Violencia sexual en las universidades de América Latina: omisiones, obstáculos y opacidad

Con indiferencia. Así parece reaccionar la mayoría de las universidades en América Latina a la violencia sexual. Muchas no tienen un protocolo para prevenirla y sancionarla, o no es accesible para sus estudiantes. Se trata de decenas de universidades reprobadas, que no atienden o no saben atender los casos de violencia sexual cometidos en sus aulas, o entre su comunidad estudiantil.

Por Jordy Meléndez y Arturo Ilizaliturri (México), Diego Pérez Damasco (Costa Rica) y Florencia Pagola (Uruguay), con la colaboración de la #RedDL (1)

Este reportaje fue publicado originalmente el 27 de noviembre de 2016 en Distintas Latitudes, plataforma de investigación, información y análisis sobre América Latina.

23 de noviembre de 2016. El espacio es amplio, hay decenas de personas, todas bien vestidas. Quien convoca es el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación de México (Conapred), que en esta fecha otorga los reconocimientos por la igualdad y la no discriminación. Gabriela Warkentin, periodista y directora de W Radio, entrega el galardón en la categoría Nacional a David Fernández Dávalos, rector de la Universidad Iberoamericana, institución de educación superior, jesuita y privada, una de las más prestigiosas de México. Al momento, dos mujeres jóvenes se levantan y muestran unas pancartas donde se lee: “El rector David Fernández es cómplice del acoso sexual en la Ibero”.

 Ambas son compañeras de Ximena Galicia, quien fue violentada en esa casa de estudios. En 2015 sufrió hostigamiento sexual por parte de un profesor adjunto, quien la amenazó con bajarle calificación por negarle un beso y le pidió que le coqueteara. La universidad reaccionó de manera lenta y caótica, como se constata en este reportaje publicado en Univision Noticias. Parte de la comunidad universitaria señaló a Ximena. Al recoger su reconocimiento y dar su discurso, el rector lamentó los hechos. No condenó el acoso. Lamentó la protesta. “Personalmente, me parece que es una enorme injusticia despedir a esa persona por una denuncia que no tiene fundamento”. Hasta el día de hoy, el agresor sigue trabajando en la universidad jesuita más importante de México.

10 de mayo de 2016. El auditorio es deslumbrante, la gente joven y con vestimenta desenfadada. Los premios Pulsar en Chile festejan a lo mejor de la música nacional y este año una de las galardonadas es Mariel Mariel, cantante que ha pasado los últimos siete años fuera de Chile. Cuando anuncian que ella es la ganadora, Mariel no lo cree. Sube al escenario conmovida, sorprendida e inicia sus agradecimientos. De pronto hace una confesión y la voz se le hace un hilo. “Me fui de Chile hace siete años… por un acoso que sufrí siendo estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile”. En el recinto se hace un silencio absoluto. “No les voy a permitir que abusen, que me vuelvan a acosar. Exijo respeto”, dice. Posterior a la premiación, Mariel Mariel da una entrevista. Ahí narra lo sucedido. Un profesor suyo la acosó de una manera tan fuerte y violenta que prefirió huir. Irse. Hacer su vida y emprender su carrera en otra parte.

Ciudad de México y Santiago de Chile están separados por 7,357 kilómetros. Si uno hiciera un vuelo directo de una ciudad a otra atravesaría nueve países de América Latina. En todos ellos, como en el resto de la región, el acoso universitario es una realidad innegable que viven cientos, quizá miles de personas diariamente.

 Cifras, cifras, cifras

Según ONU Mujeres, de los 25 países en el mundo que cuentan con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe. Otro dato: entre 35 y 70 por ciento de las mujeres en el mundo ha sufrido violencia sexual en algún momento de su vida. El rango es tan amplio porque la mayoría de las mujeres no denuncia estas agresiones, lo que da como resultado cifras negras y estimaciones parciales. 

 La CEPAL tiene también datos escalofriantes: en Lima 9 de cada 10 mujeres entre 18 y 29 años han sido víctimas de acoso callejero. En Bogotá y Ciudad de México 6 de cada 10 mujeres ha vivido alguna agresión sexual en el transporte público, y en el caso de Santiago de Chile 5 de cada 10 mujeres declaran haber vivido acoso sexual callejero.

 A finales de abril, Catalina Ruiz-Navarro y Estefanía Vela (@e_stereotipas) lanzaron la iniciativa #MiPrimerAcoso, que permitió conocer cientos, miles de testimonios de mujeres de México y América Latina sobre su primera agresión sexual. Ruiz-Navarro aventuró entonces algunas conclusiones sobre las historias que las mujeres habían compartido, como que el acoso se vivía desde la infancia, que se daba en todos los espacios y que, de tan común, se había normalizado.

 Y esto es un hecho: la violencia sexual ocurre y ocurre todo el tiempo, en prácticamente todos los espacios de la vida cotidiana. Incluida la universidad, ese espacio compartido por millones de personas en América Latina.

