Crisis política: santos, papas y cardenales

Como sabrán, el próximo 28 de junio, monseñor Gregorio Rosa Chávez será consagrado por Mario Bergoglio (el papa Francisco) como el primer cardenal salvadoreño. Sin embargo, tras este nombramiento hay todo un teatro y un objetivo oculto que siempre ha estado presente en este tipo de acontecimientos dentro de la Iglesia católica romana.

Aclaro que el presente artículo no pretende descalificar la gran labor pastoral que durante años ha mantenido monseñor Rosa Chávez; sin embargo, es importante reconocer lo que realmente implica el nombramiento de un cardenal, la posible canonización de monseñor Romero y una eventual visita del papa a El Salvador.

Hermanas y hermanos, lo cierto es que Ciudad del Vaticano está jugando un rol protagónico en pos de contener el malestar social, garantizar la gobernabilidad y contribuir con el ajuste que necesita el capitalismo en países donde se erosiona día a día el Estado de Derecho y el tejido social.

El falso perfil progresista del papado de Jorge Mario Bergoglio es una respuesta directa a la crisis sistémica del capitalismo para contener a las masas. Por ello, el papa dedica su tiempo a intervenir maliciosamente en los procesos políticos, apaciguando a las masas católico-romanas y facilitando el desarrollo de los intereses capitalistas (crimen organizado).

La actividad política de la Iglesia católica romana ha sido particularmente intensa en el continente americano; lo que recuerda el papel del papa Juan Pablo II en la caída del bloque soviético.

En lo que va del año, Ciudad del Vaticano ha legitimado la cosecha de órganos de prisioneros políticos chinos con el fin de recibir la autorización del Partido Comunista Chino para nombrar a los obispos en dicho país. Además, el “apadrinamiento” de movimientos sociales y su adoctrinamiento para la contención del malestar social va en aumento.

La Iglesia católica romana ha intensificado y evolucionado sus viejas tácticas expansionistas y neocolonizadoras, alimentando el fundamentalismo y la segregación social. Por eso, aquella frase de Martin Lutero que dice que la iglesia debe mantenerse en reforma constante (ecclesia reformanda est) es más vigente que nunca.

Así como el retorno de la venta de indulgencias, las visitas papales para respaldar gobiernos con bajos niveles de popularidad y las canonizaciones, el nombramiento de un cardenal se trata de una maniobra política que durante siglos ha sido utilizada como dilatador de una inminente revuelta popular.

Durante siglos, el cargo de cardenal estuvo reservado para la nobleza y era costumbre que los gobiernos contribuyeran a la creación de plazas de tales cardenales con los “impuestos” agregados —o gastos—. Del mismo modo, ayudaban al mantenimiento de sus respectivos cardenales protectores. Tal vez hoy día no sea abiertamente así, sin embargo la práctica mercantil del Vaticano se mantiene.

Este tipo de servicios papales es requerido tradicionalmente por gobiernos con profundas crisis y con poblaciones mayormente católico-romanas. Ejemplos recientes en nuestra América son los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay y México. El gobierno de El Salvador y la administración de Salvador Sánchez Cerén no son la excepción. Ante la crisis generalizada, la guerra social y las próximas elecciones, no sólo el oficialismo se encuentra entre la espada y la pared, sino la clase política en sí misma. Por lo que en un panorama tan oscuro para los que ejercen la voluntad de poder, sólo queda la medieval maniobra del uso de la influencia papal.

No es coincidencia que en el actual estado de desesperación el gobierno crea que una visita a El Salvador del papa ayudaría a bajar los niveles violencia del país, así como como la polarización política. En marzo pasado lo aseguraba Eugenio Chicas, al anunciar que la presidencia invitó a Bergoglio a visitar el país en Septiembre próximo. Cada viaje del papa viene acompañado de gastos públicos para el país que lo recibe.

Nuestro país podría prepararse para invertir dinero que no tiene en la visita de Francisco. Algo cercano a $2 millones de dólares por cada día de su estadía, de acuerdo a una cifra similar dispuesta por otros gobiernos en visitas recientes, como Ecuador o México.

¿Cuánto de la partida secreta terminará en la banca vaticana tras la eventual visita del papa, la canonización de monseñor Romero y la investidura de un cardenal?

Difícilmente lo sabremos. Sin embargo, sí podemos saber que esta maniobra manipuladora va en contra de la laicidad del Estado salvadoreño. Degrada y humilla la memoria de “San Romero de América”, quien es reconocido por su pueblo y no necesita de la venia imperial para legitimarse. Es más, llevarlo al altar oficialmente podría contribuir a la desmovilización y mayor instrumentalización de su mensaje e imagen como pastor, profeta y mártir de los oprimidos.

Ante esta cruzada —que busca distraer y desmovilizar al pueblo oprimido— hago un llamado a las y los romeristas a resistir. Recuerden que “la misión de la Iglesia es identificarse con los pobres… así la Iglesia encuentra su salvación” (Homilía dominical de Monseñor Romero, 11 de noviembre de 1977).

Ha llegado el momento de demostrar nuestra madurez en la fe. Es el momento de unirnos contra los traficantes de fe y los mercaderes del templo sin importar denominación. El movimiento de Jesús de Nazareth debe reformarse y evolucionar constantemente para sobrevivir el embate de los poderes despóticos que intentan someternos. Ni el papa, ni un cardenal, ni un edicto que institucionalice a San Romero lograrán evitar el despertar de un pueblo desangrado, como el nuestro.

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