¿Qué nos dejó la jornada electoral?

Votante durante la jornada electoral del 1o. de marzo. Fotografía destacada de Francisco Campos.

Revista Factum pidió a cinco columnistas que escribieran sus opiniones para responder a la pregunta que titula esta nota. Como solemos hacerlo, les dijimos que la extensión, tono y tema específico de cada columna dependía solo de ellos. Les trasladamos, sin embargo, un par de reflexiones que desde la redacción de Factum es importante abordar al hablar de las elecciones recién pasadas. Reproducimos aquí esas reflexiones y adelantamos un breve editorial como antesala a las columnas.

Aquí parte del correo que enviamos a nuestros columnistas:

“Estimados, les escribimos para agradecerles por haber aceptado escribir para Factum. La idea es tener un mini-especial de elecciones. Nosotros, como Redacción, escribiremos una introducción desde la que haremos link a las columnas. El tema y tono de la reflexión depende, por supuesto, de cada uno de ustedes. Como sugerencia les dejamos dos temas de los que nos parece interesante hablar: a) El fiasco del TSE, lo que tiene de manoseo institucional y de atentado a la democracia; ¿es esto ineptitud pura y dura o hay aquí motivos ulteriores?; b) El voto por rostro. Aquí vemos dos cosas: a raíz del retraso en el conteo, la izquierda está señalando a la Corte por asumir funciones de regulación electoral que, dicen, no le corresponden. ¿Es así?; la otra: más allá de lo formal, jurisdiccional y administrativo, parece claro que el voto por rostro ha causado terremotos internos en los partidos: En ARENA se asoma una generación más joven y varios veteranos quedaron fuera; en GANA y PCN parece que hay pleito de perros por las curules (ahí está el ejemplo de Erving Ortiz y Guillermo Gallegos); y el FMLN se aferra a su lado más estalinista: vote por bandera y punto.

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Julio Olivo, presidente del TSE, durante un encuentro con periodistas. Foto de Frederick Meza.

Y aquí la opinión de Factum:

A veces es mejor empezar por lo obvio, que no pocoas veces suele perderse entre justificaciones absurdas, bulos partidarios y hoy, época de trolles y borregos, en el inmenso basurero digital. Lo más obvio, que no lo más importante, tras la jornada de elecciones legislativas y municipales que El Salvador vivió el pasado 1o. de marzo es la incompetencia del Tribunal Supremo Electoral (TSE), presidido por el señor Julio Olivo, un exburócrata universitario aupado en el puesto por el FMLN. De eso hay que hablar, claro, por lo que tiene de desprecio a una institución tan importante para la democracia como es el árbitro electoral y por lo que ha tenido de matonería política: la izquierda salvadoreña emerge ahora como alumna privilegiada en el intento por secuestrar la institucionalidad,  un arte cuyo manual fue escrito y perfeccionado por la derecha durante toda la posguerra: repartición de la Corte de Cuentas, de la Fiscalía General, alianzas ARENA-PCN y etcéteras.

Una de las explicaciones más peligrosas a la incompetencia del tribunal, que a tres semanas de finalizada la votación está por finalizar el escrutinio (es la versión oficial del TSE), llegó desde el futuro expresidente de la Asamblea, el aún diputado efemelenista Sigfrido Reyes, quien dijo que todo el retraso es culpa de la Sala de lo Constitucional (SC) de la  Corte Suprema de Justicia (CSJ) por haber fallado, a poco de las elecciones, que los ciudadanos podíamos votar en listas abiertas y cruzando nuestras opciones más allá de banderas partidarias y posiciones en los listados. Eso es tan absurdo como decir que la FIFA tiene la culpa de la debacle de Brasil en la semi-final del Mundial 2014.

La incompetencia del TSE no se termina en la lentitud en el conteo, sino que pasa por episodios antidemocráticos, como evitar el acceso de algunos medios a una conferencia de prensa; por la improvisación que llevó, por ejemplo, a que el conteo se quedará sin local luego de que un hotel echará de sus instalaciones a quienes participaban en el escrutinio, o por el descrédito acumulado que ha hecho difícil la función de árbitro inherente al Tribunal.