Universidades latinoamericanas: sin protocolos para atender, prevenir y sancionar el acoso sexual

No hay datos claros ni oficiales sobre el acoso sexual en las universidades en América Latina. “Es complicado porque en sí no sabes dónde denunciar y prefieres no hacerlo; entonces, nunca se sabe qué pasa”, dice en entrevista con El Tiempo Nora Picasso, magíster en Derecho con énfasis en investigación y miembro de la junta directiva de No es Normal, colectivo colombiano que atiende y acompaña a víctimas de violencia sexual. Según Nora, su colectivo recibe entre 1 y 5 denuncias semanales, y el número sigue creciendo. Pero esto no sucede sólo en Colombia. El tema se repite de manera idéntica en toda América Latina.

 En una encuesta que realizó Distintas Latitudes en septiembre de 2016 entre 173 estudiantes universitarios de 14 países*, 67% dijo haber conocido al menos un caso de acoso sexual en su institución académica. A la pregunta sobre si su universidad contaba con protocolos para atender esta problemática, 49% respondió “No sé” y 39% dijo “No”. Del total de entrevistados, apenas 3 personas comentaron que su universidad tenía un protocolo claro, accesible y a la disposición de los estudiantes.

 Distintas Latitudes buscó información de 63 universidades de 11 países para saber si contaban con protocolos claros y accesibles sobre cómo actuar ante casos de violencia sexual. La cifra es demoledora: apenas 12 universidades contaban con estos protocolos. Otras universidades dijeron tenerlos, pero nunca se encontraron. Otras no respondieron las preguntas que se les plantearon vía correo electrónico o telefónica. El tema importa porque tener un protocolo de atención a estos casos sería la medida mínima para comenzar a cambiar una cultura de machismo e impunidad que impera en toda la región. Reglas claras, sanciones ejemplares, coherencia institucional. Pero no los hay.

Según Nicole Chavarro, estudiante de Ciencia Política de la Universidad Javeriana de Colombia y activista feminista, la institución ha dicho que no ha elaborado un protocolo o manual para atender la violencia de género porque no cuenta con el presupuesto necesario. En Colombia, de las universidades investigadas, sólo la Universidad de Los Andes cuenta con un documento claro y accesible. Ni la Universidad del Rosario, Tadeo Lozano, Javeriana y Nacional tienen uno.

En México, el panorama es similar. Se buscó información de 32 universidades autónomas estatales, además de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De las 32 universidades estatales, sólo tres tienen un protocolo para la atención de casos de violencia sexual hasta noviembre de 2016: la Universidad de Guanajuato, la Universidad Veracruzana y la Universidad Autónoma de Quintana Roo. La UNAM publicó su protocolo en agosto de 2016, pero éste ha sido criticado por la Red No Están Solas, que acompaña a víctimas de violencia sexual, por no especificar sanciones y obligar a las denunciantes a firmar una carta de confidencialidad. Para el caso de las universidades privadas se buscó información sobre cinco de las más importantes: el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anáhuac, la Panamericana, la Iberoamericana y la del Valle de México. Ninguna de ellas tiene un protocolo; la Universidad Iberoamericana anunció la publicación de uno en abril, pero sólo ha publicado un documento general llamado Política Institucional de Igualdad y Equidad de Género.

En Centroamérica se analizaron los casos de seis universidades en tres países (Costa Rica, Honduras y El Salvador). Tres de ellas cuentan con reglamentos, protocolos o manuales para atender la violencia sexual: la Universidad de Costa Rica, la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Sin embargo, al menos en la Universidad de Costa Rica se detectaron problemas en su aplicación. De las otras tres universidades (Universidad Latina de Costa Rica, Universidad Tecnológica Centroamericana y Universidad de El Salvador), las dos últimas prohíben vagamente el acoso en sus reglamentos disciplinarios, y la primera nunca contestó las solicitudes de información de Distintas Latitudes.

 En el Cono Sur se analizaron seis universidades en tres países (Argentina, Chile y Uruguay). La Universidad de la República (Uruguay) y la Universidad de Buenos Aires (Argentina), ambas públicas, cuentan con protocolos, mientras que en la Universidad de Chile siguen un manual para enfrentar los casos de acoso sexual. Sin embargo, se encontraron serias dificultades para aplicar los protocolos o manuales en estas universidades. En el caso de las universidades privadas(Universidad ORT en Uruguay, Universidad Empresarial Siglo XXI en Argentina, y Universidad Andrés Bello en Chile), ninguna contestó las solicitudes de información de Distintas Latitudes y en búsquedas independientes no se encontraron manuales ni protocolos para atender esta problemática.

Reglamentar la vestimenta, la cama y la moral

En general no hay protocolos para atender la violencia sexual, pero las universidades sí reglamentan otras cosas, llegando incluso a límites que rayan en lo absurdo.

 Por ejemplo, si bien la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) llama a evitar la violencia de manera general, no dispone de sanciones específicas contra la violencia de género. Sin embargo, prohíbe de manera explícita el uso de ciertas prendas a mujeres, para que no provoquen que sus compañeros las agredan. El artículo 14 del Reglamento estudiantil prohíbe a los varones vestir prendas o accesorios que “denoten afeminamiento” y hasta especifica que la ropa transparente y extremadamente corta en las blusas y faldas femeninas atenta contra la moral y las buenas costumbres, “ya que con ello se puede provocar la falta de respeto de sus compañeros”. El reglamento fue publicado en 2006 y el director de Comunicación de la UAG, Víctor Escalante, confirmó en abril que sigue vigente.

En la Universidad Católica San Pablo, en Perú, está expresamente prohibido para las mujeres utilizar leggins. En la Universidad Latina de Panamá, el reglamento disciplinario estudiantil establece que las mujeres no pueden usar minifaldas ni ropa en la que se vea “el ombligo o la cintura” ni escotes pronunciados. La Universidad de las Ciencias Médicas (Ucimed) de Costa Rica también tiene un reglamento de vestimenta. Dice que los estudiantes tienen que presentarse con ropa “no desteñida, ni rota y en buen estado”.

 La Universidad Adventista del Plata, de Argentina y de tendencia ultra conservadora, prohíbe las relaciones premaritales y extramaritales en su reglamento.

 Y así, mientras muchas de las universidades de América Latina reglamentan lo que los estudiantes deben vestir y hacer, los casos de violencia sexual son una constante que no termina.

Entre el miedo, la voluntad y la insistencia: casos emblemáticos de acoso sexual en américa latina

No se trata sólo de cifras, sino de personas. Y para miles de ellas, el acoso sexual en la universidad es un infierno que se vive a diario. Durante septiembre y octubre de 2016, Distintas Latitudes recopiló casos y realizó numerosas entrevistas con estudiantes que dijeron haber sufrido acoso, hostigamiento y violencia sexual por parte de sus compañeros o profesores.

Los casos son emblemáticos y muestran un panorama complejo, en el que autoridades universitarias, comunidad estudiantil y el Estado no han logrado una plena coordinación para atender, prevenir y eliminar esta problemática.

La Universidad de Chile es de las más prestigiosas de ese país. En este centro educativo, Distintas Latitudes conversó con integrantes de la Secretaría de Sexualidades y Género de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile(Sesegen FECH), quienes no quisieron dar sus nombres porque “denunciar a un profesor en la Universidad de Chile significa muchas cosas”.

De acuerdo con las estudiantes, durante el año pasado (2015) hubo seis casos entre los que existió violencia física, verbal, psicológica y abuso sexual, en la Facultad de Filosofía y Humanidades.

“En esa facultad nos dimos cuenta que cuando nosotros hacíamos acompañamiento a las alumnas les iba mucho mejor con la denuncia, que cuando no acompañamos que les fue pésimo. El cuestionamiento que va por parte de sus mismos compañeros que ven que ellas están denunciando es horrible, no tienen una defensa, nada”, dijeron las estudiantes.

En 2015 ocurrió un caso emblemático que cambió el panorama. A fines de octubre una estudiante llamada María Ignacia León denunció al profesor de historia Fernando Ramírez. En este caso, la Sesegen FECH dio acompañamiento y se logró sanción y desvinculación del profesor de la facultad.

Roberto Acuña es el representante del sector estudiantil, designado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica (FEUCR) a la Comisión Institucional contra el Hostigamiento Sexual. Acuña explicó a Distintas Latitudes que existe un problema de denuncias que no se presentan, por miedo de las estudiantes debido a la relación de poder que mantienen sobre ellas los profesores.

“La Comisión Institucional emite una recomendación sobre los casos a la instancia administrativa, la cual puede desvirtuarla, o aplicar alguna sanción leve, de forma antojadiza por debajo de la mesa”, dijo Acuña.

Esto sucede en particular con personas de renombre académico, a las cuales aunque el caso sea grave se ha identificado que no se aplica lo que dice el reglamento al pie de la letra.

Nora Picasso, coordinadora de la campaña “No es Normal” contra la violencia sexual en la Universidad de los Andes de Colombia, dijo a Distintas Latitudesque encuestas aplicadas durante la década anterior revelaron que más de 90% de las estudiantes no sabía qué hacer en caso de sufrir acoso.

Las autoridades de la Universidad de los Andes se interesaron en el tema sólo después que una denuncia de acoso llegara al diario de circulación nacional El Tiempo. El profesor Hermes Tovar, de 74 años, fue acusado por una trabajadora de la universidad de haberle tocado los senos en una reunión en abril pasado.

En una decisión sin precedentes, la Universidad de los Andes despidió al profesor Tovar. La institución educativa tiene ya un protocolo de atención.

Las estudiantes universitarias latinoamericanas merecen que se siga este ejemplo.

(1) Con la colaboración de Tatiana Rojas (Colombia), Alejandro Córdova (El Salvador), María Jesús Ibañez (Chile), Diana Tejada (México), Kennia Velazquez (México), Noelia Rendón (Bolivia), Rudy Guarachi (Bolivia), Jairo Andrés Vargas (Colombia), Carmen Escobar (El Salvador), Luis Barrientos Escobar (El Salvador), Claudia Itzel (México), Diana Fuentes (Guatemala), Antonia Orellana (Chile), Jessica Brahin (Argentina), Aldair Bernaola (Perú), Victoria Mujica (Uruguay).

*Los países fueron: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Perú, Uruguay, Venezuela.

 

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