“The Night Of”, la mejor TV del año

Escrita y producida por uno de los hombres que dio vida a la ya mítica “The Wire”, esta nueva serie de la cadena estadounidense HBO usa un crimen para adentrarse en el disfuncional sistema judicial de la ciudad de Nueva York y hablarnos de temas tan trascendentes como la inequidad de la justicia, el odio promovido por la política o la relatividad del bien y el mal.


[La siguiente reseña incluye información spoiler de la serie de televisión “The night of”, que finalizó su transmisión en HBO hace un par de semanas y que permanece en el catálogo del servicio HBOGo]

Lo mejor de esta serie es que el asesinato llamado a ser la trama central es solo un pretexto para muchas cosas, la mayoría de ellas buenas. Así, lo que podría haber sido solo un producto televisivo de imágenes bien cuidadas y personajes atractivos es, además de eso, una reflexión, lacónica a veces, poderosa también, sarcástica, pero sobre todo certera e intensa de los males que abaten a los desposeídos de los Estados Unidos post 11 de septiembre.

El asunto empieza, sí, con un crimen. Naz, un joven estadounidense de origen paquistaní, residente en Jackson Heights, Queens, barrio neoyorquino poblado por migrantes provenientes del Oriente Medio, decide tomar sin permiso el taxi de su padre para ir a una fiesta en Manhattan, la isla mágica. En el camino, una joven bella, un poco de éxtasis, tequila, juegos eróticos con un cuchillo que hace sangrar a la chica. Andrea es su nombre.

Naz y Andrea en un episodio de sexo arrebatado. Vamos a la oscuridad en la pantalla. Corte.

Interior. Noche. Iluminación amarillenta, casi verdosa. Cocina de la casa de Andrea. Naz abre los ojos. Atontado.

Borrón de memoria…

Naz sube la escalera. Murmura palabras de despedida. Como hasta ahora, en lo que va de capítulo, lo vemos todo a través de sus ojos. No vemos a Andrea. La cámara son sus ojos. Sus ojos se detienen en una pared llena de sangre…

Luego, los ojos van a un cadáver. Andrea está muerta en su cama. 22 cuchilladas, sabremos luego.

Naz huye.

Hasta aquí, así contado, que es lo así visto, otra historia de un crimen terrible, como los que suelen obsesionar a los forofos de Law and Order… “En la ciudad de Nueva York, los detectives que investigan estos crímenes horrendos…” Pero no, aun habiendo visto solo eso, el crimen y a sus dos protagonistas, sabemos que esto es algo diferente. Nos lo dicen, muy rápido, dos cosas:

  • La confección precisa del personaje protagonista a través de diálogos escasos pero reveladores.
  • La estética con la que los creadores, Steven Zaillan (La lista de Schindler) y Richard Price (The Wire) nos han mostrado una ciudad, Nueva York, sumida en una noche llena de claroscuros…

Lo que sigue al asesinato es el camino de Naz a la cárcel y la instalación de las premisas narrativas que, durante los 8 episodios que dura la serie, nos llevarán, junto a él, a su transformación.

Naz ha iniciado como se supone inician todos los que entran a los sistemas judiciales basados en las leyes fundacionales del occidente liberal: inocentes. Y antes de empezar su periplo como acusado de un crimen que no sabemos si cometió, Naz se nos ha presentado ya como migrante, uno de los tantos vilipendiadso por el lugar común creado por la narrativa predominante tras el derribo de las Torres Gemelas –baste traer a colación a Trump, a la guerra contra el Terror y otros despropósitos–: remítase al interfecto por esquinero y sospechoso, con el agravante de ser musulmán y no llamarse Jimmy, si me permite Roque la adaptación de su poema. Naz no es un imputado más, es musulmán en Nueva York. Bien podría ser, para el caso, negro o latino.

Desde el primer capítulo, decía, “The Night Of” nos deja claro que esto va mucho más allá de la chica acuchillada y de la trama detectivesca montada para asegurar la culpa de Naz. Esto es, sobre todo, una serie de metáforas audiovisuales que explicarán la disfuncionalidad del sistema de justicia estadounidense, cuya crítica, no así su solución, hizo parte central de su gestión Barack Obama. Esto va, en buena medida, de un sistema montado sobre la presunción de que el color de la piel sí importa a la hora de investigar, juzgar y sentenciar.

Los personajes que acompañan al joven paquistaní en su paso por el sistema hablarán, cada uno, de una sub-trama asociada al gran tema de la justicia desigual. Los padres del joven nos contarán cómo una acusación de este tipo deshace y empobrece familias, sobre todo a las que ya son pobres. El detective, un tipo a punto de retiro, cínico y curtido, encarna al sistema imperfecto que le impone como norte la lógica perversa de corroborar la culpa sobre el ideal escrito de suponer inocencia mientras exista una duda razonable.

Y está, luego, el defensor, que merece un aparte. Las notas de producción de la serie explican que el gran James Gandolfini (Los Sopranos) iba a ser ese personaje. Con su muerte, los creadores buscaron a Robert DeNiro, pero terminaron con John Turturro, fetiche de los hermanos Coen y actor de varios registros. Se luce.

Turturro es John Stone, un abogado mediocre que, tras dudarlo unos instantes, decide probar suerte con el joven asustado al que alcanza a ver refundido en una de las celdas de la estación 21 de la Policía de Nueva York. Durante buenos tramos, Stone nos hace creer que él es solo un cínico más, un “sacador” como les llamamos en El Salvador, que está ahí para sacar plata a los papás del chico paquistaní y, de paso, afianzar un poco de fama para atraer más clientela.

John Turturro en "The Night Of", imagen liberada por HBO.

John Turturro en “The Night Of”, imagen liberada por HBO.

Pero John Stone, afectado por una soriasis espantosa que le obliga a andar en sandalias, es mucho más, es el pivote moral de la historia. El personaje es, en realidad, un polizón en ese pesado, despiadado barco que es el sistema de justicia. Él no decide, pero conoce bien la entraña del monstruo y, al final, con desgana y sin mucho aspaviento, cree en que, a pesar de todo y aun cuando la cárcel ha alejado de Nazir la pátina de inocencia con la que entró, todos tienen derecho a una defensa competente, aunque a él mismo, el abogado mediocre, le cueste proveerla.

Escribí al principio que “The Night Of” es una gran serie televisiva construida, en parte, en torno a las claves clásicas del thriller policiaco. En efecto, hay tramos importantes de la narración que se dedican a eso, pero son, en general, los menos atractivos.

Lo mejor es el juego metafórico que nace de los protagonistas y de las relaciones entre ellos. Además de la que hay entre Naz y el abogado Stone, otra, que existe entre el joven y Freddy, el rey de la cárcel. A Freddy lo interpreta Michael Kenneth Williams, el Omar de “The Wire”. Freddy es también otra metáfora de la relatividad: es a la vez el criminal consumado y la esperanza de la supervivencia.

“The Night Of” es, como “The Wire”, televisión inteligente, relevante, capaz de trascender a la industria para hablar, desde el arte, de la vida que se cuece en las calles más bravas. Porque la historia de Naz, el hijo de paquistaníes de Jackson Heights, Queens, bien podría ser, así contada, la de cualquier hijo de salvadoreños de Columbia Heights, Washington, expuesto a los mismos bemoles del sistema de justicia.

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