“Nosotros no podemos dejar de salir a la calle”
En el centro de San Salvador, muchos vendedores informales no pueden permitirse un día sin trabajar, no pueden quedarse en casa siguiendo las recomendaciones del gobierno para prevenir el coronavirus: si no salen a vender no comen.
Foto FACTUM/Bryan Avelar
El distanciamiento social y la cuarentena son cada vez más estrictos en El Salvador. Desde el 15 de marzo, cuando el gobierno anunció el primer grupo de medidas drásticas, la estrategia para evitar aglomeraciones para evitar la propagación del coronavirus Covid-19 se ha vuelto cada vez más radical.
Las medidas empezaron por cerrar bares y discotecas, ordenar a las empresas que manden a sus empleados mayores a trabajar en casa, hasta llegar al cierre de restaurantes e incluso las pupuserías del país so pena de que quienes no acaten la orden serán sancionados.
Sin embargo, gran parte de la población, particularmente la que se dedica al comercio informal y cuya economía no les permite faltar más de dos días a trabajar, se ve obligada a incumplir el mandato presidencial.
En el centro de San Salvador, las plazas y los parques fueron cerradas por la Policía Nacional Civil la mañana de este martes 17 de marzo para impedir la aglomeración de personas que, hasta el lunes 16, fluía casi con normalidad.
Factum visitó dos plazas del Centro Histórico de San Salvador este lunes 16 de marzo y habló con vendedores ambulantes.
En la plaza Barrios y el parque Libertad, decenas de vendedores siguen luchando por vender, aunque sea un poco, para sobrevivir. Estos no son vendedores que tienen puestos y que cuyas ventas diarias les permiten generar ahorros. Son vendedores que viven de préstamos para comprar productos y luego revenderlos. Vendedores que sobreviven día a día.
Esta es una galería que intenta explicar lo que viven los trabajadores que, si no salen a la calle, no comen.
José Escobar, de 56 años, vende juguetes para niños en el centro de San Salvador. Los precios de sus productos varían entre uno y tres dólares. Dice que no le tiene miedo al coronavirus. Es más, asegura que él ya está enfermo y que aun así no ha dejado de salir a trabajar. Desde hace meses padece de hemorroides, pero la necesidad de darle de comer a sus dos hijos menores de edad lo obliga a salir todos los días a la calle. Para sobrevivir, José tiene que vender $30 diarios, de los cuales paga $10 de un préstamo que hizo para comprar mercadería y lo demás es ganancia de la cual compra comida y aparta un poco para seguir comprando juguetes.
Sobre la amenaza del coronavirus, José dice que es imposible que no toque a El Salvador. “Es como querer detener un río. No lo van a poder hacer. La cosa es pegarse a Dios”, dice.
María Vásquez, de 34 años, vende cables auxiliares y cargadores para teléfonos celulares. Tiene tres hijos de 13, 16 y 17 años. Hasta este lunes 16 de marzo, cuando la pandemia del coronavirus ha tocado a la mayoría de países del mundo, ella dice no tener claro de qué se trata. “He escuchado algunas cosas en la radio y lo que dice la gente, pero no sé bien qué es eso”, dice.
Lo que esta mujer sí sabe es que el dinero no le va a alcanzar para alimentar a su familia si deja de trabajar más de dos días. Ella sabe que cada día debe vender al menos $25 de los cuales gastará $10 para hacer tres tiempos de comida para ella y sus tres hijos. Con eso, dice, puede hacer huevos, frijoles y plátanos para el desayuno y la cena, y una sopa de pollo al mediodía. Lo demás lo invertirá en otros gastos y en más mercadería para revender.
Si deja de trabajar por enfermedad o por cumplir el mandato presidencial de no salir a la calle, María dice que deberá pedir dinero prestado para sobrevivir.
Mario es un joven de 23 años que vende sorbetes artesanales en el Centro Histórico de San Salvador. El carretón que usa a diario no es suyo: lo renta para poder trabajar. Cada día, dice, debe vender $40 para pagar el alquiler del carretón y el sorbete y obtener una ganancia de $10. De eso comprará comida y demás gastos.
Mario, a diferencia de la mayoría de los vendedores del centro, usa una mascarilla de tela para evitar, según él, el contagio del coronavirus. Sin embargo, no usa alcohol gel ni tiene cómo lavarse las manos constantemente aún cuando su trabajo le demanda el contacto continuo con clientes que vienen de todas partes.
