“Seguimos arrastrando la exclusión económica y social”

Los años previos a la elección presidencial de 1994 significaron un período especial en la política salvadoreña, dice Rubén Zamora, que fue el candidato por la coalición CD-FMLN-MNR y empujó a una segunda vuelta electoral al candidato del partido ARENA que terminó ganador, Armando Calderón Sol. Fue la incursión política de la izquierda en un país en paz, sin combates de ejército ni guerrilla. Zamora cree que en esos años también se perdieron grandes oportunidades para procurar justicia económica y social. Pero los acuerdos, considera 25 años después, solo daban lo suficiente como para estrecharse las manos entre los bandos que estuvieron en conflicto, hacer reacomodos y crear instituciones.

Foto FACTUM/Fernando Romero


Los vacíos que dejó la falta de esa justicia económica y social, de reunificación del país, han servido de nutrientes de la violencia de la actualidad, de la corrupción de las instituciones, incluso las que fueron fundadas por los Acuerdos de Paz de 1992, y de las pandillas, asegura Zamora. Se descuidó algo importante, reconoce, pese a que, según él, hubiera las mejores intenciones de los bandos políticos.

Tan buenas intenciones había que se pudieron dar entendimientos para las reformas constitucionales que se iban a aprobar en la Asamblea Legislativa para darle vialidad a los Acuerdos de Paz. La tensión en el ejército por verse reducido y sometido al poder civil no era poca. El FMLN buscaba la aprobación de todas las reformas como un paquete, es decir, en una sola sesión plenaria. Pero de parte de la derecha había recelo y se proponía reformas graduales. Zamora recuerda que se lograron entendimientos sin la formalidad de reuniones y se hizo un calendario legislativo para aprobar reforma por reforma. La izquierda aceptó, incluso entendió la tensión dentro del ejército y avaló que los cambios legales a la Fuerza Armada fueran los últimos.

Las de 1994 fueron las elecciones presidenciales claves para el futuro de los Acuerdos de Paz de 1992. ¿Qué importancia tuvieron esos dos años previos a la elección? ¿Cómo se asumían las responsabilidades?

Yo era diputado y era vicepresidente de la Asamblea Legislativa. Entonces estaba muy metido en la parte legislativa. El ambiente era de buscar entendimientos. Por las razones que fueran, se buscaban entendimientos. Por ejemplo, había que hacer reformas constitucionales y podíamos hablar. En esos años, la relación entre gobierno y comandancia del FMLN era muy buena. Bueno, yo no era de la comandancia, yo era de mi partido (Convergencia Democrática), pero nos invitaban a las reuniones donde se discutía. Entonces el ambiente era que había que garantizar el cumplimiento de los acuerdos. Yo creo que fue un período de ventajas que permitió consolidar el cumplimiento de los acuerdos. Luego vino Armando ya de presidente desde el 94 y creo que de todos los que tuvieron que implementar Acuerdos de Paz el que más cumplió, incluso Naciones Unidas lo reconoce, fue Armando Calderón. Había ese ambiente. Eso se fue perdiendo, se fue perdiendo esa confianza de que si el otro te decía “esto se va a hacer” pues eso se iba a hacer. Fue un período en que hubo despolarización.

A pesar del ambiente propicio para cumplir los acuerdos y tener otros nuevos, usted dice que se desaprovecharon grandes temas.

La parte negativa es que en el afán de que los Acuerdos de Paz se cumplieran y se consolidaran, no quisimos ver, y si veíamos no hablábamos, todo lo que faltaba. Por ejemplo, cuando los sindicatos querían hacer huelgas la izquierda los paraba. “Esperate, papá, aguántate unos dos, tres años”. Es decir, era de darle el espacio a los acuerdos, pero eso no nos permitió amarrar el primer proceso a un segundo que era indispensable, porque el primero había sido puramente político, necesario y útil, pero que faltaba el segundo componente de la exclusión económica y social, que lo seguimos arrastrando y se fue perdiendo el espíritu de los Acuerdos de Paz. Empezó un ambiente más de pugnas. Como el FMLN iba creciendo poco a poco, ARENA empezó a querer pararlo.

