El enemigo equivocado

Predico la satanización a la satanización del fútbol europeo. La tolero poco. No tiene sentido y es un gasto inútil de tiempo y neuronas. ¿Qué tiene de malo que te guste ver el fútbol español o la Champios League? Es apenas un producto de exportación más, como la salsa Perrins. ¿O qué tiene de malo escuchar a Los Beatles? Nunca oí ni leí sermones apocalípticos contra las radios que ponen canciones de Los Beatles. Pues Messi y Cristiano Ronaldo son los Beatles del siglo XXI. Ahora el fútbol es más popular que antes. Sus estrellas son roqueros, y sus clubes tienen pegue en cada esfera, edad y cultura. Es un fenómeno mundial. El Barcelona y el Madrid hacen giras por Asia y Estados Unidos y revientan estadios con multitudes de seis cifras.

Sobran las acusaciones que señalan al fenómeno por restar corriente a la carpeta nacional. Creer que consumir fútbol europeo es la gran razón por la cual el fútbol salvadoreño está quebrado es absurdo. ¿Por qué la gente no va a nuestros estadios? Por culpa de directivos incapaces de ofrecer un producto aseado. Si una familia puede ir el domingo a un centro comercial a gastar lo justo en un sitio limpio, con baños medianamente adecuados y con relativa confianza en que no te apedrearán el carro, ¿para qué ir a un estadio maloliente, donde las barras se tiran piedras entre ellos y acaban hiriendo a quien pase, donde a las mujeres las manosean y las ultrajan en sectores populares? Subrayo: la gente no consume fútbol europeo en lugar de fútbol salvadoreño por su calidad. No se abraza al deporte por cómo se juega, sino por cómo se envuelve, por la experiencia interpersonal en un ambiente sano.

¿Que luego tomamos el fútbol como tema anestésico? Sí, y eso tampoco es culpa del producto ni del malinchismo, sino de nuestra escasez de espectáculos propios en envoltorios sofisticados. No hablamos de nuestro fútbol como no contamos chistes de nuestros cómicos ni vamos a ver películas de nuestros cineastas.

Todo país necesita drenajes. Para nosotros, el fútbol español tiene sentido. Hay dos equipos y dos aficiones que se odian por razones ajenas, porque se las cuentan y las adoptan como rebaño y las defienden con furia. Usualmente los argumentos los diseñan jefes de barras gritones que escupen en los medios propaganda maniqueísta. Los analistas coherentes hablan al aire sin que les hagan mucho caso. Y los mandamases hacen y deshacen más por caprichos y resentimientos que por visión de bien colectivo. No somos tan diferentes.

Y no, no estamos adormecidos por hablar tanto de fútbol. Incluso si analizáramos mejor el fútbol nos entenderíamos mejor. Nos conoceríamos más. Entenderíamos que en la cancha ganan los que anteponen el bien colectivo al personal. Fuera de la cancha, los salvadoreños hacemos exactamente lo contrario.

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