Días de shots virtuales

¿Qué de extraño tendría una noche de viernes en la que se vitorea: ¡Shot, shot, shot!? Quizá nada si nos encontráramos en una situación mundialmente diferente, en la que el confinamiento en nuestras casas ―en algunos casos elegida y en otros, obligatoria― no fuera la norma.

Advierto que esta columna no es sobre el crítico sistema de salud ni sobre progresiones matemáticas; tampoco sobre lo que está correcto o no de las medidas que se están tomando en El Salvador. No, esto va por otro lado. Va de cómo vivimos Twitter el último viernes en que tuvimos una cadena nacional, aquel 27 de marzo en que, ante el bombardeo de noticias sobre la crisis mundial y las diarias conferencias de prensas, la explosión de las emociones llegó a su apogeo.

Así, luego de 15 días de encierro para muchos y de salir a trabajar con la zozobra para otros, tuvimos un viernes en el que el carácter performativo estuvo presente en grupos de WhatsApp y en redes sociales como Instagram, pero sobre todo en Twitter.

Tras una tarde leyendo el challenge de los shots, se esperaban tuits de sátira, risa y bromas ante la cadena nacional anunciada a las 8:30 de la noche, hora local de El Salvador, en la que el presidente Nayib Bukele daría los últimos informes sobre la situación de contingencia de salud.

Como si estuviéramos frente a un tablero de bingo, las apuestas sobre el presidente eran variadas, dadas las cadenas nacionales anteriores: nos comparará con Italia, con España, con Estados Unidos, hablará de la tribulación, de su proyección matemática, de toque de queda, de ley seca, se pondrá a orar…

Los enojados ante la actitud de algunos salvadoreños de tuitear “Shot, shot, shot”, como si de una fiesta virtual se tratara, no se hicieron esperar, porque en esa hora de información los datos sobre los nuevos casos pasaron a un plano secundario.

Sin embargo, no es de extrañar que ante el encierro y la incertidumbre un poco de diversión tiene que salir a la luz. Estas actitudes se pueden explicar de muchas maneras, desde la sicología, la filosofía, el humanismo, la antropología. En este caso, me enfoco desde el lenguaje como discurso; y este último desde su carácter polisémico y como práctica socialmente producida a través de la cotidianidad y su carácter situacional dentro de un proceso comunicativo.

Los tuits de aquel viernes por la noche y que se siguieron replicando durante el fin de semana responden a muchas explicaciones, pero enfoquémonos en dos: por un lado, el papel de la sátira como diversión, pero también como instrumento de denuncia y crítica social; y por el otro, el acto performativo del lenguaje como manifestación en contra de la tensión del orden hegemónico social.

Tradicionalmente, una expresión y manifestación creativa del ser humano es la creación de contenidos satíricos: en especial los dirigidos a la política, que son construidos para generar sorpresa, estupor, asombro y diversión, pero también como un elemento de denuncia. Así, la ridiculización y la ironía se convierten en armas para combatir ―o tener la sensación de que es así― los desmanes del poder. Mensajes como los que se tuitearon se convierten en vehículos de identidades políticas y culturales.

Estamos aquí ante un discurso de resistencia, como bien lo plantearía James Scott en su libro “Los dominados y el arte de la resistencia”, en el que la resistencia surge de la apropiación material y de la sistemática humillación personal que caracteriza la explotación; creando y  recreando prácticas de resistencia inventadas por los mismos grupos sociales para defenderse. ¿Defenderse de qué? ¿De los atropellos a la libre circulación? ¿De la generación de pánico por parte del poder?

Esta resistencia puede manifestarse de forma oculta o abierta. Cuando surge la declaración pública y en conjunto ―como lo que pasó el día de la cadena en Twitter― sucede algo que se denomina “zafarrancho” o “quebra-quebra”  (un concepto manejado por Roberto Da Mattta en su libro “Carnavais, Malandros e Heróis”).

Acciones concretas en que un grupo social está consciente de su indignación y se lanzan fuertemente contra la acción humillante del poder. Es entonces una invención o una jocosidad, donde a través del uso de la fantasía (los shots virtuales) todos los papeles sociales ocultos y marginados se convierten en una experiencia compartida y en una acción colectiva.

De esa manera, la explosión del discurso surge como una liberación psicológica de ruptura de silencio, las frustraciones se comienzan a abolir y se genera una idea de satisfacción, y en este caso, a través del lenguaje en su forma más estructural y básica de los doscientos y pico de caracteres que nos permite Twitter. Tenemos entonces que el lenguaje se convierte en un acto performativo: en un arte de la acción.

Los tuits fueron esa ejecución de una escena en vivo que dejaría un aspecto disruptivo en los presentes, algo que debería traducirse en re-pensar la situación que se está viviendo y las posibles consecuencias a futuro. Más allá del miedo, la incertidumbre y el encierro actual, no deberíamos olvidar que la sociedad civil ―como categoría de ciudadanos que actúan para tomar decisiones en el ámbito público― es fundamental para evitar los abusos del poder. Y me pregunto: ¿cómo vamos a actuar ahora que nos hemos dado cuenta de que un sistema autoritario es capaz de imponerse, casi sin restricciones, en momentos de crisis?

Este lunes 6 de abril tendremos nuevamente una cadena nacional de radio y televisión (e internet) en El Salvador. Preparen sus copitas.


DaMatta, R. (1997). Carnavais, Malandros e Heróis: Para Uma Sociologia do Dilema Brasileiro. Editora Rocco

Scott, J. (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. Ediciones Era


*Alexia Ávalos es salvadoreña residente en México. Comunicadora. Maestra en Estudios de la Cultura y la Comunicación. Actualmente realiza una Especialización en el Centro de Estudios de Opinión y Análisis de la Universidad Veracruzana, bajo la línea de investigación “Monitoreo de la agenda pública y medios de comunicación”.

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