En el 94 vemos al FMLN incursionando en la política con su candidatura presidencial en una coalición de tres partidos. Mientras fueron oposición, estas fueron las elecciones en que el FMLN estuvo más cerca de ganar la presidencia y apenas era la primera. ¿Qué les hizo tener esa fuerza política tan a prori?

Tenés que volverte para atrás de esto para entender ese fenómeno. La guerrilla del FMLN solo puede compararse con la guerrilla del Frente Polisario del África en su capacidad política y de lobby político a nivel mundial. La guerrilla del FMLN tenía más representaciones diplomáticas en países que el gobierno, en esa época, solo para darte un dato. Y el lobby que teníamos en el congreso de Estados Unidos asustaba. Los amigos decían que nunca los vietnamitas, ni nadie que esté defendiendo una causa en contra del gobierno de Estados Unidos, (había) logrado este espacio, pero lo habíamos logrado. Claro, a esto ayudó el asesinato de las monjas (estadounidenses, 1980) y en general el papel de la Internacional Socialista. Entonces, la comandancia del FMLN, cuando llega al proceso electoral, ya traía un bagaje propiamente político que no lo encontrás en otros movimientos armados.

Ahora, el problema de la elección, dos años después de los Acuerdos de Paz, como Convergencia Democrática, lo percibimos de dos maneras. Como el FMLN se acercó y quería que yo fuera el candidato, eso fue ampliamente discutido en la conducción del partido nuestro, porque había dos posiciones. Una posición decía que Convergencia Democrática era un partido nuevo, acabamos de empezar, hemos estado en elecciones todavía con la guerra y los resultados de nuestras elecciones reflejan un poco el miedo y desconfianza de la gente de votar por la izquierda y que por lo tanto debíamos seguir solos. Y estaba la otra tesis en la que debíamos poner entre paréntesis nuestro partido y planteémonos en la perspectiva de la democratización del país qué significaban esas elecciones y allí era evidente: esas elecciones significaban la posibilidad de que los que estaban fuera del sistema político entraran y se asentaran. La comisión política del partido aceptó que esta segunda tesis era la correcta, que tenía que haber un proceso electoral primero donde el FMLN entrara y no tuviera ninguna tentación de tener una pata fuera y una dentro.

¿Entonces había temor de que el FMLN volviera a las armas después de los acuerdos?

Es que para nosotros era claro que armas todavía tenían, como se descubrió y como era de esperarse. Como me dijo un general de la Fuerza Armada: ningún ejército va a entregar todas sus armas. Dejémonos de inventos. Menos mal que se voló el polvorín en Nicaragua y a partir de allí empezó el descubrimiento de todo. Entonces el sentido de esa elección no era el triunfo de la izquierda, yo lo dije desde el primer momento: aquí estamos para consolidar los Acuerdos de la Paz. El triunfo podrá venir en la próxima elección o a saber cuándo y orientamos toda la campaña en términos de hacer eso. Ese fue el sentido de esa elección y fue exitoso. El FMLN ganó lo suficiente como para asentarse. Tenía Asamblea, tenía diputados, tenía alcaldes (las de 1994 fueron elecciones en que coincidieron las presidenciales con las legislativas y municipales, como ocurrió en 2009). Ganó un montón de cosas.

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Rubén Zamora cuenta que el 1 de mayo de 1994, el día de la toma de posesión de la nueva Asamblea Legislativa con diputados del FMLN por primera vez, él fue a visitar a su madre a Cojutepeque esa tarde.

—Mirá, hijito, démosle gracias a Dios vos y yo que no ganaste, asegura Zamora que le dijo su madre.

—Vaya, o sea que usted quería que yo no ganara.

—No, hijito, yo quería que ganaras. Pero decime una cosa: ¿qué hubieras hecho con lo que pasó hoy en la mañana en la Asamblea? ¿Con quién te hubieras ido? ¿Qué tipo de gobierno ibas a hacer?

“Estaba condenado”, dice ahora Zamora.

