¿Y los Harvey Weinstein salvadoreños?

En los días previos al 25 de noviembre se escribe y se habla –con vehemencia- de luchar para eliminar la violencia contra la mujer y de los retos para reducir la desigualdad de género. Siempre es así, las fechas sirven para eso, para marcar problemas y reclamar cambios.

La Prensa Gráfica sacó este viernes 24 una edición especial con datos e historias para evidenciar el dolor y señalar a las instituciones que fallan en prevenir los feminicidios, o en atender a las víctimas.

Entro al twitter y veo la lista de temas del momento: Yanira Argueta (la directora del ISDEMU) ha derribado del podio de las conversaciones al rey de las redes sociales, el alcalde Nayib Bukele, e incluso a la fiebre del #BlackFriday que a esta hora (9:00am) se ubica en segundo lugar. Misión cumplida, dirán los equipos de comunicación.

La cuenta de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se suma a la efeméride y escribe que, en el mundo, 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual y que esto constituye un grave problema de salud pública. Hashtags: #DerechosHumanos  #NiUnaMenos.

Y sigue el “ruido” y las cifras en mi “timeline”,  @radioysuca917: “Solo hay 7 centros de atención psicosocial a nivel nacional para las personas que sufren violencia intrafamiliar. No son suficientes, no tienen el alcance para atender a todas las víctimas”, Jueza Carmen Molina.

Muchas de las historias que hoy se recogen son casos de brutalidad hasta la muerte. Historias tristes de mujeres que conviven con hombres que las consideran su propiedad. Otras optan por reivindicar lo que las mujeres son capaces en medio de tanta hostilidad. Historias de superación que no siempre logran evidenciar que el machismo sigue intacto.

Sigo escaneando los titulares y una periodista de televisión comparte que, en la víspera del 25.11, el Insaforp  lanzó la “Guía para la prevención y erradicación de la discriminación contra las mujeres en la formación profesional”; lo cual me lleva a pensar que el enfoque del 25.11 siempre ha estado muy concentrado en la violencia física e intrafamiliar, y que este año es un buen momento para ampliar el enfoque.

La violencia en el espacio laboral. La violencia que no es física aunque puede llegar a serlo. El acoso. En las últimas semanas, ha sido inevitable hablar de eso por la ola de denuncias que provocó la publicación del reportaje en “The New York Times”, donde se documentó el acoso sexual y abusos cometidos por el famoso productor de cine Harvey Weinstein contra jóvenes actrices.

El efecto de hablar es que otras víctimas se atreven a reflexionar sobre sus experiencias, y un porcentaje, también, a señalar y denunciar.  En El Salvador, seguimos el hilo de noticias como espectadores y aún no se evidencia los Weinstein locales que también nos rodean.

Hace algunos días, como Iniciativa de Periodistas de El Salvador,  convocamos a varias colegas y platicamos sobre el acoso a la hora de desempeñar nuestro trabajo. Hay ministros y funcionarios de rango medio que tienen comportamientos abusivos y delictivos.  Sí, los primeros que deberían conocer las leyes que se aprueban y dar el ejemplo hacen gala de desconocimiento y de confianza en la impunidad. Pero las agresiones también vienen de compañeros de trabajo que creen que tienen derecho de violar la dignidad de las periodistas, de agredirlas verbal o físicamente.

La primera falla consiste en no denunciar, en guardar silencio. No es fácil, porque hay que comer y dar de comer. Además de posibles consecuencias económicas, pesa el entorno de críticas y cuestionamientos personales que te llueven cuando te atrevés a romper el silencio y exponer a figuras de poder o colegas que fácilmente recibirán un respaldo institucional.

La segunda falla está en las empresas que no han generado una política de cero tolerancia a estas prácticas y protocolos para canalizar denuncias. Jefes o directores (la mayoría hombres) que optan por la indiferencia para enfrentar a los agresores y generar políticas internas.

Si los medios de comunicación asumieran un compromiso real y avanzaran en este último punto, se podría dar el siguiente paso: exigir a las fuentes oficiales y privadas que respeten y tengan una actitud profesional a la hora de relacionarse con las periodistas.

Siempre he criticado que el cáncer de mama tiene mejor marketing y todo octubre es rosa, cuando el cáncer cérvico uterino es el número uno y el que más mujeres mata en El Salvador, pero no hay grandes campañas para hacer conciencia y provocar un cambio en las estadísticas. Ya hay un día internacional contra el acoso callejero, pero no todas las agresiones suceden en la calle.

El 25 de noviembre debería servir para hablar de las violencias contra la mujeres, más allá del espacio familiar, más allá de las agresiones físicas que marcan de por vida. Y los medios deberían asumir que el acoso sexual en el entorno laboral es un problema cercano y del que también hay que hablar.

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