Treinta y cinco años, veintiún días

Treinta y cinco años, veintiún días. Eso es lo que lleva usted al frente de la alcaldía de Antiguo Cuscatlán, Milagro Navas.

Conozco la cifra con exactitud porque usted ha ostentado el cargo desde exactamente tres días antes de que yo naciera. Toda mi vida más setenta y dos horas.

Ese 1 de mayo de 1988, cuando usted tomó posesión, el Muro de Berlín todavía existía, El Salvador seguía guerra, Salvador Dalí estaba vivo y Nelson Mandela aún permanecía en prisión.

El pasado jueves 18 de mayo, en año preelectoral, sucedió lo previsible: usted anunció que en las municipales de 2024 buscará la reelección. Si gana, se enfilará para alcanzar treinta y ocho años en el poder. Treinta y ocho.

“Voy a la reelección, ya me inscribí y, Dios primero, voy a ganar”, dijo usted ante medios de comunicación este jueves. Y, con la astucia que dan tres décadas en el poder, concluyó: “Mi pueblo es el que me ha pedido que no me vaya, que me quede”. Gracias por su vocación de servicio y el desprendimiento de usted misma. Gracias por su sacrificio. Gracias por tanto… Y perdón por tan poco.

Señora Navas, según datos del Ministerio de Salud (2020), aproximadamente un 62% de la población salvadoreña no había nacido cuando usted ascendió por primera vez al poder. Para muchos vecinos de su municipio, y para muchos salvadoreños, Antiguo Cuscatlán bajo Milagro Navas es lo único que han visto. Es, básicamente, su bastión, su feudo. Y ahí me incluyo. Aunque no resido en Antiguo Cuscatlán, para mí el municipio es casi consustancial a su persona: lo que usted dice, se hace; lo que usted no mira, no pasa. El crecimiento depende, entonces, de su visión y no de un relevo de ideas y equipos. No de personas que se han ido formando en las filas de la comuna, que han tenido la oportunidad de crecer y, eventualmente, aspirar a la primera silla municipal. No. Solo de usted.

Le voy a ser franco: yo nunca he consumido prima facie el discurso de la renovación. Que una persona sea más joven (use gorra o tuitee frenéticamente) no la vuelve más apta para gobernar que otra de mayor edad. El Salvador tiene sobrados ejemplos de jóvenes que, llegados al poder, demostraron igual o mayor incompetencia, irrespeto a la legalidad y apertura a engrosar sus cuentas de banco que los mayores a los que juraron combatir. Y si aquí nos faltan ejemplos, está también el de los “dipukids” de Guatemala, que llegaron al Congreso a hacer el ridículo y a incurrir en prácticas conocidas como el nepotismo, el transfuguismo o la vulgar corrupción.

Pero, vamos, que el otro lado tampoco es halagüeño: tener a una misma persona al frente de una institución por más de treinta y cinco años no me parece lo más saludable, disculpe usted.

Sé que argumentará que su pueblo la ha elegido. Que le piden que no se vaya. Que la gente ve resultados. O, como usted misma dijo (y en tercera persona a la usanza de Elías Antonio o Carlos Mauricio): “Milagro Navas tiene huellas en Antiguo Cuscatlán”. Sí, huellas y una calle con su apellido.

Sin embargo, le ofrezco algunas razones por las que me preocupa una larga permanencia de una sola persona en un cargo:

1- Su legado: Si alguien permanece en el poder por tanto tiempo, en un solo espacio político, lo hace a punta de represión o a punta de estelares resultados. Yo no la veo blandiendo la espada de la violencia política, ni desplegando a su policía secreta para silenciar el disenso en su comuna. Ya con eso hace bastante, considerando la realidad del país.

Pero tampoco veo una transformación estratosférica de su espacio: Antiguo Cuscatlán es, hoy por hoy, una comuna bastante más ordenada y segura que muchas otras del área metropolitana. Pero también es una alcaldía que recauda muchísimo más que sus pares, por que la expectativa es muy alta.

Según un Análisis de las Finanzas Públicas Municipales, para el año 2015 su alcaldía recaudaba en promedio $122 por habitante, levemente arriba de los $112 de San Salvador, muy encima de los $50 que recogía Santa Tecla y alejadísima de muchos otros municipios.

Su espacio alberga, además, algunos de los centros comerciales más grandes e importantes del país, varios sitios turísticos fundamentales, y algunas de las zonas residenciales más exclusivas de El Salvador. Con los niveles de recaudación que eso procura, cualquiera esperaría un municipio de verdadero primer mundo con servicios propios de este tipo de lugares.

Las noticias no revelan grandes carencias en Antiguo Cuscatlán, pero tampoco ofertas municipales espectaculares. Su paso, lamento decirlo, más asemeja una larga inercia que una decidida apuesta por el desarrollo y el crecimiento. ¿Es menos basura que el resto de comunas o menos baches (dudoso, además) lo que legitima tres y media décadas en el poder? Hmmm. ¿Es, acaso, que la administración y la misma ciudadanía se han acomodado a “lo que hay”?

2- El peligroso poder: En el mundo tenemos sobrados ejemplos de qué sucede cuando una persona se enquista demasiado tiempo en el poder. La arbitrariedad puede florecer y se confunde un mandato temporal por un reinado eterno. Tengo miedo de que usted asuma a Antiguo Cuscatlán como suyo. Imagínese si desde ahí empieza a volver el capricho la norma y la vanidad, su norte.

3- Sí, la vanidad: Le cuento una historia, la de Saparmurat Niyazov, primer presidente de Turkmenistán tras la disolución de la Unión Soviética, quien es recordado por varias cosas: la represión, su puño de hierro ante el disenso y… una espantosa estatua de oro puro al centro de Asgabat, capital turkmena. Este esperpento gira para siempre dar la cara al sol y recuerda que la vanidad es cara y tiene mal gusto. Señora Navas, de su municipio apenas recuerdo una avenida que lleva su nombre. Pero esto ya es alarmante, y así se empieza…

4- Símbolos de violencia política: Por otro lado, en un país herido por un pasado violento, me resulta de mal gusto que haya dedicado una céntrica plaza al fundador de su partido, quien también es identificado como uno de los cerebros de los escuadrones de la muerte y quien fue señalado por la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas (chish, dirá usted con desdén) como el autor intelectual del magnicidio de Monseñor Romero. ¿No había figuras menos vinculadas a violencia política para la plaza? ¿No le parece una memoria irrespetuosa para las víctimas?

Señora Navas, no tengo nada en su contra. Pero me resulta curioso verla aspirar nuevamente a un cargo.

Como le repito, no me consta que los jóvenes, solo por ser jóvenes, sean automáticamente mejores líderes. Pero temo que su eterno mandato mande las señales incorrectas:

-Que es deseable ver a una persona décadas y décadas en un mismo cargo.

-Que no hay problema si se transforma la gestión pública en un feudo, con culto a la personalidad, sus propias avenidas…

-Y que, quizá un mal día, pueda usted ordenar un monumento al “Milagro de Antiguo” que gire siempre “cara al sol”.

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