Imelda Cortez: un caso de versiones y aversiones

Imelda Cortez tuvo un parto extrahospitalario el 17 de abril del 2017. La joven de 19 años quedó embarazada de su padrastro, quien está acusado de haberla violado durante siete años. Ese 17 de abril también inició un proceso legal contra ella: de aborto culposo pasaron a acusarla de homicidio agravado en grado de tentativa contra su hija, quien sobrevivió y ya tiene 19 meses. En su defensa, sus abogadas quieren demostrar que ella experimentó un embarazado negado, producto de la violencia sexual; mientras que la Fiscalía General de la República insiste en que ella quiso cometer un delito al “ocultar el embarazo” y parir en una letrina. Para la Fiscalía es imposible que Imelda desconociera que estaba embarazada y que confundiera las contracciones con una colitis. Esos serán sus principales argumentos el lunes 12 de noviembre, cuando se realice la audiencia en la que Imelda podría ser condenada a 20 años de cárcel. En paralelo, Pablo Dolores Henríquez Ayala, el padrastro, un hombre de 71 años, quien la embarazó, es procesado por violación en menor o incapaz, agravada y continuada. Ambos guardan detención en la misma cárcel de San Miguel.

Foto FACTUM/Metzi Rosales Martel


Abortar es malo”. Esta es una de las frases que la perito Edith Elvira Salas Cruz refiere haber sido pronunciada por Imelda Cortez en la evaluación psicológica que Salas le practicó el 26 de abril de 2018. En el documento de cuatro páginas, la máster en psicología también cita, a partir de la entrevista realizada a Imelda, que ella “desconocía los dolores de parto, por lo que pensó que era el colon, ya que siempre ha padecido de colitis”. En su relato, cuenta que desde los 15 años, Imelda padecía de colitis.

Para poder evacuar tomaba medicamentos en polvo. Esa colitis le producía dolor e inflamación en el abdomen. Es por ello que el equipo legal que defiende a Imelda afirma que aquella tarde del 17 de abril del 2017 la acusada pensó que tenía otro ataque de colitis. “A mí me daba dolor del colon. Entonces, yo pensé que eso era. Ya tenía como una semana de no hacer del dos. Sentí más fuertes los dolores. Como a las 5:00 [de la tarde] que me sucedió eso, ya sentía fuertes los dolores. Me dieron ganas de ir a hacer del dos y entré al baño. Medio sentí que me quité la ropa y medio me senté en la taza, cuando sentí que algo se me fue para la fosa… Quedé sangrando demasiado. Ya había llegado mi mamá de trabajar y yo le grité: «¡Mamá, estoy sangrando!»”, narra Imelda, en una entrevista realizada por Factum el 26 de junio del presente año en el Centro Preventivo y de Cumplimiento de Penas de San Miguel. Imelda cuenta, además, que su madre pidió ayuda a su cuñada. Antes de que la subieran al vehículo, Imelda expulsó “una pelota”, ante la mirada atónita de ellas y de dos vecinas más, todas testigos en la acusación contra Cortez.

Cuatro días antes de experimentar el parto extrahospitalario, Imelda había pedido dinero a Pablo Dolores Henríquez Ayala, su padrastro, para comprar toallas sanitarias, de acuerdo a las anotaciones del investigador Carlos Sánchez, de la Policía Nacional Civil, Delegación Usulután. “Imelda nunca les comentó que estaba embarazada y en el hospital le dijo a la doctora que por pena y porque la podía hechar (sic) de la casa no les había dicho nada. Recuerda que unos cuatro días antes de lo ocurrido, Imelda le dijo al declarante (Pablo Henríquez) que le diera un dólar. Él le preguntó que para qué lo quería. Ella le dijo que andaba menstruando, que quería comprar toallas sanitarias; por lo que él le dio el dólar”, reza el acta de entrevista realizada por Sánchez al hombre de 71 años, el 19 de abril del 2017, en el cantón El Paraíso, Jiquilisco, dos días después de que arrestaran a Imelda Cortez.

Extracto del acta de entrevista realizada por la Policía Nacional Civil de Usulután a Pablo Henríquez, padrastro de Imelda Cortez. Una prueba de ADN comprobó que Henríquez es, además, el padre biológico de la niña por la que ahora Imelda enfrenta cargos de homicidio agravado en grado de tentativa.

El acta de esta entrevista era una de las pruebas de la Fiscalía General de la República (FGR), que acusa a Imelda de homicidio agravado en grado de tentativa en perjuicio de su hija, quien ya tiene un año y siete meses de edad. Así consta en el expediente penal 85-17-1.  La declaración de Pablo sirvió como prueba acusatoria en las audiencias inicial y preliminar, a pesar de que en su resolución el juez aceptó quitar a Pablo como testigo. Las otras pruebas se basan en declaraciones de vecinos, de los cuales tres son familiares de Pablo Henríquez; de policías y soldados que asistieron a la hija de Imelda; de la médico residente que puso la denuncia; en entrevistas a peritos del Instituto de Medicina Legal (IML); y, de los expedientes clínicos de Imelda y su hija.

La declaración de Pablo sirvió como prueba acusatoria en la audiencia inicial, a pesar de que Henríquez está siendo, a la vez, acusado de haber violado durante siete años a su hijastra. En ese otro caso se afirma que, producto de la violación, Imelda quedó embarazada, un hecho que la Fiscalía comenzó a investigar hasta el 27 de septiembre del 2017, cuando solicitó al juez de paz de turno de Jiquilisco practicar la prueba de ADN a Imelda, a Pablo y a la niña. Habían pasado cinco meses y cinco días desde que la joven puso la denuncia contra su padrastro, denuncia que fue ampliada el 25 de abril del 2017, cuando aún Imelda aún estaba hospitalizada; y que, volvería a interponer por tercera y cuarta vez, el 12 de julio, después de que fuera trasladada a Ciudad Mujer en San Miguel y a la oficina fiscal de San Miguel, respectivamente.

Factum revisó los expedientes de ambos casos y entrevistó a las partes involucradas en ambos procesos: fiscalía, defensa, familiares, testigos, policía, compañeros de estudio de Imelda y las doctoras que la atendieron después del parto extrahospitalario. Así como a especialistas en ginecología, pediatría y psicología para entender en qué consiste un embarazo negado. Sin embargo, el 17 de octubre del 2018, a solicitud de la Fiscalía, se dictaminó que el expediente de Pablo Dolores Henríquez Ayala tiene reserva total, por ello solo será citada la información obtenida de las entrevistas y del expediente de la causa contra Imelda. La reserva, de acuerdo con penalistas consultados, no implica que no se pueda hablar del caso de violencia sexual ni realizar una investigación periodística. Pablo fue capturado el 16 de marzo del 2018, casi un año después de que Imelda lo denunciara por violencia sexual; y de que ella fuera detenida en el hospital Nacional de Jiquilisco.

El 21 de abril del 2017, la jueza segundo de paz de Jiquilisco, María Elena Díaz Méndez, resolvió que el caso contra Imelda debía de pasar a la fase de instrucción, es decir a la siguiente fase procesal: audiencia preliminar. Y que la joven debía de estar detenida provisionalmente. Dos días después de la audiencia inicial, las enfermeras y policías lograron convencer a Imelda de que denunciara a su padrastro por violencia sexual agravada y continuada.

