“Mientras puedas respirar, peleas. Respira, sigue respirando”.
Hugh Glass, un personaje ficticio creado a partir de un hombre que se llamaba así y vivió en la primera mitad del siglo XIX, escucha la frase en su cabeza; se la susurra su esposa muerta mientras él, vapuleado por un oso pardo y empequeñecido por la implacable naturaleza que le rodea en forma de invierno crudo, se resiste a morir.
DOCE NOMINACIONES*Mejor película*Mejor director (Alejandro González Iñárritu)*Mejor actor (Leonardo DiCaprio)*Mejor actor secundario (Tom Hardy)*Mejor director (Tom McCarthy)*Mejor cinematografía (Emanuel Lubezki)*Mejor diseño de vestuario*Mejor edición*Mejor maquillaje y peinados*Mejor diseño de producción*Mejor edición de sonido*Mejor mezcla de sonido*Mejores efectos visuales*Mejor diseño de producción |
“The revenant”, la película del director mexicano Alejandro González Iñárritu que este año compite por 12 Oscares, está basada en un ejercicio ficcional hecho a partir de la vida de Glass, un explorador contratado por el gobierno de los Estados Unidos, allá por 1830, para servir de guía a los soldados y mercenarios enviados a colonizar las agrestes tierras habitadas por las tribus originarias, los Arikara, Pawnee y Sioux en este caso.
La historia está basada en un episodio real: tras ser atacado por un enorme oso salvaje durante una expedición, el Glass histórico es abandonado por dos de sus compañeros en una montaña nevada, a 200 millas del asentamiento humano más próximo, un fuerte. En la realidad, y ayudado por indios Sioux, Glass logra regresar al fuerte para pedir cuentas a quienes lo dejaron a la intemperie.
En la historia real, Glass busca a John Fitzgerald, interpretado por Tom Hardy, uno de los que lo dejó agonizante, pero al final se conforma con exigirle que le devuelva el fusil que le robó. En la ficción de “The revenant”, el episodio del abandono y la venganza está aderezado por el asesinato del hijo de Glass a manos de Fitzgerald; esos son los móviles que disparan la acción, que en la película es, sobre todo, el regreso del personaje de DiCaprio… el regreso hacia la vida antes que a la venganza.
¿Qué mueve a Glass a no morir? El instinto animal de sobrevivir, pero también el humano de vengarse de quienes le infligieron daños. Es en esa dualidad de motivos, el de la supervivencia y el de la venganza, donde la acción encuentra sus motores, pero también su significado más allá de sí misma y, con ello, su capacidad para hablar allende sus significados visuales inmediatos. Por eso son tan importantes las creaciones visuales del director de fotografía Emanuel Lubezki, porque enfrentan al personaje, a la encarnación del hombre terrenal que es Leonardo DiCaprio en los vestidos de Hugh Glass, con las cosas que no puede controlar, que no puede entender y a las que, al final, solo puede enfrentarse a fuerza de voluntad, de la voluntad de ser, de no dejar de ser.
En ese cuento visual del enfrentamiento entre el hombre y la grandeza natural que lo rodea, Lubezki nos regala una experiencia visual sobrecogedora, no tanto por las bellísimas postales de las montañas nevadas de Dakota y Montana, sus arroyos, sus bisontes u osos salvajes, sino por la carga poética de las que las dota en su relación con los hombres que las pueblan.
Los momentos más ricos de la película son esos en que Glass-DiCaprio habla consigo mismo, con sus demonios y amores –el de su esposa asesinada por hombres blancos como él, el de su hijo asesinado- para forzarse a sobrevivir. “Mientras puedas respirar, peleas. Respira, sigue respirando”. Especial belleza tiene uno de esos tramos, en el que González Iñárritu y Lubezki ponen al personaje en medio de una iglesia en ruinas que, en un sueño, parece adquirir vida propia solo para volver a recordar al hombre que, al final, todo depende de él; vivir o morir.
El enfrentamiento entre hombres, que es donde el deseo de venganza se hace visible frente a la cámara, es bueno, pero solo eso. DiCaprio y Hardy, el actor antagonista, actúan bien y nos hacen creer en sus angustias, cinismos y motivos, pero no es por ese baile entre actores que esta película es relevante, es por lo otro: por la visualización de las luchas internas del renacido (ese es el título en español del filme).
El negro y el chivo
Con esta película el director mexicano Alejandro González Iñárritu, el negro le dicen sus amigos, y el director de fotografía Emanuel Lubezki, conocido como el chivo, se han asegurado de inscribir sus nombres en la lista de los grandes artistas cinematográficos de nuestros tiempos –léase del cambio de milenio. “The revenant” es una obra de arte que logra, a fuerza del uso espectacular de la cámara y la luz y de dos actuaciones sólidas, transportarnos al mundo del instinto humano más básico, el de la supervivencia, utilizando como telón de fondo el escenario que ha determinado la vida y la muerte de los seres humanos desde el principio de su historia, el de la naturaleza que le rodea.
Es importante escribir desde el principio que como ocurrió en “Birdman”, por la que ambos se llevaron estatuillas, en “The revenant” el arte final no hubiese sido posible sin uno de los dos: las ideas visuales con que González Iñárritu definió las inseguridades y obsesiones de la súper estrella de cine venida a menos que interpretó Michael Keaton en “Birdman” no hubiesen tenido la ejecución visual que tuvieron sin el arte de Lubezki. Lo mismo pasa en “The Revenant”: el instinto definitivo de supervivencia retratado en el explorador que interpreta Leonardo DiCaprio llega a ser imagen completa en la pantalla grande por la finísima interacción entre las ideas visuales del director y la ejecución magistral de su fotógrafo.
La historia se encargará de catalogar sus trabajos, más allá de sus nominaciones a los premios más importantes del circuito de la industria estadounidense, pero desde ya es posible decir que estos dos latinoamericanos –Lubezki también es mexicano- han patentado ya una forma de hacer cine-arte y, lo que es más, de reivindicarlo en los circuitos masivos.
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