Sonia Melara: “No soy una artista que vive del escándalo”

Sonia Melara es una refugiada en la capital artística del mundo. Aturdida por la censura velada y el rechazo a su obra —que combina el desnudo con elementos mitológicos y religiosos—, la pintora salvadoreña se instaló en Nueva York desde hace 15 años, participando en exposiciones colectivas y promoviendo la plástica de sus connacionales. También captó la admiración de Charles Leslie—cofundador del Museo Leslie-Lohman de Arte Gay y Lésbico—, quien financió la publicación de un catálogo retrospectivo casi completo de su obra, con ensayos que la revalorizan como artista de vanguardia.


Yacen, mirándose el uno al otro sobre una alfombra sumeria, en el mítico jardín del pasado. Gilgamesh, rey de la ciudad mesopotámica de Uruk, y su amigo Enkidu descansan de su heroica gesta buscando la inmortalidad y rozan sus pieles desnudas en antesala del encuentro total.

Los protagonistas de la primera epopeya de la Historia, que se remonta a más de 2,000 años antes de Cristo, cobran una nueva dimensión –moderna y humana– producto del pincel de la artista salvadoreña Sonia Melara.

La obra en pastel, óleo y hojas de oro sobre madera fue comisionada en 2015 por Charles Leslie, cofundador del Museo Leslie-Lohman de Arte Gay y Lésbico de Nueva York. La admiración del coleccionista y filántropo por Melara –a quien describe como una “mujer menuda, elegantemente vestida y con chispas de acero en su mirada”– es tal que no solo ha donado todas sus obras al Museo sino que financió la publicación de un catálogo retrospectivo casi completo, una recopilación que para ella es un sueño hecho realidad.

“He sido un aficionado por largo tiempo del arte figurativo, y Sonia es una maestra de la figuración. Ella hace la forma masculina y femenina con igual brillantez. Sus referencias al clasicismo, religión y temas antiguos hacen su trabajo mucho más intrigante”, dice Leslie en el prólogo de “Sacred Bodies” (Cuerpos sagrados), el libro publicado y presentado en Nueva York el 23 de marzo de 2017.

“Game to your Heart” (2003) fue la primera de una veintena de obras que Leslie ha comprado a Melara para enriquecer su colección de arte gay; ésta fue donada a la colección del museo, el cual fundó junto a su pareja, el diseñador Fritz Lohman (1922-2009).

Lohman tiene un especial interés por la epopeya de Gilgamesh y Enkidu, considerada una de las primeras obras literarias de la humanidad. Ambos héroes de la antigüedad, que  libraron batallas épicas para vencer a la naturaleza e imponer la civilización, se vuelven amigos, aunque en la interpretación de Lohman se trata del primer romance de la literatura universal.

Así, comisionó a Melara la creación de dos momentos de la famosa epopeya; además de  “Gilgamesh y Enkidu-Cuerpo y alma” y “El Encuentro”.

“Los resultados son impresionantes”, destacó Lohman.

Melara explicó que, como en muchas de sus obras, el proceso de gestación y elaboración de ambas fue largo. “Todo comenzó en el otoño del 2015, en una cena casual con Charles Leslie. Él me comentó sobre la historia de Gilgamesh y Enkidu, y que le encantaría que yo hiciese una obra sobre el tema. Yo estaba en ese momento trabajando en Modern Prometheus, y le dije que me interesaba mucho su propuesta. Al terminar Modern Prometheus tuve que viajar a El Salvador y me quedé ahí por seis meses, cuidando de mi madre. A mi regreso a Nueva York retomamos la idea con Charles y comencé a empaparme en la cultura Sumeria para encontrar el alma de la historia, los colores y las formas. También comenzamos con el casting para las obras. A estas alturas no había limitación en cuanto al número de obras sobre el tema. Nos decidimos por Vitalii y Franko para modelos de las mismas. Esto fue en el otoño del 2015”, cuenta la artista.

La primera de las obras, “Gilgamesh and Enkidu-Body and Soul”, estuvo finalizada en marzo del 2016. Luego, Melara viajó dos veces a El Salvador, debido al débil estado de salud y posterior fallecimiento de su madre, en junio. “A mi regreso comencé la segunda de las obras: Gilgamesh and Enkidu-The Encounter, la cual estuvo finalizada en noviembre del 2016”.