La versión de Imelda

En Jiquilisco, en el cantón El Paraíso, un sitio que no le hace honor a su nombre, ocurrió la historia que Imelda asegura haber sufrido durante siete años. Está descrita en el expediente contra Pablo Dolores Henríquez Ayala, acusado de violación en menor o incapaz, agravada y continuada, un caso que tiene reserva total desde el 17 de octubre. Sin embargo, Imelda decidió contar a Factum su versión y autorizó su publicación.

“Las personas no se animan por temor a denunciar. Le dijimos que eso le iba a ayudar y llegó personal femenino a ayudarla”, recuerda Melvin Jacob Pérez Granados, destacado en Unimujer, subdelegación Jiquilisco. Él es el mismo policía que leyó a Imelda sus derechos y garantías constitucionales el 17 de abril del 2017, justo cuando le informó “que quedaría detenida por el delito penal de ‘aborto culposo’, en perjuicio de la recién nacida”. En ese instante, ella quedó bajo custodia en el mismo hospital.

Pérez Granados dice que cuando Imelda puso la denuncia, él no estaba de turno. Fue una compañera quien tomó la declaración y, acompañada de personal del laboratorio, fue al motel donde habría sido abusada en múltiples ocasiones. “(Imelda) dio las características de la casa y era idéntica. Mi compañera, con los del laboratorio de investigaciones, fueron a verificar el lugar. (Imelda) no quería (denunciar) por la familia, por temor, pero la convencimos de que la íbamos a ayudar”, explica.

De acuerdo a su versión, Imelda fue llevada a ese lugar durante tres años por su agresor, incluso cuando estaba embarazada. Factum investigó acerca de la existencia de este lugar. De acuerdo a los vecinos, la propietaria de ese mesón falleció hace un año. La casa de adobe fue demolida y sus cuartos están siendo reconstruidos.

Esta es la fachada donde antes existió un motel en el que Imelda, según su testimonio, habría sido violada en repetidas ocasiones. Foto FACTUM/William Adrián.

Según el testimonio de Imelda, cuando ella cumplió 15 años, Pablo comenzó a llevarla a ese motel: una casa de adobe, ubicada en el Barrio Las Flores, a tres cuadras de las piscinas de Jiquilisco. Ese lugar, era ocupado sobre todo por trabajadoras sexuales, quienes pagaban $2 por una habitación y papel higiénico.

Cuenta Imelda que Pablo haría de esto una rutina. Cada mes, cuando iba a cobrar la pensión de $60 o $70 que recibía de su hijo fallecido –un soldado–, el padrastro se llevaba a la hijastra en su bicicleta. Iban a cobrar la pensión, al motel y después a hacer las compras de la casa. Para que la madre accediera a dejarla ir con él, la amenazaba. La falta de autonomía económica la hacía ceder. Cuando eso sucedía, su mamá le decía al imputado que le diera el dinero a ella o que la llevara, “pero él se enojaba”. Le decía que si Imelda no iba con él se iba “a gastar el dinero e iban aguantar hambre”. Sin embargo, Mercedes Palacios, madre de Imelda, niega esta versión. Ella dice que su marido iba a cobrar el cheque en compañía de sus hijastros y no de Imelda. De acuerdo a la defensa legal de Imelda, el miedo a ser procesada por complicidad en el delito de violencia sexual agravada continuada, en perjuicio de su hija, le impide a su madre confirmar la versión de la acusada. Tampoco permite hablar con sus hijos sobre este tema. Es bastante parca y monosilábica para responder a las preguntas sobre esta historia.

“Yo nunca sospeché. Nunca vi nada en él ni en ella”. Mercedes asegura que Imelda nunca salía sola de casa, siempre iba en compañía de alguno de sus hermanos. Uno de sus compañeros de estudio, quien tiene ocho años de conocerla y es nieto de Pablo, confirma también esto: “Nunca salía sola de la casa. Si salía, salía con los hermanitos o sus padres. Nunca la dejaban salir sola, ni para ir a hacer tareas lejos”.

Imelda afirma que en ese mesón –que hacía las veces de motel–, Pablo la obligaba a entrar a las habitaciones. Cada habitación del motel tenía una cama de madera y pitas con una colchoneta vieja, de acuerdo con el relato que hizo Imelda cuando la policía le tomó su declaración para iniciar el proceso legal contra Pablo. En una ocasión, Laura Portillo Gómez, la propietaria del lugar, le preguntó al hombre si Imelda era menor de edad ‘porque si no ella iba a tener problemas’. Él respondió que sí. Nunca dijo que era su hijastra ni aceptó que fuera menor ni que iba en contra de su voluntad. Cuenta Imelda que ella solo guardaba silencio y que él, además de amenazarla constantemente con desquitarse con su madre para que guardara silencio, le recordaba que era el proveedor de esa familia; que él era el dueño de la casa donde vivían; y amenazaba con echarlos a todos.

De acuerdo con el Informe sobre Hechos de Violencia contra las Mujeres El Salvador 2016-2017, en la mayoría de casos de violencia sexual, el victimario es una persona conocida o familiar. Si sumamos las cifras de peritajes de agresión sexual en El Salvador para los años 2016 y 2017, los agresores están en casa o son parientes. El lugar más peligroso para ser víctima de violencia sexual es el hogar, tanto para hombres como para mujeres. El transporte público y los establecimientos comerciales le siguen.

En el 2017, El Salvador registró un alza en la tasa de violencia sexual contra mujeres por cada 100 mil habitantes: 175.3, la más alta de los últimos tres años. Ese año, la pesadilla sexual fue denunciada por 6,108 mujeres -entre mayores y menores de edad-  de acuerdo con el Informe sobre Hechos de Violencia contra las Mujeres, El Salvador 2016-2017.

Procesos judiciales con tiempos distintos

Imelda rompió el silencio y denunció a su padrastro cinco días después de estar detenida en el Hospital de Jiquilisco, justo un día después de que una jueza decidiera que ella debía ser detenida provisionalmente por sospecha de homicidio agravado en grado de tentativa.

Un mes antes de que la Fiscalía solicitara la prueba de ADN, Bertha Deleón, apoderada legal de Imelda –y quien forma parte del equipo jurídico que la defiende– había hecho esta solicitud al juez de Primera Instancia de Jiquilisco, Manuel de Jesús Santos. A esa solicitud, fechada 24 de agosto del 2017, el juez resolvió que Josselyn Alejandrina Bermúdez Hernández, fiscal a cargo de la acusación contra Imelda, debía realizar la diligencia. Sin embargo, la fiscal alegó al juez que no era la responsable para realizar o gestionar dicha gestión.

“Existe dicha investigación en esta oficina fiscal, pero ni su digna autoridad ni la defensa particular solicitante son parte, en el mismo. Esa referencia fiscal es diferente de este proceso, ni siquiera se ha judicializado. Para que su digna autoridad, este (sic) ordenando diligencias, porque a la fecha se encuentra en etapa de investigación”, responde Bermúdez el 6 de septiembre del 2017. En su argumentación, explica que esa diligencia corresponde a un proceso distinto. Es decir: en el que Imelda “figura como víctima” y no como acusada. Así, la solicitud de esta diligencia, realizada por Deleón, fue desestimada por el juez.

