[Entrevista a Óscar Luna sobre su EP debut: “Música para desaparecer”]
La música salvadoreña está compuesta por diversos tipos de átomos, algunos inimaginables, como los géneros electrónicos. Óscar Luna es una de esas rarezas y semanas atrás lanzó su primer EP: “Música para desaparecer”. Ambient electronic music inspirada en uno de los pasajes más oscuros de nuestra historia reciente, cuando los regímenes militares sistematizaban información sobre sus opositores para desaparecerlos. Revista Factum conversó con Luna para conocer detalles sobre esta producción independiente, sus experiencias como músico y sus proyectos.
¿Cómo llegás a la música?
Mi camino en la música salvadoreña empezó después de los terremotos de 2001, con José Luis Flores, que todos lo conocen por un montón de (apodos): El Doctor, Martin Clavel, etc. Depende cuando lo hayas conocido, así te dijo que se llamaba. Vivíamos en la misma colonia y a todos nuestros amigos –yo no sé si ya había salido la primera película– eran Rápido y Furioso: abrían sus carros y era como «mirá mi motor» y oían un montón de hip hop que era así del hip hop gansta, que hay solos de metralleta en vez de solos de algún instrumento. Entonces éramos los únicos dos anormales de la colonia que no estaban en ese rollo del hip hop y los carros.
Una vez yo venía caminando en la calle con el “Yield”, de Pearl Jam, y él me dijo «¡Ey! ¿Y vos qué hacés? Yo toco». Estábamos empezando a tocar guitarra los dos y dijimos que deberíamos formar un grupo y formamos un grupo. Yo al día siguiente me emocioné tanto que compré una pedalera Digitech Rp100 y así empezamos a hacer cosas. Producíamos casi que al ritmo de 25 canciones por día. Eran horribles. Participamos como Sesión Plasma, un grupo de nada talentosos individuos, en esta onda de Felipe Szarruk, (los premios) Subterránica, el primer Subterránica. Nosotros participamos en eso, evidentemente no ganamos absolutamente nada. Esa vez cantó Luciano Morán, que es el tenor que fue a participar en American Idol y ahora está en un programa de Canal 12 de comedia, entre comillas. Después de eso dijimos «no, con esta mara no» y ya nos quedamos solo nosotros dos. Aquel dijo que tenía que aprender a cantar para poder hacer algo. Ahí estoy hablando como del 2005. Y así entró su primo, Carlos Martínez, y José Luis se empezó a prostituir en el mundo de la música, a tocar con un montón de gente, y ahí él –no recuerdo por qué– llevó a La Gota, y ya nosotros nos quedamos haciendo (el grupo) Insomnio, que es algo que ya habíamos empezado con José Luis, haciendo bayuncadas siempre.
Pero Insomnio nunca terminó de… desper… ¿despertar? ¡Qué idiota! Ja ja. Hasta que, por medio de La Gota, conseguimos que El Gruego le dijera a (sus compañeros de) Akumal que si les abríamos un concierto. Les abrimos un concierto y de ahí para allá se entabló una amistad bien chingona entre las dos bandas. Hicimos varios conciertos que no se cobraban para que la mara llegara a vernos, fuimos agarrando calle. José Luis se tiró más por el jazz, porque era un maje bien talentoso. Es un maje bien talentoso. El cabrón está estudiando música en Argentina. Se metió a (el grupo) Brujo e Insomnio funcionó hasta que José Luis se fue a Argentina. Grabamos un disco, que no sé si alguna vez va a ver la luz del día, pero está grabado. Hay un testamento de que Insomnio existió y hay un montón de gente de la escena de hoy que nos recuerda porque nos vio tocar alguna vez en vivo.
Luego de eso, ¿te salís de tocar en bandas?
Luego de que se fue Chepe, yo me salgo, en el 2011. Tuve varias intentonas de hacer cosas. Con Roberto Centeno, que es un bajista que toca en grupos de covers –que es muy bueno, yo le digo que él tiene potencial para tocar no solo en grupos de covers–; con Carlos, de Akumal, pero las cosas no salieron como esperábamos. Aquello fue la banda Castel, que de hecho presentamos algunas cosas en (el programa radiofónico) El Espacio. Pero trabajar a distancia es muy difícil, sobre todo porque somos muy irresponsables y despistados.
