La dolarización, pros, contras, beneficios y costos

En un artículo inicial se planteó la naturaleza de la dolarización, un breve contexto para el caso salvadoreño y un resumen de la literatura sobre la influencia de tipos de cambio fijos en la economía. Ahora toca abordar los pros y contras de la dolarización, sus costos y beneficios teóricos y su dificultad de medirlos.

Se puede apreciar en la literatura sobre el tema dos momentos de análisis según la temporalidad de su implantación: pre-dolarización y dolarización y estudio de casos.

En el primer caso, Haussman y Powell (1999) señalan una precondición no económica al tratar de dolarizar el apoyo político. Esto debido a que es una decisión que afecta a todos los miembros de una sociedad y genera ganadores y perdedores.

Jácome y Lönnberg (2010) resumen el saber convencional sobre los beneficios y costos de la dolarización oficial en ocho puntos:

Los costos son: (1) pérdida del señoreaje (transferido a Estados Unidos); (2) poca o ninguna capacidad de proporcionar asistencia como prestamista de última instancia ante problemas, crisis o corridas bancarias; (3) carencia de la tasa de cambio para ser utilizada como amortiguador de choques externos; (4) incapacidad para reducir el valor de los compromisos financieros denominados en moneda nacional a través de una gran depreciación del tipo de cambio o a través de estimular mayor inflación.

Los beneficios son: (1) convergencia de la inflación interna con la inflación internacional; (2) eliminación del riesgo cambiario, lo que reduce las tasas de interés internas; (3) mejor ambiente para la inversión, como consecuencia de una inflación estable y menores tasas de interés; (4) ausencia del llamado “pecado original”, ayudando a reducir el riesgo de país.

El pecado original (incapacidad de endeudarse en moneda local o adicción a endeudarse en dólares) se crea cuando las economías generalmente en desarrollo carecen del ahorro interno suficiente que permita financiar los proyectos de inversión o el presupuesto público y deben buscar el financiamiento en los mercados de capital internacional, colocando deuda en moneda extranjera, generalmente en dólares.

Los países se enfrentan al “pecado original” en forma de descalce entre los ingresos en moneda local y los pagos de la deuda (interés y capital) en moneda extranjera. En ciertas condiciones da como resultado que estos países se vuelvan vulnerables a grandes devaluaciones-depreciaciones del tipo de cambio, ya que pueden aumentar considerablemente los gastos del gobierno, poniendo en duda la capacidad de los países para pagar la deuda.

En cuanto a los pros y contras de una dolarización total, Berg y Borensztein (2000) argumentan que la dolarización minimiza a casi cero el riesgo cambiario, pero no el riesgo de default, ni el riesgo soberano ni el riesgo de contagio de crisis externas. Además, la dolarización implica una renuncia completa a la política monetaria y cambiaria. La dolarización total es muy similar a una caja de conversión, pero sin opción de salida. Entre los costos señalan que una prolongada deflación induce a altas tasas de interés real y grandes transferencias de los deudores a los acreedores. Agregan que la elección de un régimen de tipo de cambio como la dolarización en el contexto de acuerdos comerciales regionales suma otra dimensión al tema. La disparidad de los términos de intercambio conduce a la volatilidad de los tipos de cambio reales bilaterales de los países miembros que pueden ser problemáticos si son volátiles, dependiendo de su grado de integración bilateral y del patrón del comercio (inter o intraindustrial) junto a otras razones políticas y económicas. Finalmente, señalan que es posible estimar los potenciales beneficios de una baja en las tasas de intereses y los costos de la pérdida de ingresos del señoreaje, pero existen otras importantes consideraciones que son menos cuantificables como el valor de mantener una opción de salida del régimen de tipo de cambio.

Cohen (1999) añade el costo político y señala tres puntos más: (1) a nivel simbólico; (2) como póliza de seguro contra riesgos y (3) como política exterior y diplomacia. La moneda es uno de los poderosos símbolos que transmite de forma única un sentido de identidad nacional, ya que en la cotidianidad recuerda la conexión del ciudadano y el estado y su unidad con él; además, al igual que el idioma, que es común y general para todos, remarcan que la persona es parte de la sociedad. Segundo, la pérdida del señoreaje más allá de representar una fuente marginal de ingresos, en casos de emergencia nacional es una fuente de ingreso extraordinario para afrontar contingencias como por ejemplo guerras. La pérdida de la autonomía monetaria nacional también es la pérdida de una frontera económica entre el estado y el resto del mundo al adoptar una moneda extranjera.

Honda y Schumacher (2006) reconocen que la dolarización aumenta la volatilidad del PIB si los precios y salarios no son flexibles, esto debido a los costos de la dolarización —recordar el riesgo de contagio de crisis externas. Un déficit en cuenta corriente reduce la oferta de dinero presionando a la economía para restablecer el equilibrio entre el mercado de bienes y de dinero. Ellos plantean que para mantener la flexibilidad deben caer los salarios nominales, los impuestos al trabajo deben caer (en la medida de lo posible) o la productividad debe aumentar. Esto con el fin de restablecer la competitividad de las exportaciones según los nuevos precios internacionales y ampliar su peso en el PIB. Si no sucede de esa manera, entonces el ajuste se realizará con una recesión que contraerá el sector real, presionando los salarios nominales y precios hacia abajo (incluido el aumento del desempleo).