Para la abogada Alejandra Romero, quien hasta el viernes pasado formó parte del equipo jurídico que defiende a Imelda, esta respuesta de la fiscal deja entrever una falla en la misión constitucional de la FGR de conducir la investigación del delito. “Cuando la fiscal que inició el proceso contra Imelda omite y se opone a la práctica del peritaje de ADN del agresor sexual de Imelda, con la hija de Imelda, incumple su obligación de buscar la verdad real del hecho, ignorando su atribución del art. 75 del Código Procesal Penal, donde debe orientar la investigación a recolectar prueba de descargo y no solo la que se crea que es de cargo en contra de la procesada”, declaró Romero.

Factum intentó conocer la versión de las fiscales en el caso contra Imelda. Sin embargo, la solicitud de entrevista fue atendida por el director fiscal de la zona oriental, Germán Arriaza, quien no cree que la fiscal se haya negado a investigar la denuncia por violencia sexual y a realizar la prueba de ADN solicitada por la defensa: “Es que estaría contrariando nuestros principios constitucionales. El delito es de acción pública. La investigación debe de realizarse. Entonces, bajo ninguna circunstancia, creería, que alguien no va a realizar un investigación… porque no le creo. A veces no es cierto. Esa es una posición de una persona que puede estar desempeñando una función de contraparte. Es respetable, pero muy cuestionable”, afirmó al respecto Arriaza.

Al consultarle al fiscal sobre el retraso en investigar la denuncia de Imelda, dado que no ha tenido la misma agilidad con respecto al proceso en su contra, explica que no pueden casarse con tiempos, porque cada delito tiene su complejidad. “Mire: una investigación como tal, usted no puede casarse con ningún tiempo; usted no puede decir «este caso lo voy a hacer en tres días». Es irresponsable hacer eso. Las investigaciones no se casan por tiempo, pues va dependiendo de la complejidad de la misma investigación. La posición de la fiscalía no siempre va a coincidir con la posición de la defensa. Nosotros representamos los intereses de la sociedad y el Estado; pero, ¿qué intereses representan los de defensores que son otros sujetos procesales? Representan los intereses del procesado. Le aseguro que la persona que esté representando a un procesado le dará un discurso totalmente diferente”, afirmó Germán Arriaza.

Versiones y aversiones: ¿es imposible que una mujer desconozca estar embarazada?

El caso de Imelda es uno de versiones y aversiones. “De la forma más vil y baja”. Así, amparada en la aversión, la Fiscalía describe la acusación contra Imelda, a quien no solo atribuye un hecho criminal. Lo agrava por cuatro causales: el parentesco; la premeditación y alevosía –es decir, el “aprovechamiento de una especial situación de desvalimiento, lo que elimina completamente cualquier posibilidad de defensa”–; ensañamiento y aumento del dolor –pues “la lanzó a un fosa séptica de cuatro metros y le arrojó cal”–; y, por motivos abyectos o fútiles, “hecho cometido de la forma más vil y baja por una madre que, se supone, ama a los hijos, [pero] tira a su hija de una altura de más de dos metros y no pide auxilio para que rescaten a su bebe (sic)”. 

Para las dos fiscales a cargo de la acusación contra Imelda, es imposible que una mujer desconozca cuando está embarazada y no identifique los dolores de parto. Para sustentar esta afirmación se basan en una entrevista realizada a José Antonio Ramírez Orellana, médico forense de la región oriental II. 

Este es el documento que detalla las preguntas y respuestas de la entrevista realizada a José Antonio Ramírez Orellana, médico forense de la región oriental II.

El 15 de junio del 2017, la fiscal Bermúdez inició la entrevista a Ramírez, preguntándole:

— ¿Puede una mujer no saber que está embarazada?
—En los primeros estadios del embarazo pudieran no detectarlo, y ser como un retraso de su menstruación, pero en los últimos tres meses, toda mujer sabe que está embarazada, por todos los fenómenos del embarazo.

La cerdidumbre de que una mujer conoce cuando está embarazada es compartida por otros médicos. Tal es el caso de la directora del Hospital Nacional de Jiquilisco, Juana López de Cortez, quien considera imposible que no se detecten los síntomas ni la labor de parto, porque el producto se mueve dentro del vientre. “Es imposible no sentir esas patadas o movimientos. Más imposible [es] confundirlos con una colitis”, asegura la doctora.

Sin embargo, Carolina Mena, ginecobstetra y coordinadora del Comité de patología fetal en el Hospital de la Mujer, tiene una opinión contraria. Explica que en la medicina, aunque ocurre con poca frecuencia, “hay múltiples casos reportados de mujeres que no han reconocido los síntomas del embarazo”. ¿Por qué? Porque las mujeres asocian estos síntomas con otros que sí han experimentado. “Nosotros lo vemos en nuestra práctica. Hay colegas que son expertos en regañar a las pacientes cuando no saben reconocer los síntomas tempranamente, y llegan tarde a sus controles prenatales. Eso lo vemos todos los días”, explica Mena, quien cita, como ejemplo, también los casos de colegas embarazadas que “reconocen los síntomas del embarazo en diferentes estadios del embarazo; y, en algunos casos, hasta el momento del parto”. Por ello, para la doctora, es responsabilidad de los ginecobstetras estar enterados y conocer toda la evidencia médica-científica al respecto. Incluso, ha conocido de  doctoras que se enteraron de su estado hasta muy avanzado el embarazo.

“Para una mujer, no siempre es fácil reconocer las contracciones y [diferenciarlas] con un dolor en el colon y estreñimiento será más difícil aún”, explica también otro especialista consultado, el doctor y perinatólogo Guillermo Ortiz. “con cuatro días de estreñimiento debe haber sido difícil diferenciar si era el colon o el inicio de contracciones uterinas”, opina Ortiz, en referencia al caso de Imelda.

El 26 de mayo del 2009, Discovery Fit & Health TLC estrenó la serie documental titulada “I didn’t know I was pregnant”. La serie duró cuatro temporadas y tuvo 58 episodios. El bajo índice de audiencia o rating influyó para que la última emisión fuera el 19 de octubre del 2011.

En El Salvador, la serie fue transmitida a través del servicio de cable. En cada episodio, relataban, por medio de entrevistas y de una recreación/dramatización, la historia de dos o más mujeres que desconocían estar embarazadas hasta que estaban en labor de parto. Las contracciones eran confundidas por todas las mujeres con dolores abdominales, cólicos, problemas gastrointestinales, entre otros. Nunca fueron identificadas ni asumidas como trabajo de parto. Para la serie documental, basada en hechos reales, se entrevistó a especialistas en medicina para dar una explicación a estos eventos. Entre las causas principales para no reconocer el embarazo figuraban:

  • Asociar los síntomas a otra condición.
  • Creer que eran estériles.
  • No mostrar los síntomas tradicionales de un embarazo, como náuseas matutinas, crecimiento de senos y abdomen, sensación de movimientos, antojos inusuales.
  • Creer que los métodos anticonceptivos que usaban eran 100 % efectivos.
  • Confundir el sangrado vaginal con sus periodos menstruales.
  • Sufrían de condiciones físicas o usaban anticonceptivos que provocan falta de la menstruación, por lo cual no lo asociaban a un embarazo.
  • Las pruebas de embarazo dieron falsos negativos.

En muchas de estas historias, la labor de parto era experimentada en la taza de un inodoro e incluso en una tina. No todas las mujeres lograban llegar a un hospital, por lo que tenían partos extrahospitalarios.