Castel hizo la música para un documental de Marcela Zamora, donde participó bastante gente. Yo fui el productor de eso. De ahí sale Castel. Yo sigo haciendo una que otra música para documental, que es realmente de lo poco que sí se gana dinero, o que yo he ganado dinero, en la música. Después tuve una intentona con Luciana Fortis y René Nuila (ex Safari Volvo) pero nuestros horarios chocaban demasiado… No se pudo.
Un día hablando con El Gato (Roberto Díaz Velado del grupo Vibrass Ska Ensamble), le dije que me había entrado la espinita de dejar una constancia de que yo existía en El Salvador, no solo como (del periódico) El Faro, que es con lo que la gente me relaciona hoy, sino como músico. Entonces empecé a hacer un disco, que no es el EP publicado. Ese ha sido mi andar por la música.
Los que crecimos escuchando rock, generalmente también teníamos rechazo por el hip hop y la música electrónica. Vos ahora has hecho un EP de música electrónica, con algunos pincelazos de hip hop. ¿Cómo llegaste ahí después de estar en las antípodas?
Aquí se aplica este gran dicho: «Uno de cipote es tonto». Y yo he sido no solo tonto, he sido bien estúpido. Yo soy hiperfan de Oasis y en mis tonterías de joven, cuando a mí me decían: «pero es que es lo mismo que The Beatles»; yo decía: «son mejores que The Beatles». Ves, esa es una estupidez. Y es eso, vos no sabés apreciar cosas, en este caso música, porque a veces tu entorno te dice que hay algo malo en esa música o lo asocias con cosas que a vos te desagradan. Por ejemplo, yo pasé mucho tiempo sin poder escuchar Pearl Jam porque yo detestaba a los fans de Pearl Jam aquí en El Salvador. Me parecían gente detestable, o los fans de Green Day. Al final me daba cuenta que no es la banda la que me desagrada. Yo pongo un disco de Pearl Jam o un playlist y digo «no, puta, qué buena banda». Me desagrada por otras cosas. El hip hop, en aquel momento, yo lo ataba demasiado a cosas como el gansta comercial de inicios del 2000, que no me terminaba de agradar y yo estaba totalmente entregado al rock.
Y lo de la música electrónica tiene una explicación más sencilla: a mí el corazón me dice que Oasis es mi banda favorita; la razón me dice que mi banda favorita es Radiohead. Radiohead a partir de… yo creo que el “OK Computer” tiene música electrónica. A partir de ahí y del “Kid A”, donde es más palpable la electrónica de (Jonny) Greenwood y de (Thom) Yorke, sí me dieron ganas de conocer cosas electrónicas, que no es el electrónico del club. Un electrónico un poco más pensado, quizá. Ahí me fui metiendo y me di cuenta de gente como Aphex Twin o como Arca, como The Chemical Brothers, Fatboy Slim, Kraftwerk. Ahí no es como la gente se imagina a un maje apretando tres veces la tecla de do y esa es la canción, o llevar un iPad, un iPod y dar play a la cosa y ahí ya se acabó. Así fue como la música electrónica me terminó enganchando. Después de varios sucesos fallidos, que ya te comenté, donde seguí intentando ser músico, porque creo que está bien hacer música, porque creo que no es una cosa de que te vas a hacer rockstar y vas a tener millones, sobre todo aquí en El Salvador que estamos podridos… pero a mí me lo pide el cuerpo, lo necesito. Decidí inclinarme por la música electrónica porque la puedo hacer yo solo.
¿Cómo surge el EP “Música para desaparecer”?
