Los dolientes de Chalchuapa no esperan justicia terrenal

En el municipio de San Sebastián Salitrillo, la gente salió de sus casas para ver el desfile fúnebre: cinco pick ups cargaban un féretro cada uno. Tres grandes. Dos pequeños. Eran de una misma familia: Los Linares. Luego de velarlos, sus parientes decidieron hacer un recorrido por el municipio. Minutos después, los enterraron en el cementerio general. Los Linares fueron víctimas de Hugo Osorio, un exagente de la Policía Nacional Civil de El Salvador, quien es el principal sospechoso de decenas de asesinatos en Santa Ana.

Fotos Factum/Gerson Nájera y Natalia Alberto


Al tío Emilio no le interesa la justicia terrenal. Acaba de enterrar a sus parientes y, aparte de la pérdida de sus familiares asesinados, tiene el pesar de que su sobrina Patricia no se mantuvo constante en la iglesia. Ese fue uno de los lamentos que expresó cuando, en nombre de la familia, le tocó dar unas palabras a los presentes en el cementerio general de San Sebastián Salitrillo, en Santa Ana.

La preocupación más grande para el tío Emilio es que Patricia, los hijos y el nieto de ella tengan impedimentos para ir al cielo. Tiene fe en que sí podrán.  Pero la justicia salvadoreña, que ahora está procesando a Hugo Osorio, el presunto asesino de sus parientes, a él no le importa. Dice que ni él ni los demás familiares de Patricia andarán peleando para que Osorio pague por los crímenes que, según las primeras revelaciones del caso, cometió. “Como ya lo tienen, allí ellos verán qué hacer”, dijo el tío Emilio, resignado.

El jueves 7 de octubre pasado, el Instituto de Medicina Legal entregó los cuerpos de doce víctimas del caso Chalchuapa, el nombre con que se conoce al hallazgo de una fosa clandestina donde fueron exhumadas treinta víctimas. Hugo Osorio, un expolicía conocido como “el asesino de Chalchuapa”, es el principal acusado de todos esos crímenes. Entre quienes fueron entregados estaba Patricia Linares, sus hijas Dania y Helen; su hijo Gadiel, de dos años; y Josué, su nieto, de nueve años.  Osorio, según testimonios del caso, los mató en 2020.

Un hombre sostiene el féretro de uno de los niños víctimas del caso Chalchuapa. Entre las víctimas sepultadas el pasado 7 de octubre estaba un niño de dos años y otro de nueve. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Patricia y sus hijos se habían ido de San Sebastián Salitrillo a residir a Chalchuapa, un municipio aledaño del departamento de Santa Ana. Osorio, según las investigaciones, actuó a pedido de un soldado de la Fuerza Armada de El Salvador que era el padre de Gadiel, el niño de dos años.

Helen Lorena Pérez Linares, hija de Patricia, fue sepultada el pasado 7 de octubre en San Sebastián Salitrillo. Foto FACTUM/Gerson Nájera

Revista Factum documentó en una publicación de agosto pasado la confesión de cómo Osorio cometió los asesinatos de los Linares y de otras víctimas, pero esta fue censurada por un juzgado por petición de la Fiscalía General de la República, que está administrada por un fiscal general impuesto por el régimen de Nayib Bukele. La investigación, que aborda el caso de Patricia y su familia, fue retomada y publicada en medios de comunicación extranjeros.

El 7 de octubre de 2021, cinco meses después del hallazgo de la fosa en Chalchuapa, los cuerpos de las víctimas fueron entregados a sus familias y fueron velados en distintos municipios. A los Linares los velaron en San Sebastián Salitrillo, en la casa comunal, al lado del cementerio. Pero los parientes decidieron hacer un recorrido con los féretros en el municipio antes de enterrarlos. El viernes 8 de octubre, alrededor de las tres y media de la tarde, el tío Emilio daba sus palabras de agradecimiento a todos los que acompañaron a la familia, a los amigos, a los hermanos de la iglesia y a la prensa que estuvo presente para documentar.

Amigos y familiares despidieron a la familia Linares en el cementerio de San Sebastián Salitrillo. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Cerca de las 4 de la tarde, varios hombres empezaron a rellenar con tierra la tumba de cuatro por dos metros en la que colocaron los cinco ataúdes. Los Linares fueron las primeras víctimas del asesino de Chalchuapa que el estado salvadoreño entregó a sus familiares. Faltan decenas de cuerpos por reconocer y por entregar, aunque el ocultamiento de información que hacen las autoridades dificulta tener más detalles del avance del proceso judicial.

Entierro de Patricia, Dania, Helen, Josué y Gadiel, víctimas del expolicía Hugo Osorio, también conocido como el asesino de Chalchuapa. Foto FACTUM/Gerson Nájera

Entierro de Patricia, Dania, Helen, Josué y Gadiel, víctimas del expolicía Hugo Osorio, también conocido como el asesino de Chalchuapa. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Osorio ha sido acusado por la Fiscalía, pero no hay datos actualizados acerca de las víctimas de las que se lo responsabiliza. Tampoco se conocen los avances sobre el caso en los juzgados debido a la reserva judicial. Mientras que desde el gobierno, Bukele y sus funcionarios atacan a la prensa que da cobertura al caso.

La desesperanza de los Linares en el sistema de justicia no es infundada. Un estudio de 2019 de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) junto con el Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la UCA refleja que los fiscales salvadoreños llegan a conocer y judicializar un promedio de más de 80 casos de delitos graves, entre los que se cuentan los homicidios. Y los jueces salvadoreños llegan a administrar justicia en un promedio de 350 casos por año. La pronta justicia no está garantizada y la eficacia de la justicia salvadoreña no es óptima. En muchas ocasiones, además, las deficiencias de la Fiscalía en las investigaciones hace que los casos sean débiles en los juzgados.

Familiares y amigos de la familia Linares los despidieron con oraciones. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Durante el entierro, la única referencia que hicieron los dolientes sobre Osorio, el presunto asesino, es que Dios lo va a juzgar. Más nada. El tío Emilio, en nombre de la familia, no quiere saber nada de lo que suceda con el caso que el estado salvadoreño intenta ocultar. “Nosotros no podemos hacer nada. La justicia solo es de Dios”, dijo, siempre con resignación.

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