La mayor sorpresa de “Los Últimos Jedi” fue la marcada diferencia de opinión entre público y crítica, pero sobre todo un notable rechazo de parte de los fans más puristas. Esto se hace aún más evidente con una caída histórica en recaudación que la película registró en el segundo fin de semana desde su estreno en cines.
[Alerta Spoiler: la siguiente reseña incluye información detallada de la película más reciente de Star Wars]
Goza del apoyo de quienes ven en ella una renovación necesaria o una historia que aún no ha sido desarrollada por completo; pero a la vez ha enfrentado críticas severas de quienes ven en The Last Jedi un irrespeto a la coherencia del canon original de Star Wars.
Pero es el descenso en las recaudaciones de las taquillas de cine en los últimos días lo que muestra señales claras de turbulencia en La Fuerza. Citando al portal IGN: “[Los Últimos Jedi] ha perdido más dinero entre su primer y segundo fin de semana que ninguna otra película antes, con diferencia”, según puntualiza Forbes. La caída de 151 millones es una diferencia mayor que los 121 millones de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte II”.
Pero, ¿por qué?
Daré mi punto de vista al respecto en esta reseña [cargada de spoiler] y trataré de entender el fenómeno en una película que sigue, pese a todo, siendo muy rentable para Disney, pero que ha generado tanto debate y tan peculiar comportamiento en recaudación.
No es la comedia; no son las criaturas; no es que sea innecesariamente larga; ni siquiera es que pretenda ser el remake —a trozos— de “El Imperio Contraataca”. El problema es el desesperado intento por convertirse en el verdadero reboot de la saga, desechando así cualquier arco argumental previo. No hablemos de la trilogía original ni de sus precuelas—que obviamente se las pasaron por donde les cupo—, sino que incluso fallaron con el enlace de su predecesora: “El despertar de la Fuerza”. La cinta misma hace una declaración de intenciones en boca de Kylo Ren:
“Deja morir lo viejo para que nazca quién en realidad eres”.
Además, el argumento de The Last Jedi adolece de un pecado para sus fans: la deconstrucción burda del personaje de Luke Skywalker, el héroe por excelencia de la historia. Esta es probablemente la principal razón del disgusto de los fans, pero a fuerza de ser sinceros esto ocurre porque es un ataque —intencional o no— a la nostalgia de aquellos niños de los años setenta y ochenta que crecimos con la saga original. Han buscado convertir al héroe de una generación en un héroe fallido, fracasado e impotente. Bien lo expresa un youtuber del canal Cinemascomic:
“Al matar a Luke así, no puedo evitar sentir que mataron parte de mi yo niño”.
Pero no todo es malo. Técnicamente, la película es buena; visualmente es atractiva y con momentos entretenidos. Repite fórmulas que, aunque por momentos resultan cansinas, aún funcionan: criaturas, Porg, Ewoks, Monjas ranas… da igual; la enésima versión de la cantina de Mos Eisley, siempre queriendo ser más grande y excéntrica —por cierto, esta parte, la del casino, es aburridísima e innecesariamente larga—.
Hay batallas en el espacio; aventuras de relleno; cosas que ya conocemos, pero que aguantamos. Sin embargo, como antes mencioné, también es un remake a pedazos de “El Imperio contrataca”: tiene su escape, la batalla en las trincheras en el planeta blanco (que sí, ahora es sal y no nieve…muy original, ajá); y tiene la traición de un aliado, solo que este es casual, simplón y sin motivación, a diferencia de Lando, quien era carismático, con una historia de amistad con Solo y una motivación creíble.
La escena del trono de Snooke es calcada de la escena del trono del emperador, hasta en su diálogo y contexto. Phasma Fett, AT-AT, etc. Todo esta ahí, pero hay un enorme hueco. El Episodio V era un nudo en la historia y el VIII no es nudo de nada, es un reinicio forzado. Pasamos de: “Yo soy tu padre” a “Tus padres son nadie”. Y de paso no tienes maestro, ni espada de luz, ni identidad, ni pasado ni futuro. ¡Comencemos de cero!
