“Es muy paradójico que esta beatificación se celebre cuando la voz del pueblo salvadoreño ha sido secuestrada”

Este sábado será beatificado el sacerdote jesuita Rutilio Grande, quien fue asesinado el 12 de marzo de 1977 junto a dos de sus compañeros. Factum conversó con el biógrafo de Rutilio, el padre Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero de la UCA. Para Cardenal, Rutilio Grande y los dos campesinos asesinados son un reclamo de verdad y de justicia en una sociedad donde ambas cosas son sistemáticamente negadas.

Fotos FACTUM/Gerson Nájera


A casi 45 años de su martirio, la Iglesia Católica celebrará la ceremonia de beatificación del sacerdote Rutilio Grande, como reconocimiento a su trabajo pastoral en las comunidades de El Salvador, principalmente en los municipios de Aguilares  y El Paisnal, al norte de San Salvador.

El 12 de marzo de 1977 la Guardia Nacional asesinó al padre Rutilio junto a dos de sus compañeros: Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, quienes también serán beatificados.

El mismo año de aquel magnicidio, el padre Rodolfo Cardenal inició el trabajo de escribir una biografía que preservara la memoria y el legado de la obra pastoral de Rutilio Grande. Para ello se apoyó en los testimonios de quienes caminaron junto a Rutilio y quienes le dieron constancia de su compromiso de “poner patas al evangelio”, tal y como insistía Grande. 

Revista Factum habló con Rodolfo Cardenal S.J., quien es una de las personas que más conoce sobre Rutilio Grande en el país. En esta entrevista, Cardenal afirma que le parece muy paradójico que esta beatificación se celebre cuando la voz del pueblo salvadoreño ha sido secuestrada, “porque Rutilio decía a la gente que ellos tenían una palabra, que ellos tenían voz, y los animó a que se hicieran escuchar. Y luego vino la represión del Estado”.


¿Qué lo motivó a biografiar a Rutilio Grande?

Ese fue un encargo que me hizo el padre provincial después del asesinato en 1977, que había que escribir una biografía para que no se olvidara ese asesinato tan brutal de ‘los escuadrones de la muerte’, y recuperar la vida, memoria y obra del padre Rutilio Grande. Y así fue como en el primer aniversario, en marzo de 1978, salió una primera biografía de unas cien páginas. Posteriormente, en 1985, salió una biografía más extensa y que en los últimos dos o tres años ha cambiado un poco por la nueva información recogida. Así fue como yo llegué a Rutilio Grande.

¿Cuáles eran las dificultades de biografíar a Rutilio Grande en medio de la guerra civil?

Dificultades no hubo ninguna en especial, en parte porque el día del asesinato se logró salvar su archivo. Él tenía mucha documentación propia que se logró salvar y se preservó.  La única cautela: la primera biografía que salió en 1978 está publicada de manera anónima. Ahora ya está publicada con mi nombre. Otra dificultad, pero menor, es que los familiares no quisieron hablar. Las personas cercanas, por miedo, no quisieron hablar sobre Rutilio, pero eso se suplió en buena medida por la documentación existente.

¿La vida y enseñanza de Rutilio Grande se comienza a conocer de mejor manera después de su muerte?

Rutilio fue un hombre muy influyente. La mayor parte de su vida la pasa en el seminario formando al clero salvadoreño y ahí tiene una gran influencia en los seminaristas, en la Iglesia salvadoreña, en los sacerdotes que fueron sus alumnos. Le admiran, le buscan, le piden consejo, se dirigen espiritualmente con él. Él también contribuye a reformar la pastoral de la Iglesia salvadoreña, sobre todo la de la Arquidiócesis, conforme al magisterio de Pablo VI, del Concilio Vaticano II y de Medellín. Y eso se traslada después, a los cuatro años largos que estuvo en Aguilares, a las demás parroquias de Aguilares. Pero desde que Rutilio comienza su ministerio en el seminario va adquiriendo prestigio, personalidad y una proyección conocida en los medios eclesiales, desconocida para la prensa y fuera hasta el asesinato. 

¿Trascendía más allá de las comunidades la intervención de Rutilio Grande?

Por supuesto. Rutilio pasó en Aguilares sólo los últimos cuatro años y medio de su vida. Él llega a Aguilares en septiembre de 1972. Lo matan en marzo de 1977, pero antes de eso estuvo en el seminario todo el tiempo. 

¿Cuánto tiempo se ha tardado en hacer esa biografía? ¿Cuántas dificultades costó todo el proceso?

Una biografía nunca se termina porque siempre aparecen datos nuevos, testimonios nuevos. La biografía, básicamente, quedó terminada cuando se publicó la primera versión en 1985. No hubo ninguna dificultad. Tenía toda la documentación y sabiendo lo que quería hacer, no tuve ningún problema. 

¿Quiénes han sido sus principales fuentes para biografiar a Rutilio Grande?

La documentación que él dejó. Hay una riquísima documentación desde muy joven. Y eso es lo que facilitó, fundamentalmente, la fuente primaria de la biografía.

Cuenta el padre Cardenal que cuando publicó la primera biografía de Rutilio Grande, en 1978, lo hizo de manera anónima, por cautela. Foto FACTUM/Gerson Nájera.

