“Quiero que mi suerte se vuelva productiva, en lugar de usar la corona y saludar desde lejos”

Julio Torres es un caso de éxito para el salvadoreño que migra y persigue el sueño de entrar a las grandes ligas del entretenimiento en Estados Unidos. Amparado en su talento –y su irrupción en la comedia–, Torres logró escribir y protagonizar distintos productos para HBO o Saturday Night Live. El más reciente de ellos es “Los Espookys”, una serie coescrita por Torres en la que incluso es también uno de los protagonistas.

Fotos de HBO Latin America Group


La vida de Julio Torres ya estaba escrita en las cartas. O, al menos, así parece. Cuenta que durante un viaje a Nueva York, la abuela de la familia visitó a una adivina, quien declaró que uno de sus nietos triunfaría en esa ciudad. La madre de Torres, que viajaba con ella, no dudó sobre cuál nieto iba aquella profecía:

«Va a ser el mío», dijo. 

Superstición o no, desde pequeño, Torres le apuntó alto a un sueño imposible: quería escribir para televisión en Nueva York. Julio creció en San Salvador, terminó el colegio, trabajó durante un par de años y, luego de algunas aplicaciones fallidas, obtuvo una beca para estudiar literatura en The New School, una reconocida universidad de artes y humanidades. Una vez en la ciudad soñada, mientras tramitaba la visa de trabajo, tuvo la idea de hacer comedia para estar más cerca de su sueño. Y resultó que la comedia de Torres era más introspectiva, observadora y abstracta. Julio suele encajar en la personalidad del amigo que habla poco, pero cuando lo hace, parte a todo el cuarto de la risa. 

En el stand up encontró una comunidad de amigos y la entrada al mundo de la televisión. Fue seleccionado en la audición a puertas cerradas que la cadena televisiva NBC hace cada año, viajó a Los Ángeles, obtuvo representación y eventualmente entró por la puerta grande: Saturday Night Live, donde escribe desde 2017 hasta el día de hoy. Aún así, Torres no se detiene. HBO estrenó en junio la serie de comedia “Los Espookys”, un producto para el mercado latino  que protagoniza y escribe junto Fred Armisen y Ana Fábrega. “Los Espookys” sigue a un grupo peculiar de amigos que trabajan creando efectos especiales de horror y navegan sus vidas al mismo tiempo. Torres interpreta a Andrés, un heredero extravagante en busca de su pasado.

A través de la comedia, el salvadoreño Julio Torres se abrió el camino para trascender hasta importantes espacios de la televisión estadounidense.
Foto de HBO Latin America Group.

¿Cómo describirías el humor de “Los Espookys”?

Creo que la tele que veía yo, al igual que la gente de mi generación en El Salvador, era gringa. Ahora ya se están haciendo muchas más series en México, en Suramérica. Hay más opciones. Pero yo me crié viendo desde niño todas las caricaturas traducidas del inglés. Fred Armisen –que vendría siendo el papá de “Los Espookys”, ya que la serie nació a partir de él– nos preguntó a Ana y a mí si queríamos desarrollar esa idea y floreció a ser algo un poco diferente. Desde la primera vez que comenzamos a trabajar juntos nos llevamos súper bien y estábamos súper en sintonía. En mi experiencia, es raro y es grandioso cuando podés colaborar con alguien y estás en sintonía. Tenés el mismo gusto y las mismas cosas te hacen reír. Así que escribimos un show que a nosotros nos gustaba y nunca nos pusimos a pensar mucho en qué va a pensar la gente. Porque siento que si algo tenemos en común los tres es que hacemos lo que a nosotros nos gusta. A lo mejor gusta, a lo mejor no gusta, pero solo podemos hacer lo que nosotros creemos que es bueno.

En cuanto a la línea entre humor en inglés y humor en español, fue una balanza medio interesante. Estábamos escribiendo para ejecutivos en inglés, pero la serie se iba a filmar en español y la mayoría de los actores que tenemos hablan español, no todos hablan inglés. Entonces siempre fue la balanza esa, de desarrollar un proyecto que no se sintiera que estuvieras aislando a ninguno de los dos campos. Creo que la serie es tan rara para la gente que habla inglés como la que habla español, así que creo que por lo menos están al mismo nivel. Creo que ambos han tenido la misma atracción, la misma experiencia de meterse en el laberinto que es la serie.

¿Cómo construiste a tu personaje, Andrés? No parece tan distinto a tu voz humorística.

