El fracaso en la entrega de los subsidios

Pocos acontecimientos públicos han tenido el impacto, el significado y han revelado nuestras deficiencias estructurales como el fracaso en la entrega de subsidios que forma parte del programa de gobierno de Nayib Bukele por el coronavirus. Las enormes filas para tratar de obtener los $300 del subsidio; el sacrificio de miles de personas de estar en cola desde la madrugada, incluso desde la noche anterior; los discursos y lamentos de la población expresando malestar contra las autoridades y el statu quo; el riesgo ―medido y consciente― que esa población tomó en estos momentos de cuarentena al hacer esas colas; la caída del sistema para obtener información sobre si se califica o no para el subsidio; la intervención de las fuerzas de seguridad para poner orden; la llegada de ambulancias para ayudar a los afectados por esos sacrificios y desórdenes; y, por último, el reconocimiento del gobierno del fracaso, son muestras de ello.

La forma en que se trató de entregar el subsidio y su fracaso revela una falta de planificación muy seria de parte del Estado. Se quiso, siguiendo la tradición del presidente, gobernar por decreto, peor aun, por Twitter. “Daremos un subsidio de $300 usando el Cenade”; y casi que hasta allí llegó el enunciado. Claro, en las circunstancias del país ello hizo que casi de inmediato la población se volcara a las calles para tratar de obtenerlo. No se tomó en cuenta el grado de pobreza y, especialmente, los efectos en la economía de esa población de las medidas para protección contra el virus, que han agravado la misma y les han llevado mucha incertidumbre.

Las medidas para hacerle frente a la pandemia no tomaron en consideración la pobreza, la informalidad y la debilidad institucional del país. Se ordenó encierro, pero ello paró la mayoría de la actividad económica, afectando especialmente a los pobres. Expresiones como “si no trabajo, no como”, “vine a cobrar el salario a pesar de la orden de no salir para que mi familia pueda comer”, reflejaban que la mayoría de nuestra población vive día a día. Esa mayoría muestra nuestra pobreza.

Se acordó dar subsidios. Las colas y sacrificios revelan lo acertado de los mismos. Pero no se fue claro cómo se iban a entregar. Parece que no se pensó cómo. Se dijo que se consultara el sitio web creado para saber si una persona calificaba o no; el mismo no aguantó la demanda y se cayó. Se dijo que el Cenade sería el punto de referencia para el proceso de los subsidios, pero no tenia la capacidad institucional ―ni por cerca― para manejar ese proceso. Parece que el Conade tampoco sabía cómo hacerlo y que las instrucciones que recibieron para ello no eran claras. Lo que sí funcionó fue la red social para comunicar que se entregaría el subsidio y el nombre de la institución responsable para tramitar consultas y peticiones: Cenade.

Ante esa demanda tan grande, sería más eficiente ocupar una estructura descentralizada, apoyándose sobre todo en las alcaldías y en agencias del gobierno central o privadas, que tienen oficinas en muchos lugares, para ejecutar la entrega de subsidios (FISDL, Fedecrédito, compañías distribuidoras de energía, bancos, etcétera).

Algunos de los discursos o comentarios públicos de la población en medio de una prohibición de salir y enfrente de las autoridades reflejan un resentimiento social grave, que preocupa, que podría llevar a extremos como fue en el pasado. “Tenemos hambre, desde las 3 de la mañana estamos aquí sin comer”; “Porque a la gente que tiene pisto les ha salido y no a la gente pobre”; “No es justo, estamos aguantando hambre”.

Parece que la población pobre está dispuesta a sacrificarse por el bien común. Por detener la pandemia, está dispuesta a acatar las órdenes del gobierno; pero también está dispuesta a revelarse si se trata de su subsistencia y la de su familia. Todas las órdenes del gobierno en cuanto a no salir y guardar distanciamiento social fueron totalmente desatendidas. Es más, la ineficiencia de las medidas que se decidieron provocó el desorden. Ojalá que ello no agudice la crisis de salud.

Bueno es que hasta ahora la Policía Nacional Civil y las fuerzas de seguridad han actuado sin violencia general hacia la población. Es en estos momentos de crisis y de levantamientos sociales cuando la violencia no es buena. La violencia puede provocar mayor violencia y escalar la crisis.

Hay también una urgencia por anunciar cómo corregir tanto las medidas para paliar la pandemia como las que servirán para entregar el subsidio. Para la entrega del subsidio es necesaria la planificación detallada del plan de ejecución, que puede incluir la descentralización, la ejecución por partes de las entregas (por ejemplo: por las mañanas o por días determinados, los duis que vayan en un orden preestablecido), la movilización de instituciones tanto públicas como privadas, y, sobre todo, una comunicación clara con la población.

Aunque pudimos ver que esta crisis dejó al desnudo una vez más la pobreza en que vive nuestra población, también hemos visto el valor y el sacrificio de las personas ante situaciones de desesperanza y supervivencia. Y presenciamos la debilidad del gobierno para planificar, la debilidad institucional del Estado y la fragilidad de toda nuestra sociedad ante la gravedad de la pobreza e inequidad. Pero todavía podemos transformar esta crisis en oportunidad.


*Mauricio Silva ha trabajado por más de 40 años en administración pública. Ha sido director y gerente de varias instituciones en El Salvador y experto en el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

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