La oferta de artistas musicales de linaje puro que visitan El Salvador suele ser bastante escasa. Pocas veces tenemos la oportunidad de ver lo que en todo el mundo es anhelado. Y esto, claro, no es nada anormal. Con sus bemoles y sostenidos, la situación ocurre en casi toda la región, siendo los bemoles nuestra propiedad, como tampoco es un secreto para nadie.
México, en cambio, es uno de los tres o cuatro países latinoamericanos muy acostumbrados a ser anfitriones de los grandes artistas del mundo. Eso que viven los fans más fans cuando por fin contemplan al ídolo –y no a megapíxeles u hologramas– es una sensación que pierde su gusto si se repite demasiado la experiencia.
Hace un par de días, el público mexicano sintió lo que en otros países se vive ante la hambruna musical saciada por acceder a lo que se creía irrealizable. México sintió la piel erizada, la voz quebrada y la amenaza del llanto contenido por la emoción.
Por dos ocasiones, Dave Matthews Band (DMB), uno de los actos musicales más idolatrados en el planeta, había cancelado presentaciones en México. Los atentados del 11S y los problemas de salud del ya fallecido saxofonista LeRoi Moore se habían interpuesto en el encuentro con los fieles aztecas. Pero la tercera fue la vencida. Por fin México pudo ver en concierto al único grupo del mundo que –por si acaso hiciera falta explicar su magnitud– ha tenido seis discos consecutivos debutando en el #1 de Billboard.
Quizá para compensar lo mucho que se les había esperado, DMB decidió ofrecer dos conciertos en México. El primero de ellos, tal y como acostumbran: con aura de gran estadio. El segundo, en la intimidad de un aforo bastante limitado.
Y en ambos estuvo presente Revista Factum.
Step I: Vive Latino
No todos los amores son apropiadamente correspondidos. Los organizadores del Festival Vive Latino (uno de los más importantes en el continente) tuvieron el tino de concederle a DMB el honor de darle clausura a la décimo sexta edición de esta fiesta musical. Sin embargo, el buen gusto no es democrático ni responde a buenas intenciones. La noche del pasado domingo, a eso de las 9:30pm, cuando por fin Molotov abandonó el escenario principal del festival y dio paso a que DMB entrara en escena, la mayor parte del público decidió largarse a otra parte. A veces hay quienes se atiborran de tanta grasa en el festín del desenfreno gustativo, que pareciera que ya no les queda espacio para el postre, ni aunque se trate de un Turkish Delight.
Al frente, en el batallón del buen gusto, unas cinco mil personas.
Lo dicho: no todos los amores son apropiadamente correspondidos.
El mundo debe estar haciendo algo jodidamente mal cuando, en una misma fiesta, en un mismo lugar, un grupo como DLD convoca a 40 mil personas y DMB a 5 mil.
DMB apareció en escena con el buen ánimo de su líder y fundador, David John Matthews, el sudafricano que en 1991 fundara a esta banda en la ciudad de Charlottesville, Virginia.
Previo a que el “guitar tech” le entregara el fusil de madera Rockbridge y sus seis cuerdas, Dave se dirigió al filo del escenario para extender sus brazos y saludar a la fiel audiencia de Oompa Loompas con una emoción que solo delata al poseído.
Y claro, no estaba solo. Sumado a él hay tres pilares que le acompañan desde los inicios de la agrupación: Carter Beauford, un baterista tan virtuoso que a veces genera la pregunta de si es mitad humano, mitad kraken; Stefan Lessard, quien sabe qué es fallar una nota en el bajo tanto como Michael Jordan fallaba tiros libres, es decir, lo más parecido a nunca; y Boyd Tinsley, un espécimen de la pulcritud y el sentimiento en los solos, siempre impecable con lo que desde su violín procrea.
