Los Billonautas: una breve reflexión sobre el concepto y su trasfondo ideológico

A través de la industria del entretenimiento se difunden las filosofías e ideologías dominantes. Dentro de esta industria los comics han funcionado como medio de difusión ideológica y propagandística desde la gran depresión de 1929. Este medio creció, mutó y se diversificó a lo que conocemos hoy, y que representa el origen de la teología y mitología capitalista estadounidense.


Los comics y los filmes (especialmente aquellos basados en los “héroes” de las historietas) son la presentación diaria de la ideología del “american way of life” de la posmodernidad. Ésta expresa ideología en la difusión del racismo, en la presentación constante de aquel que no es blanco, anglosajón y protestante (WASP por sus siglas en inglés) como oscuro.

En una narrativa donde se presenta al otro, a la diversidad racial, sexual, ideológica y de género como atributos de seres malignos e inferiores, fuerzas del mal. Existe adoctrinamiento ideológico en la difusión del sentimiento de miedo, de peligro hacia lo diferente, en fin, cuando se promociona una idea neocolonialista.

Por ejemplo, se demoniza la “raza” y cultura del enemigo de turno de forma efectiva a través de esta industria. En la Segunda Guerra Mundial fue con los alemanes y japoneses, en la guerra fría los rusos y comunistas, luego los árabes e islámicos, los chinos, los norcoreanos y latinoamericanos. La forma tradicional de transmitir estas ideas es a través del “mensaje oculto”. Ese mensaje oculto consiste en los supuestos sobre los cuales se desarrolla la narrativa que relata el comic, el filme, la música y el universo virtual que se crea en cada una de estas producciones.

Sí, en estas historias aparecen siempre los chinos, latinos o árabes como los elementos del mal, los delincuentes, y a su vez los personajes estadounidenses y en particular los denominados WASP son presentados como los elementos lumínicos y agentes del bien (los policías, los héroes, los redentores). Se da por supuesto que el chino, mientras sea “comunista”, mientras el latino sea “inmigrante”, mientras el árabe sea “islámico”, serán “malos”; y el estadounidense, salvo que sea “comunista” o “islámico”, será bueno. Y así, estos aparatos propagandísticos crean sofisma tras sofisma, de tal forma que se crea un entramado oculto que constituye el cuadro ideológico sugerido o “supuesto” por estas narrativas.

Respecto a esto el filósofo esloveno Slavoj Zizek  afirma que “…el cine es la más perversa de las artes, no te da qué desear…Te dice cómo desear”. Por ello, para detectar esa ideología, sería conveniente practicar la nietzscheana psicología del desenmascaramiento: el método de la sospecha.

El cine es el arte de las apariencias y las fantasías, por ello la fusión del comic y el cine tiene un gran impacto en las poblaciones que viven en estado de interpretado. El cine tiene la habilidad de decirnos cómo la realidad misma se constituye como una entidad ideológica, social y simbólica. Según Zizek, para entender el mundo de hoy necesitamos del cine, ya que en este encontramos la dimensión crucial que no estamos listos para confrontar en nuestra propia realidad.

Como hacía notar anteriormente, la forma más utilizada para difundir la ideología a través del entretenimiento es el “mensaje oculto”. Así ocurre con los productos multimedia que llegan a los países de la periferia. Sin embargo, en los Estados Unidos, donde los comics representan un producto propio de su cultura, estos han pasado también a transmitir ideología y adoctrinar a través del mensaje “abierto”. Recientemente, la ideología que permanecía disimulada ha decidido salir a la luz, desenmascararse.

Luego de la necesaria introducción podemos centrarnos en la idea del dinero como “superpoder”, lo que nos lleva directo hacia el concepto de “billonauta”. El término lo acuñó el guionista escocés Grant Morrison, conocido por su narrativa no lineal y sus inclinaciones a tratar temáticas contraculturales.

Actualmente dos de los “superhéroes” más populares que encarnan el concepto de billonauta son Batman y Iron Man. Personajes multimillonarios que no generaron su propia fortuna. Por más inteligentes, valientes y heroicos que puedan ser, ambos son herederos y mediante ese hecho se muestra un cambio virtual de paradigma;  pues el dinero, cantidades inmensas, cantidades absurdas y obscenas de dinero, en una misma mano, se vuelve un superpoder. Y es en estos nuevos “héroes”, en los “billonautas” del “mundo real”, en quien hoy día la población occidental que vive en estado de interpretado deposita toda su confianza.

Los orígenes del arquetipo del héroe encarnado en Superman, que pasa de Kriptón a una granja de Estados Unidos, carecen del atractivo y el morbo del huérfano que hereda un imperio y que puede hacer lo que se le dé la gana sin culpas, sin remordimiento e impunemente. Cada vez más se hace visible esa faceta de los personajes, que mediante sus fundaciones y empresas parecen hacer más bien por la humanidad que con las acciones que realizan con sus álter egos.