Imelda tuvo a su hija en la fosa séptica de donde vivía. No pedir ayuda para que sacaran a la niña de la letrina es una de los argumentos de la fiscalía para acusarla de homicidio agravado. Los partos en inodoros suceden. Incluso suceden en los hospitales. Los doctores Mena y Ortiz tienen anécdotas al respecto: “Yo fui jefe de emergencias por más de cinco años y algunas mujeres llegaban de una vez al baño (…) aún en labor de parto. Del hospital, ellas piden ir al baño y, si no se tiene cuidado, lo tienen ahí”, comenta Ortiz.

“Siendo residente en [el hospital de] Maternidad, yo fui a sacar a una una paciente del baño. Estaba adentro de donde está la taza, porque sentía que se le salía el pupú, pero no logró bajarse el pantalón y fui a sacar al recién nacido de la pierna del pantalón. Ahí, a la par de la taza, dentro del pants, lo parió”, recuerda Mena.

Que una mujer desconozca que está embarazada es un fenómeno extraño, pero existe. Un estudio serbio estima que uno de cada 7 mil 225 embarazados es desconocido por la madre hasta el momento de estar en trabajo de parto. CNN recoge en un artículo periodístico que en 2010, dos mujeres estadounidenses fueron ingresadas por estar en labor de parto cuando desconocían estar embarazadas. Una “sintió  dolores de estómago tan dolorosos que apenas podía caminar”. La otra tuvo una convulsión, por lo que su esposo la llevó a emergencias.

La importancia de los verbos

Cuando Imelda salió de la letrina, llevaba las piernas llenas de sangre. Fue al baño a lavarse, pero la sangre no se detenía. Entonces gritó para pedirle ayuda a su madre, Mercedes Bersabé Palacios, una mujer de 38 años, quien también la lavó y la sentó en una silla. La madre gritó. Pedía ayuda porque su hija se estaba muriendo. Corrió a casa de su cuñada, Leonor de Jesús Henríquez Delgado, para pedir auxilio. “Imelda le hablo (sic) a la dicente (Mercedes Bersabé) y le dijo que había sentido que algo se le desprendió y que luego, cuando Imelda salió de la puerta del servicio, vio la dicente que a Imelda se le aguadaron las piernas, y como pudo, la dicente la llevo (sic) a sentarse a una silla”. Esto de acuerdo con la declaración que Mercedes rindió el 20 de abril del 2017 en la Unidad de Delitos contra la Mujer y Penal Juvenil, oficina fiscal de Usulután. En este documento se consigna que ella “no tiene parentesco con el denunciado”, es decir con su hija, Imelda.

Mercedes Bersabé Palacios, de 38 años, es la madre de Imelda Cortez. En la foto, sonríe mientras ve jugar a la hija de Imelda, quien ya tiene 19 meses de edad y está bajo su custodia.
Foto FACTUM/Metzi Rosales Martel.

Leonor de Jesús recuerda que, cuando Mercedes llegó a su casa a pedirle ayuda, le dijo que “su hija Imelda se estaba muriendo, ya que se encontraba sangrando”. El acta de entrevista a Leonor, realizada por el cabo Carlos Alberto Flores Jaime –y que no está fechada– informa que, cuando llegaron, Leonor observó a Imelda sentada en una silla “y un fuerte sangramiento (sic) que le salía de enmedio de sus piernas”. Al ver esto, mandó a su esposo, José Daniel Delgado, a traer el pick up, para llevar a la joven al hospital. Mientras ella y Mercedes levantaban a Imelda, “salió una pelota que, al parecer, era una placenta […]. Después de eso, observó que la joven Imelda se puso más débil”. Esto consta en la declaración de Leonor, que coincide con la de Mercedes, quien a su vez recuerda que al levantar a Imelda de la silla, “un cordoncito” salía de su vagina y colgaba entre sus piernas.

Los gritos de Mercedes alertaron a dos vecinas más, quienes llegaron a la casa que pertenece a Pablo Henríquez, el padrastro de Imelda. Ana Gómez y Paula López vieron la misma escena: Imelda, desangrada; y ‘una pelota’ envuelta en una camisa. “Imelda estaba en el suelo como muerta”, describió Paula en su declaración del 19 de abril del 2017.

En el momento en que a Imelda la estaban subiendo al pick up, su padrastro venía de trabajar su cultivo de maíz. Eran cerca de las 6:00 de la tarde. Él preguntó qué era esa “pelota con sangre”. Le explicaron “que Imelda lo había echado”. Mercedes envolvió esa pelota en una camisa y Leonor la subió al vehículo. Todos, excepto Ana Gómez, llevaron a la joven al Hospital Nacional de Jiquilisco. En emergencias, atendieron a la joven, de entonces 19 años, por “sangrado intenso”. Imelda llegó desmayada al hospital. Una vez la subieron al vehículo perdió el conocimiento y lo recobró cuando ya estaba en una camilla.

En el expediente consta que a Imelda la interrogaron sin la presencia de un defensor. José Romero, policía de Unimujer, delegación Jiquilisco, llegó al hospital para “verificar un posible aborto”. De acuerdo con la declaración de Romero, tomada el 18 de abril del 2017 por el investigador Martínez Castro, la doctora Luz González le “manifestó que ella le había extraído la placenta y el cordón umbilical de un recién nacido, desconociendo dónde podría estar el producto, por lo que el entrevistado procede a interrogar a la paciente”. La declaración de Romero no consigna que antes le haya leído a Imelda cuáles eran sus derechos. Sin embargo, de acuerdo con las actas de declaración de las y los testigos, la doctora González no fue quien le extrajo a Imelda la placenta. Las actas informan que fue Mercedes, la madre de Imelda, quien entregó la placenta a la ginecóloga.

Luz González, ginecóloga, fue la primera en atender a Imelda. Aunque en el expediente no aparece como testigo ni existe un acta de alguna entrevista realizada a ella, algunos policías y la fiscalía aseguran que ella dijo que Imelda lanzó, tiró o arrojó a la bebé a la fosa. Por el contrario, de acuerdo a la declaración judicial de Imelda –y a lo que dijo a Factum, en entrevista–, ella nunca utilizó los verbos “lanzar”, “tirar” o “arrojar”. Ella asegura que sintió cuando botó o expulsó algo.

Sobre ese día, González recuerda lo siguiente:

“Ingresó una paciente sangrando, con regla fuerte. Estaba en parto. Me fijé que tenía el útero agrandado. Los signos vitales estaban bien. Tenía desgarro y el útero vacío. Le pregunté si había tenido niños. Me lo negó. La mamá me dio algo envuelto en toalla (la placenta). Ella (Imelda) era categórica en negarlo. Cuarenta minutos insistí para que me dijera dónde había dejado el niño, porque la placenta era de término, niña de término. Ella me respondió: «Sentí que boté algo y fui al baño. Sentí que salió algo». Estuve rogándole que me dijera dónde había dejado el niño y eso se reporta”.

De acuerdo con el protocolo, si una mujer que ha experimentado parto extrahospitalario llega a un hospital sin el producto, deben llamar a las autoridades. Así, González le comentó el caso a la residente Ana Sosa, quien después de hablar con Imelda, llamó a la policía para alertar sobre un caso de sospecha de aborto.

“Lo que se me ocurrió fue hablarle a la policía para que fueran a buscar el bebé. Eso fue todo. Yo estaba de jefe de turno. Eso es obligación. Si una mujer ha parido, ¿dónde está el niño? ¿Cuál es la obligación de nosotros? Reportar para que busquen al niño”, se auto pregunta y responde Sosa. Al consultarle si ella atendió a Imelda, explica que no, que solo la ginecóloga la revisó. Incluso sin haberla atendido, Sosa increpó a la joven acerca de cuál era el paradero de la niña. “La traían, supuestamente, porque se había desmayado, por sangrado”.