Las obras de la artista salvadoreña ocupan un lugar privilegiado en la colección del Museo Leslie-Lohman. Inicialmente, Lohman pensó en publicar un catálogo sobre ellas, pero a medida que fueron avanzando en la documentación, la idea creció hasta convertirse en una retrospectiva casi completa, algo sin precedentes para Melara. Además, esta es la primera vez que los dueños de algunas obras autorizan la reproducción fotográfica. Tal es el caso de “Leia Superstar” (2007), elaborada con lápiz, óleo, oro y plata sobre cartón, propiedad del doctor Boris Espinoza; y “Edipo y la Esfinge” (2000), colección de la artista.

“Sacred Bodies” muestra desde los trabajos más tempranos de Melara, cuando vivía en El Salvador y repartía su tiempo como arquitecta, catedrática y artista “con una clara tendencia temática y estilística dentro del arte nacional que erotiza el cuerpo en un estilo realista y clásico”, en palabras del curador del Museo de Arte de El Salvador, Jorge Palomo. Dentro de esa tendencia también se encuentran Walterio Iraheta, Catolo (Jorge López), Guillermo Perdomo, Rafael Varela y Mayra Barraza.

Las obras de Sonia Melara ocupan un lugar privilegiado en la colección del Museo Leslie-Lohman.

Barraza, junto con Sonia Melara, continúa Palomo, son las primeras artistas salvadoreñas en erotizar el cuerpo masculino. “La desnudez, los detalles de vello corporal, los tatuajes, y las poses de contorsión” en las obras son algunos de los elementos que destaca el curador.

Por su parte, el crítico de artes plásticas, Mario Castrillo, destaca que Melara desarrolla su trabajo pictórico dentro de la corriente del Hiperrealismo. “El Hiperrealismo surgió en Estados Unidos en la década de los años 60 del siglo pasado, bajo la influencia del Pop Art, al tomar como temas aspectos de la vida cotidiana en el marco de la sociedad de consumo. En el Hiperrealismo, el dibujo juega un papel predominante, junto a los dominios técnicos de orden clásico y académico –el volumen, la proporción, el claroscuro, la perspectiva lineal, la teoría del color– establecido en el mundo del arte desde los tiempos del arte griego y retomado por el Renacimiento”.

En El Salvador, continúa Castrillo, “Sonia Melara se aleja de la representación del mundo exterior y centra su visión en aspectos filosóficos y religiosos cargados de un fuerte erotismo. El erotismo es un aspecto fundamental en el ser humano y sin el cual no podría existir, en cuando está relacionado con la reproducción de la raza humana. En los animales es el instinto, en el ser humano el erotismo, que conlleva dentro de sí las sensaciones, emociones y el deseo”.

“Sonia Melara se ha caracterizado por presentar desnudos femeninos y masculinos sin tapujos. En algunas obras hace referencias a aspectos de la mitología greco romana y en otros a aspectos de la religión católica. La naturaleza de su obra causa polémica en sociedades conservadoras y mojigatas como la de El Salvador, de gran influencia religiosa. Sonia rompe tabús y convencionalismo sociales”.

–Mario Castrillo

Muestra de la obra de Sonia Melara.

Desafío gráfico

El libro “Sacred bodies” contiene la reproducción fotográfica de casi todas las obras creadas por Melara. En Nueva York, el trabajo estuvo a cargo de Alex Geana; y, en El Salvador, a cargo de los fotógrafos María Teresa Díaz Colocho y Federico Trujillo. Nelson Crisóstomo, quien trabaja con Trujillo, comentó que fotografiar las obras implicó algunos desafíos debido a la variedad de las dimensiones de las obras, y también porque en el país los recursos de alta tecnología son limitados.

Ellos realizaron las sesiones fotográficas en las casas de los coleccionistas, instalando pequeños estudios de iluminación. “Es complicado fotografiar pintura porque tienen que quedar los colores casi perfectos, y la iluminación tiene que ser bien medida. (Fue muy interesante porque) la obra de ella (Melara) tiene bastantes detalles de medios tonos en la figura humana”, explicó Crisóstomo.

Uno de los cuadros más complejos de fotografiar fue “El Martirio de Ganymede”, de 2001, parte de la colección del doctor Mariano Castro Magaña; y portada del libro, ya que su formato es de 63.75 x 119.5 pulgadas, recuerda Crisóstomo.

Geana, por su parte, se aseguró de que todas las fotografías –desde el archivo personal de Sonia Melara en diapositivas hasta las imágenes realizadas en la colección del Museo– estuvieran registradas apropiadamente.

“Ver su cuerpo de trabajo fue muy impactante. Me encantó conocer mucho más de ella como artista y apreciar su evolución”.

– Alex Geana

Las pinturas grandes tienden a tener vida propia por ellas mismas, hay que estar en un estudio y conocer cómo debe hacerse para asegurar que la luz que se refracta de ellas no interfiera con el trabajo, sostuvo. “La fotografía es realmente manipular la luz, entonces capturas el sujeto. Cada obra de arte tiene su propia vida”.