En El Faro hicimos un especial del Libro Amarillo. (El periodista) Daniel Valencia hizo un especial sobre el Libro Amarillo, que va sobre gente que desaparecía el ejército durante la guerra… Esa es la versión súper corta. A Fred Ramos (fotoperiodista) se le ocurrió grabar testimonios de gente que teníamos y que había sido desaparecida. Los grabamos y me pidieron que le hiciera un fondo a cada testimonio. Empecé y lo primero que se me ocurrió fue la clásica música de “Libras de Amor” para el fondo y me dijeron: «¡Tu madre! Eso no». Entonces dije: «bueno, si no quieren esto vamos a ver qué se me ocurre». Lo que se me ocurrió fue meterle unas texturas al fondo y ahí fue cuando pensé que podía hacer piezas de música bien chiva, bien oscura, bien triste y fue así cuando decidí hacer un EP de esto. En principio se llamaba “Música para el Libro Amarillo” y las canciones no tenían nombre. En el Libro Amarillo a la gente la identificaban por códigos. Así había identificado yo las canciones: LA, o sea, Libro Amarillo, 01, LA02, LA03 y LA04. Lo que pasa también es que yo he aprendido, con el tiempo, que uno no tiene la razón absoluta, sobre todo cuando sos músico y te estás autoproduciendo. Yo sí creo que siempre necesitás pedir opiniones. Mandé lo que ya tenía hecho y Jorge Lara (productor y músico) me hizo unas observaciones y dentro de las observaciones fue algo así como: «no entiendo qué me querés decir, ¿qué putas es el Libro Amarillo? Y no puedo sentir canciones si no veo nombres». Entonces dije: «tiene un punto».
Con mi novia, un domingo en la tarde que esto ya estaba hecho, fuimos construyendo los nombres de las canciones, el nombre del EP. “Música para desaparecer” me pareció lo más cercano al concepto de la idea original. Después le di vuelta al orden de las canciones para que tuvieran un orden lógico, que esto me lo sugirió Jennifer Velásquez (de El Espacio). Entonces es: “Pasos”, “Tensión”, “Tic” y “Desaparecer”. Es como un caminito que tracé y así nació este EP.
¿Qué utilizaste para hacer estas piezas?
“Pasos” y “Desaparecer” fueron las dos texturas que usé en este multimedia que hice para este trabajo. Esas las agarré… son hechas con el sintetizador Thor, que tiene una aplicación en iPad donde podés manipular todo el sonido. Toqué esas texturas, nota por nota. “Pasos” tiene manipulación de delay, que es lo que se oye casi ya al finalizar la canción y todo eso fue un solo pasón. O sea, grabé algo de ocho minutos y medio y eso lo reduje a los cinco y algo que dura la canción. Después, con el mismo Thor, cree el beat de esa canción. El bajo lo grabé en Ableton, que es el programa que ocupo para producir la música. De ahí todas las canciones están hechas entre Ableton y varias cosas de iPad, Korg, Thor… No son aplicaciones de un dólar, son cosas que me han costado más de un dólar. Para que no perdiera el corazón orgánico, tres piezas tienen guitarras, que son tocadas por mí, no son jaladas de librerías. De hecho una guitarra, creo yo, es bastante Queens of the Stone Age, así como de varón. Fue grabado en mi casa donde tengo monitores y una tarjeta de audio externa que me permite meter los sonidos de alta fidelidad. La mezcla fue lo que más me costó, porque una vez terminadas las piezas, las probé en audífonos básicos, audífonos de teléfono, en un aparatito que tenemos en la casa, en la computadora, en unos audífonos bien pro, para hallar el equilibrio de todo, que en cualquier lugar donde lo escuchés podás apreciar lo que hice y no sea un montón de ruido.
Geoff Rickly —el ex-vocalista de Thursday— ahora tiene una banda llamada No Devotion. En una entrevista reciente describió a una de sus canciones como música hecha con elementos bailables pero que no se puede bailar. Al ver la composición de este EP podríamos retomar estas palabras, ¿no te parece?
Sí. Yo no creo en esas mamadas de cuando la gente dice: «yo hago música para el que la quiera escuchar». O sea, si no querés que tu música se escuche, no hagás música. Sé albañil, sé periodista y ya. Lo que sí sé es exactamente eso que decís… Este EP no es amigable para radios, como dicen los gringos. Este EP es para que vos te sentés, te echés tu porrito de marihuana y vas a apreciar mejor algunos sonidos, algunos guiños que hago al ambiente. O sentate con una copa de vino y tripealo y podés hablar sobre él, podés solo sentarte a escucharlo… Pero veo bien complicado llegar a una radio y decir: «Ey, este es mi primer sencillo». No lo veo, a pesar de que para la mayoría de gente, “Tensión” ha sido como la pieza –porque no es canción– a la que le ha agarrado mejor. Pero no es algo que yo pudiera escuchar en una radio de El Salvador. Creo que le pasa lo mismo a la gente del jazz. Vaya, yo creo que “Step 19” es una de las canciones más geniales que se han hecho en la historia de este país, que es de Brujo, pero no creo que sus integrantes hayan pensado en ese momento: «Ey, esta la voy a llevar a tal radio». No, porque no hay mercado para que este tipo de música suene en las radios. Me estoy comparando con el jazz, pero solo en la parte comercial, en lo otro estamos en direcciones totalmente opuestas, casi.
