No es ciudad para mujeres

Al menos seis de 10 mujeres de 15 años o más fueron víctimas de violencia sexual pública en algún momento de su vida.  Las mujeres en San Salvador experimentan hostigamiento verbal, acoso sexual y violación en plazas, parques y calles. Expertas aseguran que la ciudad tiene múltiples barreras para las mujeres, desde arquitectónicas hasta políticas. Quienes gobiernan no tienen entre sus prioridades garantizar una movilidad segura para ellas.


Solo quería gritar hasta donde mis pulmones soportaran”, cuenta Stephanie*, mientras señala el lugar exacto donde dos hombres intentaron secuestrarla. Como era usual, esa noche ella caminaba sola. Todavía recuerda lo primero que pensó: “Yo dije: si estos tipos me van a matar, que me maten aquí. Quiero que mi mamá encuentre mi cuerpo”. Stephanie pensó que iba a desaparecer. 

No fue un pensamiento infundado. Entre enero y septiembre de 2021, 700 mujeres desaparecieron en El Salvador, según los datos de la Fiscalía General de la República (FGR).

A Stephanie, de 31 años, la intentaron secuestrar a 50 metros de su casa ubicada en una residencial privada de clase media de San Salvador. Su trayecto diario se limitaba de su vivienda a la universidad, y viceversa; a paso ligero caminaba el tramo en unos ocho minutos. Recuerda que eran cerca de las siete de la noche cuando bajó del bus. Diez años después, aún se culpa de lo que le ocurrió: cree que regresó muy tarde, pues tuvo una prueba universitaria y los comentarios finales con sus compañeros retrasaron su llegada.

La calle donde transitaba y fue atacada Stephanie no está señalizada. “La calle no ha cambiado mucho”, dice. Para caminar en la acera se deben esquivar algunas raíces que crecen de los árboles robustos de las orillas. La visibilidad es muy limitada: los árboles y la luz tenue de tres lámparas en el recorrido hacen que la claridad sea aún más complicada.

“La señalización para la gente que va a pie, ¿adónde está? No te puedes ubicar (…). Esos elementos hacen que te sientas más insegura, si no sabes adónde estás, adónde vas”, externó Sara Ortiz, socióloga española, máster en planificación urbana y autora del libro “Urbanismo Feminista”.

Todo el trayecto de Stephanie está repleto de casas.  Al caminar, una a una se escuchan murmullos de conversaciones o sonidos de programas de televisión. Mientras camina, hace una pausa: “ya ni me acuerdo cuántas veces me han asaltado y acosado en la calle”, comenta.

183 mil mujeres viven en San Salvador, el departamento más inseguro para las mujeres según datos de ORMUSA. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Stephanie es una de las 183 mil mujeres que vive en San Salvador, el departamento más inseguro para las mujeres en El Salvador en términos de violencia contra la mujer, según reflejan datos recopilados por el Observatorio de Violencia contra la Mujer de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA). Entre enero y junio de 2021, en el informe semestral sobre hechos de violencia contra las mujeres en El Salvador realizado por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, en coordinación con la Dirección General de Estadística y Censos (DIGESTYC), se sumaron 13,348 hechos de violencia contra la mujer en todo el país.

“Escuché que me llamaban. Yo me hice como que no era conmigo y aceleré el paso. En cuestión de segundos el hombre ya estaba al frente mío y al lado estaba el otro, adentro del carro, con la puerta abierta. Le decía ‘apúrate’”, narra la joven.  

Muchas de las calles de San Salvador carecen de suficiente iluminación para poder circular a pie y de noche. Foto FACTUM/Natalia Alberto

El atacante la forzó en dirección a la puerta del carro y ella, según recuerda, gritó hasta donde sus pulmones soportaron. Ninguno de los habitantes de las casas de aquella zona residencial salió a auxiliarla. “Nadie”, reprocha. 

Según la Encuesta Nacional de Violencia Sexual Contra las Mujeres 2019 realizada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas El Salvador (UNFPA) en el área urbana, al menos 6 de 10 mujeres de 15 años o más han sido víctimas de violencia sexual pública en algún momento de su vida.

Stephanie es una mujer morena, mide 1.60 metros y es de consistencia menuda. El jaloneo hizo que ella y su atacante llegaran hasta el centro de la calle. “En ese momento apareció un carro y creo que los hombres tuvieron miedo. Yo le gritaba al del carro que me ayudara. Solo se llevaron mi cartera, mi celular, el cartapacio de la universidad y mis libros. El del carro no paró, pero yo corrí a la esquina”, dice.

En la esquina había un comedor. “Había clientes y uno de ellos me vio llorar con la ropa desarreglada y los rasguños en mi piel. Ahí me prestaron un teléfono para llamar a mi casa”, relata. Fue su hermano quien llegó a recogerla a ese lugar. El temor era tanto que él le tapó el rostro para evitar que la reconocieran al salir..

Las mujeres en San Salvador experimentan momentos de hostigamiento verbal, acoso sexual y violación en plazas, parques y calles. Lo más grave es que, según expone la “Metodología y estrategia de gestión del Espacio Público”, realizado por la Oficina de Planificación del Área Metropolitana de San Salvador (OPAMSS), “el acoso verbal se ha convertido en la manifestación de violencia contra la mujer más aceptada culturalmente y menos sancionada legalmente”. Revista Factum se comunicó con OPAMSS en múltiples ocasiones para buscar su comentario respecto a la metodología, pero no recibió respuesta.

