“Mi esposo entró al hospital por una peritonitis y murió por Coronavirus”

Un paciente renal llegó a consulta por una peritonitis al hospital Médico Quirúrgico. Una semana después, ya contagiado de Covid-19, fue trasladado al ISSS de San Miguel donde, según denuncia su esposa, se deterioró por no recibir una diálisis.  El paciente también se cayó de su cama cuando estaba en San Miguel y el personal médico le negó información de su estado a su familia. Fue la novena víctima oficial del Covid-19 en El Salvador. 

Ilustración FACTUM/Andrea Maida


La última conexión de José* fue el sábado 25 de abril a las 5:43 de la tarde. Esa tarde, María había hecho una videollamada con él a través de Whatssap y le prometió volver a marcarle por la noche. Su esposo, aquel hombre con quien ella se casó hace 25 años, ocupaba ese día una de las camas del hospital del Instituto Salvadoreño del Seguro Social en San Miguel. José ya tenía un diagnóstico positivo de Covid-19 y la enfermedad que marcaba su historial clínico desde hace dos años: enfermedad renal crónica. Pero la nueva llamada nunca llegó.

José, de 48 años, ingresó al Hospital Médico Quirúrgico (MQ) del Seguro Social, en San Salvador, el 12 de abril de 2020. Un dolor en el abdomen lo sacó de su casa en Apopa, donde se había resguardado desde que inició la cuarentena domiciliaria. Lo atendieron en emergencias por sospechas de peritonitis (inflamación de la membrana que recubre el interior del abdomen) y lo ingresaron.

El jueves 16 de abril, después de que el personal del MQ se percató de que había un paciente positivo a Covid-19 en ese hospital, le hicieron la prueba a todos los ingresados. José se enteró dos días después de que resultó positivo al virus. Él era uno de los pacientes que tenían una pequeña máquina en su casa para hacerse una diálisis ambulatoria.  Desde hace dos años, se conectaba todas las noches a ese aparato para controlar su insuficiencia renal.  Pero desde que lo diagnosticaron positivo a Coronavirus, según su relato y el de su esposa, no lo volvieron a conectar a una máquina para tratar su padecimiento crónico.

María conserva los audios que le mandó José.

 

Los hospitales públicos y los centros de contención que improvisó el Gobierno se convirtieron en centros de contagio. Testimonios de pacientes y de albergados han revelado que desde que inició la pandemia en El Salvador el desorden y la improvisación aceleraron los contagios. Cada paciente ha desnudado un nuevo descuido. Hay decenas de publicaciones periodísticas que evidencian que José no es el primero, que entró sano y salió contagiado luego de estar en manos de una entidad pública. El descuido ha sido tan grande que hasta la semana pasada había 139 médicos y personal de enfermería en cuarentena por Covid-19, incluido el personal de enfermería del MQ que, según denunciaron, fue obligado a atender pacientes positivos al virus sin que les dieran el equipo de protección adecuado.

El domingo 19 de abril, cuando José ya llevaba cuatro días sin que le practicaran una diálisis, fue trasladado hacia el Seguro Social de San Miguel. Nunca les explicaron porqué hasta allá si él y su familia residen en un municipio de la capital. “Yo hablé con el doctor y le dije yo que qué había pasado, que cuándo me iba a dar de alta a mi esposo y me dijo él que no podía porque dio la mala suerte que él se infestó en el hospital. Esas palabras me dijo el doctor”, relata María, a quien no le cabe duda que su esposo se contagió en el Médico Quirúrgico, porque no había salido del país, y ni tan siquiera salía porque era ella quien hacía las salidas para las compras.

María no usa la palabra negligencia. “Yo no quiero ser tan desconsiderada porque no sé los protocolos cómo los tienen en los hospitales. Quizá no sabían ellos que el paciente que tenían allí era Covid. Solo puedo decir que surgió esa mala suerte con mi esposo”, repite cuando se le pregunta si cree que su esposo fue víctima de un descuido.

Eso que María llama mala suerte parece ser un patrón. Hay características que se repiten: revoltijos de pacientes sanos con pacientes contagiados, diagnósticos tardíos, desatención o complicaciones por falta de tratamiento a padecimientos previos. Lo que le pasó a José le pasó antes, aunque en otras circunstancias, a Carlos Henríquez Cortez, el octavo fallecido por el virus, quien regresó de Guatemala a El Salvador sano y se contagió en la Villa Olímpica, según publicó El Faro.

“Cada vez que él decía que necesitaba la dialización le decían: ´estamos en eso, espérese, estamos averiguando´ y así. El nefrólogo brillaba por su ausencia y a todo esto él se estaba deteriorando como no tiene idea”, relata María, quien asegura que en las dos semanas que José permaneció ingresado en los dos hospitales no hubo más que una diálisis.