Uno de los principales argumentos de la fiscalía en su acusación es que Imelda lanzó, con dolo, a la niña en la fosa séptica. Y que fue algo premeditado. Así mismo, el 20 de abril del 2017, Bermúdez Hernández, la fiscal a cargo de la acusación, pidió al juez de turno de paz que decretara instrucción formal con detención provisional porque Imelda podría intentar evadir la justicia e intimidar a los testigos. Factum entrevistó a las doctoras que atendieron esa noche a Imelda, como también a Melvin Pérez, policía de Unimujer, delegación Jiquilisco, quien le leyó sus derechos y la orden de detención. Todos coinciden en que Imelda nunca utilizó los verbos “lanzar”, “tirar” o “arrojar”.

19 meses después de haber nacido, la hija de Imelda se encuentra bien de salud. Su abuela, Mercedes Bersabé Palacios, tiene la custodia de la niña, mientras Imelda enfrenta un juicio que podría sentenciarla con 20 años de prisión.
Foto FACTUM/Metzi Rosales Martel.

El hallazgo

Los agentes Romero y Melvin Granados, ambos destacados en Unimujer de la subdelegación de Jiquilisco, llegaron al hospital. Luego de que Romero interrogara a Imelda, llamaron a otros policías para que fueran a buscar a la recién nacida. Pablo, el padrastro de Imelda, los acompañó hasta la casa. Sergio Ventura, infante de marina, entró a la fosa séptica y sacó a la niña. “Pudo ver que se encontraba llena de eces (sic), así mismo que sobre esta se observaba un material blanco, al parecer cal, la cual fue arrojada posteriormente que dicha infante callo (sic) dentro del servicio”. Esta valoración sobre el hallazgo figura en la entrevista brindada por Ventura al investigador Martínez Castro, el 18 de abril del 2017.

“La residente (Ana Sosa) llamó a la fiscalía y a la policía para buscar al niño. Ellos me llamaron: encontraron al niño vivo. Les dije que lo abrigaran bien y me lo llevaron para revisarlo. La niña se veía bien, rosadita y todo. Llena de heces, pero aparentemente estaba bien. No revisé a la niña, solo lo que alcancé a ver. Eso lo ve la pediatra. Se ordenó una ultrasonografía frontanelar para descartar hematoma cerebral (para la niña) en el Hospital de San Miguel. A Imelda le suturé el desgarro (vaginal) y la revisé de todo. Como era su primer bebé y como nadie la atendió, es normal el desgarre”, recuerda González, la ginecóloga.

A la niña la recibió Ana Sosa. “Venía llena de heces por todos lados”. La asearon. Le hicieron unos exámenes, de los cuales no recuerda los resultados; y la refirió para el Hospital Nacional San Juan de Dios, de San Miguel. “Se miraba bien, le hicieron exámenes, pero no recuerdo cómo salió. En sí, era una paciente normal”.

Después de recibir a la niña, Melvin Pérez leyó a Imelda sus derechos y garantías constitucionales. Le informó “que quedaría detenida por el delito penal de “aborto culposo”, en perjuicio de la recién nacida”. En ese instante, ella quedó bajo custodia en el mismo hospital.

La negación del embarazo

Dos años atrás Imelda sufrió un desmayo que sería el comienzo de sus problemas. Era noviembre de 2016. Ella estaba en el centro educativo Cantón El Paraíso cuando se desplomó. Las autoridades de la escuela mandaron a llamar a su madre para contarle lo sucedido. A raíz de esto, fueron a pasar consulta a una clínica. El médico las refirió a un laboratorio para que le practicaran a Imelda unos exámenes. Al día siguiente, los resultados revelaban que tenía infección en las vías urinarias, un parásito, anemia… y que estaba embarazada. Imelda lo negó. Le espetó al médico que era imposible. Ella no había tenido relaciones sexuales con nadie. El médico le rebatió: «los exámenes indican eso». Le dijo que no podía darle tratamiento por su estado. Imelda lo siguió negando. Ambas mujeres, madre e hija, abandonaron en silencio el consultorio. El mismo silencio que las acompañó hasta la última vivienda del cantón El Paraíso, a la par de la línea férrea.

Imelda recuerda que en la noche escuchó cuando su mamá le contó a su padrastro que la joven estaba embarazada. “Ella le dijo a mi padrastro que no lo podía creer, porque yo no tenía ni novio, que ella no me conocía novio. Entonces, él lo que le dijo es que quizás yo ‘había metido las patas con algún hombre’ y que yo no le quería decir a ella”. Afirma Imelda que entonces ella no podía contarle a su mamá que estaba embarazada de su padrastro, porque él tenía años amenazándola con asesinarla a ella y a su mamá. O con echarlos a todos de la casa. “Solo me puse a llorar cuando escuché todo lo que él le decía, porque yo estaba consciente de que no había ‘metido las patas’ con otro hombre, sino que él era el que me estaba violando”, cuenta Imelda, quien además afirma que, al siguiente día, el padrastro comenzó a acosarla, a reclamarle que ella había tenido relaciones sexuales con otro hombre porque él “ya no pegaba hijos”.

La noticia también se conoció en la comunidad, de acuerdo con la declaración de Ana Gómez, una vecina, y de un nieto de Pablo. El joven, quien la conoce desde hace ocho años, cuando Imelda se mudó con su madre y dos hermanos a la casa de Pablo, recuerda que para enero del 2017 se escuchaban los rumores de que Imelda estaba embarazada. “Mi mamá y hermanos me dijeron. Yo no lo creía. Les dije que ella no salía, ni novio tenía, que eran chambres”. El muchacho, además de ser vecino de Imelda, era su compañero de estudio. Se graduaron juntos de noveno grado y eran compañeros también en el bachillerato a distancia. “A ella se le echaba de ver el estómago. Una vez salimos a comer, pero me dio pena preguntarle, que pensara que era metido o chambroso”, cuenta en el recinto donde recibe clases los sábados.

Sin embargo, sus nuevos compañeros y compañeras del bachillerato a distancia, quienes recién la conocían, no notaron el embarazo. Factum entrevistó a seis estudiantes, cuatro señoritas y dos muchachos. Todos coincidieron en que nunca imaginaron que Imelda estaba embarazada, porque “siempre usaba una falda larga y una blusa verde”. La noticia la conocieron por redes sociales y por comentarios de sus padres. “En las noticias me di cuenta de que había estado embarazada. Escuché que personas cercanas a ella dijeron que del padrastro es la bebé”, relata una excompañera.

Otra de las estudiantes de bachillerato a distancia cuenta que su papá trabaja en el juzgado de Jiquilisco. Cuando llegó a casa, comentó sobre este caso: “Yo le dije que era mi compañera. Todos nos quedamos sorprendidos, ella era bien apartada, si ella no tenía novio; y, como era ella en realidad, lo dudo”. Esto concuerda con la descripción de otra estudiante: “Era bien tímida, nunca nos dimos cuenta que tuviera novio. Ella ni para los recreos salía. Siempre pasaba sentada al final del salón. Nunca se levantaba”.

