El fin de semana pasado, Alejandro Sanz ofreció un concierto en San Salvador. Durante su paso por el país, el cantante español visitó una de las sedes de Ciudad Mujer, programa impulsado por el Gobierno de El Salvador y con el que se busca garantizar derechos fundamentales a las mujeres salvadoreñas. Sanz protagonizó en fechas recientes un video que se haría viral, cuando detuvo un recital en Baja California, México, para defender a una joven del maltrato del que estaba siendo víctima, y hacer sacar al “caballero” que lo propiciaba. En El Salvador, el artista no tuvo percance alguno. Ofreció un concierto que dejó felices a sus seguidoras, que corearon absolutamente todas las canciones elegidas para la noche. Sanz incluso se tomó la libertad de rendirle tributo a una leyenda local, uno de sus mayores ídolos de infancia.
Se enciende la pantalla:
“Yo de pequeño tenía un sueño…”
Noche de sábado 7 de mayo y el estadio Jorge “Mágico” González, en San Salvador, lucía menos lleno de lo esperado. No por ello menos ruidoso. Sobre el escenario se contemplaba un piano decorado con la tipografía de “Sirope” en toques brillantes y “algo” que parecería esmalte de uñas color rosa. Alejandro Sanz estaba por salir.
Posterior a la participación de los artistas locales Shaka y Dres, y con el reloj marcando las nueve de la noche —bastante puntual en comparación con otros conciertos—, el madrileño apareció en uno de los laterales del escenario. Saludaba a las afortunadas que lograron acaparar los ansiados boletos que les ubicaba en primera y segunda fila. Ellas querían ver de cerca a su crush de todos los tiempos.
Ya en plena tarde, el público que asistiría —e incluso también la fanaticada que no pudo comprar boletos— comenzó a vivir con entusiasmo la viralización de #Sanzalvador, el hashtag que se apoderaría de las redes sociales y que, desde muy temprano, daba seguimiento a cada uno de los pasos del español. Ahí se daban a conocer lo movimientos y preparativos en el estadio, así como también las selfies de las visitas que las fans realizaban al hotel donde se hospedaba el cantante. La esperanza era tenerlo un poco cerca y conseguir la ansiada fotografía para el recuerdo.
Ataviado con un vestuario en riguroso color negro, Alejandro apareció en escena, compartiendo tonalidad con el resto de integrantes de su banda, coristas y personal de producción. Entonces aparecieron también, entre el público, los gritos, carteles, flores y banderas de El Salvador y de España. Sanz no visitaba tierras guanacas desde el 2007, año en el que presentó el disco “El Tren de los Momentos”.
La canción elegida para empezar el concierto fue “El silencio de los cuervos”, tema extraído de “Sirope”, disco más reciente de Sanz y que en esta ocasión venía a promocionar. Pese a que al principio solo las más fanáticas coreaban, la canción emocionó al público, un colectivo que en su mayoría era femenino. Por ahí les acompañaban los esposos, novios, papás, pretendientes que querían ganar puntos con las damas en cuestión y un grupo menor de románticos sin remedio, que también cantaron a todo pulmón cada una de las canciones en las poco más de dos horas de duración del espectáculo.
“Sirope” es diferente si se le compara con las anteriores producciones de Sanz. Esto es evidente a partir de un escenario totalmente modernizado —nuevamente a cargo de Luis Pastor—, y muy lejano a lo que nos tenía acostumbrados. El piano funge como silencioso protagonista que asume el personaje desde que apareció el dueto telonero. Contemplamos entonces los impresionantes juegos de luces que subían y bajaban, tomando formas diversas. Efectos, gráficas e imágenes. Todo fundido con las obvias influencias flamencas del artista, el acostumbrado pop, las dosis de soul y hasta ese funk que ya se dejaba sentir desde “El tren de los momentos”. Aquello fue el guión de su historia musical, a través de una noche plagada de la esencia más pura de Alejandro Sanz en San Salvador.
Este cambio trajo consigo algunas piezas musicales (pocas, aunque sí las más conocidas de “Sirope”) a tierras cuscatlecas. Por ejemplo el tema “Un zombie a la intemperie”, que hizo sacar lo mejor de la voz de Sanz, mientras algunos salvadoreños trataban de entonar el falsete característico del tema; “Capitán Tapón”, la más dulce de sus composiciones, dedicada a su hijo Dylan; y la punta de lanza del álbum, “A que no me dejas”, que mostró la exquisitez de la banda que le acompaña y que también cuenta con una —muy famosa— versión a dueto con el mexicano Alejandro Fernandez. Esta canción permitió mostrar en todas sus formas la privilegiada voz de Sanz, la calidad de músicos que le acompañan, así como un toquecito ranchero en este éxito radiofónico en Latinoamérica.
Cantó “Desde cuando” y fue evidente que el Sanz que enamoró y amarró los corazones de Europa y América Latina se hacía presente en el “Mágico”. Siguió con “Quisiera ser” y “No me compares”, para dar paso a “Camino de rosas”, todas canciones provenientes de discos como “Paraíso express”, “El alma al aire” y “La música no se toca”, parte del Sanz clásico.
