Hacia una diplomacia del Siglo XXI

Recientemente, la embajadora de los Estados Unidos de América (EUA) en nuestro país, Jean Manes, dio declaraciones públicas en las que criticó la decisión del Gobierno de El Salvador de abrir relaciones diplomáticas con China. Es más, llegó al extremo de cuestionar –públicamente– la transparencia del proceso. 

La embajadora necesita repensar su papel y sus funciones. Debe ser más respetuosa del país y gobierno anfitrión, así como de los principios básicos de la diplomacia moderna.

En el Siglo XXI, una embajadora representa a su país en otro con el objetivo principal –en su trabajo– de estrechar las relaciones entre ambos. Para lograr ese objetivo, uno de los principios básicos de un embajador ha sido el no inmiscuirse –por lo menos públicamente– en el gobernar y la política del país anfitrión. Si este principio no se respeta, el objetivo de las relaciones diplomáticas modernas se hace mucho más difícil para ambos lados. En esta ocasión, la embajadora ha usado las doctrinas del Siglo XIX, dificultando el proceso de acercamiento mutuo entre los dos países.

Pero más importante que la efectividad en el trabajo de una dimplomática, es el respeto a los principios básicos de no intervención y soberanía, especialmente por parte de una embajadora. Aunque en nuestra historia –y en la historia de los representantes de los EUA en nuestro país– existen muchos casos de irrespeto a esos principios, ello no justifica una violación más. Al mantener esa tradición y al no tener una reacción de nuestra parte, se da una continuidad a una dependencia no sana. Los salvadoreños debemos considerar al representante de EUA como lo que son: solamente, el representante de su país; y tomar nuestro destino y decisiones en nuestras manos.

En esta ocasión, el caso cobra relevancia por varias razones:

  • El Gobierno de El Salvador ha optado por una política exterior más vigorosa de no alineamiento, de menor dependencia y búsqueda de acceso a otros mercados internacionales.
  • El Gobierno de los EUA despliega una política de mayor intervención en el Istmo Centroamericano que produce estas tensiones. Pero dada nuestra historia de gran dependencia, e incluso sumisión en algunos casos, esta nueva orientación –de mayor independencia- en nuestra política exterior es buena para El Salvador.

Existe también una nueva realidad económica en el mundo, en América Latina y en nuestra región. Para nuestro país, los intereses comerciales, económicos y políticos de China son muy importantes. La diversificación en nuestra balanza comercial es buena para el país, especialmente, cuando la dependencia económica de los EUA ha sido –y es– tan grande. Nuestro gobierno habrá considerado estos intereses al tomar su decisión. Parece pues una decisión en los mejores intereses de nuestro país. Por ello, se debe respetar el derecho soberano de un país a tomar esa decisión en sus mejores intereses, sin consultar a otros, sin intervenciones. Parece ser que, en este caso, el no consultar, se ha confundido con falta de transparencia.

Por otro lado, a EUA le preocupa la migración de Centroamérica hacia su país. En muchas ocasiones, y específicamente en la Alianza para la Prosperidad, los EUA han reconocido que el factor clave para detener esa migración es redoblar esfuerzos por el desarrollo y la lucha contra la pobreza en nuestros países. La apertura hacia China por parte de El Salvador es un paso importante en esa dirección.

Dada esta nueva realidad en la política exterior de nuestro país, en la de los EUA y en la geopolítica y economía internacional, es importante no dejar pasar sin criticar la intervención de la embajadora Manes, quien debería tener mayor cuidado antes de criticar a nuestro país y considerar la realidad del suyo. Para empezar, EUA tiene relaciones con China desde hace décadas. Recientemente, el gobierno de EUA ha tomado decisiones en su política externa y relaciones comerciales que han sido muy observadas, pero que nuestro gobierno no ha criticado, respetando su derecho soberano. Se están dando procesos en EUA que dejan mucho que desear en cuanto a respeto a las normas básicas de transparencia y principios éticos, pero también los diplomáticos latinoamericanos, y del mundo en general, en ese país, no comentan públicamente, por respeto al gobierno y al país anfitrión.

Seria loable que los representantes de los Estados Unidos en nuestro país cambien su actuar hacia uno de mayor respeto al país anfitrión, especialmente, de respeto a los principios de soberanía y no injerencia en asuntos nacionales; y que nosotros –los centroamericanos– continuemos la búsqueda de un mayor balance y menor dependencia en nuestras relaciones internacionales. Ello llevaría a una diplomacia del Siglo XXI, con base a la realidad de que los EUA seguirán siendo nuestro socio internacional más importante.

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