Mercedes perdió la vista durante una semana, a raíz de la noticia. Esto de acuerdo con la misma Mercedes, con Imelda y con Ana Julia Palacios, abuela de Imelda. Sin embargo, aunque muchos sospechaban que Imelda estaba embarazada –familiares y vecinos–, todos negaron el embarazo, ya que Imelda menstruó durante los nueve meses. Mientras, de acuerdo con la versión de Imelda, Pablo la siguió llevando al motel para tener relaciones sexuales con ella en contra de su voluntad.

La abuela de Imelda recuerda que para marzo del 2017, Imelda evitaba abrazarla. Ella no intentó abrazarla porque desde noviembre del 2016, Imelda tenía problemas para defecar y tenía una crisis de colitis. Esta versión también es confirmada por Mercedes en su declaración a la policía. La señora recuerda que para Semana Santa fueron al río y notó el ombligo de Imelda saltado. La explicación que le dieron es que la joven se había golpeado contra el ropero. Esto mismo lo cuenta Pablo, el padrastro, en su declaración como testigo contra la hijastra. “Lo raro [es] que ella, cuando yo iba, solo dormida pasaba, con calentura. Ponete al cuidado de esta niña”, le decía la abuela de Imelda a Mercedes. “Yo la hubiera llevado a una clínica que me quedaba de pasón, pero el maitro (Pablo) no la dejaba (salir)”. La señora relata que una vez que peleó con Pablo, él la insultó. Cuenta que en ese momento Imelda le pidió a ella parar la discusión porque él podía golpearla.

De noviembre del 2016 a abril del 2017, tanto Mercedes como Pablo estuvieron pendientes de que Imelda menstruara. Ella sangró dos días todos los meses. Los tres han afirmado que creían que Imelda no estaba embarazada. La noticia sobre el posible embarazo de Imelda se esparció en la comunidad donde vivían. Ana Gómez, quien conoce a la joven desde hace cinco años, aproximadamente, asegura que “(el embarazo) se le notaba en su cuerpo, así como en el físico”; y que Imelda, “por algunos medios”, trataba de esconder el embarazo con ropa más floja. Esto de acuerdo con el acta de la entrevista que le realizó un investigador a Gómez el 19 de septiembre del 2017.

Las doctoras que atendieron a Imelda recuerdan que ella fue categórica en negar su embarazo. La negación de su embarazo es otro argumento fiscal para acusarla de homicidio agravado en grado de tentativa. “Ella ocultó a su familia y al resto de la sociedad que estaba embarazada. No tuvo ningún control. En la entrevista previa que se le realizó en el hospital, [ella dijo] que sintió dolores un día antes”, asegura el director fiscal de la zona oriental, German Arriaza.  Tener el parto en la fosa séptica es otra atenuante de la alevosía de la que se acusa a Imelda. “Decidió ir a la fosa séptica y ahí quedó la niña. Las condiciones de la recién nacida permitían calificar como homicidio y no como aborto, dado que la condiciones necesarias para quitarle la vida a una persona eran óptimas: estaba en un fosa séptica, llena de heces y en eso aparece un elemento importante como es la cal”, argumenta Arriaza.

En la declaración de Pablo Henríquez, como testigo en contra de su hijastra en la audiencia inicial, aseguró “que Imelda nunca les comentó que estaba embarazada por pena o porque la podían echar de la casa”. También contó que le había visto el ombligo abultado, pero que ella dijo que se había golpeado. Henríquez declaró, además, que una de las doctoras la había llamado “sinvergüenza”, un calificativo que solo aparece en su declaración.

Sin embargo, el embarazo negado o trastorno de negación del embarazo es algo documentado en distintas partes del mundo. Se trata de una patología de origen psicológico en el que la mujer no acepta estar embarazada. El desconocimiento puede prolongarse hasta el día del parto. En Alemania y Francia se han realizado estudios que revelan que por cada 2 mil 500 embarazos hay un caso de negación total.

Al menos 22 estudios de literatura médica reconocen al trastorno de negación del embarazo. El estudio de caso, del artículo Serbio, explica que hay dos tipos de embarazo negado: cuando la mujer embarazada, inconscientemente, niega la existencia de este; y cuando  sabe que está embarazada, pero lo oculta a la familia, la pareja, las amigas, maestras, colegas, etc.

“La negación del embarazo es una condición importante que es más común de lo esperado, con una incidencia a las 20 semanas de gestación de aproximadamente 1 en 475. La proporción de casos que persisten hasta el parto es de aproximadamente 1 en 2500, una tasa similar a la de la eclampsia”, explican los médicos Angela Jenkins, Simon Millar y James Robins en un artículo publicado en el Journal of the Royal Society of Medicine, en julio del 2011.

El perfil psicológico

“Imelda era bien apartada, poco sociable. Era penosa. Como que tenía miedo a hablar. Cuando había que hacer deberes en grupo, ella sola los hacía. Casi solo trabajaba con una niña que hacía las tareas, que también es apartada y callada”. Así la describen dos excompañeros y una excompañera.

A Imelda le realizaron dos evaluaciones psicológicas. La primera, el 18 de abril del 2017, en el hospital. En esta le practicaron los test de Raven, Bender y Karen Machover. El diagnóstico del test de Raven es “capacidad intelectual deficiente”. Los resultados cuantitativos, de Bender, indican que su edad cronológica era 19.3 años; la equivalente: 4.2 años; y, la mental: 15.1 años.

El informe psicológico también detalla que al aplicar el test de la figura humana de Machover, Imelda demuestra conflictos o ambivalencias en la identificación sexual; duda de la propia identidad y despersonalización; tiene tendencia a retraerse del entorno; sus relaciones sociales son pobres; tiene problemas de comunicación con su entorno y timidez; muestra necesidad de apoyo y emotividad; tiene una reacción sumisa; graves conflictos sexuales, inmadurez sexual e inseguridad sexual.

Cuando en el hospital de Jiquilisco increparon a Imelda sobre el embarazo, le preguntaron también quién era el padre de la niña y a qué edad había iniciado su actividad sexual. Ella respondió que había tenido relaciones sexuales con Carlos, de 17 años, un compañero, en tres ocasiones, con su consentimiento. Sin embargo, Ana Sosa, una de las doctoras que la interrogó recuerda que el relato de Imelda no coincidía en fechas con un embarazo de término. Lo mismo analizó Mercedes Palacios, la madre de la joven. 

“Producto de las entrevistas se puede advertir que la paciente presenta un comportamiento hermético sobre la identidad del padre del bebé y su entorno familiar […]. El hecho de que no se presentara a los controles prenatales responde al deseo de la madre, quien afirmaba que no había embarazo. El hecho es conocido por parte del personal de salud de la UCSF El Paraíso”, explica la psicóloga que la evaluó el 18 de abril del 2017, en el hospital Nacional de Jiquilisco, de acuerdo con el expediente clínico de Imelda.

La siguiente evaluación psicológica fue realizada trece meses después. Edith Salas, psicóloga forense del Instituto de Medicina Legal (IML) de San Miguel, aplicó nuevamente el test de personalidad de la figura humana de Karen Machover: “la prueba psicológica refiere sentimientos de inferioridad, impulsividad, preocupación sexual, inmadurez emocional, debilidad y falta de confianza en el contacto social, tensión/temor a la figura masculina, inseguridad, ansiedad, sentimientos de deficiencia e introversión”. Mientras que, el test de inteligencia de Kent revela discapacidad intelectual leve. “Esto podría deberse a que la peritada presenta retraso sociocultural”, según se detalla en los resultados de la prueba.

