[ALERTA SPOILER: la siguiente es una reseña de ‘Rogue One: A Star Wars Story’. Contiene comentarios, fotografías y videos sobre la película. Aquellos que aún no la hayan visto, avancen bajo su propio riesgo]
Mea culpa. Por ser ‘spin-off‘, creí erróneamente que Rogue One (A Star Wars Story) serviría como simple entremés para que la espera por el Episodio VIII no se nos hiciera tan eterna. Debí estar influido también por la abnegación de saber que Disney exprimiría al máximo la envidiable mina de oro que decidió comprar. Conspiré y me arrepiento de ello. Pensaba: ¿cómo podría cautivarme tanto una historia de Star Wars que no fue escrita por George Lucas y cuyo péndulo está basado en algo tan simple como el robo de unos planos de ingeniería bélica? Y sin embargo, para el regocijo de lo gratamente inesperado, eso fue lo que ocurrió con Rogue One, una película que me cautivó y que me obliga a colocarla entre lo mejor de dicho universo fílmico.
Dirán los puristas del cine arte: “«cautivar» es una palabra muy generosa para una película de ciencia ficción que posee una innegable simpleza de conexión infantil”. Y sí, algo de razón tendrían. Ninguna película de Star Wars merece entrar en una discusión seria sobre lo mejor que el cine puede ofrecer. Lo cierto es que nadie la ha postulado al Olimpo del Séptimo Arte. Al menos no lo hago yo, a pesar de que considero necesario aceptar que lo que rodea a este fenómeno trasciende el simplismo de un análisis sociológico. Ninguna película de Star Wars —ni siquiera esta, Rogue One, que está tan bien lograda— propone las mejores actuaciones, los mejores guiones, los mejores diálogos, la mejor fotografía o las mejores direcciones que el cine puede ofrecer. Y pese a ello… me cautiva, porque consigue hacerme sentir orgulloso de formar parte de una logia populista de singular soberbia. Con Star Wars no hay sentimiento de culpa al reconocernos arreados y parte del rebaño de los fieles de La Fuerza. Aquí, más bien, se justifica dudar del que no. Aquí el rarito es el hipster que se resiste a darse una oportunidad de ver siquiera “A new hope” porque su intelectualidad superior es alérgica a cualquier brote de ‘borreguismo’. Ellos se lo pierden… O se diluyen, porque sin entender la conexión entre los episodios III y IV de la saga, verán en Rogue One una historia barata más; otra aventura galáctica carente de alma; un deja vu de “Día de la Independencia”; un “2012” espacial; nada que las separe de Star Trek. Y digo esto porque me animo a creer que buena parte del éxito de este ‘spin-off‘ —es decir, una historia basada en personajes y relatos secundarios ligados a la historia principal— es la eficiencia con la que han sabido encajar las piezas de una trama que siempre deberá someterse a la auditoría de los geeks más geeks que el planeta puede ofrecer. Y, a mi juicio, Rogue One resiste la inspección… Eso es algo que los ateos del gozo, agnósticos, impíos, escépticos y carentes de midiclorianos que se niegan a reconocer a La Fuerza jamás van a comprender.
“No temo a nada… Todo es como La Fuerza lo ordena”.
– Chirrut Îmwe
Los guiños
Rogue One presenta guiños concebidos para complacer a los eruditos del Universo de Star Wars. Muy interesante debió ser para Gareth Edwards (director) y para Tony Gilroy (coguionista) relatarnos una historia que obligatoriamente debía respetar el esquema visual de una película filmada cuarenta años atrás, pero esta vez apoyados en tecnología de punta que permite, entre otras cosas, resucitar finados y hacerlos actuar al servicio del guión (como en el caso de Grand Moff Tarkin, encarnado por el actor Peter Cushing, quien falleciera en 1994). Siendo uno de los principales gobernadores del Imperio Galáctico, Grand Moff Tarkin era esencial para relatar la conexión entre el Emperador, Darth Vader y el villano que esta película nos propone: Orson Krennic (protagonizado por el actor Ben Mendelsohn). Juntos extraen lo mejor del nazismo que tanto inspiró a la trilogía original de Star Wars.