Según el fotógrafo, “La última cena”  tiene muchas capas y medio, desde silicon hasta hojas de oro y pintura normal. Esa fue una de las primeras obras que Charles Leslie compró a la artista y da la bienvenida a las visitas en su apartamento. “Es realmente un trabajo maravilloso y tuvimos que tomarnos nuestro tiempo para asegurarnos que fuera capturado apropiadamente”, dijo.

Porque la ha visto muchas veces, es una de sus obras favoritas, pero confiesa que es atraído por los colores brillantes y las formas figurativas en la obra de Melara.

La publicación incluye obras tempranas como “Ofelia” (1984), Marilyn (Tríptico, 1985), “Mind Games” (1986), pasando por “El Instante Eterno” y “La ciudad y el ángel”, ambos de 1991, “Ximena, La Edad Dorada” (1995), “Sublimación de la Ansiedad” y “Rubén en Rojo”, “Lo Sagrado y lo Profano”, todos de 1999. Le siguen  “Edipo y la Esfinge” (2000), “Transparencia del Pensamiento” (2009), “The Sunset Garden” (2010), propiedad de Jaime Balseiro. Algunas de las más destacadas son “El Corazón Ardiente” (2004), los estudios de Vitalii y Franko –los modelos de Gilgamesh y Enkidu– y “El Encuentro”, desplegado en las páginas 48 y 49.

El tríptico “Leia and the Spring-El Nacimiento de Afrodita” (2007-2013) que mide 120 x 60 pulgadas en total, también es destacado.

Incluye además los ensayos “Humanizando los Iconos”, de Marcia Newfield; “Sonia Melara: De los Iconos Bizantinos a un Idioma Posmoderno”, de Stephen Lamia, Lamia Stephen Lamia, Profesor emérito de Artes Visuales en Dowling College; “Sonia Melara o la Elevación de una Nueva Confianza”, de Ana Marroquín Zamora y “Amor Sagrado y Profano”, del doctor Mariano Castro Magaña, uno de los principales coleccionistas de arte salvadoreño.

Sobre “Ganymede”, Castro Magaña afirma que la artista logra representar la violencia de una abducción sexual, en la que claramente pueden encontrarse una relación paralela entre su arte y muchos objetos religiosos, como “Éxtasis de Santa Teresa”, de Gian Lorenzo Bernini.

Lamia, por su parte, precisa que el proceso da la característica única en el trabajo de Melara: “Lo que primeramente aparece como collage (…) actualmente son motivos en dos dimensiones en medios mixtos. Ella libremente mezcla pintura de aceite, pastel, grafito, crayón, oro, plata, copper leaf y silicón aunque no necesariamente en todas sus pinturas”.

Newfield, editora y catedrática de inglés, destaca la evolución de Sonia Melara como profesional de las artes plásticas. “En varios grados, el paisaje incluye a la familia, comunidad, ancestros y el país. Las tres décadas de la carrera de Sonia Melara es una conversación continua con su evolución en una familia católica, en escuelas católicas, en un país católico permeado con una vida religiosa. Algunos han visto su trabajo como chocante y confrontativo por su desnudez explícita. ¿Está ella desacralizando símbolos tradicionales e imágenes o elevándolos y humanizándolos?”, cuestiona.

La desnudez y los elementos religiosos –muchas veces presentes al mismo tiempo– han propiciado la censura de la obra de Melara, tanto en El Salvador  y Guatemala, como una ocasión particular en Nueva York. A finales de los años 90, durante la bienal de arte Paiz, la artista recuerda que le fueron devueltas sus obras, incluso dañadas por manejo inadecuado, lo cual le pareció una falta de respeto para su trabajo.

Igualmente, viene a su memoria un polémico episodio ocurrido en 1999 en el Patronato Pro-Patrimonio Cultural de San Salvador, por la instalación de la exposición “Anno Domini”, ya que se recibieron anónimos y amenazas con pedidos de excomunión.

“Es la ignorancia, es la falta de conocimiento sobre el arte de las personas que tienen poder de decisión. Recuerdo que, además, tuve poco apoyo del gremio artístico salvadoreño”.

–Sonia Melara.

“Ganymede” es una de la sobras más destacadas de Sonia Melara.

Ambos episodios marcaron la pauta para tomar la decisión de emigrar e instalar su estudio en Nueva York.

Newfield recuerda, además, el episodio en el cual unas obras fueron cubiertas durante algunos días que duró una exposición colectiva llamada “Erotic Daily Life” en 2002, en the Bronx Academy of Arts and Dance.

