Hillary Clinton también querrá hablar español

Hillary Rodham Clinton, ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de estado de los Estados Unidos, dio el banderillazo de salida a la nueva carrera por la presidencia de los Estados Unidos el domingo pasado cuando, a través de un vídeo colgado en su cuenta de YouTube, anunció que peleará la candidatura del partido demócrata para suceder a Barack Obama, el correligionario ante quien perdió la nominación presidencial en 2008. Al anuncio siguieron ya múltiples análisis sobre el significado de la candidatura Clinton para la política estadounidense, para los demócratas y, en menor medida, para América Latina y para los millones de migrantes indocumentados que aún esperan que las medidas de alivio decretadas por Obama se hagan realidad. Factum explora algunas opiniones al respecto.

Hillary querrá hablar español, igual que el resto de nombres que se sumen a la carrera para llegar a la Casa Blanca, tanto demócratas como republicanos. La ex secretaria de estado sabe que las minorías latinas son importantes en el mapa nacional de colegios electorales, y que esos votantes han preferido a los demócratas en las últimas tres presidenciales.

En el vídeo con el que lanzó su precandidatura, Clinton hace protagonistas a familias de las clases medias estadounidenses, y entre ellas incluye a una pareja (padre e hijo) de latinos. Nada, en estos guiones, es casual, y hablar español es, por puros indicadores demográficos, requisito obligado desde la presidencia de George W. Bush.

“Se podría pensar que sería un gran momento para América Latina ver a una mujer llegar a la presidencia, pero resulta que América Latina ya cruzó ese puente, así que veo muy poco que pueda entusiasmar a la región en este tema”.

– Eric Hershberg, director del Centro de Estudios Latinomericanos de American University.

Mientras Clinton es por ahora dueña y señora del campo demócrata, en la esquina republicana ya hay tres contendientes oficiales: los senadores Rand Paul, Ted Cruz y Marco Rubio (los dos últimos de orígenes cubanos). De todos ha sido Rubio, de Florida, el que hasta ahora ha hecho guiños a los latinos, pero con un guión diferente al de Hillary. Ahí donde el discurso de la Clinton busca incluir a las comunidades de habla hispana en el conglomerado de la “clase media luchadora” al que dice representar, Rubio ha confeccionado un mensaje más emocional, basado en el pasado humilde de sus padres, emigrados de Cuba en 1956.

Tanto Clinton como Rubio, sin embargo, deberán recorrer caminos bastante largos para granjearse el favor latino: aunque ambos políticos han tenido posiciones favorables a políticas públicas pro-migratorias (Rubio como impulsor de la reforma migratoria en el Senado y Hillary como activista desde la administración), los dos también han hecho uso de retóricas hostiles hacia los indocumentados, como cuando Hillary dijo que los menores sin papeles debían regresar a sus países de origen o cuando el senador tuvo que corregir la plana para satisfacer al ala más conservadora de su partido.

Más allá de los votos que hablan español, también han surgido ya los primeros análisis sobre el tipo de política exterior que una eventual presidenta Clinton impulsaría hacia América Latina.

La mirada a otra América

Factum le preguntó a Michael Shifter y Eric Hershberg, dos de los latinoamericanistas más respetados de Washington, cómo verían la aproximación de Hillary Clinton hacia el continente en caso de que gane la presidencia en 2016:

La respuesta de Shifter, presidente del Diálogo Interamericano:

“Nadie cree seriamente que América Latina se convierte en la prioridad principal de política exterior en una eventual administración de Hillary Clinton. Al mismo tiempo, gracias a su gestión enérgica como secretaria de estado, es difícil pensar en otro candidato presidencial que haya viajado tanto por la región o que esté tan familiarizado con sus líderes y preocupaciones políticas.

“Sin duda, Clinton gozaría de simpatías, sobre todo a la luz de su compromiso con la agenda social y el empoderamiento de las mujeres, que hoy son especialmente importantes en América Latina y el Caribe.

“Clinton tuvo una buena visión de largo plazo en 2011 cuando convocó una reunión en Guatemala para plantear la necesidad de mayor atención multilateral a la situación problemática del triángulo norte de Centro América. Esa iniciativa hoy puede verse como el antecedente a la petición de ayuda por un millardo de dólares para la región que acaba de hacer el presidente Obama”.

En términos generales, Eric Hershberg, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de American University, cree que una eventual administración de Hillary Clinton no implicará innovaciones mayores en la política exterior hacia América Latina, pero tampoco retrocesos respecto a lo logrado por Obama.

“Las innovaciones respecto a las relaciones externas de los Estados Unidos no ha venido usualmente de la dinastía Clinton. Bill hizo algunos avances modestos, pero también significativos, al reconocer el pasado turbulento de Estados Unidos en la región, por ejemplo cuando pidió perdón en Guatemala por el rol jugado por los estadounidenses.

“Durante la gestión de Hillary frente al Departamento de Estados la región fue bastante ignorada, y fue solo hasta que ella dejó el gabinete que el vicepresidente Biden asumió un rol de liderazgo al impulsar un patrón de escuchar a la región en lugar de ignorarla.