A través de una cuidada selección de canciones de sus diez discos —numero cuestionable por cierto—, el artista recorría las historias de amor y desamor de más de algún salvadoreño presente. El griterío, la emoción y hasta las lágrimas que provocaba eran imposibles de ignorar. Y es que hay que decirlo, esas baladas “sanzeras” son las que, normalmente, al calor de un par de copas, nos ayudan a maldecir al susodicho que nos dejó el alma al aire o que nos salvó del hoyo para dejarnos de nuevo el “corazón partío”.
Pese a que no hubo un lleno total, la emoción y energía de las fans salvadoreñas valía por los ausentes. Indicaba, además, que el espectáculo estaba a la altura de los más de 25 millones de discos que Alejandro Sanz ha vendido, además de colaboraciones y premios a lo largo de su historia musical. Tampoco se puede dejar de lado el “plus” que entrega en los conciertos: la sencillez, las bromas (repetitivas algunas) y la aclaración constante del cariño a los salvadoreños por la recepción a su música.
Para entenderlo, basta recordar la más típica de sus bromas, cuando decía: “Porque sois especiales, quiero cantar una canción que compuse hace dos días”… Y daba paso a las que, sin duda, serían las más coreadas. Como por ejemplo, “Amiga mía”, “Mi soledad y yo”, “¿Y si fuera ella?”, “Corazón partío” y “No es lo mismo”. Todas ellas formaban parte de las más esperadas por el público salvadoreño. Alejandro Sanz, quien fuera coach del programa “La Voz”, edición México, soltaba el micrófono para que las voces y los gritos en “El Mágico” asumieran el protagonismo de la noche.
Con una participación soberbia, Sara Devine, corista del español, acompañó con su voz la canción “Looking for paradise”, robándose los aplausos y la admiración de los salvadoreños, quienes notaron su exquisita voz y la razón de porqué forma parte del equipo que acompaña al artista en su gira de conciertos, un tour que ya abarca Europa y un nutrido grupo de países latinoamericanos.
El artista que inició su carrera como “Alejandro Magno” (un hecho no muy conocido por su público), apareció al piano con el tema “Lo ves”. La gran sorpresa fue que lo hizo luciendo la camiseta azul y blanco del astro del fútbol salvadoreño, Jorge “Mágico González”, recurrentemente mencionado en las visitas que Sanz ha hecho a El Salvador en el pasado. Aunque Alejandro es hincha cien por ciento del Real Madrid, recuerda que su familia, originaria de Cádiz, se enganchó con el estilo de juego del salvadoreño que puso en alto al balompié nacional.
Así las cosas, el admirador confeso del delantero salvadoreño dio muestras de su capacidad vocal con un repertorio plagado de sus más conocidos éxitos y un leve toque de Sirope. En algún momento se dirigió a los fans y confesó:
“Esto funciona así: yo digo que me voy… Ustedes piden otra y yo vuelvo… Empecemos…”
Luego de las risas de los asistentes y al grito de “otra…otra”, Sanz regresó para finalizar con algunos de sus éxitos musicales de antaño, como “Viviendo de prisa” o con una versión “recargada” y muy particular de “Pisando Fuerte”, en la que mostró una voz más madura, con sonidos electrónicos. Alejandro volvió a las escaleras por donde entró al inicio del concierto, haciendo de nuevo la delicia de las fans, que ya estaban listas para despedirse y tomarle de nuevo la mano.
“Sirope” es un disco que no ha recibido un trato muy favorable de parte de la crítica, pese a ser, de acuerdo a palabras del artista, “el más personal de todos sus discos”. Sin embargo, muchas veces el querer reinventarse le juega malas pasadas a los cantautores que, como él, lograron llegar a la cumbre con un estilo definido. Alejandro Sanz ya no necesita demostrar nada. Es un icono de la música pop en español, que cuenta con colaboraciones con artistas como The Corrs, Alicia Keys, Alejandro Fernández, Laura Pausini, Shakira, Draco Rosa, Juan Luis Guerra, Jarabe de Palo, Joaquín Sabina, Miguel Bosé, Jesse and Joy y hasta una con Andrés Calamaro, que según se cuenta, no vio la luz por diferencias ya superadas.
Y así fue el paso del almíbar de Alejandro Sanz por San Salvador. El público extrañó otras tantas baladas que no se tocaron por falta de tiempo y que son tarareadas hasta por aquellos alérgicos al pop romántico cursi en español, pero aún así el concierto logró superar las expectativas de los asistentes.
Y su sueño, decía la pantalla, “era estar aquí con vosotros”.
PD: ¿Alejandro Magno? Sí, Alejandro Sanz posee un disco que nadie –ni él- quiere recordar. Bajo el pseudónimo de Alejandro Magno, lanzó “Los chulos son pa’ cuidarlos”, un disco con estilo flamenco-techno, allá por 1989. Google y Youtube son grandes aliados si quieren escuchar este “traspié” en los inicios de Sanz. |
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