Para Corina Mejía, psicóloga, ante el cuadro traumático de abuso sexual continuado que pudo haber sufrido Imelda, es creíble que desde su psique negara el embarazo. Sumado a ello, opina que también influye el mito de que los hombres a una edad avanzada son estériles, un mito propio de zonas rurales precarias. “(Existen) todas las condiciones donde ella puede reaccionar consciente o inconscientemente: «No, esto no es posible. Como estoy sangrando, él ya no pega hijos, además está viejo». Además, está el pánico de «¿a quién le puedo decir?». Entonces, es posible que tu psique diga que no, y hace una especie de represión, que es otro mecanismo de defensa”, explica Mejía.

Esa creencia de que los hombres no engendran hijos a edad avanzada y de que no ejercen violencia sexual en sus hijastras, o inclusive en sus hijas, es apoyada por José Daniel Delgado, cuñado de Pablo. Delgado es quien condujo el pick up en el que llevaron a Imelda al hospital. “Uno como hombre sabe, [si la hubiera violado] la hubiera matado. Si once años tenía”. Él tampoco cree que Pablo sea el padre de la niña de 19 meses, pese a la prueba de ADN. “A él se lo llevaron con mentiras, sin orden de captura, que para traer papeles de la niña al Conna. Si a él con saliva le hicieron la prueba de ADN ¿va a creer?”, cuestiona el cuñado del padrastro de Imelda.

Argumentos incriminatorios: cal, menstruación y cordón umbilical

Imelda sostiene que su período menstrual apareció todo los meses, aunque con un sangramiento que duraba solo dos días, algo que fue confirmado por la madre y el padrastro de Imelda, según consta en las actas de las entrevistas que  les hizo la policía. En la entrevista realizada a José Antonio Ramírez Orellana, médico forense de la región oriental II, la fiscal también indagó sobre la posibilidad de menstruar durante un embarazo:

— ¿Puede una mujer embarazada tener regla durante todo el tiempo de embarazo?
— Una de las manifestaciones del embarazo es la ausencia de regla. En un embarazo no existe regla. Sería otra la causa del sangrado.

Sin embargo, hay discrepancia entre las fuentes consultadas. Guillermo Ortiz, perinatólogo, explica que un sangrado mensual durante un embarazo es considerado una amenaza de aborto. “De hecho, se llama hemorragias del primer, segundo o tercer trimestre. Pueden ser desde infecciones hasta anormalidades de la placenta”, aclara Ortiz, quien explica que, para ser considerada una menstruación, debe durar cinco días en promedio. “De lo contrario, son sangrados anormales, pero se pueden confundir con menstruacion. Ese el es trabajo del médico: averiguarlo”, añade Ortiz, quien además apuntala una corrección: es un malentendido llamar menstruación a los sangrados obstétricos patológicos. Su opinión es secundada por Carolina Mena, ginecobstetra y coordinadora del Comité de patología fetal en el hospital de la mujer. Ella aclara lo mismo: “no sería una regla como tal”. 

Además del tema de la menstruación, otro de los argumentos incriminatorios contra Imelda habla de la necesidad de un objeto cortopunzante para cortar el cordón umbilical. “El cordón no pudo cortarse solo”, sostuvo la fiscal a cargo de la acusación en las audiencias inicial y preliminar. “[La recién nacida] no sólo nace y vuela en el aire, sino que está conectada a su madre por el cordón umbilical, el cual es de un material lo suficientemente grueso para alimentar a un bebé y del cual es necesario sea cortado por un objeto cortopunzante, como cuchillo, tijera o con el uso de la fuerza […]. Es imposible que un bebé, por sí mismo, lo haya cortado”, argumenta la fiscal.

Este es lugar que habitaba Imelda y su familia, en Jiquilisco, Usulután.
Foto FACTUM/Metzi Rosales Martel.

Además de este alegato, la prueba para sustentar esta acción es, nuevamente, la entrevista realizada al médico forense, José Antonio Ramírez Orellana:

— ¿De qué está hecho el cordón umbilical?
— Es un conducto flexible formado por dos arterias y una vena, envueltas por una sustancia gelatinosa, que une la placenta con un embrión. Mide unos 50 centímetros y a través de él se produce el intercambio de sustancias que alimenta el feto.
— ¿Puede romperse el cordón umbilical, por sí mismo?
— No
— De lo contrario, ¿de qué forma se puede romper el cordón umbilical?
— Ejerciendo una fuerza o cortándolo.
— ¿Qué sucede si el cordón se llegar a romper solo?
— Difícilmente se rompe solo. Siempre el cordón sale unido al bebé, junto a la placenta.

El reporte de la inspección ocular, realizada al inmueble donde residía Imelda, el 17 de abril del 2017, a las 18:30 horas, hace constar que “no se encontró evidencias en el lugar” de un arma u objeto cortopunzante. En los expedientes clínicos –de Imelda y de su hija– no hay datos escritos o fotográficos sobre las características del cordón umbilical. Es decir, no hay información que indique que este tenía señales de haber sido cortado con un objeto cortopunzante o con las manos.

Sin embargo, durante la audiencia inicial, la fiscal Joselyn Alejandrina Bermúdez Hernández, aseguró que “fue la imputada quien cortó el cordón umbilical que estaba adherido al feto de la recién nacida; que la bebé fue encontrada con una parte de dicho cordón; que la indiciada tenía adherido a su cuerpo la otra parte del cordón umbilical”. Además, afirmó que cuando Imelda “fue subida a la ambulancia, salió de su cuerpo una pelota”. De acuerdo a las declaraciones recogidas a Imelda y su familia, ella nunca estuvo en una ambulancia. Fue trasladada al hospital en un pick up. Las declaraciones recogidas en aquel momento informan que la placenta fue expulsada cuando levantaron Imelda de la silla donde Mercedes la dejó sentada, mientras iba a pedir ayuda. 

Hasta el año 2000, existían, por lo menos, 21 documentos científicos que informan sobre la ruptura del cordón umbilical durante el parto. En el British Medical Journal de aquel año se reporta que la ruptura del cordón umbilical, en los casos de partos en la bañera se da en un 18 %. Al comparar estos casos con tener un parto en una letrina, el doctor Guillermo Ortiz explica que la presión para que se rompa el cordón es mayor por la caída del feto en una fosa. Este se puede reventar por el estiramiento. Él afirma que ya ha visto casos similares. 

“Por el mismo peso del producto al caer en la fosa, el cordón se estira y se rompe. Ya he visto esos casos en los que se rompe el cordón por estiramiento”. Además, añade otra premisa o hipótesis no contemplada por la fiscalía ni por el médico del IML:

“Si el cordón umbilical es elástico, se estira, pero llega un punto en que se rompe sin necesidad de cortarlo. El peso del feto suspendido en la fosa es suficiente para reventarlo”. 

En el artículo Mortalidad y morbilidad perinatal en bebés nacidos en el agua: estudio de vigilancia y encuesta postal, escrito por Ruth E. Gilbert y Pat A Tookey, publicado en agosto de 1999, los autores dan cuenta de cinco bebés que tenían el cordón umbilical roto. La ruptura, en todos los casos, estaba relacionada con la física y no con la criminalidad.