¡Ah, sí! Es bastante similar. Creo que soy un poquito difícil como persona. Soy bastante quisquilloso, pero me gusta exagerar eso cuando estoy haciendo comedia. Entonces eso, en el mundo ‘Espooky’, se tradujo en este niño rico y mimado, que es como «a mi manera o no se hace», un temperamento bastante artístico. Interpretar a alguien con bastante dinero se me hizo súper divertido. Quería tener el pelo azul desde el principio. Luego, con Muriel Parra –la diseñadora de vestuario– empezamos a crear al personaje juntos. Empezar a vestirlo así, como un vampirito. Es, definitivamente, la primera vez que actúo a ese nivel. He tenido partes pequeñas en otras cosas, pero mi prioridad siempre ha sido escribir. Siempre me he enfocado más en esto. Esta es la primera vez que he experimentado con eso. 

En tu día a día sos también sos una persona muy expresiva con tu ropa. Para El Salvador, que pese a los avances es conservador hasta en esos temas, llama la atención que seas un hijo del país afuera de la regla y logrés triunfar. 

Fijate que a veces siento que soy menos un hijo de El Salvador y más un hijo de mi mamá y de mi papá. Ellos son personas súper interesantes, no como la norma, bastante inteligentes. En cuanto a lo visual, cuando estaba chiquito, mi mamá tenía una boutique y hacía su ropa. Martania era la marca de la boutique, que mi hermana volvió a renacer.  Así que siempre estuve como rodeado de creatividad y de individualismo. Mi papá es alguien que, si alguien le dice que no, pregunta por qué. Tiene una curiosidad intelectual que siempre he admirado, siempre he tratado de emular. Mi papá es bastante filosófico; mi mamá es bastante visual. Así que siempre he sentido que es gracias a ellos, que crearon una cierta burbuja alrededor de mí en la que sentía: «¡Ah! Si quiero ir hacer eso, lo puedo lograr». Por supuesto que soy de los muy pocos salvadoreños que se les hace fácil pagarse un tiquete e irse a los Estados Unidos. Pero siempre me sentí bastante apoyado. 

¿Cuál fue tu experiencia al salir de la burbuja y enfrentarte con la realidad de ser un inmigrante en los Estados Unidos con un sueño idílico?

Me acuerdo de que mi papá decía: «se quiere ir al lugar donde es más difícil emigrar, a la ciudad más cara de ese país y a hacer una de las cosas más difíciles que se puede ir a hacer». Porque, como decís, no quería venir a estudiar medicina y luego a ganarme la vida siendo doctor. Siempre era mi mamá la que decía: «¡claro que vas a ir! ¡claro que se va a lograr!». Esa actitud se me metió en la cabeza: «obviamente voy a hacer eso, ¿qué más voy a hacer?».

En cuanto a ser migrante acá, burocráticamente, se me hizo bastante difícil el costo de los abogados, tener que conseguir una visa de trabajo, conseguir a alguien que firmara papeles, todo eso. Pero Nueva York es una ciudad abierta, bastante cosmopolita. Siempre ha recibido al inmigrante. Aquí vine a encontrar amigos bastante rápido. Esa parte se me hizo fácil. Como que Nueva York es fácil, pero los Estados Unidos es difícil. Pero Nueva York está en los Estados unidos así que tenés que tragártelo. Tenés que pasar por todas estas espinas para venir acá. 

De algo que me he dado cuenta ahora es que tengo la dicha y el privilegio de ganarme la vida haciendo lo que me gusta. Si bien es un montón de trabajo difícil, también es un montón de gente que te ayuda. Mi mamá diciendo que siga, amigos acá que te alojan cuando no podés pagar el alquiler del apartamento. Siento que es bastante importante darte cuenta de que nadie llega a su sueño solo por el trabajo de ellos. Siempre contás con ayuda y eso hay que tenerlo en mente.

Julio Torres (último, a la derecha) forma parte del elenco principal de “Los Espookys”, de la cadena HBO.

¿Cómo aterrizaste en la comedia stand up para empezar a construir tu sueño? 

Se me venía que esa era la solución más fácil para lograr lo que yo quería hacer. Se me metió en la cabeza. Me acuerdo de lo que estaba haciendo cuando se me ocurrió: estaba trabajando en un museo en el coat check, que es donde tomás los abrigos de la gente, los colgás y te dan propina por hacer eso. 

Estaba haciendo eso todo el día, viendo a la gente que venía y, no sé, de repente se me vino el stand up. No tengo que pagarle a nadie, puedo venir y enseñar lo que escribo ese mismo día. Para ese entonces ya había montado dos obras de teatro, pero eso implica pagar el salón de teatro, ver cómo conseguir actores que quieran trabajar de gratis. En lugar de hacer todo eso, puedo simplemente ir a enseñar lo que estoy escribiendo de manera súper rápida. Yo nunca quería actuar o ser la persona que la gente ve, pero cuando empecé a hacer stand up me gustó un poquito y me gusta la idea de tener control sobre eso. 

¿Qué implica ser un comediante inmigrante, latino y queer en un país que está gobernado por una persona de un espectro político a veces intolerante con todo lo que sos?

