Una tarde de revolución

En la tarde del 22 de febrero, Hillary Clinton, la precandidata presidencial del partido demócrata, aparecía como primer lugar en la lista de los temas del día en Facebook. Hillary causaba revuelo en las redes después de decir que “no estaba segura”  por qué el voto joven favorecía tan drásticamente a su adversario interno, el senador Bernie Sanders. Mientras Clinton daba aquellas declaraciones, Sanders se dirigía a la Universidad de Massachusetts, un centro público de estudios superiores con más de 25,000 estudiantes. Esa noche, el precandidato hablaría a una audiencia de 8,000 personas sobre sus planes para reducir la deuda estudiantil, la creación de un seguro médico universal y la legalización de la marihuana.


Sanders tiene 74 años y ha sido senador federal por el estado de Vermont por más de 20. Sus detractores dicen que está muy viejo para ser presidente y que el electorado debería de tomar en cuenta su edad antes de apoyarlo en las urnas. También dicen los críticos de Sanders que sus propuestas tienen un sabor socialista que no es apropiado para las necesidades y valores de los Estados Unidos. A la clase política le incomodan las ideas de Sanders y le incomodan aún más sus esfuerzos explícitos por iniciar una “revolución política”.

La oficina de eventos de la universidad anunció la llegada de Sanders con una semana de anticipación, pero no fue hasta el día anterior a su llegada que Bernie —como le dicen los jóvenes que lo apoyan— capturó la atención de su audiencia. Un evento con miles de invitados en Facebook, un correo de la universidad advirtiendo sobre las complicaciones de tráfico que provocaría la llegada del candidato, los póster por la universidad con una foto de Sanders levantado sus manos en señal de victoria y con la frase que los jóvenes crearon para su campaña, “Feel the Bern”.

El precandidato presidencial del partido demócrata Bernie Sanders durante su visita al campus de la Universidad de Massachusetts. Fotos de Getty Images y Stephanie Zollshan.

El precandidato presidencial del partido demócrata Bernie Sanders durante su visita al campus de la Universidad de Massachusetts. Foto de Stephanie Zollshan.

Las puertas del Mullins Center, el estadio de básquetbol universitario donde Sanders daría su discurso, abrían a las 4:30 p.m. El senador hablaría a las 7 p.m., al llegar de Carolina del Sur, donde días después Clinton lo derrotaría por más de 40 puntos en la primaria de ese estado. A las tres de la tarde la fila de camisetas celestes con la frase “revolución política” estampada por detrás se extendía por varias cuadras. Entre los dueños de las camisetas celestes había estudiantes, profesores, vecinos y personas que habían manejado por horas desde otros estados para ver a Sanders. “El tipo es un fenómeno político. Es el más viejo de los candidatos pero nadie lo apoya más que los jóvenes. Bernie es un candidato de sus ideas, no de sí mismo”, me dijo un hombre que había manejado cuatro horas desde Nueva York para ver a Sanders.

Logré entrar al estadio de básquetbol a las cinco de la tarde. El público esperaba ansioso y emocionado por el candidato que en un par de horas les prometería educación superior gratis por medio de un impuesto a los más ricos. Los jóvenes levantaban los carteles con el nombre del senador y gritaban su nombre. A mi derecha estaba Mark, un vecino de 58 años, empleado de una planta procesadora de desechos sólidos que vino a acompañar a su hijo de 18 años, un voluntario de la campaña de Sanders en el área. “Yo no votaría por nadie más”, me dijo Mark. “Hillary Clinton miente demasiado y los candidatos republicanos están todos locos.” A mi izquierda, una chica se tomaba selfies con su cartel.

A las 7:00 pm. las 8,000 personas en el estadio estaban de pie. Cinco minutos después, Sanders subió a la tarima y empezó su discurso. Siguió el guion que ya ha establecido en lo que va de campaña, hablando de los sistemas corruptos de financiamiento de las campañas políticas en Estados Unidos. El senador parecía orgulloso y decía que su campaña era diferente. “Con donaciones que promedian $27 por persona, esta es una campaña de la gente, por la gente y para la gente”, decía. Los aplausos no paraban.

Aunque algunas de sus ideas, a las cuales él mismo se refería como radicales, parecen imposibles de realizar, la gente no dejaba de aplaudirlas. Igualdad de género, regulaciones a Wall Street, un distanciamiento de la clase política. Aplausos. Luego de media hora, Sanders parecía estar terminando. Algunos lloraban de la emoción, otros alistaban sus celulares para una selfie con el candidato.

Sanders, listo para terminar, levantó sus manos y dijo: “el cambio real nunca sucede de arriba para abajo, el cambio real siempre sucede de abajo para arriba”. El estadio estalló en aplausos. Y, al menos en esta universidad, el veterano senador parecía haberle ganado la batalla por los jóvenes a Hillary Clinton.


*Foto destacada con uso bajo licencia Creative Commons.

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