Mario dice que no puede dejar de salir a trabajar, pero que en el peor de los casos (si se enferma o si la Policía lo obliga) sí lo hará. Para sobrevivir dice que buscaría a familiares que puedan ayudarle a pasar la crisis, y luego intentaría pagarles por su ayuda. Mario usa una pulsera de Nuevas Ideas en su mano izquierda.
Doña Mary tiene 60 años. Ella vende panes con huevo y con frijoles, atol y café en el centro de San Salvador. Sabe que, por su edad, es parte del grupo más vulnerable de la población ante la pandemia del coronavirus. Dice que lo ha visto en las noticias.
Ella dice que no puede dejar de salir a trabajar más de dos días porque se quedaría sin dinero para alimentar a su familia. Está de acuerdo con las medidas que ha tomado el gobierno de restringir la movilidad, aunque eso le afecta en su venta, pues hay cada vez menos personas en las calles.
Lo único que podría hacer que doña Mary deje de salir a trabajar, dice, es que la Policía la obligara. “Al final, las leyes mandan. Pero si fuera por mí, yo no dejo de salir. Prácticamente nos matarían de hambre”, dijo.
“Si nos dijeran que nos quedemos en la casa, pero nos llegaran a dejar algo… no dinero, sino que al menos comida… ahí sí yo me quedo. Pero si no, no”. Don José Antonio tiene 58 años y vende café instantáneo en el centro de San Salvador. En su casa viven nueve personas: tres adultos y seis niños. Los tres adultos trabajan en el sector informal, él vendiendo café, su esposa vende cremora y productos varios, y su cuñada vende bolsas con agua en la calle. “No crea que ganamos el montón”, dice don José.
Don José no cree en el coronavirus. Dice que no le tiene miedo. “Siempre han existido plagas. Ahí está que tenemos el cáncer, el SIDA, todo eso… eso siempre ha estado y no por eso nos hemos muerto. Lo que hay que hacer es cuidarse”, dice. Don José no usa mascarilla, ni alcohol gel, ni se lava las manos… ni puede dejar de salir a la calle a vender todos los días.
Si él o los tres adultos de su familia dejan de salir a trabajar, tendrían que dejar de comer los niños que dependen de ellos, asegura.
Para vender panes con mortadela todos los días en el centro de San Salvador, Yamileth Escobar, de 38 años, hace un préstamo mensual a una persona particular. Dice que en los bancos no le prestan, pues no tiene un trabajo formal. Cada día debe vender entre $20 y $25 para pagar parte del préstamo y guardar un poco para comprar más materia prima. De lo contrario, no podría alimentar a sus tres hijos. Ella es madre soltera.
“Honestamente, un día sí puedo aguantar sin venir a trabajar. A veces descanso los domingos. Pero ya más días no se puede. La comida no nos la regalan, y si no salgo se me arruina la venta y me quedo sin comer. Dios guarde, me muero”, dice Yamileth.
Ella también es parte de los miles de trabajadores informales que trabajan como vendedores ambulantes en la ciudad, personas cuya economía no les permite faltar siquiera un día a trabajar, aún cuando eso implique la posibilidad de enfermarse del coronavirus, la pandemia que, hasta este martes, amenaza con llegar a El Salvador.
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3 Responses to ““Nosotros no podemos dejar de salir a la calle””
Sin duda alguna es nuestra realidad, los comerciantes informales no pueden paralizar labores pues eso significaría para ellos dejar su fuente de ingresos que les permite el sustento diario de sus familias. Es poco lo que se puede hacer con esto, más que indicarles las medidas adecuadas de protección.
hay muy buena iniciativa en medidas de prevencion pero tienen que ser mas drasticos no solo en medidas sino en apoyar el impacto economico de las familias
escasos recursos. por ejemplo decretar totalmente prohibida la salida de trabajadores en la calle y apoyarles con $200 dolares al mes , con la condicion de que no saldrán a las calles, esto es un equivalente si fuesen 25,000 personas gastarian 5 millones…cifra que no es nada para el gobierno y se evitaría un mejor control …para lo que va a invertir si Dios no lo quiera cuando la el virus ya este propagándose,,,hay que hacer un máximo esfuerzo no solo en medidas sino también velar por las condiciones del mas necesitado.
Va a actuar el gobierno para traer a los expatriados a nuestro país. . No hay billetes de avión , en algunos países están cerrando los aeropuertos.
Hay familias españolas con niños pequeños atrapadas en países cuya sanidad es muy precaria, muchos están allí porque han ido a trabajar para ayudar a mejorar las condiciones de vida de esas naciones. Alguien va ayudarles a ellos, por favor , valoren lo y hagan algo