gladys y Betty García.

“Las hermanas García eran peruanas y junto a su hermano, Antonio, se dedicaban únicamente a hacer voces en jingles comerciales. No eran parte de ningún grupo musical. Inclusive llegaron a tener su propio estudio. Hace años que ya no viven en El Salvador. Recuerdo que en los años noventa se fueron a vivir a Costa Rica. No tengo fotos de ellos tres, de quienes volvimos a contar con su trabajo profesional, cuando apoyaron las voces de Espíritu Libre, en la canción ‘Loco de Remate’ (1991)”.

– Luis Felipe Aguiñada

Como anécdota, Aguiñada recuerda que estando en la parte final de la grabación de estas primeras dos canciones, el gerente general de DICESA mostró su interés por escuchar el material grabado y, para sorpresa de los jóvenes integrantes, ofreció producir el material. “Esa oferta no fue aceptada del todo… El asunto era que, para que Espíritu Libre, como grupo nuevo, pudiera tener posibilidades a que una disquera le grabara un disco (completo), podrían haber pasado muchos años de espera… O a lo mejor nunca le hubieran dado la oportunidad”, recuerda.

En la foto promocional que acompañó al disco aparece la alineación original de Espíritu Libre: desde la izquierda Flavio Peralta (guitarra), Berna Oliva (bajo, autor de varias canciones entre ellas “El Arquitecto de tu Amor”), Alberto Zamora (batería, después integrante del grupo Hierro), Arturo Molina (piano/órgano/ensamble de strings y Sintetizador Moog), José Arcadio Aguiñada, y Manuel Martínez en las congas. Martínez, quien también creó varias coreografías, murió en el ataque que la agrupación sufrió durante la guerra, en julio de 1985).

En los años siguientes, Espíritu Libre tocaba en centros comerciales como Metrocentro (“El nuevo centro”), amenizaban fiestas patronales y hasta el Carnaval de San Miguel. Fueron nombrados “Hijos Meritísimos de San Vicente”, ya que los hermanos Aguiñada—quienes también conformarían y dirigirían en el futuro otros grupos, como Bongo y Las Nenas del Grupo Caña— son originarios del municipio de San Sebastián.

El repertorio de canciones variaba en sus géneros: música rock, baladas, tropical y pop de aquella época. Algunas de las canciones más solicitadas eran “Oye cómo va” y “Guajira”, ambas de Carlos Santana; “Children” y “Woman”, ambas de Barrabás; “Feeling”, de Morris Albert; “Guantanamera”, de Celia Cruz; y “Julia”, de la banda Hielo Ardiente, entre otras, recuerda Luis Felipe.

“Parte de la historia del grupo fue viajar al interior del país, pues éramos contratados para fiestas patronales, graduaciones y a menudo nos encontrábamos con los Hermanos Flores. Estuvimos en restaurantes y hoteles de primera en la capital. Fui tocando con el grupo al carnaval de San Miguel y así, más o menos, fue esa faceta del grupo, hasta mi retiro. Realizamos una grabación en Discos Pícaro, de Willie Maldonado, para una presentación que hicimos en el Canal 8 de televisión, en la que interpretamos la canción Baila mi hermana“, dijo Arturo Molina, quien también formó parte de la Orquesta Don Bosco, tocó la marimba en el grupo folclórico de Morena Celarié, tocó en el grupo Los Genios y fungió como instructor de ejecución instrumental de la orquesta del colegio La Divina Providencia.

Fotografía que acompañó al primer disco de Espíritu Libre, lanzado hace 40 años. Desde la izquierda: Flavio Peralta, Berna Oliva, Alberto Zamora, Arturo Molina, José Aguiñada y Manuel Martínez.

