“Si no te otorgan el derecho, uno lo tiene que arrebatar”

Juan Gonzalo Avelar Guardado, psicólogo y ciego. Gonzalo tiene una presencia tranquilizadora. O también puede que su profesión, que ha desarrollado por cerca de 20 años, sea la que acentúe esa actitud. Está casado y tiene una hija de 17 años con discapacidad intelectual. Le pido que me cuente su vida como ciego y qué barreras ha enfrentado. Lo expresa con mucha calma y de forma ordenada. Dice que tenemos 45 minutos antes de que llegue su próximo paciente.


Soy originario de un cantón en el departamento de Chalatenango, el menor de cuatro hijos y nací ciego, el único que nació ciego. En mi familia no hay antecedentes de ese tipo, entonces fue la sorpresa, el impacto, lo que usted quiera ¿no? En 1962 no había mucho conocimiento de que pudiera haber alguna educación. Fue difícil. A los 17 meses de haber nacido murió mi mamá, fue a consecuencia de una mala praxis médica, entonces quedamos solamente con mi papá.

Mi papá, un campesino agricultor, analfabeto y toda la cosa, no supo afrontar la dificultad de una manera adecuada y positiva y cayó en el alcoholismo, entonces eso nos afectó por sufrirlo a él, con su alcoholismo, su violencia y todo,  y la falta de la madre, entonces ¿quién se hacía cargo de nosotros? Mi hermana mayor, a sus 10 años, tuvo que asumir responsabilidades de madre y ayudarnos.

En ese ambiente me crié, en un ambiente también de pobreza. Mis familiares buscaron qué hacer conmigo, a ver si yo podía ver o algo, pero no se pudo y me trajeron a la Escuela de Ciegos. Aunque no estaban con muchas ganas de traerme porque pensaban que era como irme a dejar para siempre ahí, pero me trajeron a los siete años.  Fue ahí que yo empecé a conocer braille, bastón y todo eso. Afortunadamente tuve buena actitud para el estudio, a pesar que en la escuela solo podía hacer hasta quinto grado, pero ya para regresar a mi pueblo era más complicado porque allí no quisieron hacerse cargo de tenerme como alumno.

Entonces me quedé estudiando en San Salvador. Mi hermano estaba trabajando aquí y se hizo cargo de mí. A esa edad,  a los 12, 13, 14 años y 15 años, yo iba a matricularme solo, a buscar las escuelas donde podría estudiar y que me dieran una beca. En 1981 saqué el bachillerato en el Inframen, eso me abrió puertas para la universidad. Toda la publicidad se puso en juego: primer bachiller ciego en los periódicos y esto y lo otro, eso para mi familia fue un impacto porque mi familia no pensó que pudiera llegar tan lejos. Entonces hubo una universidad que se interesó en darme una beca, fue la Universidad Tecnológica, y así fue como pude estudiar la carrera de Psicología y estudié cuatro años en la Tecnológica, del 82 al 85.

Para 1985, la Embajada de Estados Unidos ofrecía becas de un año para estudiantes universitarios que quisieran concluir su carrera en Estados Unidos. De 300 estudiantes salimos 23 y entonces en 1985 me voy a Estados Unidos. Estudié en la universidad de Luidibelg, en Kentucky.

A los dos años y medio regresé a El Salvador, en el año 88. Vine a buscar trabajo, aunque no era lo que hubiera querido pero empecé a trabajar en la Escuela de Ciegos, donde estuve siete años y medio, mientras tanto seguí estudiando, no tenía compromisos familiares y saqué un profesorado en idioma inglés para dar clases en secundaria, luego estudié administración de empresas en la Universidad de El Salvador y otras cosas. Hasta que en 1997 renuncié a todo eso, en 1994 me casé y por ciertos problemas que ya se empezaban a dar por acá de la violencia, tuvimos que irnos del país, eso nos hizo renunciar a todo. Nos fuimos con mi esposa a Estados Unidos.

Luego regresamos, fue difícil volver al trabajo porque había renunciado,  eso fue lo que me obligó a quedarme independiente desde 1998,  dando seminarios, programas radiales y con el consultorio.

Yo soy psicólogo con discapacidad; sin embargo, las personas con discapacidad que consultan son muy escasas. A mí sobre todo me buscan padres de familia que tienen hijos con alguna discapacidad y buscan sobre todo cómo trabajar con ellos. Me han traído, más que todo, a personas ciegas, pero de ahí es poco.

El Salvador ha sido un país con una cultura muy excluyente, el tema de la eliminación de las barreras, de una sociedad inclusiva, sigue costando (y), aunque hay un lema de gobierno, es una situación que sigue costando en la mente de las personas. Entonces ¿qué es lo que nos toca? Nos toca aprender a la brava, enfrentarnos a las barreras y saltarlas porque no nos queda de otra manera y eso a veces nos lleva a que las gente nos vea agresivos o violentos, pero eso es porque si no te otorgan el derecho, lo tienes que arrebatar.  Entonces claro, uno a veces se impacienta y puede que hasta se enoje porque siente que uno está siendo discriminado y no hay derecho. Antes, cuando estaba pequeño y uno no conocía de esas cosas de derechos qué es lo que hacía uno, pues ni modo, aguantarlo. No protestaba porque creía que era lo normal.