Pero hay más guiños nostálgicos. ¿Notaron cómo a su llegada a Jedha, la torpeza en el caminar de Jyn Erso nos hizo recordar al timorato Luke Skywalker? ¿No? Pues uno de varios guiños al pasado es ese, cuando Jyn tropieza con el doctor Cornelius Evazan y Ponda Baba, los mismos hombres que tratarían de iniciar una pelea con Luke en la Cantina de Chalmun, para el episodio IV de Star Wars.
¿O no recordaron a Han Solo y a Chewie cuando, apunto de abandonar la Base Rebelde, rumbo a la misión suicida, le informan por radio a Bodhi Rook y a K-2SO que no están autorizados para despegar? El diálogo no conduce a ninguna parte y es justo ese el momento en que surge el nombre de Rogue One para designar al grupo de kamikazes.
Notable y pulcro es el respeto a la vestimenta de la trilogía original. Pero hay más, por ejemplo, para ambientarnos en la base rebelde de Yavin IV, Rogue One nos presenta varios recortes de cartón de X-Wings y Y-Wings. Lo hicieron con la misma técnica de llenado del hangar que utilizaron en la original ‘Guerra de las Galaxias’, de 1977.
Quizás pasan inadvertidos, pero estos guiños alimentan al niño interno (y externo) que enclaustramos en nuestra devoción a la saga.
Por otra parte, sabemos que Rogue One está situada entre los episodios III y IV, pero ¿qué tan exacto debemos situarnos en el tiempo? Al comienzo de la película se extraña la deslizante tipografía que nos sitúa en coyuntura de tiempo y espacio. Sin embargo, los más conocedores sabrán que la historia que aquí se relata ocurre apenas días antes de lo que conocimos en “A new hope“. Por eso es que ese sustantivo (hope = esperanza) se vuelve tan repetitivo. Lo usa primero Cassian Andor; lo retoma luego Jyn Erso; y lo lleva al clímax del desenlace Leia Organa.
“Todas las rebeliones comienzan con esperanza”
– Cassian Andor
Rogue One es, sobre todas las cosas, una película de aventura bélica. Si bien los personajes se van desarrollando poco a poco, lo que más vemos en pantalla es combate armado. Y lo novedoso del caso es la ambientación de guerra en un escenario de playa, como emulando escenas del cine bélico del conflicto en Vietnam.
Y ante ese desafío por llevar in crescendo las escenas de combate, el cierre de la película es quizás uno de los mejores que hemos visto en toda la saga. No solo por la imponente aparición del eternamente idolatrado Darth Vader, sino por la agonía que se vive para mostrarnos lo cerca que estuvo todo de irse al carajo. Y aunque bien sabíamos que nada se iba al carajo, que los planos de la Estrella de la Muerte llegarían finalmente a manos de Leia, en apenas cosa de dos minutos una escena fue capaz de robarnos el aliento. Es de lo más brillante de toda la película.
Personajes protagónicos
Comentaba con un buen amigo acerca del empoderamiento de la mujer que la ‘Era Disney” ha implementado en Star Wars. Me recordaba él que, en realidad, no es una gran innovación en el cine de acción. Ejemplos como el de Sarah Connor (en “Terminator”) o más recientemente Imperator Furiosa (en “Mad Max”) cumplieron funciones similares que Jyn Erso y la chatarrera Rey en las nuevas películas. Pero en cine, Star Wars no nos había mostrado grandes habilidades de combate en personajes protagónicos de mujeres, excepto quizás en el manejo de los blasters que Leia Organa despliega en algunos momentos. Jyn Erso no es Jedi aunque presumimos que La Fuerza corre fuerte en ella. Apenas a los 16 años ya era la mejor soldado del ala guerrillera de Saw Guerrera. Pronto nos deja claro que sabe cómo defenderse. Los más geeks sabrán que su perfil está muy inspirado en el de Jan Ors, un personaje del videojuego Star Wars: Dark Forces (1995). Ella es una operativa de inteligencia del planeta Alderaan que empezó a trabajar como agente para la organización terrorista Justice Action Network (JAN). Entre muchas coincidencias entre ambos personajes, quienes conocen el juego sabrán que, en la primera misión, Ors y Kyle Katarn tendrán que recuperar los planos de la Estrella de la Muerte.
