¿Cómo avanzamos?

El país está estancado en su desarrollo económico desde hace décadas. Ello produce un círculo vicioso de desempleo, pobreza, degradación ambiental, violencia, todo lo que lleva a muchos a querer migrar. Varios gobiernos han tratado diferentes soluciones para ello, pero seguimos trabados. Desde hace varias décadas hemos estado generando empleo principalmente a través del consumo y las remesas, lo cual no es bueno ni sostenible; abundan las promesas de atraer inversión privada, pero nuestro gran capital no colabora y el capital extranjero ve demasiado riesgo en nuestro país. Los políticos quieren soluciones mágicas que se vean y produzcan efectos inmediatos. Quebrar ese círculo vicioso no es fácil, requiere potenciar varios ejes que generen desarrollo.

El desarrollo económico que necesitamos debe producir algún valor agregado y, sobre todo, generar empleo preservando el medio ambiente. En especial, nos interesan aquellas áreas que generen empleo permanente y bien remunerado. Industrias que agregan valor son aquellas que producen algo que vale más que los insumos que se ocuparon para producirlo. Esos, pues, deben ser los tres indicadores claves a la hora de escoger las áreas a las cuales apostar para nuestro desarrollo: cuánto empleo generan, cuánto valor agregan y qué efectos tienen sobre el medio ambiente.

Una de esas áreas ejes de nuestro desarrollo económico y social debería ser el desarrollo económico local, o sea el desarrollo de nuestros pueblos y comunidades.

Dos ejemplos de los muchos que existen en el país.

Berlín, en Usulután. Una ciudad secundaria de unos 30 mil habitantes cuyo motor de desarrollo fue el café, pero que debido a los bajos precios de este su producción cayó notablemente. Situado a unos 1 mil 200 metros sobre el nivel del mar, rodeado de montañas, lo que le produce un clima agradable; con un casco urbano histórico y bonito, con vistas panorámicas de los valles a su alrededor, con varios cerros que —junto con los cafetales— han servido para preservar su variada fauna y flora, y que además cuenta con actividad geotérmica. Con las dos urbes de oriente, de donde provienen muchos de nuestros hermanos migrantes, San Miguel y Usulután, a más o menos una hora en carretera. Con Santiago de María y Alegría, pueblos con algún grado de desarrollo turístico, muy cerca.

Su población, que es en su mayoría joven, todavía no migra masivamente y se mantiene sin mayor violencia. Algunos se han desarrollado como microempresarios, pero sus productos necesitan dar un salto de calidad y buscar mercados más amplios.

Berlín puede desarrollarse como un pueblo turístico y prestador de servicios, especialmente para la población de oriente, tanto la que reside allí o la que reside en el extranjero pero que viene a visitar o busca lugar donde retirarse. Para ello ya existen planes para desarrollar senderos para caminatas ambientales que, partiendo del casco urbano, suban con guías a los cerros, contemplen en el trayecto la flora y fauna y culminen en la cumbre donde se puede apreciar ya sea alguna actividad geotérmica o las vistas majestuosas. También establecer hostales y restaurantes en algunas de las casas históricas del centro, así como grupos artísticos cuyas semillas ya se dan; todos ellos pueden prestar servicios a los visitantes y dar trabajos para los guías, artistas, y en los comedores y hostales. En un futuro se podrían considerar casas para adultos mayores o personas con requerimientos especiales. Si todo ello se hace en coordinación con los pueblos vecinos, el potencial es mucho mayor.

¿Qué falta para ello? La población ya tiene la iniciativa y el entusiasmo y la potencial demanda está allí. Faltan dos elementos. Una institución que sea motor, promueva y coordine ese desarrollo; pero no una que genere más burocracia, sino una entidad local, sencilla, eficiente y honesta que los berlineses pueden manejar.

Lo segundo es el apoyo del gobierno. Los berlineses pueden desarrollar esas industrias turísticas y de servicios. Eso debe quedar en manos de los empresarios privados. Lo que ellos necesitan del gobierno es la infraestructura pública; por ejemplo, componer la calle de acceso, lograr hacer entradas y construir los senderos turísticos, mejorar el parque y rehabilitar alguna obra en el centro histórico. Factor clave de apoyo es la publicidad para dar a conocer y coordinar las actividades del pueblo. Ello puede ser para Berlín y los otros pueblos turísticos cercanos. Asesoría para mejorar los productos y el mercado de los microempresarios y asesoría legal para crear y lograr acceso a las industrias turísticas.

Otro ejemplo es la industria que se desarrolló en torno al surf en La Libertad. Ello ha sido un desarrollo autóctono, o sea desde y por los locales. El atractivo turístico para nacionales y extranjeros de las olas para surfear generó la demanda necesaria para desarrollar muchas pequeñas y medianas empresas: hoteles, restaurantes, servicios para los surfistas, etcétera. Fueron los empresarios privados los que impulsaron ese desarrollo. Luego el gobierno hizo también su parte, especialmente el Malecón en La Libertad, está construyendo el bypass alrededor del pueblo, puso la policía turística, etcétera. El éxito de ese caso ha sido que es un desarrollo por y para los locales y los pequeños y medianos empresarios con colaboración del estado.

El desarrollo de La Libertad se puede mejorar, para lo cual los empresarios y el estado, ambos, deben hacer su parte. Lo que más necesitan las PYMES es mayor y más justo acceso al crédito. El gobierno puede colaborar en eso, pero también en la seguridad, en las normativas y, sobre todo, en su aplicación, para un desarrollo más ordenado. Si entra la gran empresa hotelera a la zona, es necesario mantener el balance entre ella y las PYMES, en el acceso a servicios públicos, en asegurar el mantenimiento del medio ambiente y la seguridad, etcétera. Ese es un papel primordialmente del estado.

Como estos dos ejemplos existen muchos otros pueblos y ciudades en el país con gran potencial para generar un desarrollo local. Están los pueblos de la costa donde se puede potencializar su industria alrededor de la pesca y el turismo; varios pueblos de occidente que pueden elevar la calidad de sus productos textiles, etcétera.

El desarrollo económico local puede ser uno de los ejes de nuestro desarrollo, uno que beneficie sobre todo a la población de esos pueblos —ayudando así a mantener un mejor balance con las grandes ciudades que produzca empleos sostenibles, conservando el medio ambiente y que reduzca la desigualdad—. Ello es factible si se hace como una colaboración entre estado y comunidad y si la población se apropia del mismo, para lo cual es necesaria la participación ciudadana.

Para que ese desarrollo sea exitoso, el papel del estado debe ser limitado. El estado debe limitarse a un papel complementario de lo que la ciudadanía no puede hacer. Las funciones más necesarias del estado son las reguladoras para asegurar un desarrollo justo y protector del medio ambiente; las de comunicación para promover a los pueblos y sus productos y dar a conocer sus servicios; la de coordinación para buscar mayor eficiencia; la de financiar solo la infraestructura y servicios públicos y comunales prioritarios según se determinen con la población; y la de garante de un desarrollo más balanceado entre grandes y pequeños y entre generaciones actuales y futuras. Estas son acciones menos visibles del estado y, por tanto, de menor impacto publicitario en el corto plazo, pero que sin duda generan mucho mayor apoyo en el mediano y largo plazo al gobierno de turno, especialmente si promueve ese desarrollo al inicio de su gestión.


*Mauricio Silva ha trabajado por más de 40 años en administración pública. Ha sido director y gerente de varias instituciones en El Salvador y experto en el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

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