La banda ha alcanzado un sonido más profundo con la sección doble de vientos (con Rashawn Ross en la trompeta y, sobre todo, cuando Jeff Coffin ejecuta el saxofón barítono). Mención aparte para los tremendos arreglos que Tim Reynolds le ha agregado a las canciones desde sus guitarras eléctricas (una Fender Stratocaster y las Flying V y Les Paul de Gibson).
DMB ha renunciado a los pianos y teclados de la época “Everyday” para abrazar un sonido más cercano al rock. Eso en vivo se nota, en especial cuando abren los concierto con la demoledora interpretación del tema “Don’t drink the water”.
Y tal y como les cuento, la faena de Tim Reynolds en la guitarra no pasó desapercibida:
Me meto a ver el VL15 y Dave Matthews está tocando “Don’t Drink The Water” con un riff con pinch harmonics tipo Dimebag Darrell.
— Marcos Hassan (@Kiddieriot) marzo 16, 2015
El buen ánimo de Dave era evidente. Su “Hola” y su “Muchas grrrracias… and all that” así lo testificaban, como también su primer acercamiento de discurso:
“Espero que estén teniendo un buen día, que se la pasen bien. Somos la Dave Matthews Band y es un gusto conocerlos a todos”.
El recorrido continuó con un paseo de extremo a extremo: primero con la rítmica “Belly Belly Nice” (de su último disco, “Away from the world”) y luego con “Minarets” (de su primer disco, “Remember two things”). El hecho que sonara esta última fue un regalo muy especial para el público mexicano, ya que no suele ser una canción que la banda ejecute en sus conciertos con demasiada frecuencia.
A little treat for the Mexican fans: now playing “Minarets”! #DMBMexico pic.twitter.com/iDioNcaOW3 — dave matthews band (@davematthewsbnd) marzo 16, 2015
Y lo mismo aplicaría a la dulce “Satellite” o a “Save me”, que también sonarían a lo largo de la hora y media que duraría el concierto. “Save me”, por ejemplo, ni siquiera forma parte de un disco oficial del grupo, sino que aparece en “Some devil”, el disco solista de Matthews, quien aprovechó también un breve momento para dejar constancia de que unas clases de “Español sin barreras” no le vendrían mal.
“Quiero pedirles perdón por mi terrible español. Mis hijas piensan que debería darme vergüenza. Y sí estoy un poco avergonzado porque no puedo hablar español. Pero quizás algún día… ¡Muchas gracias a todos por haber venido esta noche, por estar aquí! ¡Mucho amor para todos ustedes y espero que nos volvamos a ver pronto de nuevo!”
– Dave Matthews
Aquello parecía despedida, pero apenas se trataba del comienzo del concierto. Aún faltaba, entre muchas cosas más, disfrutar de una extensísima versión de “Crush”, una de las canciones que más devoción genera entre la fanaticada, parte del disco “Before this crowded streets”.
El resto del concierto incluiría canciones como “So much to say”, “Too much”, “Jimmy thing” o “Ants marching”. En pantalla, cada canción era ambientada por imágenes de los videos oficiales o por animaciones de estilo casero.
Mientras el público hacía coros para pedir canciones como “#41” o “Two step”, Dave Matthews Band haría el encore usual para regresar y tocar una última canción. Pero no hubo complacencias y la elegida fue “Grey street”.
El regalo de complacer esas peticiones se postergaría un día.
Step II: Plaza Condesa
Si tanto había costado que esta banda se presentara en concierto en algún lugar de Mesoamérica, el antojo sabría a poco si solamente ocurriría por una sola ocasión, y en un festival donde no todos acudirían –como quedó comprobado– a verlos a ellos.
Así que Dave Matthews Band anunció con un par de meses de anticipación que ofrecería un concierto en un pequeño lugar de la capital mexicana, llamado El Plaza Condesa, que posee un aforo máximo de 1 mil 500 personas. No fue extraño que apenas durara 20 minutos el tiempo en que se vendieron los boletos, por lo que estar ahí constituía un lujo muy codiciado por muchos seguidores de DMB de México, y quizás de todo el mundo, porque debido a la popularidad que esta banda posee –especialmente en Estados Unidos– ya no es muy usual que se presenten en lugares tan pequeños. Un lujo que costó $60 dólares el boleto más barato y $100 el más caro.
