El peaje del narco en Arizona

“En cualquier lugar ellos están siempre ahí, cobran 350 dólares”. Gustavo Ángel, migrante mexicano.

 

En el comedor de los inmigrantes en Nogales, Sonora, el ambiente es de tristeza, ansiedad y desolación. Muchos de los que aquí comen acaban de ser deportados de Estados Unidos. Son los que regresan. Pero también hay quienes aún cargan sus sueños como único equipaje. Son los que van; los  que se preparan para iniciar la travesía.

Los que van para “el otro lado” saben que se enfrentarán a un intenso control fronterizo, cámaras, sensores, radares, drones, y  a las altas temperaturas del desierto que ya comienzan a subir… De todo, a lo que más le temen es a la “mafia”, como aquí le llaman a los carteles mexicanos del narcotráfico.

Según los relatos que aquí se escuchan, los carteles han impuesto un peaje para cruzar: no hay manera de pasar sin pagar.

“Ahora no está fácil cruzar, hay mucha vigilancia y cobran, sea que crucemos en cualquier lugar ellos están siempre ahí, cobran 350 dólares”, dijo Gustavo Ángel, un inmigrante de Veracruz, México, que fue deportado y se prepara para regresar.

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Omar Valdez, un inmigrante mexicano deportado que se prepara para regresar a Estados Unidos enseña un dibujo que hace en un comedor para migrantes en Nogales, México, cerca de la frontera con Estados Unidos. Fotografías de Paula Díaz.

En el comedor también está José, como pidió que se le identificar, un salvadoreño de 19 años que acaba de llegar a Nogales desde El Salvador. José se vino en la “bestia”. Dejó su país, dijo, huyendo de las pandillas y ahora está dispuesto a tomar el riesgo de llegar o morir en el intento: “Me vine porque me tenían presionado las maras y no quiero regresar”.

El salvadoreño solo tiene un temor:  “La mafia…que me haga algo y no pueda volver a ver a mi familia”, dijo.

El cruce en Arizona

Los migrantes pueden pasar días en Nogales, Sonora, esperando que los traficantes les digan cuál es el área más segura para cruzar. A veces los llevan a Agua Prieta, Arivaca o Altar, Sonora, dependiendo de la vigilancia que tengan la autoridades migratorias en cada zona.

“Ahora migración tiene muchos sensores, tienen radares para sentir el calor humano, tienen aviones que en la noche se detienen con cámaras… está difícil pero tengo un presentimiento y la confianza en Dios que la voy hacer”, dice Óscar Valdez, un migrante mexicano que fue deportado y está a la espera de que le den la señal para volver a cruzar.

La Iniciativa Fronteriza Kino administra el comedor de los inmigrantes, ubicado a pocos metros de la garita Mariposa, en Nogales, Sonora. Ahí un grupo de voluntarios les prepara comida y los entretiene por unas horas. Lo hacen desde hace más de una década.

Antes de servir los alimentos, los voluntarios explican a los migrantes los derechos que tienen y les advierten de los peligros; les aconsejan no acercarse al muro fronterizo porque a los vigilantes de la mafia no les gustan las distracciones.

Este comedor para deportados en Nogales, Sonora, del lado mexicano, atiende a unos 60 migrantes cada día.

Este comedor para deportados en Nogales, Sonora, del lado mexicano, atiende a unos 60 migrantes cada día.

En el comedor, la mafia está presente en varias conversaciones, y en los consejos que los migrantes reciben de religiosos y trabajadores que han visto pasar a miles de ellos hacia el norte y que saben del cobro impuesto por los carteles de la droga para cruzar por Arizona.

“Sí cobran para cruzar la frontera y si no pagan tienen el riesgo de sufrir de violencia o hasta la muerte”, asegura el padre Sean Carroll, director de la Iniciativa Kino. “Los inmigrantes son vulnerables para estas organizaciones delictivas”.

Carroll recuerda que hace tres años hubo una ola de violencia contra los migrantes en Nogales, la cual terminó gracias a la intervención de organizaciones humanitarias que pidieron ayuda a las autoridades para protegerlos.

A mediados de abril, cuatro miembros de la organización no gubernamental salvadoreña Cristianos por la Paz (Crispaz) visitaron el comedor como parte de una gira por la frontera de Arizona para conocer de primera mano la realidad de los migrantes.

“No solamente está la situación de llegar a la frontera de Estados Unidos y encontrarse con las autoridades, sino también con otro tipo de fuerzas que están en el camino; todos tienen más o menos la misma historia”, cuenta Elba Moreira, representante de Crispaz tras hablar con varios migrantes en el lugar.

Aunque el gobierno estadounidense ha invertido millones de dólares para controlar el cruce de indocumentados por Arizona, los traficantes siguen ingeniándoselas para cruzar humanos, narcóticos o contrabando.

“Las mafias también tienen la droga que vale más, entonces usan a los migrantes como carnada para cruzar las drogas”. Pete Bidegain, vocero de la Patrulla Fronteriza en Tucson, Arizona.

Los guías han optado por dotar de teléfonos celulares a los migrantes para guiarlos en el camino. Según los testimonios de los migrantes, se trata de redes de comunicación muy coordinadas.

En el lado estadounidense, sin embargo, los agentes de la Patrulla Fronteriza suelen tenerlos ubicados, y saben dónde están los vigilantes de la frontera, también conocidos como halcones.

“Es como un juego del gato y el ratón”, dice Pete Bidegain, vocero de la Patrulla Fronteriza en el sector de Tucson. “Aquí en la frontera de Arizona tenemos los criminales, los halcones que operan trabajando para los carteles vigilando a la Patrulla; estamos trabajando para desmantelar esta red de halcones”.

Según Bidegain, los halcones también operan dentro de ciudades fronterizas como Nogales o Douglas; ellos dan la señal a los guías de cuándo es un buen momento para cruzar.

La actividad, a veces, ocurre en las mismas ciudades, no en el desierto o en casas escondidas. “Los halcones aquí en Nogales usan algunas casas en el lado mexicano, hay una casa bien conocida que le dicen el castillo”, explica Bidegain.  Desde este lugar, los halcones controlan su red de comunicaciones para observar los movimientos de la Patrulla Fronteriza y dar su señal. El juego del gato y el ratón.

“Ellos saben que usamos la tecnología para vigilarlos, la cosa más fea aquí es que los carteles tienen migrantes que quieren cruzar a Estados Unidos pero también tienen la droga que vale más, entonces usan a los migrantes como carnada para cruzar las drogas”, sostiene el agente fronterizo.

Cruce en la zona de Nogales, en Arizona, Estados Unidos, y Sonora, México.

Cruce en la zona de Nogales, en Arizona, Estados Unidos, y Sonora, México.

Paula Díaz es periodista colombiana residente en Arizona y especialista en temas migratorios y fronterizos.

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