En el Seguro Social de San Miguel no solo le negaron información a la familia del paciente, sino que le mintieron a la Procuraduría para la Defensa de Derechos Humanos (PDDH), según María. El director del hospital, Reynaldo Bolaños, le aseguró a la procuradora del caso que ya le habían realizado la diálisis a José, pero el paciente le decía a su familia lo contrario.

“Conocimos el caso porque no se le habían hecho las diálisis. Se empezó a consultar con el director. La información que le dieron a él, porque yo hablé por teléfono con el doctor, es que sí le habían hecho la diálisis.  No precisaron la cantidad que le hicieron”, explica Gladis Benítez, la procuradora que lleva el caso en la departamental de la PDDH de San Miguel.

La Procuraduría solicitó este miércoles 29 de abril una copia del expediente clínico de José. Le han dado un plazo de 48 horas al Seguro Social para que lo envíe y luego un médico de la PDDH lo estudiará para concluir qué fue lo que realmente pasó.

María podía llamar de 1 a 3 de la tarde para pedir información. Un día su esposo se cayó de la cama, cuando se quiso parar para ir al baño, y eso también se lo ocultaron.  “Se hizo un gran golpe en la frente. Me di cuenta porque él no contestaba y le cayeron como 40 llamadas mías, y eso no me lo dijeron cuando yo pedí información de él. Me dijeron que estaba estable, que estaba bien, y yo les creí, pero cuando me cayó la llamada de él, él me dijo que se había caído”, recuerda.

Después de pedir auxilio a la PDDH, la familia podía hablar a cualquier hora para pedir información. “Pero de nada servía porque la información que me daban a mí nunca fue la correcta. De todas las informaciones que me dieron ninguna fue la que mi esposo presentaba, nunca, nunca, nunca”, asegura María. Y todo esto a pesar de que desde 2016 existe en el país una ley de derechos de pacientes que, en su artículo 13, establece la obligatoriedad del personal médico de  entregar información (diagnóstico, tratamiento, alternativas, riesgo, evolución y pronóstico) a los pacientes o a sus representantes. Esta información, según la ley, debe ser veraz, sencilla y comprensible.

“Estando en San Miguel no recibió la atención adecuada. Mi esposo me decía que un doctor pasaba allá al tiempo, y un paciente renal debería de tener otro tipo de atención para que les den el cuido especial por la enfermedad que ellos tienen, porque son delicados”, dice María.

Factum buscó, a través de la oficina de comunicaciones del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, la versión del director del hospital de San Miguel. “Sí se dializó el paciente, consta en expediente y relato de enfermería”, respondió esa oficina al final de la tarde de este miércoles.

Según María, su esposo estuvo junto a cuatro pacientes en San Miguel, nunca presentó fiebre o síntomas de problemas respiratorios y nunca estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos. Todo el tiempo, según ella, fue asintomático al Covid. “Yo no entiendo qué hizo que colapsara tanto. A mí solo me dijeron que colapsaron los pulmones por ser un paciente renal. Yo no me iba a poner a llevar la contraria, pero, pues sí: ¿Cómo no iban a colapsar otros órganos si no lo dializaron?”

En los audios que José enviaba a su esposa le contaba que sentía débil.  Esa debilidad, explica María, está asociada con los bajos niveles de albúmina (una proteína) que suelen tener los pacientes renales. Ella nunca supo cómo tenía los niveles de creatinina su esposo, un examen que sirve para saber cómo están funcionando los riñones. María cree que ni tan siquiera se lo hicieron.

“Para serle honesta, creo que ni caso le hacían.  Él me decía que ni siquiera exámenes le hacían. Yo creo que si llegaba un doctor llegaba a los dos días”, cuenta la esposa de José.

El sábado 25 de abril, después de aquella videollamada, María no supo más de José. “A partir de ahí ya no me pude comunicar para nada con él. Y cuando llamaba al hospital para pedir información, porque estaba preocupada, me decían que estaba dormidito y que a la par tenía el celular. Tenía que esperar y confiar en lo que dijeran ellos”, relata María.

La versión oficial del Gobierno, o al menos la que plasmaron en el certificado de defunción, dice que José murió el lunes 27 de abril a las 9:30 de la mañana. A María le avisaron el lunes por la tarde: “Después de que me dijeron que estaba estable, me hablan para decirme que había fallecido, que habían colapsado los pulmones. Él nunca estuvo entubado, ni con volado para respirar, nada… y de un día para otro me hablan para decirme eso”.

Y un día después, cuando ella ya había recogido los restos de su esposo, el Gobierno lo hizo oficial y lo anunció, desde a cuenta oficial del Ministerio de Salud, como la novena víctima del Covid, limitándose a decir que “se trató de un contagio local”.

José no respondió los mensajes que María le envió el domingo desde las 5:35 de la mañana. En el teléfono de ella está el archivo de aquella conversación:  hay un doble cheque gris que le indica que sus mensajes de aliento llegaron, pero que su esposo no los alcanzó a leer.

“Dios te ama, vas a salir de esto con la ayuda de él…”.


*Los nombres fueron modificados a petición de la familia del paciente.

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