El anti-Bond, entrega final

He de empezar diciendo que me reconcilié con 007 en 2006, cuando Daniel Craig se puso el traje del espía británico para acabar con la época intrascendente –poco memorable al menos– de Timothy Dalton y Pierce Brosnan. Con “Spectre”, la 24ª. entrega de la serie, Craig pone punto final a su intervención; nos deja un Bond más brusco, menos flemático, más vulnerable y, quizá por ello, mucho más entretenido que sus dos antecesores.

UNA NOMINACIÓN

*Mejor canción original (“Writing´s on the wall”)

Y he de continuar diciendo que, como muchos, sigo pensando que sir Sean Connery es el doblecerosiete que mejor ha lucido en la pantalla grande. Craig es un digno segundo lugar.

La fórmula Bond no ha cambiado casi nada desde las primeras entregas, y los cambios experimentados a lo largo de los años han ido añadiendo a un guión que encuentra su caldo base en la presencia del protagonista frente a la cámara y en guiños repetidos decenas de veces —la belleza de la chica, la maldad del malo, el arte de los créditos iniciales— que son los platillos acompañantes. Es como estar frente al pavo de Navidad, cocinado siempre con la misma receta: todo depende de la calidad del pavo y, por supuesto, del toque del cocinero.

La fórmula es predecible. Mucho. Bond nos atonta con una secuencia inicial llena de acción. Bond y los agentes de su majestad—M y los suyos— nos explican a malos que, fachadas aparte, son muy parecidos a cualquier archienemigo de cualquier héroe occidental de la cultura pop parida en la segunda mitad del siglo XX. La chica Bond de turno aparece y roba pantalla por unos minutos —segundos— hasta que termina empiernada con 007. