Nueve meses después de su asesinato, la policía finalmente cuidó a la agente Carla Ayala. Decenas de agentes custodiaron su féretro, en un sepelio con honores. Su asesino, un policía que fue ayudado a escapar por otros policías, aún está prófugo.
Foto FACTUM/Frederick Meza
Viernes 21 de septiembre de 2018. Cien policías custodian, firmes y pistola al cinto, la entrada al cementerio por la que desfilará el cuerpo osificado de la agente Carla Ayala. Nueve meses antes, la noche del 29 de diciembre de 2017, no hubo un solo policía para protegerla. Nadie la defendió de los disparos de Samurái, el policía que la mató. Aquella noche los policías que la vieron desangrarse se quedaron como los de hoy: expectantes.
El féretro es de color caoba y en cada una de sus esquinas brilla un ángel dorado con el rostro agachado y las manos en oración. Lo cargan cuatro policías robustos, serios. Detrás del ataúd, cuatro policías más esperan a que inicie la marcha. Al fondo, el ministro de Seguridad, el viceministro, el director de Centros Penales, el director de la Policía y toda la plana mayor de la institución a la que perteneció la agente Ayala. Suena una marcha fúnebre. El cielo está lleno de nubes grises.
La marcha avanza y el cuerpo de Carla Ayala desfila más protegido que el presidente de la República en sus actos protocolarios. Cien policías a los costados de la entrada, otros subidos en un terreno elevado, otros esperando cerca de la sepultura, otros de encubierto.
La policía entera está cuidando el cuerpo de Carla Ayala. Es así desde el jueves 20 de septiembre, la noche del velorio, cuando decenas de policías custodiaron la funeraria. La noche en que la mataron, cuando le pegaron un balazo en la cabeza, la anduvieron paseando por la ciudad en una patrulla con GPS y mantuvieron el cuerpo desangrándose sin que nadie moviera un dedo para ayudarla. Y Juan Josué Castillo, el agente conocido como Samurái, su presunto asesino, escapó tres veces de sus compañeros policías sin que nadie hiciera nada.

Funeral de Carla Ayala, 21/09/18. Foto FACTUM/Frederick Meza
El acto fúnebre es con honores. La banda de paz de la Policía toca marchas tristes para ambientar, un equipo de comunicaciones registra cada segundo del evento en transmisión por Facebook Live, hay coronas de flores, funcionarios de primer nivel, un entierro en uno de los cementerios más caros del país.
Una encargada de protocolo de la Policía da las palabras de bienvenida, organiza a la prensa en su lugar y agradece a todos por estar aquí. Un policía toma el micrófono y lee la hoja de vida de Carla Ayala con voz de locutor, acentuando las erres y las eses en las palabras que hacen loor a la agente asesinada por sus compañeros. “Guarrrdeemoss su rrrecuerrrdo con amorrr”, dice.
Tres personas más hablan en el servicio para llamarla heroína y destacar sus cualidades. Uno de sus compañeros de la Unidad de Investigación Disciplinaria (UID) se atreve a hacer un resumen de ella: “Si tuviéramos que resumir su vida, habría que decir que fue buena”.
Es el turno del director de la Policía, Howard Cotto. Habla con vehemencia. Le habla a la madre, a los hijos, al esposo de Carla Ayala. Cotto les dice que ha cumplido su promesa: les ha entregado el cuerpo de su ser querido y no ha descansado un día para lograrlo. La Policía Nacional Civil de El Salvador hoy ha entregado un cadáver al cual enterrar, al cual echarle tierra, flores y lágrimas. La familia observa a Cotto de frente, en las primeras sillas, y llora.
Cotto extiende su discurso y dice que lo de Carla Ayala fue un feminicidio, un hecho de violencia cada vez más común. “La violencia feminicida es una realidad cotidiana en nuestra sociedad y nuestra institución no se escapa de ella”, dice Cotto. “A Carla Ayala la mataron por el hecho de ser mujer”, añade con un énfasis que bien podría parecer enojo. Cotto menciona otros casos que compara con el de Carla Ayala, como el de la periodista Karla Turcios. Dice que el año pasado hubo 290 feminicidios.
El director olvida mencionar que a Carla Ayala no la mataron solo por ser mujer. Samurái, el agente que le disparó el 29 de diciembre del 2017, lo hizo porque sabía que podía, porque estaba seguro de que podía hacerlo sin tener que pagar por ello. Sus mismos compañeros involucrados, miembros del extinto Grupo de Reacción Policial, han contado la increíble historia de cómo logró escapar tres veces después de matar a su compañera.
“La muerte de Carla Ayala nos hizo preguntarnos cómo un agente de nuestra institución puede cometer un crimen como este. Y no ha sido fácil”, dice Cotto. “Con su muerte, la Policía se ha puesto frente al espejo”, añade. Luego dice que 214 policías fueron sancionados en 2017, y 114 destituidos por actos relacionados a la violencia contra las mujeres. Al preguntarle qué ajustes han hecho después de la muerte de Carla Ayala, responde que no tiene cifras para mostrar.
El director de la PNC dice, al final de su intervención, que con el entierro del cuerpo de Carla Ayala, encontrado el 6 de septiembre de este año, se cierra un capítulo. “Pero nunca hemos hablado de cerrar el caso”, agrega Cotto.

El director de la PNC, Howard Cotto, y el ministro de Seguridad, Mauricio Ramírez Landaverde (de saco), dan el pésame a la familia de Carla Ayala. Foto FACTUM/Frederick Meza
Nueve meses después de su asesinato, tras una fiesta en la sede del Grupo de Reacción Policial (GRP), la unidad élite más preparada de la policía salvadoreña, su presunto asesino, el agente Samurái, todavía no ha sido encontrado. Nueve policías, entre ellos el jefe del GRP, están siendo procesados por ayudar o dejar escapar a Samurái, de quien no se tiene pista.
Al final del acto fúnebre, los familiares toman unos girasoles que personal de la PNC les han entregado a cada uno. Uno de los hijos de Carla Ayala llora, desconsolado, con una toalla sobre los ojos. Todos se levantan a dejar los girasoles mientras ven el féretro, al fondo del nicho, y vuelven a sus sillas.
Muchas personas se acercan a la familia, los abrazan, les dan apoyo. Un doctor llega donde la madre de la agente. La mujer llora, llora, llora y parece que se va a desvanecer. Una marcha fúnebre suena en el aire.
Hace nueve meses, en aquella fatídica noche, no hubo médicos, no hubo abrazos, no hubo policías para proteger. Ahora este cadáver es tan importante.

Funeral de Carla Ayala, 21/09/18. Foto FACTUM/Frederick Meza
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