El horror fantástico y el miedo de una nación

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[Alerta spoiler: a continuación se revelan breves pasajes de la película “Scary stories to tell in the dark”, la película producida por Guillermo del Toro que actualmente se exhibe en los cines de nuestro país]


Cuando sabés que Guillermo del Toro está implicado en algo, resulta obligatorio darle un chance para asimilar su nueva propuesta. La película “Scary stories to tell in the dark” es como una versión mejorada deGoosebumps (2015)”, pero pensada más para adolescentes y no para niños; o al menos, a primera vista, así se siente.

Con el éxito de “Stranger Things” y la nueva versión cinematográfica de It, la nostalgia parece ser el camino a seguir para el cine de horror. Y hay que prepararse, porque también estaremos analizando “Child’s play” o “Chucky”, cuando salga la nueva versión. Estas historias evocan los miedos de la infancia y todo se mezcla con recuerdos placenteros de la cultura pop infantil. Agregan, además, un poco de dulzura a la amargura habitual del horror.

No obstante, para mí, “Scary stories to tell in the dark” sí logró llegar un poco más lejos. Es una película de terror inteligente acerca de las historias que nos contamos. Explica, –sin hacerlo evidente– por qué nos asustan y nos obligan a tenerlas siempre en la mente.

Poco a poco, queda claro que la historia que Øvredal –el director de la película– quiere contar es sobre el trauma infantil. Y, para ser más específicos, sobre lo que los padres hacen y esperan de sus hijos. Por momentos, “Scary stories to tell in the dark” se siente cómo un slasher film, pero sin el gore y con mucha fantasía. Guillermo del Toro y Øvredal nos presentan un horror diferente. Las personas que pude ver dentro de la sala estaban asombradas por lo que veían: los efectos, prácticos en muchos de los casos –tan particulares de la filmografía de Del Toro–, generaban que los espectadores se encontraran entre asustados y preocupados por la vida de los personajes, pero a la vez, observaban cada uno de los detalles de los monstruos, que lucen cargados de jumpscares, telarañas y demonios asistidos por CGI.

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«Øvredal y del Toro se han dado gusto jugando dentro del género de horror clásico. Y no parecen estar demasiado preocupados por intentar algo nuevo» 

 

Hay un espectáculo secundario y satírico que ocurre de forma paralela a los acontecimientos diabólicos sobrenaturales: la elección de Richard Nixon y la guerra de Vietnam. Øvredal nos muestra una sociedad paranoica. En las televisiones que yacen en el fondo de muchas escenas, a menudo nos muestran imágenes de Vietnam. Una de ellas muestra a Richard Nixon mintiendo –como de costumbre–, mientras habla de cómo no quiere lanzar bombas. Esta historia de fondo contextualiza el ambiente de la época, la necesidad de la guerra y la necesidad de que los hombres luchen. Todo esto enreda a varios personajes masculinos. 

La desaparición de un niño de secundaria hace que sus compañeros especulen que podría haberse ido al ejército temprano porque estaba ansioso por “matar a los comunistas”. Vemos que una historia de guerra sustituye a una historia de terror; y, al menos, una de ellas es la verdadera y que explicará por qué ese niño no regresa a casa.

El escenario de 1968 no es una excursión retro divertida. Es parte de la meditación de la película sobre cómo el mundo está hecho de historias y cómo esas historias atrapan a las personas. Colocar los sucesos en el pasado es una forma de enmarcarlos como ficción, como “algo que ha ocurrido alguna  vez”. Entonces, la verdadera historia de las elecciones de 1968 se ubica junto a la trama ficticia de lo sobrenatural, incluso cuando Stella y sus amigos intentan investigar lo ocurrido con Sarah Bellows, que finalmente se escribe y luego se recibe como una historia ficticia. La verdad y las mentiras se deslizan unas sobre otras, atando la vida de los niños.

Los sustos y los monstruos se conjuran de manera efectiva, pero si no estás familiarizado con la literatura de Austin Schwartz –como fue mi caso– es posible que te quedés esperando un poco más de varias de las escenas. Imagino que si hubiera leído los libros en los que se basa esta película, mi expectativa por cada título hubiera sido más grande. Sin embargo, salí queriendo saber más de las historias cortas presentadas, con ganas de leer el material raíz de esta película.  Y no solo eso, sino que, además de la confusión de si estaba asustado o no, salí orgulloso, ya que Øvredal defiende el arte del storytelling y nos hace entender que esta no es nada más que una colección de historias de miedo. Logra generar una reflexión acerca de por qué las historias que nos contamos nos dan forma y por qué eso es lo que da miedo.

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#Cine

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