“Somos iguales que los oyentes”

Edwin Molina es profesor sordo en el Complejo Educativo Griselda Zeledón. Edwin lleva una camisa azul donde pone profesor en lengua de señas. Delmy Bonilla es compañera de trabajo de Edwin en la escuela, y mientras sus alumnos hacen unas tareas en el salón de clases se desarrolla esta entrevista en la que hace de intérprete. Los sonidos y ruidos que hacen los escolares de ocho años interrumpen muchas veces la conversación a tres, pero no hay manera de controlarlo, vienen a ver de qué estamos platicando y preguntan cosas todo el tiempo. Rápidamente Delmy les hace señas para que regresen a sus pupitres y dejen de interrumpir.  Edwin, profesor de informática en la misma escuela,  solo espera con las manos posadas sobre sus piernas hasta que Delmy se desocupa y luego empieza a contar poco a poco su vida.


A mi familia le costó mucho,  yo vivía en un pueblo, en el campo, hace bastante, en una zona rural en Usulután. Somos cuatro hermanos, dos oyentes y dos sordos, y no había cómo comunicarnos, nada, nada…No había mucha información sobre las personas sordas, el tema era desconocido. Mi papá y mi mamá no sabían qué hacer, yo me recuerdo que siempre estaba con ellos pero no había comunicación, solo por medio de gestos. No tenía nada de comunicación con mi familia y así fui creciendo, yo me enfermé de meningitis cuando tenía un año y medio más o menos, quedé sordo por completo, entonces mi papá no hallaba qué hacer.

No iba a la escuela, hasta cuando tuve nueve años, entonces nos vinimos a San Salvador y comencé en el Centro de Audición y Lenguaje del ISRI (Instituto Salvadoreño de Rehabilitación Integral), cuando tenía más o menos 10 años, y comencé a aprender señas, poco a poco me fueron enseñando cómo comunicarme hasta que llegué a sexto grado. En séptimo y octavo ya no había escuela para sordos. Al llegar a sexto grado teníamos que ir a talleres, porque séptimo grado no había.

Una asociación de papás y mamás que apoyaba a los sordos,  luchó y luchó para que nosotros tuviéramos educación hasta bachillerato. En séptimo grado estaba con oyentes, pero por un tiempo corto, los papás seguían luchando, no fue fácil porque había muchos límites, hasta que fundaron la Escuela para Sordos Griselda Zeledón para séptimo, octavo y noveno. Yo los estudié aquí porque bachillerato en otro lugar no había, esta fue la primera escuela y yo fui del primer grupo de bachilleres que salieron. Yo hice el bachillerato a distancia me costó porque estuve con tutores, pero no entendía a los profesores, viajaba, regresaba. Mi familia me ayudaba pero podía señas, les costaba, mi papá nunca aprendió señas. Mi hermano más o menos, pero no fue fácil.

Ingresé a la Universidad Francisco Gavidia en la carrera de profesorado, tres años. Fue dura la universidad, solo había tres sordos, cuando ingresé no había ni siquiera intérpretes, gracias a un amigo compañero mío que empezó a aprender señas y tenía habilidad para aprender y me sirvió como intérprete. Fueron tres años que estuvimos pidiendo a la universidad, el rector nos decía “sí, sí”, pero nunca nos dio intérprete. Me gradué pero me costó por la barrera de la comunicación. El español escrito también nos cuesta a nosotros porque no hay bases, no hay alguien que nos haya enseñado el español escrito como segunda lengua, el bilingüismo. Falta profundizar la enseñanza del bilingüismo aquí en El Salvador. Seguimos luchando, pero gracias a dios ya hay cinco escuelas para sordos, pero solo en esta escuela hay bachillerato.

Gracias a dios ya tengo nueve años trabajando aquí en la escuela como profesor de informática.

(Los niños del salón llegan a preguntar cosas a cada momento. Quieren saber, sonríen, observan todo con curiosidad,  mucho mayor que la de otros niños a su edad, porque ellos exigen más comunicación – explica Delmy- no hay sonidos que les adviertan de lo que sucede afuera, quién viene o qué pasa. Todo está en lo que manifiestan unas manos, unas señas que surgen y desaparecen rápidamente. Es un idioma desconocido para la gran mayoría de la población, una barrera que nos separa si no contamos con una tercera persona que como Delmy hable en su nombre).

Hay muchas barreras sociales, hay un reto para la sociedad por la comunicación, más que todo por medio escrito, en papel, para ir al banco, con la familia, para ir a un abogado, al médico… Por ejemplo, yo iba al médico y el doctor hablaba, hablaba y hablaba, y yo no entendía lo que me decía, me quedaba mejor llevar siempre a un intérprete que me acompañara para que quedara todo claro, mi familia me acompañaba.

Yo veo que alguna gente se burla cuando estamos haciendo señas, les da risa, se burlan. Dicen que los sordos somos mudos, esa palabra es ofensiva, no es buena, es una falta de respeto para el sordo, no me gusta tampoco que digan: “pobrecito sordo” y que me tengan lástima. De ahí normal, somos iguales que los oyentes.

(Delmy explica que hasta la década de los 90, en El Salvador se aplicaba la disciplina del oralismo a las personas sordas – algunas personas mayores aún lo hablan para comunicarse con oyentes-, pero ahora se utiliza el bilingüismo. La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad reconoce a las personas sordas como un grupo cultural en si mismo, con su propia lengua  y por ello el español escrito es el segundo idioma que aprenden tras saber manejarse con el lenguaje de señas).

Hace falta enseñar más el bilingüismo, qué significa ser bilinguista, primero que los profesores de parvularia deben tener habilidad con las señas para que la comunicación no sea una barrera, que el niño desde pequeño ya va teniendo la habilidad, más los papás y las mamás, es importante que la familia aprenda señas. El lenguaje de señas es fácil, antes trabajé dando clases de señas a personas oyentes. Todos los jóvenes ligerito aprenden, pero las personas adultas ya les cuesta más, la movilidad de las manos, como que sus manos están más rígidas

En la universidad hay integración, puede haber una escuela para sordos y oyentes y compartir todo, no hay problema, solo que la educación es diferente, los oyentes se relacionan bien con oyentes y los sordos se relacionan bien con otros sordos y pueden compartir también.

Yo he visto en la televisión, cuando habla el presidente o hay un desastre natural, es importante que haya siempre un intérprete, pero en las universidades hay que pagar, en algunas hay, en la Universidad Nacional tiene, pero la privada no, cada alumno paga su intérprete. Hay pocos intérpretes, algunos no tienen la habilidad, pero hay un grupo reducido que realmente interpreta lo que es, algunos solo están por lo económico, porque pagan, pero no hacen su trabajo en realidad, a veces porque su hermano ha nacido sordo es que han aprendido, pero sí es un derecho de todos los sordos.

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