“Un cordón umbilical no se rompe sin causa. Y la causa última es siempre la misma y de naturaleza biomecánica: fractura por tensión de los tejidos cuando se ejerce una fuerza mayor a la resistencia y flexibilidad del material biológico. Para que esa tensión ocurra, es necesaria una causa primera, una patología funicular. Pero no toda patología funicular conduce a una rotura, aunque puede predisponer. Que se den las dos causas es un hecho excepcional, como demuestra que la incidencia de la rotura del cordón sea baja: una de cada 5 mil a 6 mil partos”, explican cuatro autores en el caso clínico titulado “A propósito de un caso: rotura intraparto del cordón umbilical”, publicado en la Revista Enfermería Docente 2014.

La doctora Carolina Mena, ginecobstetra y coordinadora del comité de patología fetal en el Hospital de la Mujer, también conoce casos de ruptura espontánea del cordón umbilical. En su práctica médica, los ha visto en el hospital. “Aunque en casos que se tracciona o en casos de fetos muy pequeños o que llevan muchos días obitados”, aclara. Y respecto a los casos de ruptura en partos de término indica que existen algunos descritos en la literatura científica. “Una tracción del cordón podría equivaler a la tracción del peso del mismo bebé colgando”, analiza como una posibilidad en torno al caso concreto del parto extrahospitalario de Imelda.

Sin embargo, en su alegato, la fiscal Bermúdez Hernández aseguró ante la jueza de paz que “no se puede partir a la mitad del cordón por el peso del bebé y, [a la vez], la placenta haber salido completa. Tuvo que haber cortado el cordón umbilical”.

El doctor Ortiz discrepa con esa lógica. Para él es más obvio pensar que el cordón se rompió por el mismo peso del feto, al caer en la fosa. Cortar un cordón umbilical no es fácil, explica:

“Debe ser con algo cortante. No se puede [cortar] con las manos, pues es liso. ¡Se resbala! Solo alguien que ha tenido un cordón en sus manos sabe que no es fácil cortarlo sin tijeras o un cuchillo; y, ambos, con mucho filo”.

Mena y Ortiz creen que lo más lógico es pensar que el peso del feto pudo provocar el corte, especialmente si este salió con mucha intensidad, “como suele suceder al estar de cuclillas e ir en caída libre a la fosa”. Ortiz, además, describe que la placenta, en la mayoría de casos, sale de la vágina espontáneamente, luego de haberse cortado el cordón. Justo como se afirma que ocurrió con Imelda.

“No tiene sentido que cortara ella el cordón y no amarrara la parte que va hacia ella. El hecho de que haya presentado una hemorragia intensa está a favor de que no fue intencional, pues de ser así, el amarre del cordón hubiese sido planeado para evitar dicha hemorragia”, sugiere Ortiz. Y Mena ejemplifica que el cordón es como una pita, si cuelga de ella algo pesado, se rompe. Es por ello que queda un pedazo en cada lado. “Es lo mismo cuando lo hacemos de rutina. Cortamos y un pedazo queda unido a la placenta y otro al bebé”, agrega. 

En el caso clínico titulado Ruptura completa del cordón umbilical al momento del parto, publicado en junio del 2007, Arturo Scheib, ginecobstetra, describe su primera experiencia, en 38 años de práctica obstétrica, de ruptura completa del cordón umbilical al momento del parto. El caso fue atendido en el Hospital Viera, en Tegucigalpa, Honduras, el 12 de abril del 2005. Una mujer de 31 años, en trabajo de parto normal, a las 40 semanas de gestación, se presentó al hospital. Después de nueve horas de horas de trabajo de parto, “nace un niño del sexo masculino ligeramente teñido de meconio y, al momento de proceder al pinzamiento del cordón, la gran sorpresa es que está completamente seccionado por lo que se le aplican pinzas Kelly en ambos extremos: el fetal y el placentario, el extremo fetal no tenía más de 15 centímetros de longitud y el placentario unos 20 cms”.

En el artículo, firmado también por el ginecobstetra Enrique O. Samayoa, detallan que la incidencia registrada de esta anormalidad –ruptura completa espontánea– es de una en cada 5 mil partos. Informa que es una complicación obstétrica “muy rara”, que ocurre durante el embarazo o durante el parto. “La ruptura del cordón puede ser total o parcial. En el caso que se reporta [en Honduras] había una ruptura completa del cordón y su rareza es tal que solo encontramos cinco referencias”, puntualiza el artículo.

Finalmente, es importante tomar en cuenta otro argumento incriminatorio más: el relacionado al tema de la cal. La entrevista al médico forense concluye con las preguntas siguientes:

— ¿Qué causa la cal si es tirada sobre una bebé recién nacida?
— Puede asfixiarla, si cae en ductos respiratorios. Puede afectar sus ojos, piel.
—Sí, ¿puede causar alguna complicación?
—Sí, trastornos dérmicos, oculares, respiratorios. Y muerte.

El rescate de la menor ocurrió en una fosa de cuatro metros de profundidad. La bebé estaba con vida. Se encontraba cubierta de heces y de un polvo blanco. “Aparentemente cal”, de acuerdo con la declaración del infante de marina, Sergio Ventura. Los infantes de marina y los policías, a cargo de la inspección ocular en la vivienda donde Imelda tuvo el parto extrahospitalario, no preguntaron si alguien más había utilizado la fosa séptica después de Imelda. En las actas de entrevistas realizadas a ellos no existe información al respecto.

Las doctoras Sosa y González, quienes atendieron a Imelda esa tarde y noche, recuerdan que la niña, aparentemente, estaba saludable. Tenía entre 38 y 40 semanas de gestación, es decir era una recién nacida de término. “El patrón respiratorio era regular […]; sus pulmones funcionan bien […]; en sus primeras horas de vida estaba hidratada, de piel rosada”, cita el informe médico.

Los cuidados para una recién nacida fueron dados en el Hospital de Jiquilisco. Ahí le limpiaron las heces que tenía en boca, nariz y ojos; lavaron su estómago para sacar los restos de heces; cortaron una parte del cordón umbilical; y reportaron que tenía un hematoma en su espalda de seis a ocho centímetros. Las lesiones corresponden a la caída “de tipo externo y que sanarán en dos semanas”, indica el expediente clínico de la niña, emitido por el Hospital Nacional San Miguel San Juan de Dios, donde fue remitida por las doctoras. De acuerdo con los demás exámenes practicados –que son parte del expediente en la acusación contra Imelda–, la niña no tenía golpes y gozaba de buena salud. “No existe enfermedad o malformación congénita y sus exámenes, incluyendo su ecografía cerebral y sus resultados fueron negativos”, detalla.

La acusación contra Imelda se basa, principalmente, en cuatro causales; argumentos como el de la cal, la menstruación y la ruptura forzada del cordón umbilical; así como la entrevista realizada a José Antonio Ramírez Orellana, médico forense. Todo ello bastó para que el juez de Primera Instancia de Jiquilisco, Manuel de Jesús Santos, resolviera enviar el caso de Imelda a vista pública, programada para realizarse este 12 de noviembre.

De ser encontrada culpable, Imelda Cortez podría ser condenada a veinte años de cárcel. Su caso –el del choque de versiones y aversiones– no es el primero en el que una mujer que ha experimentado un parto extrahospitalario, de término, en El Salvador, es procesada por homicidio agravado en grado de tentativa o por homicidio agravado. Entre enero del 2000 y el primer trimestre de 2011, la Agrupación ciudadana por la despenalización del aborto identificó 129 expedientes de mujeres procesadas por aborto o por homicidio agravado en los juzgados de instrucción y tribunales de sentencia. Este lunes, la justicia salvadoreña vivirá, nuevamente, otro día clave más en su historia reciente.

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