Tal y como bien menciona Élmer Menjívar en su análisis del Universo Star Wars, Jyn se suma a la lista de personajes protagónicos de la historia que pertenecen a familias en crisis.
“Es que el tema de Star Wars es y siempre ha sido la familia, familias separadas y enfrentadas, padres ausentes e hijos abandonados, la búsqueda del padre, de hijos pródigos pero irredentos, de rupturas letales y parricidios”.
– Élmer Menjívar
En el caso de Jyn Erso, el patrón se repite: su madre es asesinada ante sus ojos; debe abrazar el exilio y su existencia está marcada por un anhelado reencuentro con su padre. Como bien dice Élmer, la fórmula subsiste. Pero Jyn no es la única que vive crisis interna…
– Subiste ahí a matar a mi padre –acusó Jyn a Cassian Andor.
– No sabes de lo que estás hablado –respondió este.
– ¡Niégalo!
– Estás en shock y estás buscando culpables. Lo he visto muchas veces.
– Apuesto a que sí. ¡Ellos saben! Mentiste sobre porqué vinimos y sobre tu razón para subir solo.
– Tuve la oportunidad de apretar el gatillo, ¿pero lo hice? ¿Lo hice?
– ¡Como si lo hubieras hecho! Mi padre era prueba viviente y tú lo pusiste en riesgo… Lo mataron las bombas de la Alianza Rebelde.
– Me dieron órdenes… Órdenes que yo desobedecí. Pero tú no lo entenderías…
–¿Órdenes? ¿Aunque sea un error? ¡No eres diferente a un Storm Trooper!
–¿Tú qué sabes de eso? No todos nos podemos dar el lujo de que de repente algo nos empiece a importar. ¿Ahora resulta que la rebelión es real para ti? Algunos vivimos en ella. ¡Soy parte de esta pelea desde que tenía seis años! No eres la única que ha perdido todo… La diferencia es que otros decidimos hacer algo al respecto.
– No hay excusa que valga, Cassian.
– No me importa…
La primera impresión del personaje de Cassian Andor (interpretado por Diego Luna) es sorpresiva. Se intuía que, por ser parte de la Alianza Rebelde, estaríamos ante la presencia de un héroe, una especia de Han Solo mesoamericano. Sin embargo, en el puesto de comercio del Anillo de Kafrene encontramos algo que no nos gustaría: el perfil de un sicario vengativo y capaz de asesinar por la espalda. Y sí, más adelante veremos que Cassian sí posee principios y no siempre ejecuta sin reparos las órdenes de asesinar que le entrega el General Draven. Pero por primera vez nos vemos obligados a identificarnos con un personaje de principios morales cuestionables. Ese simple matiz es reseñable ya que siempre hemos visto a los rebeldes como personajes dotados de moralidad intachable, los sufridos bonachones, el lado “correcto” de la luz que resiste entre la adversidad a la oscuridad.
Rogue One nos presenta un signo más fiel al de todo conflicto armado: la crudeza de saber que incluso entre “los buenos” hay autoridades que deciden cosas importantes y que son como el General Draven, que apuestan por la muerte estratégica, el sicariato y que bajo esa razón deciden que todo es válido en nombre de su causa.