Cuando hablamos de música electrónica, quienes no están familiarizados con ese mundo piensan en música de discotecas. ¿Cómo les explicarías lo que vos hacés?
Es por lo que fallamos varios salvadoreños, por no leer, no informarte… Quizá no solo los salvadoreños. Vaya, yo hago música con sintetizadores. La mayoría de cosas que ocupo es con fuentes electrónicas. Hago música electrónica. No hago música electrónica en este EP para bailar… ¿Por qué? Porque el beat que ocupo, el bpm que ocupo es mucho menor que el que se ocupa para el dubstep, el house, todas estas ramas que tiene la música electrónica. Usted no crea que Avicii o Tiësto son iguales. No, cada uno está en una rama, pero todos hacemos música electrónica. Tanto Tiësto, que la gente cree que solo va a poner play a las cosas; como The Chemical Brothers, que si usted los ve en vivo, tienen un equipón, porque casi todo lo están manipulando en vivo. ¿Tienen cosas grabadas a las que solo le dan play? Sí, pero a otras cosas se les manipula en vivo y se les toca en vivo. Y no confundir este tipo de música electrónica con la de un DJ… Que el DJ sí, solo va a ponerle play a las cosas.
Después de esta introducción, ¿dónde está este EP? Está en la parte de ambient. ¿Qué es eso? Es un tipo de música electrónica que me permite jugar en una misma escala y solo transmitirle texturas a ustedes. ¿Quién hace esto? Brian Eno, que fue el productor de algunos discos de David Bowie. ¿Quién hace esto? Aphex Twin, en algunos discos. Es lo que puedo tener en la cabeza ahorita. A eso voy. Yo no tengo en estas piezas un estribillo, no tengo una estructura normal de estrofa, coro, puente, estrofa, coro, coro, coro, coda, salida. No, no tengo eso. Son piezas casi como estas grandes obras instrumentales de los inicios de la música donde todavía no existía una estructura pop. Eso es lo que yo ofrezco, tres piezas de más de cinco minutos y una pieza de dos minutos treinta, por ahí. Es música electrónica donde no solo le he ido a dar play, donde no me he comprado una librería de sonidos para solo jalarlos a la pista y ahí darle una armonía o una cadencia lógica, todo está hecho por este servidor.
Ya te quitaste esta espina, ¿qué viene después?
Tuve la suerte, y todavía no entiendo qué pasó… Amanecí un día como número uno en Apple Music, en electrónica; en número siete de la tabla general; y en iTunes —¡iTunes donde comprás música!— estuve en número 35; y número uno en electrónica. Eso me emocionó bastante. Quizá al final me queden dos dólares, pero no importa. Creo que voy a seguir sacándole un poco de provecho a eso. Estoy trabajado en un mix de la canción “Desaparecer” que voy a subir para la gente en SoundCloud. También tocaré en vivo, donde me echará la mano René Nuila.
Después sí creo que voy a seguir trabajando en el material que tenía antes de esto. No es nada que ver. Es más alegre, happy electronic, no llegando pop, con mucho más toques de hip hop en algunas cosas y con miras de, ese sí, promocionarlo en las radios. Hay canciones a las que yo le podría decir: «este es un sencillo». Ya tenía bien avanzado eso… Ya tengo cinco canciones bien afianzadas y cinco más que todavía estoy trabajando. De hecho, en una quiero meter personas de Brujo y de Vibrass Ska Ensamble. Que ya me dijeron que sí. Quizá de agosto en adelante saque un disco. No quiero arrebatarme, hay más tiempo que vida. Bueno, en El Salvador no se sabe. Ja ja…
*Crédito de imágenes: Carolina Olmedo.
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