El 1 de mayo de 1994, Ana Guadalupe Martínez, Eduardo Sancho, Fidel Dolores Recinos y Juan Ramón Medrano, entre otros, dejaron las filas del FMLN como diputados bajo un movimiento liderado por Joaquín Villalobos. Se trató de la primera división interna del FMLN. Para Zamora, si él hubiera ganado la elección presidencial, hubiera sido desastroso para su gobierno tener divididos a los diputados del partido ganador.

“Hubiera sido un presidente que no le hubiera podido dar ni una orden al partido. Mirá lo de Funes, el partido quiso controlarlo, convertirlo en una especie de vocero de un Consejo de Estado en donde el FMLN tenía mayoría y que él cumpliera con eso, pero el otro los mandó al carajo porque el pueblo a quien lo eligió fue a él no a un Consejo de Estado. Esa es la raíz de la animosidad y del celo exagerado con que Funes a veces juzgó las cosas políticas y no buscó atracción ni entendimiento con el FMLN. Y el FMLN tampoco lo buscó”, comenta Zamora. 

¿Por qué no se alcanzó la concertación económica y social?

Yo no conozco una negociación exitosa que no tenga vacíos. El mejor ejemplo es Guatemala. Son volúmenes el acuerdo de paz, pero ni siquiera pudo sobrevivir un referendo. Y toda negociación tiene cosas que se van a poder tratar y otras que no. Entonces cuando son casos concretos como es el salario de un trabajador, con muchas variables en torno de él, solo se puede ser exitoso cuando lográs enfocarte en lo que puede salir. Entonces, en lo económico tenías a un gobierno de (Alfredo) Cristiani que estaba empezando a implementar una revolución económica neoliberal. Es como que le hubieras dicho a Fidel Castro al día siguiente de la revolución cubana que fue muy bueno lo que acaban de hacer pero que en Cuba se va a hacer capitalismo. Y por el otro lado, tenías a un FMLN sin un programa claro en lo económico. Tenían ideas como mejorar la sociedad, desde luego, pero eran ideas, porque el FMLN tenía la grave contradicción, que creo que no ha podido resolver todavía, entre su adherencia ideológica y sus posibilidades de hacer transformación de sociedad, y en aquel momento era mucho más agudo que ahora.

Hace años el marxismo-leninismo era el credo, hoy ya no. Se creó el Foro para la Concertación Económica y Social, que, cosa no rara, fue la primera víctima de lo que no se completó de los acuerdos. El gobierno no lo quería, pero tuvo que aceptarlo. La empresa privada tampoco lo quería porque se tenía que estar reuniendo con los sindicatos. Y los sindicatos, que eran la esperanza, nunca entendieron que se trataba de un consejo económico y social y no de una disputa laboral por un salario o un despido. No estábamos preparados y no preparamos a la sociedad para enfrentar eso.

¿Se puede decir que hay un enlace entonces entre lo que no se hizo en aquellos años y el resultado de hoy?

La sociedad, cuando tiene desigualdades, y las desigualdades son muy grandes, y hay agentes activos en ambos bandos, tiende a desajustarse y empieza a haber fricciones: huelgas, manifestaciones, toma de fábricas, guerra. La guerra es el terremoto social. ¿Cómo se resolvió eso? Corrigiendo una de las fallas, sin tocar las demás. Se ha ido perdiendo el espíritu de los Acuerdos de Paz, ha aumentado la polarización, la lucha es estrictamente electoral, no tenemos terremotos todavía pero sí el aviso de un sismo fuerte que se llama inseguridad, que producen las pandillas y el narcotráfico. Qué vamos a hacer es la gran pregunta. Allí es donde yo creo que debemos empezar a ver para atrás.

Los partidos políticos en la actualidad parece que están lejos de concertar.

Una de las fallas políticas más grandes de los Acuerdos de Paz es que no tocaron a los partidos políticos. Los partidos de este país somos hijos de la guerra, no de la paz. El FMLN se crio y se hizo para hacer la guerra, ese es su color de nacimiento. ARENA nació para suprimir a los rojos de este país. Incluso mi partido, la Convergencia Democrática, cuando ves el planteamiento original del programa era “luchar por una solución política al conflicto armado”. Entonces la disfuncionalidad de los partidos se hace más aguda y más evidente, más percibida por la sociedad que hace 25 años. Y los partidos, en vez de estar avanzando en la democracia, se están convirtiendo en obstáculos.