A primera vista, las doctrinas religiosas, políticas y filosóficas que constituyen, como bien explica el filósofo francés Michel Foucault, el inverso de una «sociedad de discurso» en donde el número de individuos que hablaban, si no están fijados, tiende a ser limitado. Sin embargo, es entre ellos entre quienes el discurso podía circular y transmitirse. Hoy en día la “sociedad de discurso” se ve más limitada debido a la doctrina del mercado, pues esta tiende a la difusión; y es por la aprehensión en común de un solo y mismo conjunto de discursos. Vemos como ambos personajes están involucrados en el negocio de la energía renovable. Mediante sus fundaciones ambos proveen ayuda humanitaria; y hasta el villano Lex Luthor se ha vuelto un emprendedor dispuesto a mejorar el mundo, definiendo de este modo su dependencia recíproca. Esto puede parecer algo menor, pero refleja un importante cambio en el inconsciente colectivo de la sociedad capitalista occidental.

Desde hace siglos las potencias dominantes han utilizado como herramienta de control la institucionalidad religiosa y los productos culturales para adoctrinar a los pueblos dominados, haciendo uso de la mitología y los arquetipos. Desde el fascismo a la mitología estadounidense, el arquetipo del héroe es la fuente de donde se sustentan todas sus figuras de poder. En la antigüedad se esperaba que el monarca, de la mano de su corte, solucionara mágicamente los problemas del pueblo. Luego, durante el siglo XX, se creía que el Estado, de la mano del gobernante de turno (sin importar que este haya sido electo o tomado el poder por la fuerza), solucionaría metafísicamente los problemas. Es así como el progreso y la resolución de muchos otros mitos se basan en esa figura paternal y en la confianza en caudillos como canal para esa misma solución.

Mussolini, Tony Blair, John F. Kennedy, Juan Domingo Perón, Daniel Ortega, Enrique Peña Nieto, Alfredo Cristiani y Mauricio Funes. Lejos de las ideas, aquellos que viven en estado de interpretado votan por los “héroes” y sus discursos mesiánicos, sus actos demagógicos, soluciones imposibles y sueños baratos que nunca se hacen realidad. Y así fue, golpe tras golpe, a manera de autoflagelo que se ha ido perdiendo cada vez más la fe en estas figuras político-partidarias para ponerla en otro lugar; esta vez en el empresario. El mito del héroe es ahora el del “emprendedor”; que tras ser criado en un barrio de clase media de un país industrializado o en un barrio clase alta de un país periférico, puede con tan sólo una idea y una “buena educación” en una Universidad de élite, lograr no sólo acumular riquezas sino, en el proceso, también salvar el mundo.

Cualquier nativo digital (millennial) más o menos informado reconoce el halo puramente místico con  el que los emprendedores tecnológicos encaran su labor. Lejos de la frialdad y la racionalidad de los lenguajes de programación, el emprendedor se levanta a la madrugada con la confianza ciega de que su producto mejorará la vida de la humanidad al punto de que es cada vez más difícil distinguir entre las palabras de un empresario y las de un predicador de la peor secta monetarista.

Discursos vacíos, frases enlatadas, elogios del esfuerzo y negación del fracaso. Estos se basan en una realidad virtual que se proyecta a través de personajes como Steve Jobs, Mark Zuckerberg o Donald Trump, quienes personifican y venden el mito haciéndose cada vez de más espacios gracias a la grave crisis del actual sistema político y la profunda y rezagada crisis de las tradicionales formas de institucionalidad religiosa.

Pero ¿por qué se aceptan estas otras mentiras, que venden los billonautas?  Porque son nuevas y brillan con el lujo y todo el esplendor que el dinero puede comprar. Hoy ya no se espera que el calentamiento global lo solucionen los presidentes elegidos democráticamente durante una sesión de la ONU. Ya no son necesarios.

Ahora tenemos a Elon Musk, Richard Branson y Bill Gates, que convierte las heces fecales en agua potable y electricidad. El polémico CEO de Microsoft es conocido por la manera en la que se refiere a “los pobres” con un tono de superioridad, como si fuera un biólogo observando el comportamiento de seres “inferiores”. Elon Musk: quien él solo, con sus ideas y su dinero, ofrece llevar al espacio a la humanidad después de hacer que el planeta sea un ecosistema tecnológico autosustentable con carros eléctricos e infraestructuras autosuficientes. Pareciera no importar que Elon Musk, a quien comparan con el personaje de Tony Stark (Iron Man), reconozca  públicamente que su referente político es Margaret Thatcher, indiscutible símbolo de la ultraderecha conservadora. Tampoco importa que Peter Thiel (cofundador de Paypal), ideólogo en el mundo de los billonautas, vea a la humanidad con una especie de “objetivismo exacerbado” en el que no hay espacio para la persona humana devenida en “usuario”. Tampoco parece importar que apoye a Donald Trump y financie causas conservadoras.

El método de la sospecha nos ayuda a encontrar el mensaje oculto, el ejercicio del empoderamiento ciudadano  y la lucha por la soberanía tecnológica  se vuelve aún más crucial cuando los “héroes” son billonautas, dioses del silicio y reyes de medios de información masiva.

Los “billonautas” salvadoreños, que si bien no tienen los recursos de los personajes antes mencionados, para nuestro país, estos tienen recursos ilimitados. Personajes que a través de sus imperios heredados utilizan sus supermercados, constructoras o agencias de publicidad pretenden salvar a El Salvador, pero en realidad construyen sus plataformas ideológicas, políticas y empresariales.

Esta reflexión abre las puertas para comenzar a ampliar el horizonte de los productos culturales que consumimos y lo que ello implica. Es importante que conozcamos estos personajes y seamos conscientes de estas técnicas y métodos de manipulación.


Lee más columnas del Reverendo Martín Díaz en este enlace.

 

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