Y puntual, a las 8:00 de la noche, apareció la banda en escena, ante un pletórico local, una especie de Warehouse de emociones.
Al igual que la noche anterior, Dave llegó con un ánimo gracioso y radiante, haciendo muecas al público y bromeando a la hora de agradecer tanta devoción recibida. Para dar las gracias, caminaba como si nada ocurriera y susurraba al micrófono un “Grrrracias” que causaba el delirio entre sus Oompa Loompas más selectos.
Esta vez DMB no le apostó a la contundencia para iniciar el recital. La banda eligió una canción de su primer disco para inaugurar un concierto del que tenían completa certeza estar hecho para completos fans: la primorosa “One sweet world”…
A ella le siguió un threesome de W’s: con los temas “What would you say?”, “Warehouse” y “When the world ends”.
El público corea a una sola voz los temas What Would You Say, Wharehouse y When The World Ends @davematthewsbnd pic.twitter.com/fH2Qu5JYwE
— El Plaza Condesa (@El_Plaza_) marzo 17, 2015
Hasta ese momento no había ocurrido ninguna repetición entre las canciones del concierto del día anterior. Pero llegó el momento de escuchar de nuevo “Seven”, lo que demuestra que la energía de este tema es imprescindible en un concierto de DMB en el 2015. Junto a “Seven” solo dos canciones más se repetirían del set list del Vive Latino: “Belly belly Nice” y “Don’t drink the water”. Y claro, la deuda de la jornada anterior sería saldada. En un extraño caso de sincronía con lo que la gente pedía, DMB había colocado en el listado a “#41” como la siguiente en el orden. Y no fue necesario anunciarla. El mismo público se encargó de rugir para demandar su presencia. Los primeros acordes dieron vida a la canción y el momento fue, en realidad, espectacular, como la misma cuenta de twitter de la banda tuvo a bien reseñar:
The entire @El_Plaza_ is singing “#41” with Dave, what a magic moment! #dmbmexico #DMB — dave matthews band (@davematthewsbnd) marzo 17, 2015
DAVE FUCKIN MATTHEWS BAND!!!!!!! pic.twitter.com/0I0hFhS9zt — Orus Villacorta (@orusvilla) marzo 17, 2015
Saciada esa petición, la gente comenzó a corear el “Honey, honey… Come and dance with me” de la canción “Everyday”, pero esta vez la banda sí decidió continuar con el repertorio pautado. Más adelante llegaría la oportunidad de escuchar esa canción.
Entonces llegó la melancolía de un par de canciones como “The space between” y el tema “If only”. El primero, uno de los sencillos más exitosos del disco “Everyday” y el segundo, parte del álbum “Away from the world”.
La siguiente sección de canciones estuvo cargada de mucha fuerza: “You might die trying”, “Spaceman” y “Shake me like a monkey”. Colada entre ellos la otra petición que el público exigía entre palmas y coros: “Everyday”, que no estaba planificada originalmente, pero quizás empujados por los coros de la gente, decidieron incluirla a último momento.
“Honey, honey, come and dance with me”… the crowd started chanting and the band followed on “Everyday”! #DMB #dmbmexico
— dave matthews band (@davematthewsbnd) marzo 17, 2015
El sentimiento volvería luego con la canción que quizás catapultó a Dave Matthews Band como un fenómeno mundial y ya no solo como un orgullo estadounidense: “Crash into me”.
El concierto –que cerraría con el cover de “All along the watchtower”, original de Bob Dylan– duraría un total de dos horas y media, ofreciendo 20 canciones (y completando un total de 31 entre los dos episodios).
¡Y aún así no fue completa la complacencia!
“Two step”, una de las canciones más solicitados, no entraría en ninguno de los dos sets.
Quizás esté reservada para una nueva visita de DMB a Mesoamérica…
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