Esto lleva a lo que en mi opinión es un gran fallo: para ser y permanecer coherente, una obra fantástica presentada por episodios debe de contener una narración enlazada por la autoimposición de sus propias reglas de argumento. Sin embargo, el Episodio VIII no respeta estas reglas narrativas. Por ejemplo, Snooke es enemigo de los Jedi y maestro de Kylo Ren.
¿Por?
No es un Sith. O por lo menos no afirma serlo. Los Sith y los Jedi tienen un conflicto por su aproximación a La Fuerza. El Jedi busca la armonía y el desprendimiento para ser uno con La Fuerza. En cambio, los Sith buscan que a través del poder de La Fuerza sean “liberados”. Los códigos de Jedi y Sith se establecen claramente. En The Last Jedi, Snooke es el enemigo porque sí. No hay muchas explicación al respecto, solo la esperanza de que creer que en el Episodio IX se responderá este mar de dudas.
Ahora bien, si fuera un Sith surge un problema. ¿Quién fue su maestro? No podía haber más de dos Sith a la vez: maestro y aprendiz. Pero eso acabó con Vader. Si fuera Sith, debería llevar el titulo de Darth, y eso no ocurre. Simplemente son antagonistas por generación espontánea.
También se acusa al héroe, Luke, de intentar cometer un acto solo realizado por un Sith llamado Darth Sidious, quien mató a Darth Pleguis en su cama. Esto es así por la deconstrucción burda que hicieron de Luke, el héroe que vio el conflicto en el Sith más grande de la historia, en el Sith que ejecutó la gran purga Jedi. Luke no solo no percibe el conflicto en el villano que nunca deja de ser un niño caprichoso (Kylo), por más que lo disfracen de conflictuado, sino que además le tiene miedo…
¿En serio? ¿Miedo? ¿A Kylo? ¡Si ni al Emperador le tuvo miedo!
Parte del entrenamiento Jedi es enfrentar al Lado Oscuro que forma parte de ellos, como cuando Luke entra a la cueva en el Episodio V, incitado por Yoda. En esa prueba, el Lado Oscuro se figura en la imagen de Vader. Debe enfrentarlo y falla, pero es parte del entrenamiento. En cambio, en The Last Jedi tiembla porque Rey se acerca al Lado Oscuro… ¡Por favor! ¡Todo Jedi recorrió ese camino!
Pero bien, sigamos…
De repente, los fantasmas de La Fuerza lanzan rayos (¿?) y el maestro Yoda también quiere destruir —y de hecho destruye— el vestigio de la orden que siempre quiso preservar. Cuando Yoda y Obi Wan hablan que Luke —por impaciente— no completa su entrenamiento y creen que morirá por partir a intentar enfrentar a Vader, dicen claramente que si cae, aún queda Leia como esperanza de los Jedi. Su intención es preservar la orden; pero en The Last Jedi, Yoda simplemente le da fuego al legado de la orden… ¡Incongruente de cabo a rabo!
Después de eso, que Rey sea Jedi con menos de 18 horas de entrenamiento es lo de menos.
En fin.
Lo que queda claro es que Star Wars es más que un producto cinematográfico; es parte de la cultura popular y para mucha gente es una mitología muy arraigada, y por ende, muy sensible a aventuras iconoclastas que, si bien no van a matar ni por cerca el rentable negocio que representa la franquicia, sí irán poco a poco minando su posición. Me temo que de tanto estirarla se terminará rompiendo, algo parecido ocurrió en los ochenta con “La caravana del Valor” (1 y 2), “Especial de navidad”, “Droides, la serie animada” etc.
Sí, hay más presupuesto ahora, pero recorriendo un camino parecido vemos el futuro de la saga.
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