“No hay evidencia que sugiera que Hillary representará un momento de cambios en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, pero tampoco hay razón para esperar que abandone los pasos positivos tomados en el último año, como el cambio en la narrativa de la guerra contra las drogas, la normalización con Cuba o la búsqueda de recursos significativos para los países del triángulo norte de Centro América”.

Foto tomada de Flickr/Commons. La senadora Hillary Clinton se reúne con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca el 13 de septiembre de 2001, dos días después de los atentados terroristas en Nueva York.

Foto tomada de Flickr/Commons. La senadora Hillary Clinton se reúne con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca el 13 de septiembre de 2001, dos días después de los atentados terroristas en Nueva York.

El pasado reciente

El 1 de junio de 2009, la secretaria de Estado Hillary Clinton estaba sentada en el anfiteatro del Centro de Ferias y Convenciones de San Salvador en su calidad de jefa de la diplomacia estadounidense y de la misión que llegó a El Salvador a presenciar la toma de posesión de Mauricio Funes Cartagena, el primer presidente de izquierda en el país. A partir de entonces, hasta su salida del Departamento de Estado en 2012, la relación de Clinton con la administración Funes fue cordial. La relación con el resto de Centro América y, en general, con el continente americano, estuvo marcada por altos y bajos.

En Washington, los analistas políticos enfocados en asuntos latinoamericanos consideran que la cúspide de la relación entre el Departamento de Estado de la Clinton y América Latina ocurrió casi al principio de la primera administración Obama, cuando la secretaria de estado, en un gesto considerado histórico, admitió en México que Estados Unidos debía asumir responsabilidad por los estragos causados por tres décadas de guerras fallidas contra el narcotráfico. En concreto, dijo la funcionaria, su país debía preocuparse más por su mercado de consumidores y por restringir el flujo de armas largas desde la Unión hacia el sur.

“Es difícil ignorar el brillante discurso político que hizo Clinton sobre América Latina en 2011, que podría decirse ha sido el mejor que ha dado un funcionario estadounidense de alto nivel sobre la región en tiempos recientes. Fue sabio y sofisticado, y llegó donde ningún discurso había llegado en términos de superar la visión paternalista que en ocasiones ha caracterizado la visión de Washington hacia la región”, opina Shifter.

 “La región ha cambiado mucho en los últimos seis años, y es muy probable que Clinton construya un equipo de primer nivel para elaborar una política latinoamericana constructiva y coherente”.

– Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano en Washington, DC.

Analistas y editorialistas en Washingotn coinciden en que el futuro presidente de Estados Unidos heredará tres asuntos esenciales en su agenda latinoamericana: la normalización con Cuba, los flujos migratorios de jóvenes provocadas por la violencia en el norte de Centro América y el declive del régimen chavista en Venezuela.

“Es probable que haya más continuidad que cambio respecto al enfoque que ha tenido la administración Obama hacia la región. Y es razonable esperar un compromiso fuerte por mantener la relación Cuba-Estados Unidos en el curso actual de mayor acercamiento”, razona el presidente del Diálogo.

Los analistas, no obstante, identifican en el golpe de estado ocurrido en Honduras en 2009 una de las grandes sombras que aún se posan sobre el portafolio latinoamericano de Hillary Clinton como secretaria de estado.

Una fuente legislativa en Washington, que pidió no ser identificada por no estar autorizada para comentar el tema en público, dijo que la respuesta tímida de Clinton en condenar el golpe, e incluso el hecho de que algunos de sus asistentes más cercanos se hayan plegado entonces a una narrativa republicana pro-militar, causó mucha frustración entre congresistas demócratas.

Hay otro evento político en la relación entre Washington y América Latina que tampoco sentó bien en la Casa Blanca y el Departamento de Estado: la V Cumbre de las Américas, realizada en abril de 2012 en Cartagena de Indias, Colombia. La administración Obama salió bastante mal parada de esa cita; “aislada” es el término que utilizó hace poco Richard Feinberg, analista senior de la Brookings Institution. Además de llevar la contraria a la mayor parte de países latinoamericanos en los consabidos temas de la guerra contra las drogas, migración y Cuba, Obama salió de la cita con muy pocos réditos.

Dos funcionarios que seguían en 2012 las discusiones sobre América Latina desde el senado aseguran, no obstante, que la mayor parte de la responsabilidad sobre ese fracaso la asumieron asesores directos de Obama en el Consejo Nacional de Seguridad, adscrito a la Casa Blanca, y no el staff de Clinton. Pero esas mismas fuentes dicen, como el profesor Hershberg, que el Departamento de Estado solo corrigió la plana en la mayoría de estos temas cuando John Kerry sustituyó a Clinton.

Shifter concede que el tema Honduras fue un reto político “que expuso diferencias reales entre los enfoques tomados por Washington y los que tomó la región; dejó a Clinton un mal sabor de boca”. El analista, sin embargo, añade una nota positiva: “La región ha cambiado mucho en los últimos seis años, y es muy probable que Clinton construya un equipo de primer nivel para elaborar una política latinoamericana constructiva y coherente”.

Foto principal tomada de Flickr/Commons, propiedad del Archivo Nacional de los Estados Unidos. Pie original: La primera dama Hillary Clinton y el presidente Bill Clinton reciben a los reyes de España en la Casa Blanca el 29 de abril de 1993.

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