¿Qué significa la beatificación de Rutilio Grande para la Iglesia y para la sociedad salvadoreña?

Para la Iglesia es de primera importancia porque confirma la vertiente martirial, la característica martirial de la Iglesia salvadoreña. La Iglesia salvadoreña, a partir de Rutilio Grande, es una Iglesia martirial. Es el primer sacerdote asesinado. Tengo que recordar que no es solo Rutilio. Es Rutilio y los dos campesinos, son tres los mártires. Después de Rutilio vienen otros asesinatos, otros sacerdotes, religiosas, líderes de las parroquias, delegados de la palabra, catequistas. Por lo tanto, hay una larga tradición martirial y Rutilio es como el inicio de esa tradición.

Por otro lado, es reconocer su labor en la formación del clero como párroco en Aguilares. La Iglesia la aprueba cuando el régimen oligárquico militar de entonces lo asesinó. Es decir, las fuerzas tenebrosas que han gobernado El Salvador decidieron eliminarlo, probablemente porque pensaban que era una amenaza para ese orden y la Iglesia sostiene lo contrario. También es muy importante en este momento, porque a mí me parece que Rutilio Grande y los dos campesinos son un reclamo de verdad y de justicia en una sociedad donde ambas cosas son sistemáticamente negadas. Y es muy paradójico que esta beatificación se celebre cuando la voz del pueblo salvadoreño ha sido secuestrada. Es paradójico porque Rutilio Grande, una de las cosas que hizo en la parroquia de Aguilares –y también en el Seminario, de otra manera– era decirle a los campesinos que ellos tenían una palabra que decir, que ellos tenían voz y los animó a que dijeran su voz. Y cuando dijeron su voz vino la represión del Estado. 

 ¿Cuál es el principal legado de Rutilio Grande?

El principal legado de Rutilio Grande es esa identificación con el pueblo en la que el pueblo puede decidir su destino. No necesita el pueblo que otros decidan por él. Rutilio en eso es ejemplar porque fue a vivir con la gente. En el Seminario convivió con seminaristas. Casi todos eran de extracción popular y les marcó el camino para que, viniendo del pueblo, volvieran como servidores a ese pueblo. Rutilio fomentó en las comunidades que la gente se expresara, ejerciera su liderazgo, se organizara. Y en este momento, cuando la voz del pueblo ha sido mediatizada, es muy importante, es profético, en ese sentido. 

¿Cuáles fueron las novedades pastorales de Rutilio Grande? ¿Estas aún tienen vigencia?

Por supuesto. Están vigentes porque el mensaje pastoral de Rutilio Grande viene de Pablo VI, una encíclica muy importante que se llama Evangelii nuntiandi. Esa encíclica ha sido actualizada por el papa Francisco en otra encíclica que se llama Evangelii gaudium. Y la pastoral de Rutilio es una encarnación, una aplicación del magisterio del Concilio Vaticano II y también de Medellín. Todo ese magisterio es muy actual. Hay que ajustarlo pero sigue siendo muy actual y es fundamental en ese magisterio que la Iglesia es el pueblo de Dios y la opción, dentro de ese pueblo, por los pobres, por los oprimidos, por la lucha, por la justicia y por la verdad. 

El sacerdote jesuita Rodolfo Cardenal, en entrevista con Revista Factum. Foto/Gerson Nájera.

¿Qué diría el padre Grande sobre el papel que ahora juega la Iglesia en los problemas sociales?

Que hay que salir en defensa de los pobres y de los desfavorecidos. 

Rutilio Grande, según los testimonios de miembros de su comunidad, les ayudó a abrir los ojos y a ser críticos de las injusticias que vivían, ¿Qué les estaría diciendo a los salvadoreños ahora?

Que hay que pensar por sí mismo, no confiarse. Que la gente tiene capacidad para pensar, para enfrentar la realidad, para ver con sus propios ojos y experimentar la realidad en la que viven, e interpretarla, y en ese sentido, según lo que procese, actuar en consecuencia. Rutilio solía decir que Dios no está en una hamaca tranquilamente, sino que está continuamente actuando. Pero para que Dios actúe, el pueblo tiene también que ponerse en movimiento. Ahí fue donde él lanzó esa iniciativa de las comunidades. No sólo él. En otras parroquias de la Arquidiócesis también se hizo lo mismo. Aguilares, en eso, no es una excepción; era un movimiento pastoral bastante aceptado. Entonces lo que diría a la gente es que tiene su propia inteligencia. La gente no es tonta. La gente tiene su propia manera de pensar. La gente tiene que recuperar su voz, expresar sus opiniones y también organizarse para reclamar sus derechos. 

Casi 45 años después de la muerte de Rutilio Grande siguen problemas de desigualdad social sin resolverse: el acceso al agua, la vivienda digna, los salarios precarios. ¿Qué es lo que falta por hacer para satisfacer todas estas necesidades a la luz de la obra de Rutilio Grande?

Pues lo que hay que hacer es revertir todo eso con una serie de reformas que se vienen postergando. Eso es lo que habría que hacer.

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