La ciudad en deuda

OPAMSS determinó que el acoso verbal se ha convertido en la manifestación de violencia contra la mujer más aceptada culturalmente. Foto FACTUM/Natalia Alberto

“Podemos decir que la movilidad de las mujeres en general está restringida. No es lo mismo para un hombre que para una mujer la experiencia en ciertos espacios. Las mujeres siempre terminamos tomando estrategias para evitar ciertos controles de riesgo, por ejemplo: no salir de noche, no usar cierto tipo de ropa, ir acompañadas, o estrategias de prevención como notificar a alguien adónde vamos o cómo estamos”, explica la arquitecta y especialista en urbanismo feminista, Sofía Rivera.

Rivera señala que el enfoque de género “todavía no es importante para el urbanismo en general”, es decir, que las ciudades no son diseñadas para garantizar la seguridad de las mujeres al desplazarse. Sin embargo, destaca que OPAMSS tiene claro qué es una ciudad segura para las mujeres y espera que la metodología, elaborada en 2019, “no quede en letra muerta”.

Pero, ¿qué hay en una ciudad segura con enfoque de género? Los espacios seguros deberían ser señalizados para saber hacia dónde vamos; las mujeres deberían ser respetadas, deberíamos ver y ser vistas, oír y ser oídas, escapar y conseguir ayuda; y deberían existir espacios limpios y actuaciones colectivas donde la comunidad participe en los espacios, añade la arquitecta.

El espacio público carece de aceras y de suficiente iluminación para que las mujeres puedan desplazarse con mayor tranquilidad. Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Rivera señala que el derecho a la ciudad, que según Naciones Unidas es “el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, transformar, gobernar y disfrutar los espacios”, termina siendo un privilegio para cierto grupo, porque las mujeres tienen marcada la “geografía del miedo”, que se delimita en espacios a los cuales las mujeres no asisten por temor, y asegura que muchas realizan trayectos lineales como de la casa, tienda e iglesia; por su seguridad.

En el municipio de San Salvador seis de cada 10 mujeres sufrieron acoso sexual en las calles. De esta cifra, nueve de 10 sufrieron acoso oral, a dos de 10 las siguieron y a dos de 10 la tocaron o intentaron tocar, según un diagnóstico realizado por la Fundación FAD juventud y Colectiva Feminista para el Desarrollo Local entre 2019-2020.

Las mujeres tienen miedo. Aunque las cifras indiquen que hay más hombres afectados por la violencia, el temor es más grande en las mujeres, según expone la “Metodología y estrategia de gestión del Espacio Público” de OPAMSS, “se habla del temor que limita el derecho a disfrutar la ciudad y que obstaculiza la participación de las mujeres”, detalla.

Irma Lima, coordinadora equipo San Salvador de la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, señala que en El Salvador es muy poco el presupuesto que se designa en los gobiernos locales para hacer intervenciones desde la mirada inclusiva en las ciudades. Lamenta que “algunas pruebas pilotos de algunas alcaldías siguen siendo: -hacer una cancha de fútbol- y eso solo va perpetuando unos valores que hemos intentado deconstruir”. En su opinión, tal como están diseñados los espacios físicos contribuyen a que los hombres sientan que se encuentran en una posición de poder.

“A la política no le interesa la defensa personal de las mujeres”, dice Claudia Fuentes, creadora del taller de defensa personal feminista “Yo reacciono”. “Una cosa es que vos digas ¨yo quiero dar clases de karate¨ a que vos digas ¨yo quiero dar clases de defensa personal feminista (…) La parte física está preparada, lo que no está preparada es la mente”, detalla. Incluso, un gobierno municipal le solicitó sustituir la palabra “feminista” por “femenino” en el nombre de su taller. “No están listos”, recalca.

Existe, según explican las expertas, la geografía del miedo: espacios a los cuales las mujeres no asisten por temor. Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Luego del ataque que sufrió Stephanie, los hombres de su núcleo familiar le prohibieron volver a caminar sola. Asegura que desde ese día, siempre hubo uno de ellos esperándola en la parada de buses, o cuando había posibilidad, se movilizaba en carro. “Para esperarme siempre era uno de mis hermanos, mi papá o mi novio. Siempre fue un hombre, jamás mi mamá o mi hermana”, detalla.

El intento de secuestro ocurrió en octubre de 2012. Parece lejano, pero para ella es como si pasó ayer.  Recuerda cada detalle, como que pasaron más de seis meses para que ella volviera a movilizarse con “libertad”. No denunció porque según ella las autoridades “no iban a solucionar nada”. Según la Encuesta Nacional de Violencia Sexual Contra las Mujeres 2019 realizada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas El Salvador (UNFPA), el hecho de violencia sexual más frecuente el el ámbito público es haber recibido piropos con insinuación sexual. De esos piropos, Stephanie dice que está “muy cansada” de escuchar al caminar. 

En el municipio de San Salvador, seis de cada 10 mujeres sufrieron acoso sexual en las calles, según un estudio de la Colectiva Feminista Para el Desarrollo Local. Foto FACTUM/Natalia Alberto

Hace ocho años, Stephanie adquirió un “taser”, el arma de electrochoque que imposibilita la movilidad de otra persona por un tiempo limitado. Karla Benítez, fundadora de Kalu Defense, una tienda en línea de accesorios de defensa personal, dice que la mayoría de sus clientes son mujeres. “Si los hombres compran algún producto, es para regalárselo a su novia, hermana, mamá o amiga. Todas mujeres. Creo que estos productos te hacen sentir más valientes”, dice.  

Stephanie dice que “por suerte” nunca ha utilizado el taser, sin embargo, la hace sentir mucho más segura en su trayecto. “Creo que con esas cosas uno aprende siempre a estar pendiente de todo, incluso creo que al estar en un carro tampoco se hace invencible. En este país uno nunca puede andar segura. Hay que cuidarnos entre nosotras”, lamenta.


*Su nombre real no ha sido publicado por razones de seguridad.

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