Lo dijo el mismo Cassian al momento de ofrecerse a la misión suicida que Jyn sugería:
“Algunos… La mayoría… hicimos cosas terribles en nombre de la Rebelión… Espías, saboteadores, asesinos… Todo lo que hice lo hice en nombre de la rebelión. Y cada vez que veía algo terrible que quería olvidar, me repetía que era por una causa en la que yo creía, una que valía la pena. Sin eso estamos perdidos… Todo lo que hicimos habría sido en vano. Nunca me perdonaría si me rindiera ahora. Nadie lo haría.”
Pero también al contrario, dentro del imperio encontramos infiltrados, como el caso de Galen Erso, el verdadero artífice de la creación y la destrucción de la Estrella de la Muerte. Además, debo hacer notar que en años consecutivos hemos visto películas de Star Wars en las que pilotos imperiales desiertan, huyen y traicionan al Imperio Galáctico, convirtiéndose así en activos fundamentales de la lucha rebelde. En El Despertar de La Fuerza ocurrió con la deserción de Finn; en Rogue One ocurre con el piloto Bodhi Rook. Y son estos matices los que nos acercan más al sentido exacto de una guerra real, que no es otra cosa más que una carnicería donde algunos buenos pueden ser muy malos y algunos malos ser, en realidad, héroes.
Finalmente, hay personajes secundarios que merecen comentarios. Es el caso de K-2SO, quien cumple el usual papel cómico del droide de ocasión, el mismo que antes llenaron C3PO, R2D2 o BB-8. Evidentemente, sus comentarios son propios de un humor mucho más maduro del que nos dio, por ejemplo, Jar Jar Binks en el Episodio I. Además es un droide ejecutor que se sacrifica por la causa, al contrario de los mencionados droides humanizados que le preceden, en especial, C3PO y R2D2, que son los únicos dos personajes que han aparecido en todas las películas.
En una historia donde los Jedi se mantienen ocultos y La Fuerza es casi un mito en extinción, la presencia del personaje del ciego Chirrut Îmwe (protagonizado por Donnie Yen) le aporta el misticismo necesario a la trama, así como la lealtad sin miramientos es aportada por su inseparable amigo: Baze Malbus (Wen Jiang). No se puede negar que, en la variopinta mezcla racial (orientales, mexicano, paquistaní, afroamericanos, caucásicos, etc.), ambos cumplen funciones de gancho para el inmenso mercado asiático, siempre fiel al consumo de Star Wars.
Por último, es necesario hacer una mención especial al villano de la historia: Orson Krennic (Ben Mendelsohn), quien retoma a la perfección la esencia antagónica de los villanos de la trilogía original, con ese aire de Guerra Fría. Su presencia deja en simple juego de niños lo que el año pasado encontramos en Kylo Ren.
En síntesis, puedo decir que Rogue One: A Star Wars Story es una buena noticia. Nos anuncia todo lo que el imperio de Disney puede llegar a ofrecer si resiste la tentación de caer en las fórmulas más sencillas. En sus manos está la capacidad de transportarnos por caminos alternativos que pueden superar el hilo conductor de la historia principal. Cuentan con la posibilidad de tocar cosas sagradas para los más fans, como por ejemplo, el futuro spin-off de la historia de Boba Fett, uno de los personajes que poseen un culto especial. Rogue One demuestra que no es necesario anclarse en el apellido Skywalker para… sí… ¡cautivarnos!
El universo se expande. Demos gracias a La Fuerza por ello…
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1 Responses to “Cautivado por ‘Rogue One: A Star Wars Story’ (una reseña con spoilers)”
“Aquí el rarito es el hipster que se resiste a darse una oportunidad de ver siquiera “A new hope” porque su intelectualidad superior es alérgica a cualquier brote de ‘borreguismo’. Ellos se lo pierden”
Suscribo totalmente!!!!!!!!!!!!
No la he visto, pero lo leí, me gustó, y la iré a ver!!!!!!!!!!!!!!!!!