Vale decir, sin embargo -y vale decirlo rápido-, que toda esta incompetencia no ha puesto en peligro la esencia del proceso electoral hasta ahora. Una muestra, aún volátil pero válida, es que los exabruptos de los candidatos perdedores han sido escasos: más allá de la tragicomedia protagonizada por Will Salgado -alcalde saliente de San Miguel- y de alguna declaración altisonante de Rodolfo Párker, el todavía diputado del PDC , la mayoría parece aceptar los resultados. Edwin Zamora, el candidato a alcalde de San Salvador por ARENA, aceptó su derrota la misma noche del 1o de marzo a pesar de que su oponente, Nayib Bukele, ganó por un margen mucho menos holgado del que predijeron las encuestas.

Es por ahora claro que el Frente vuelve a gobernar la capital, algo que en términos de gobernabilidad política nacional es irrelevante, pero que sí tendrá muchas repercusiones internas en el partido de izquierda: Bukele es ahora un contendiente presidencial, pero su margen de su victoria no le permitirá ser el candidato por descarte.

En cuanto al Área Metropolitana de San Salvador, habrá que hacer lecturas individuales. La pérdida de ARENA en Mejicanos no puede ser atribuido a otra cosa que no sea la incapacidad de la alcadesa saliente. El análisis de la reeleción del arenero Salvador Ruano en Ilopango puede arrojar conclusiones importantes sobre la incidencia política de las pandillas como actores directos e indirectos en algunos proceso eleccionarios. Y así.

Aún es pronto para hablar de la Asamblea, pero dos cosas vale decir. Si los números rompen la mayoría simple lograda hasta ahora por el FMLN en alianza con GANA puede haber movimientos: los del partido de Tony Saca podrían, incluso, volver a sus orígenes. ARENA no logrará mayoría simple por sí sola y habrá que esperar los números de GANA y PCN para ver cómo se comporta la derecha en esta ocasión. En los últimos ejercicios, los areneros han sido irrelevantes, a ver ahora… Lo otro tiene que ver con los terremotos internos en los partidos.

Sabemos, por ahora, que los viejos cuadros de ARENA han quedado fuera, y que una generación de diputados más jóvenes, como Juan Wrigth o Ernesto Muyshondt, han entrado a la Asamblea bajo la bandera tricolor. ¿Qué significa eso? ¿Será esto catalizador de cambios en un partido que parece no encontrar el rumbo desde que Saca lo partió? Por ahora, los discursos de los nuevos diputados, los que pronunciaron siendo candidatos, han sido tan vacíos o tan parecidos a la ARENA tradicional que es difícil avizorar ese cambio. Por otro lado, Ana Vilma de Escobar y Norman Quijano, cercanos ambos a la tendencia más pro-empresa y “pacoflorista” del partido están entre los más votados. ¿Qué repercusiones tendrá eso en el ya inmanejable pleito entre paquistas, calderonistas, los del G20 y otras yerbas?

El Frente, por su lado, optó por acudir a su línea más estalinista en esto de los rostros y el voto cruzado: voten por la bandera, es decir, por lo que manda el partido. No parece una apuesta viable a futuro y más bien pinta a que, tras las lecturas detalladas de quienes recibieron más votos, el FMLN estará obligado a hacer lecturas más sofisticadas y, lo más difícil vista la historia reciente del partido, optar por alternativas al estalinismo interno. (Parte importante de ese análisis debería ser el caso de San Salvador: ¿por qué la victoria de Nayib fue menos amplia de lo esperado? ¿Lo abandonó la parte de la base departamental que no lo quería a él de candidato?)

Y, como en todo, hay también visos positivos: más allá de las dificultades procesales, amplificadas por la ineptitud del TSE, lo del voto cruzado y las listas abiertas es ya una realidad política en El Salvador. Tal vez por ahí empieza la renovación que propios y extraños han pedido a los partidos políticos tradicionales. Al menos empezará a ser posible saber los nombres de quienes votan por una cosa o la otra.

Dejamos aquí las columnas:

Síntomas, no causas, por Julio Rank Wright

Alternativas al desastroso escrutinio, por Cristina López G.

Voto por rostro ¿democracia o sabotaje?, por Erika Saldaña

El teatro del absurdo electoral, por Aída Betancourt Simán

Armónicamente caóticos, por Héctor Pacheco

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