“En el caso de el Bronx parece que se trató más de una cuestión de orden comunitario… ya que llegaban niños. Me pareció peculiar, tratándose de Nueva York, pero no le di mucha importancia”, afirma Melara, al tiempo que destaca cierto conservadurismo en galerías latinas. “Con el Museo Leslie-Lohman es con quienes me he sentido más cómoda, porque han sido abiertos con mi obra… Cuando comenzamos a trabajar en el libro y en la presentación no hubo censura de ninguna clase”, destacó.

No obstante, más contradictorio resultó la censura de las obras “Ecce homo” (2006) y de “Jocasta-Freud y el Mito” (1999), después de ser invitada por la Sala Nacional de Exposiciones y la Asamblea Legislativa, respectivamente.

Aunque la censura incomoda, Melara prefiere apreciar el lado lleno del vaso: “Mucha gente quiere ver mi obra y la va a entender. No soy una artista que vive del escándalo, no quiero perturbar a la gente”, afirma. Sobre la censura y la polémica de su obra y la relación con el mundo artístico salvadoreño habló recientemente en una entrevista que puede leerse aquí.

La publicación de “Sacred Bodies” por parte del Museo Leslie-Lohman es para la artista salvadoreña un sueño hecho realidad porque le ha permitido recopilar casi toda su obra, ahora repartida en varios países.

Aunque el libro todavía no es conocido en El Salvador, la publicación ya ha despertado interés. El historiador del Arte, Rafael Alas, piensa que se trata de “un reconocimiento a la labor continuada de Sonia en cuanto a la representación del cuerpo femenino y masculino, más allá de las restricciones y evasiones de una sociedad hacia esta expresión”. Añadió que aparte del desnudo, “Sonia se ha expresado artísticamente, llegando sus obras a públicos que se han identificado con sus obras de una manera especial. Este catálogo reconoce esta expresión con la que se identifica la población gay y lesbiana, y la lleva a un recinto museístico como manifestación valedera”.

¿Y qué pasa si vienen a etiquetarla como artista del mundo gay y lesbiano?

“Algunas personas lo harán y eso no puedo evitarlo… pero no me perturba ni me quita la vida”, puntualiza.

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Al cierre de esta nota, Sonia Melara hacía preparativos para viajar a El Salvador a atender a una tía materna que ha sufrido un quebranto de salud. Espera poder hacer las gestiones necesarias para presentar la retrospectiva de su obra.


Embajador Zamora espera una “reconciliación” con El Salvador

Rubén Zamora, Embajador de El Salvador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estuvo acompañando la presentación del libro “Cuerpos Sagrados”, de Sonia Melara.

El Embajador de El Salvador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Rubén Zamora, fue uno de los invitados especiales a la presentación del libro “Cuerpos Sagrados”, donde el Museo Leslie-Lohman rinde homenaje a la artista salvadoreña Sonia Melara.

Zamora no conocía personalmente a la artista hasta que fue nombrado como jefe de la Misión. Ella ha fungido como Agregada Cultural Ad Honorem y ha ejecutado un programa cultural que ha incluido las exposiciones Highlights de pinturas salvadoreñas en Nueva York y apoyo a la escuela del Distrito Italia de Tonacatepeque.

“Reconozco ante todo su calidad humana y como artista ha estado ayudando mucho, dando a conocer el arte salvadoreño, especialmente la pintura”, dijo Zamora para Factum.

El diplomático calificó la obra de Sonia Melara como deslumbrante. “Ella hace uso del color muy tropical y expresa el ambiente natural donde nació. Además el manejo del dibujo es muy destacado”, opinó.

“Como mujer, Sonia ha tenido la voluntad y el coraje en un medio artístico muy conservador, como el salvadoreño… Su pintura implica ir más allá de lo convencional en El Salvador. La combinación de elementos de la religión es única y por eso ha tenido que pagar un precio: el rechazo de los sectores conservadores”, destacó.

Sin embargo, con el homenaje que ha recibido de parte del Museo Leslie-Lohman, Zamora espera que haya una reconciliación de ellos con la artista que ha abierto brecha en la capital artística del mundo.

 


FICHA DEL LIBRO:

  • Título: Sacred Bodies by the Leslie Lohman Museum of Gay and Lesbian Art
  • Prefacio por: Charles Leslie
  • Director Ejecutivo: Charles Leslie
  • Producción de Arte y Diseño: Harvey Redding
  • Director de Fotografía: Alex Geana
  • Fotografía en El Salvador: María Teresa Díaz Colocho y Federico Trujillo
  • Editora: Marcia Newfield
  • Editor contribuyente: Stephen Lamia Ph.D.

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