Pues cada uno sabe lo que es y lo que puede hacer. Esto es lo que soy, esto es lo que yo puedo hacer, así que esto es lo que voy a hacer. No puedo fingir ser otra cosa, no puedo empezar a adaptar, acomodar o hacer otra cosa. Aparte de todo eso, mi humor es bastante abstracto, se considera alternativo acá, en cuanto al contenido, en cuanto a la sensibilidad. Pero es lo que sé hacer, así que es lo que voy a hacer. 

La comedia está muy basada en la observación. ¿En qué cosas de la vida diaria te inspirás? ¿Cómo funciona tu proceso al escribir?

Soy una persona un poco curiosa y siempre pienso en otra gente. Trato de pensar cómo están pensando los otros. No sé, me gusta el ejercicio de tratar de ponerme en los pies del otro. Así que siento que a partir de eso nace el humor que hago. Hay ciertas cosas que hace o dice la gente que se me quedan un poquito trabadas en la cabeza.

¿Qué te llevaste de tu experiencia en un programa de gran audiencia como Saturday Night Live?

La parte sumamente emocionante es la audiencia. Tener el poder de reconocer que las cosas que hagas no solo van a ser vistas por otros amigos queer, veganos, en Brooklyn, sino que van a ser vistos por gente que, a lo mejor, votó por Trump… No sé. Tratar de crear algo que se sienta verdadero a lo que quiero hacer y decir, pero al mismo tiempo accesible para alguien que no lo ve en un bar, alguien que vive una vida completamente diferente a la mía. Esa fue la parte más emocionante. 

¿Esto cambió tu manera de escribir?

No, fijate. Siento que seguí caminando por el camino que estaba caminando. Lo emocionante fue ver que cosas que yo hacía solito en el stand up se pudieron convertir en cortos para Saturday Night Live, sin yo tener que pensar que esto no va a resonar, que tiene que ser más obvio o reconocible. No gano nada con hacer algo que yo no creo que es muy bueno solo para que salga al aire. Aprendí que lo único que ganan ellos, si me contratan, es si yo hago lo que hago. Si no, pueden contratar a cualquier otro. 

Tu mirada hacia las cosas es sensible, pero eso también implica mirar desde afuera. Como que te alejás un poquito para tener perspectiva, ¿no?

A veces siento que he cambiado bien poquito desde niño hacia adulto. Obviamente, soy más sociable, porque no era un niño muy sociable. De niño siempre sentía que miraba al mundo de lejitos. Ahora siento que estoy incluido en el mundo. Es una perspectiva bastante infantil la que siempre he mantenido, la del niño que está en la esquina. 

¿Cómo cultivás la confianza para salir al mundo y decir: «esto es lo que hago, esto es lo que veo»?

Al final del día, si estoy haciendo algo que a mí me gusta y creo que es bueno, tengo esa confianza. No siempre lo que hago le gusta a la gente o ha sido bien recibido. He tenido bastante suerte y me siento bastante privilegiado por cómo ha sido recibida la mayoría de las cosas. Sí he hecho stand up que la gente se me ha quedado viendo y nada. Pero no salgo de esas experiencias pensando: «soy un fracaso»; sino que digo: «ah bueno, esto me gusta a mí, pero no les gustó a ellos». Y eso no es ni culpa mía, ni de ellos tampoco. 

¿Has visto algo de la escena stand up que está naciendo en El Salvador? ¿Qué opinás de ella?

No. Estoy bien fuera de sintonía. Mi hermana –que vive en El Salvador– me ha contado que hay una escena emergente. Pues qué chivo, qué bueno. Ahora, no todo mundo, pero sí bastantes salvadoreños, tienen iPhones y computadoras. Para hacer cine no necesitás tanto como antes. Es tiempo de que si a alguien le gusta escribir o actuar, que lo produzcan entre ellos, lo pongan en internet y a ver qué pasa. Hay gente bastante clavada con los views, pero es empezar a desarrollar voz y experiencias, aún si solo diez personas lo ven. 

Después de “Los Espookys”, ¿qué te gustaría hacer? ¿Qué otros proyectos tenés en mente? 

Tengo un especial de stand up que estrena en HBO, en agosto. Estoy empezando a escribir otras cosas, tal vez otros programas o una película. En algo más espiritual, estoy tratando de ver cómo me involucro en cuanto a derechos de inmigrantes acá. Hay bastantes organizaciones de ese tipo. 

Estoy viendo cómo hacer que la suerte que hoy he tenido se vuelva productiva, en lugar de usar la corona y saludar desde lejos. Es bastante importante para mí. No sé, a lo mejor recaudar fondos para becas. No es que venir a Estados Unidos sea la única solución para un creativo en El Salvador. Por supuesto que no. Ojalá y llegue el día en que salir de El Salvador no sea necesario o siquiera interesante para alguien que tenga mucho talento. 

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.