Sin fe, ya para qué

Viendo las recientes protestas masivas en Guatemala, que precipitaron la renuncia de la vicepresidenta Roxana Baldetti, ciertos sectores de la población se preguntan –no sin cierta envidia– por qué mientras nuestros vecinos chapines se manifiestan de esa manera contra la corrupción, aquí en El Salvador no somos capaces de salir ni a la esquina para exigir el cese de ancestrales prácticas corruptas y, en cambio, nos vaciamos en una fácil indignación virtual en redes sociales, que poco o nada incide en el devenir de la política nacional.

Este fenómeno de esquizofrenia ciudadana (furia e indignación virtuales contra pasividad y acomodamiento reales) seguramente obedece a múltiples factores socioculturales, pero un elemento clave, a mi parecer, es la pérdida de fe. No me refiero a la fe religiosa, sino a la que describe la expresión “tenerle fe” a determinada acción, como “confianza, buen concepto que se tiene de alguien o algo”.

Es decir: en El Salvador ya no le tenemos fe al acto de protestar masivamente en la calle.

Las grandes manifestaciones callejeras han perdido valor, prestigio, plusvalía. Es cierto que a diario hay minúsculas protestas de grupos pequeños por temas muy particulares, pero ya nadie les hace caso; lo que consiguen, en cambio, son andanadas de insultos cuando, para llamar la atención, cierran alguna calle y obstruyen el tráfico.

La última manifestación de protesta realmente masiva y que expresó un genuino sentir ciudadano quizá fue la del 22 de enero de 1980, y esa fue atacada a balazos por paramilitares. De allí en adelante, no han faltado marchas y desfiles, pero nacidas en el seno de la izquierda o la derecha, y como tales, manipuladas políticamente.

Es precisamente este factor, la manipulación política partidaria, lo que le ha quitado efectividad a cualquier marcha o protesta de plaza pública que se pueda hacer hoy.

En 2015, los únicos capaces de sacar a la calle a millares de personas –convencidas, engañadas u obligadas– para exigir con vehemencia cosas puntuales son los partidos políticos grandes, Arena y FMLN. Pero sabemos que cualquier multitud convocada por uno será inmediatamente descalificada por su adversario político y, con ello, ese acto político entrará en el interminable “dime que te diré” del cual ya estamos hartos y nos tiene así como estamos.

Una marcha nacida en el seno de esa entidad teórica que en su momento el jesuita Ellacuría llamó “la tercera fuerza”, que tuviera el propósito y el poder para presionar de tal manera a quienes se han apropiado del Estado (a nuestra ciencia y paciencia) para forzar cambios reales, no es algo que veamos dentro de la esfera de lo posible. No le tenemos fe. De antemano, no creemos que vaya a producirse ni que vaya a funcionar.

Y si tuviera visos de éxito, si fuera realmente ciudadana e hiciera peligrar la partidocracia, Arena y FMLN (o alguna de sus organizaciones de fachada, que existieron y existen) la boicotearían de mala manera.

Lo triste es que motivos no faltan. Me imagino una gigantesca concentración frente a la Asamblea Legislativa para exigir una reforma constitucional para que haya menos diputados/as y asesores/as, de todos los partidos políticos, y me digo: “¡nunca en la Guanaxia Irredenta!” Quizá uno de estos días el FMLN organizará a su gente en otra marcha contra la Sala de lo Constitucional… y no pasará de ser una táctica más en el juego político tradicional; sin embargo, no creo que llegasen ni cincuenta personas a una marcha o concentración convocada por sectores ciudadanos no partidarios para exigirle a la Corte Suprema de Justicia un proceso serio, sostenido y honesto de depuración judicial.

Así pues, marchas y supuestas “primaveras centroamericanas”, como las de Guatemala y Honduras, son inviables en El Salvador de hoy. En cambio, vertemos nuestras frustraciones en la violencia inmediata y cotidiana insultando, agrediendo o matando al prójimo. La estrategia de desintegrar el cuerpo social en átomos que vagan perdidos sin dirección ni sentido ha funcionado. Así, estamos perdidos.

 

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.