La nueva temporada de “Game of Thrones” trae toda la intriga, la traición, las peleas, el sexo y la astronómica cantidad de muertes a la que nos hemos acostumbrado. Según las primeras columnas de opinión, será la temporada más épica hasta el momento. Además de todo eso, el Cuervo de tres ojos nos trae un regalo especial: un vistazo al futuro.
Esto del futuro me da escalofríos porque soy parte de ese obsesivo grupo de personas que ha devorado los libros y cada vez que puede se sumerge en las profundidades de internet a buscar foros para compartir y dar seguimiento a las más alrevesadas teorías sobre el futuro y pasado de sus personajes favoritos de la saga “A Song of Ice and Fire”, de George RR Martin.
Por eso cada vez que veía un episodio de “Game of Thrones”, la versión para la televisión producida por HBO, me sentía confiada. Confiada porque “ya sabía” lo que pasaría. Según avanzaban las temporadas, pensaba que nada me tomaría por sorpresa.
Sin embargo, una de mis principales preocupaciones con respecto a la serie siempre fue el tiempo. Y se ha llegado el momento que todos temíamos: la serie ha alcanzado la historia narrada en los libros y Martin no da señales de publicar el sexto en breve.
No ha sido fácil llegar a este punto. Debo reconocer que la serie ha sido ejecutada de forma brillante por David Benioff y D. B. Weiss. Aunque a los fans de los libros nos ha causado muchas rabietas y frustraciones porque no todo se ha seguido al pie de la letra. Eso no quita que la versión televisiva de una de las más grandes sagas jamás escritas también nos ha regalado la posibilidad de ver lo que tanto habíamos imaginado.
Ahora bien, la quinta temporada, a estrenarse este 12 de abril, nos presentará una línea de tiempo que avanzará a los relatos de los libros, dejando abierta la posibilidad de que algunas de las decisiones tomadas por los productores pueden o no ser las que tomará Martin en las publicaciones restantes. Esto es lo que me causa los escalofríos. Lo desconocido.
Nunca he tenido miedo a los spoilers, pero por un momento pasó por mi mente dejar de ver la serie. Está de más decir que descarté ese pensamiento porque no sería justo para mí o para nadie privarse del gran trabajo que están haciendo con la adaptación para la pantalla chica.
Muchas historias de personajes principales se han mantenido y probablemente en la nueva temporada seguirán la línea trazada por GRRM, pero otras están sufriendo un intenso proceso de reingeniería. Lejos de preocuparnos, esto debería emocionarnos porque nos están permitiendo ver la evolución de personajes que están adquiriendo un rol más activo e importante en el juego de poder que se libra en Westeros.
Mención especial merecen para mí las mujeres. Pese a vivir en un mundo imaginario donde la lucha de género es cruel (sí, en el nuestro también lo es), nos encontramos con mujeres fuertes, astutas, tenaces y divertidas, pese a todo lo que deben afrontar en sus jornadas.
Además de la cuidadosa reproducción del mundo imaginario creado por Martin, la serie nos va a permitir ver cambios en nuestros antihéroes favoritos. Y nos obsequiará con encuentros y desencuentros, acercando a personajes que ya llevan mucho tiempo desconectados de otras realidades. ¿Díganme si esta posibilidad no les emociona, book lovers?
Como sea, temporada tras temporada “Game of Thrones” va sumando a una narrativa que está llena de almas torturadas que se apegan a sus propios códigos y enfrentan una travesía llena de todo tipo de vejaciones para cumplir una misión.
A mí no me queda más que sentarme cada semana a pedirle al dios de turno –nuevo, antiguo o al mismo R’hallor- que no muera otro de mis favoritos, que la lista de Arya se vaya acortando, que Cersei pague sus deudas, que la sangre de los Stark sea vengada, que los Caminantes Blancos no pasen el Muro, que no le corten más partes a Theon, que la supuesta reaparición de Jaqen H’ghar sea tan gratificante como me la imagino y que las tres cabezas del dragón sean reveladas. El que lee entiende.
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