¿Qué le parece la Policía Nacional Civil de hoy en día?

Yo veo lo de la policía como un problema de que creamos una institución como si iba a ser una especie de policía modelo, y eso no está mal. Pero la estructura de una policía modelo es para un país que no está enfrentando amenazas de seguridad tan graves como en El Salvador. Empieza a aparecer el fenómeno de las maras. Al principio no les hacen caso, porque quienes tenían que dirigir a la policía y al gobierno no lo percibían como una amenaza a sus intereses. La mara en el fondo es los pobres robando a los pobres y como los que estaban en el poder no eran pobres, los dejaban. Cuando se les empieza a convertir en un problema masivo entonces empieza la reacción: nunca se trató de entender el problema, no se estudió, sino que la solución fue echarles a la policía encima.

Si vos estudiás a las maras, eso es de una complejidad mucho mayor. Y para poder contenerlas o creer que las contenías lo que hacés es aumentar policías. Pero entre más policías metés, la institución se debilita. Lo masivo a veces debilita. Así como si vos tenés un aula con 14 niños tu capacidad de educación es muy alta, si subís a 30 va a bajar la educación que les das a esos niños. Entonces la respuesta del gobierno fue autodestructiva. Ahora creció el número de policías, pero creció más el número de mareros y la capacidad de organización de los mareros y la capacidad de extracción de los mareros, y eso nos lleva a la situación actual en que el número de homicidios hace que El Salvador se vuelva notorísimo en el mundo como el país con más homicidios en el mundo.

Pero la apuesta sigue inclinándose al combate a las pandillas más que a la prevención.

La prevención y el rescate es caro. Son más caros los fusiles. Con los fusiles ves de inmediato los resultados; con lo otro, no. Y honestamente nuestros gobiernos piensan al día de hoy en la próxima elección. Y allí tenemos que las estrategias de seguridad son buenas, pero no tienen un balance justo. Empezaron con la policía comunitaria, que es un elemento indispensable de la estrategia. ¿Qué pasó con la policía comunitaria? Desapareció, cuando eso era el centro. Entonces, ahora, el gobierno se ve enfrentado con una situación en que la población, si hacés una encuesta para introducir la pena de muerte para los mareros, yo te aseguro que más del sesenta por ciento va a decir que sí. Tenés una población que quiere que los maten. Tenés una policía que no tiene la estructura para lo que tiene ahora de gente, que improvisa la educación de sus agentes. Entonces, tenés las condiciones ideales para que haya infiltración en la policía, para que las maras se infiltren, y que tengamos problemas serios de abusos de la policía.

sdr

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Rubén Zamora responsabiliza también a la academia salvadoreña, que poco ha aportado a entender la inseguridad generada por las pandillas. “¿Qué decimos los intelectuales respecto a la naturaleza de las maras? Hasta ahora empiezo a ver un papel por aquí, un trabajo de graduación del otro, una maestría, pero por qué hasta hoy, estamos muchos más atrasados que el gobierno los intelectuales. Y estamos discutiendo si bajamos a cincuenta los diputados, ¿para cambiar eso qué? Nada. Porque a lo mejor vas a tener a los cincuenta de los más pícaros, porque los que no son pícaros quizás son esos 34 que no van a quedar. Pero con el problema de las maras, ¿cuánta investigación están haciendo el país? Y no es para excusarlos, sino para entender”.

¿La responsabilidad es más amplia, entonces, por desatender lo que iba apareciendo después de los Acuerdos de Paz?

Sí. Yo no diría solo desatención; diría errores que hemos cometido. No solo el gobierno, también la oposición, los partidos políticos, en gran medida parte de la sociedad civil y la empresa privada y yo lo resumo en el grave error estratégico de que no vimos los Acuerdos de Paz como una oportunidad para avanzar, sino que los vimos como el pico de la montaña al que habíamos llegado. No lo vimos como un punto de partida, sino como el fin de todo. El error nuestro fue ese y que el espíritu creado en los dos, tres primeros años después de los acuerdos se fue desvaneciendo. Hemos perdido. Pero todavía hay esperanza.

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