“Supermán”: no es porque seamos tus hijas  

A mediados del pasado mes de agosto, el teatro Luis Poma volvió a presentar la obra “Supermán: todas son mis hijas”, que cumplió, nuevamente, con el objetivo de despertar los sentidos y motivar un rechazo a la cultura machista y hostil que retrata comportamientos heredados en nuestras sociedades.

Foto archivo FACTUM/Salvador Meléndez


Confieso que los primeros segundos de la obra me incomodaron e indignaron. Quise salir corriendo. Huir. Eran demasiadas expresiones de odio contra las mujeres en nanosegundos. La letra del reguetón, mezclada con esas imágenes, editadas, repetidas y presentadas una y otra vez, aderezadas con la presencia tan desagradable de ese hombre… Sí, ese hombre, cubierto apenas por una toalla; y, después, solo con un boxer. Él, quien, en su performance, expresaba toda esa cultura machista y hostil de la que intento escapar, hizo que el pecho me doliera; que me invadiera una sensación de angustia y asfixia. Su monólogo para abordar –“bajo una mirada cruda e irónica”– la masculinidad, me desesperó en un inicio. Aunque mi primera reacción fue abandonar la sala del Teatro Luis Poma, pensé que quería ver la obra completa para tener una mejor opinión de la apuesta para la temporada 2018: problemáticas sociales. 

Al principio, el actor Óscar Guardado interactuaba con el público; y, yo solo rogaba, en silencio, que su actuación no incluyera bajarse de la tarima y buscar o establecer contacto físico. Comencé a observar a las personas sentadas cerca de mí, sobre todo a las mujeres. Buscaba en sus miradas el asco e incomodidad que yo estaba experimentando. En algunas, me encontré a mí misma. En otras, encontré risas, muchas risas sobre algo tan grotesco y desagradable: el machismo puro, ejemplificado en frases y acciones tan cotidianas que van desde el acoso hasta la agresión sexual. Aunque a diario estamos expuestas a esas letras, esos vídeos en los que se objetiva a mujeres, a esas expresiones y acoso machista me pregunté:

“¿Por qué les da risa? ¿Por qué normalizamos todo tipo de violencia?” 

Óscar me recordó algunos comentarios y comportamientos sexistas obscenos, hostiles, intimidatorios, degradantes, ofensivos o humillantes que he escuchado y experimentado. Esos para los cuales los acosadores utilizan el término “piropo”. Ese acoso callejero, prohibido recientemente en Francia.  Él nos enseñó por qué lo hacen. Lo hacen porque son hombres, porque pueden, porque así han sido educados, porque ellos son “Supermán” y siguen al pie de la letra el manual de masculinidad bajo el cual son educados por el patriarcado. Porque tuvieron el privilegio de nacer hombres. 

Durante el monólogo, la evolución del machismo es presentada a través del personaje. La violencia de él y de otros hombres hacia sus parejas comienza a ser representada hasta alcanzar su culmen: el feminicidio. Mientras escuchamos como música de fondo “Mátalas”, de Alejandro Fernández, Supermán amenaza a su pareja:

“Te quiero tanto que soy capaz de matarte”.

Ella es una mujer que le pertenece porque él así lo ha establecido. Esa mujer que nunca vemos es el rostro de la violencia de género: invisible e imperceptible hasta que se convierte en denuncia o en noticia. 

La transformación del súper  hombre inicia con la paternidad. La deconstrucción comienza cuando se da cuenta de que no puede proteger a su hija de monstruos como él. De súper hombres como él. Y se entera que es uno “de los muchos hombres que no son suficientes hombres”. En su reflexión, explica la automatización a la que se ven expuestos, sobre todo, los hombres. Y reconoce que los hombres no son víctimas, que cuesta salirse de la caja porque eso implica cuestionar todo lo que damos por sentado. 

Seguí de cerca todas las noticias publicadas sobre esta obra, que fue presentada a estudiantes de más de seis centros educativos con el propósito de generar conciencia sobre el machismo. Me parece una buena puesta en escena de un tema que nos golpea a todos y todas. Nos permite reflexionar sobre lo incorrecto de nuestra forma de pensar y actuar. Este monólogo, que se presentó por segundo año consecutivo en nuestro país, me hizo pensar en cuántas almas quebradas y mentes enfermas siguen el guion establecido: el rol y estereotipo aprendido por el patriarcado. 

Además, me hizo pensar en qué pasa con esos hombres que no se deconstruyen y siguen alimentando su masculinidad con chistes, bromas, memes, y ciberbullyn, cargados de lenguaje de odio contra las mujeres. Me hizo preguntarme qué pasa con los acosadores que nunca dejarán de serlo y que en sus columnas de opinión hoy se pintan como abanderados y defensores de los derechos de las mujeres. ¿Y con los violadores? Y entonces me dio mucha tristeza y rabia, porque mientras esas “mentes brillantes”, intelectuales de enciclopedia –pero finalmente con un pensamiento tan básico como el de las personas con poco o ningún acceso a la educación– no cambien, este país tendrá más casos como los de Elda Ramos, Kathya Miranda, Karla Turcios, y Carla Ayala, entre otras historias de violencia sexual y feminicida. 

Finalmente, reforcé mi idea de que una mujer no se tiene que dar a respetar; nos tienen que respetar porque somos personas, no porque seamos las hijas de ningún súper hombre. Ni las hermanas, ni las madres, ni las tías, ni las sobrinas, ni las abuelas. El respeto no viene en función de los parentescos; existe porque, en teoría, tenemos los mismos deberes y derechos. 

Esta obra solo me dejó tentada a seguir visitando el Teatro Luis Poma durante la temporada 2018. Mi expectativa, al leer los resúmenes de las obras, crece porque considero que el arte no solo permite la crítica sino también la reflexión para el cambio de conductas tanto de los hombres como de las mujeres ante una realidad que se nos ha impuesto: el machismo.


  • La Bocha Teatro presentó la obra “Supermán: todas son mis hijas” a mediados del mes de agosto pasado. 

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