Algunos salvadoreños en el exterior, principalmente en Estados Unidos, siguen pidiendo y cantando las canciones de todas las épocas de Espíritu Libre. Pero la nostalgia musical no solo se limita a Estados Unidos. Jhosse —junto a su hijo Jhosse Jr.— acaba de completar una gira en Roma y Milán, Italia, donde la comunidad salvadoreña se ha establecido y está en pleno crecimiento. “(El público pide) casi todas (las canciones), los éxitos de los noventas, como ‘Atol de elote’, ‘Tonta’, ‘Las moliendas’ y también las que escribí para Espíritu Libre, como ‘Las Pupusas’, ‘La fiesta de mi pueblo’; y otras que la gente ha visto en YouTube, como ‘Pirulo y Simona’ y ‘El Ascensorista'”, cuenta el artista.

De hecho, Jhosse es el autor de más de 140 canciones. Una de las que más ha trascendido internacionalmente es “El atol de elote”, que ha sido grabada por más de 35 agrupaciones provenientes de México.

En 1995, un pequeño documental producido por “Variedades del seis”, el programa del fallecido conductor Davis Rosales, rindió homenaje a la agrupación en su vigésimo aniversario de fundación. El documental hace un recorrido por la trayectoria de Espíritu Libre, la tragedia de 1985 que los marcó y sus continuas reinvenciones. En aquel año, el grupo sufrió un atentado. Dos de sus integrantes, Sonia Henríquez y Manuel de Jesús Martínez, fallecieron luego de que el microbús en el que se transportaba el grupo fue ametrallado.

El legado musical de Espíritu Libre es vasto y sigue vigente. El álbum “El arquitecto de tu amor”, de 1987, fue incluido en la lista de ‘Los diez mejores discos producidos en El Salvador’, según el periódico digital El Faro. Este año, el cantante Henry Mejía León ha incluido ese tema en un disco tributo a grandes canciones que serán interpretadas a dúo con los cantautores originales. Se trata de canciones como “Camino de hormigas” (Los Lovers), “Mentiras” (Marito Rivera), “Vuela gaviota” (Óscar Alejandro), “Las olas” (Sergio de El Salvador), “No volverás” (Sobretierra) y “Hacer nuestro el universo” (Prueba de Sonido), entre otras.

“Seleccioné ‘El arquitecto de tu amor’ porque sonó en la mayoría de radios del país, independientemente del formato de la radio; y pues, también fue una época difícil, por el terremoto de 1986. La canción vino a ser una especie de bálsamo para la gente, para entretenerla, para olvidarse un poco de lo que habíamos pasado. Además de ser original, la canción logró posicionarse incluso en radios de Centroamérica. Tuvo presencia en Guatemala, Honduras y me parece que en Nicaragua también. Por el hecho de haber sido exitosa, tanto en el país como afuera… es una canción que se quedó en el gusto de la gente. La interpretación de Berna fue muy buena, como también el tipo de arreglo que se le hizo en su momento, que se le hizo de balada romántica pop”, dijo Mejía León.

Luis Felipe Aguiñada mantuvo en actividad a Espíritu Libre hasta el año 2000. Luego, después de unos años, hasta 2012,  decidió rentar la marca a los veteranos del grupo —Flavio Peralta, Berna Oliva, Nelson Alfaro y Wilfredo España—, quienes realizaron giras por su cuenta en Estados Unidos. “Hasta que llegué a un arreglo con Flavio y le vendí la marca a él. Por ahora han seguido haciendo giras en EUA, pero no han hecho nuevas grabaciones”, apuntó.

Después de abrir el baúl de los recuerdos, el exmanager del grupo reflexiona:

“Con Espíritu Libre se dio un fenómeno… en el sentido de que ahí se desarrollaron varios artistas y músicos, quienes ocuparon esta plataforma para hacer sus propias agrupaciones, proyectos musicales particulares e inclusive ‘cotizarse’ bien como profesionales en otras agrupaciones”.

¿Contar toda esa historia? Sería un reto, dice, “pero también es una buena idea, como homenaje a esas generaciones que siguen alegrando las fiestas del pueblo”.

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