Las condiciones para llevar a cabo una dolarización de jure son ambivalentes, según dos puntos de vistas opuestos. Para unos deben ser prerrequisitos para producir más beneficios y para otros deben ser requisitos exigidos por la misma dolarización. También depende del momento que atraviesa la economía de cada país, ya sea de inestabilidad macroeconómica, de crisis bancaria o de hiperinflación.

Estas condiciones son: i) sistema financiero sólido y fuerte supervisión financiera con el fin de minimizar la probabilidad de crisis bancarias en un ambiente donde no existe o es limitada la capacidad de un Prestamista de Última Instancia (PUI); ii) finanzas públicas sólidas que den suficientes garantías a los participantes en el mercado sobre la sostenibilidad de la política fiscal y iii) mercados de trabajos flexibles para facilitar el ajuste macroeconómico en respuesta a perturbaciones externas.

Si los prerrequisitos se vuelven requisitos para mantener la dolarización, Jácome y Lönnberg (2010) plantean un paquete de reformas complementarias como reforma fiscal, reforma financiera, reforma comercial y reforma laboral.

Para nuestro tema, estos autores señalan la conveniencia, dado que en algunos países no es posible el financiamiento del banco central al estado, de un conjunto de reglas fiscales con el objeto de preservar finanzas públicas sanas a largo plazo. Esta política implica la construcción de una base tributaria que proporcione un flujo estable de ingresos y gastos, consistente con un déficit fiscal sostenible.

En el caso de la reforma financiera, toda crisis bancaria pone en riesgo un régimen dolarizado. Para asegurar la solidez y estabilidad financiera y ante la incapacidad del banco central de ser prestamista de última instancia, los requisitos de solvencia y liquidez deben ser más estrictos. La vigilancia financiera debería ser actualizada a un enfoque basado en riesgos en la supervisión bancaria. Se debe mejorar la red de seguridad financiera como los seguros de depósitos, instrumentos de resolución bancaria y reglas de salida. La presencia de bancos extranjeros o filiales con respaldo de la casa matriz con sus pros y contras (mejor gobierno corporativo, mayor calidad, diversificación de riesgo, acceso a financiamiento en caso de crisis de liquidez sistémica, medio de vinculación con crisis financieras globales). En todo caso, una mejor y mayor regulación prudencial y mayor cooperación con los supervisores de origen ayudarán a atajar riesgos.

La reforma comercial. Para sostener un régimen dolarizado son necesarios mayores ingresos por divisas generadas por las exportaciones de bienes y servicios y los flujos de capital. Es clave comprender que la dolarización depende de la disponibilidad de divisas de la moneda que se adopta; es decir, se necesitan dólares. Por ello, la reforma comercial implica reducir aranceles y distorsiones al comercio, atraer más inversión extranjera, ampliar la base exportadora de productos y destinos. También múltiples acuerdos comerciales ayudan a desligarse del ciclo económico de Estados Unidos y aumentar los socios comerciales, ya que los tipos de cambio real efectivo se vuelven menos dependientes de la evolución del dólar vis a vis con otras monedas.

Y en el caso de la reforma laboral, el saber convencional plantea que un país dolarizado ante la imposibilidad de amortiguar choques externos debe minimizar las rigideces nominales, en particular en el mercado de trabajo. La competitividad de las actividades transables, en economías dolarizadas, depende de los resultados del dólar vis a vis con otras monedas. Las perturbaciones reales exógenas sin un tipo de cambio como amortiguador imponen la flexibilidad laboral como medio de ajuste a entornos adversos.

Aparte de los casos de Panamá, Ecuador, Zimbabue o El Salvador, países como Camboya, Liberia, Timor Leste, Afganistán e Irak, entre otros, han tenido la disyuntiva de elegir un régimen de tipo de cambio luego de serios conflictos o por elevados niveles de dolarización financiera.

Honda y Schumacher (2006) recopilan algunos casos de países que luego de conflictos modificaron su régimen de tipo de cambio.

Cuadro 1. Casos de países con regímenes de tipo de cambio RTC antes y después del conflicto.

Fuente: Honda y Schumacher (2006).  p. 12
1/ República Democrática del Congo
2 / Kosovo fue una provincia de Serbia y Montenegro hasta su independencia en 2008. Fue temporalmente administrada por las Naciones Unidas.

En los casos de Afganistán e Irak, en la etapa postconflicto, donde la economía debía reorganizarse, reconstruir el sistema monetario y financiero y proveer de una moneda que tuviera la confianza para actuar como medio de cambio, medida y depósito de valor se enfrentaron a la disyuntiva de dolarizar sus economías. Optaron por sus propias monedas.

En el siguiente artículo hablaremos de El Salvador como un caso de dolarización total.


Referencias

Berg, A. y Borensztein, E. (2000). The Pros y Cons of Full Dollarization. IMF Working Paper WP/00/50. Marzo 2000.

Cohen, B. J. (2000). Dollarization: Pros and Cons. Workshop: “Dollars, Democracy and Trade: External Influences on Economic Integration in the Americas”. Los Angeles, CA, May 18, 2000.

Haussman, R. y A. Powell (1999). Dollarization: Issues of Implementation. Manuscrito, BID, Agosto.

Honda, J. y Schumacher, L. (2006). Adopting Full Dollarization in Postconflict Economies: Would the Gains Compensate for the Losses in Liberia? IMF Working Paper WP/06/82. Marzo 2006.

Jácome, L. I. y Lönnberg. A. (2010). Implementing Official Dollarization. IMF Working Paper WP/10/106. Abril 2010.


*Willian Alirio Martínez es economista, interesado en integración regional, política económica y políticas públicas.

Foto de portada Factum/Salvador Meléndez

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