Padre de una adolescente con discapacidad

Tengo una hija de 17 años que tiene discapacidad intelectual, no es severa pero igual es limitante, más que todo en la parte académica, lo tremendo de esto es que como no es una discapacidad que se ve, no es obvia, ahí es más complicado por lo que se espera de ella y para uno de padre de familia, porque espera más de lo que pueden dar y entonces se frustra y la frustra a ella.

Yo estaba preparado si hubiera nacido ciega, pero no estaba preparado para atender y educar a una persona con  discapacidad intelectual. Pero a medida que ha ido pasando el tiempo uno se va dando cuenta que primero: no tiene la culpa ella; y segundo: que lo que queda es ayudarla a que salga adelante, a que por lo menos ella pueda valerse por sí misma. Mi esposa, ella es vidente, pero para nosotros el hecho de aceptarla es uno de los aspectos que más hemos tenido que trabajar.

La respuesta que hemos recibido de las instituciones no ha sido siempre favorable, sobre todo de los profesores, porque ellos la ven igual y creen que uno está pidiendo favores para que la dejen pasar porque ella es haragana y también con los compañeros ha sido muy difícil. Ella lo que más resiente, porque ella así lo expresa, es el bullying que le han hecho sus compañeros porque la veían diferente.

La deuda de la sociedad

Todas las instituciones deberían ponerse a tono con el marco jurídico de la Convención de los Derechos Humanos. Ahorita hay una ley esperando que los diputados tengan la voluntad de verla, la Ley de Inclusión, que va más acorde con los derechos humanos de la Convención, pero tenemos hace años una Ley de Equiparación de Oportunidades, pero está ahí pero no hay un cumplimiento de ella (…) A nivel individual yo siento que a nuestra gente le falta estar más informada de lo que significa tener una discapacidad, de las posibilidades u oportunidades que las personas con discapacidad pueden tener: la rehabilitación,  el uso de tantas tecnologías, etc. La gente cree que si soy ciego, al mismo tiempo soy manco, soy cojo o soy todo lo demás; no, una cosa es que tenga ceguera y otra que no pueda hacer nada. Y al mismo tiempo, la gente debería hacer un esfuerzo de superar los prejuicios que vienen arrastrando desde hace años, generaciones y generaciones, los prejuicios son muy irracionales, la gente los cree y los da por hecho. De ahí vienen conceptos como que la persona ciega es el cieguito, la persona con discapacidad es enfermo, la persona en silla de ruedas es un inválido…Y luego que la gente se informe de las leyes vigentes y que se comprometan cada persona en el cargo que tenga, a cumplirlas en donde quiera que esté: si es maestro, gerente de una empresa, en lo que sea.

De una mala experiencia, un buen ejemplo

En marzo pasado me dirigía a una cooperativa que está por aquí por la 5 de noviembre, donde suelo ir con frecuencia. Me crucé la calle, cuando iba a dar el paso para subirme, caí en un hoyo, en un pozo grande donde hacen conexiones telefónicas, eso no estaba ahí antes ¿Qué es lo que pasó? Yo me caí, me disloqué una costilla. Ahí estaban los trabajadores, no pusieron una señal para indicar, una barrera que indicara, el hoyo estaba destapado y ahí no había nada, solo habían puesto una sombra para que no les diera…pero nada más. Ellos acudieron para ayudarme, pero cuando les pregunté por qué no habían puesto nada me dijeron: es que se nos olvidó. ¿Y qué les iba a decir?

Pasé dos meses con ese dolor, por descuido o negligencia, porque usted sabe que aquí hay hoyos y tragantes sin tapaderas y así pasan por años, no los atiende nadie y no los tapan. Esa fue la parte negativa.

Pero a raíz de eso hice algo que yo mismo me sorprendí de hacerlo, porque aquí no estamos acostumbrados a las denuncias, solo nos caemos y nos sobamos, porque no sabemos a dónde ir. Con la gente de la cooperativa averigüé que las obras las estaba haciendo la compañía Claro, acudí a la Procuraduría de Derechos Humanos para que me orientaran y me dijeron que fuera a la Procuraduría General de la República, donde no hallaban cómo atender mi queja, pero finalmente me ayudaron a demandar a la empresa y pedirle que llegara el representante jurídico. Los abogados de la PGR le dijeron que no podían garantizar que obtuviera una indemnización, pero le dije: No me interesa que me paguen, lo que me interesan es que me escuchen y poner mi queja.

El representante jurídico había ido a averiguar de qué se trataba y había investigado en la empresa para saber si sabían algo, pero me dijo: ‘Yo no le ofrezco nada, pero por lo menos le ofrezco averiguar’. Yo le di toda la información detallada del lugar, la hora y la fecha y todo. Volvimos a quedar con mis comprobantes de atención médica y él llevaba una respuesta de la empresa, pero no,  llegó con el representante jurídico de la empresa subcontratada que era la que estaba en el lugar.

El otro señor ya llevaba el cheque, a mí me pareció un gesto de atención positiva porque esta persona, el representante jurídico de Claro, le puso interés ni lo ignoró como usualmente sucede, y a la otra empresa no le quedaba de otra porque como era subcontratada. El representante de la subcontratada me dijo que me agradecía porque ellos no se dan cuenta de lo que pasa en la calle si la gente no denuncia, y que si algo así le pasaba a alguno de mis compañeros, que lo denunciara para evitar que volviera a suceder.

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