Bandada de pájaros, la memoria levanta el vuelo

El nombre de Jorgelina Cerritos se instala con fuerza en las páginas de la dramaturgia nacional. Bandada de pájaros es la confirmación de una de las voces más sólidas de las letras nacionales en los últimos años. En su obra se nota también un hilo discursivo propio de las grandes reivindicaciones feministas. Hay un halo a crítica, a demanda en las letras de Jorgelina. “Bandada de pájaros” se presentó en el teatro Luis Poma.

Foto FACTUM/René Figueroa (cortesía)


Bajo la dirección de Santiago Nogales, Moby Dick Teatro presenta un drama con una gran puesta en escena. Las actuaciones de Rosario Ríos, Mercy Flores y Dinora Cañénguez resultan de altura; se complementan entre ellas. Hay vestigios de complicidad, de química en las relaciones entre sus personajes en una historia que puede resultar, a primera vista, un tanto confusa.

La pluma de Cerritos estampa una escena del pasado pero con matices de actualidad. “Un tiempo amarillo”, lo define el programa de mano. Una historia que las tres actrices van narrando sin prisa, soltando pistas, atando cabos.

La puesta en escena ha sido presentada como una exploración a la memoria colectiva, y una denuncia contra las desapariciones forzadas en la época del conflicto armado. Pero es mucho más que eso. La crítica es actual, y la representación de “las autoridades” podría resultar también en un reflejo de las políticas públicas actuales en el tema de seguridad.  Esa representación se entiende como chantaje, acoso, secuestro, tortura, ejecuciones extrajudiciales.

La obra también se adentra en terrenos difíciles, como la muerte, o mejor dicho: el duelo. En ese esfuerzo por limpiar las telarañas de la memoria el texto nos presenta el dolor que causa la incertidumbre por los desaparecidos.  La zozobra de quien desconoce el destino de algún ser querido es también actual, con matices, pero actual.

Pero el discurso reconocible desde el primer momento es el de la reivindicación de lo femenino. Cerritos, como en su obra Anafilaxis (2013), problematiza la naturalización del género. Aquello que se da por sentado, lo que se espera en concordancia con el sexo de cada cual. Y lo hace espulgando el concepto de madre, de lo abnegado, ese concepto que en realidad es repetido desde la cotidianidad, y que demanda dolor, mucho dolor, casi como si la maternidad y el dolor fueran sinónimos. En este sentido, la problematización puede resultar cruel por momentos, pero acertada.

La obra no fuerza su desarrollo; por el contrario, se requiere un poco de paciencia para ir entendiendo la historia, el lugar que ocupan los personajes, el lenguaje poético de Jorgelina Cerritos, porque es una puesta en escena llena de simbolismos. La carta, las alas, San Ignacio de la Frontera, por mencionar algunos de los que saltan a la vista en la obra dirigida por Nogales. No resulta una obra fácil, pero mantiene el drama, y esto ayuda al público a no soltar la historia.

La bandada de pájaros que suelta el elenco de Moby Dick Teatro resulta ser un puñado de memorias que se entrelazan y se confunden al intentar alinearse una junto a la otra. Los personajes y sus memorias se buscan, como llevan buscándose muchos años. Es esta búsqueda permanente en sus recuerdos lo que permite ver sus historias, sus silencios, sus pérdidas, sus vidas secuestradas, extraviadas en ese color amarillo que promete el programa de mano.

El olvido también aparece, a veces como negación, a veces como silencio, a veces como engaño, pero esa guerra entre la memoria y el olvido se extiende un capítulo más en Bandada de pájaros. Del resultado de esta batalla surge el desenlace de la historia. Todo producto de una dramaturgia sin concesiones, con la intención de tocar algo dentro de cada espectador, así sea para mostrar que la memoria también se equivoca.

A pesar de la crudeza, la obra finaliza con optimismo. Las alas, uno de esos símbolos que saltan a la vista, representan hacia el final de la obra la victoria. La victoria de la verdad. Una victoria donde los personajes sufrieron mucho, pero una victoria al fin y al cabo.

La música favorece el ambiente para diálogos a veces extensos, pero que mantienen la atención del público. El maquillaje amplifica la sensación de drama. La ambientación sonora resultó un acierto junto a la iluminación y el vestuario. En este sentido, la puesta en escena es casi impecable.

Bandada de pájaros resulta una propuesta sólida, conmovedora, que reta al espectador desde la dramaturgia, que conecta también con la realidad actual, no solo en relación a hechos de violencia, sino también en la vida diaria de las redes sociales y el cúmulo de información que nos llega por vía digital. Una obra que debe ser vista.

El drama Bandada de pájaros se presentó el Teatro Luis Poma los fines de semana desde el 21 de septiembre al 1 de octubre.

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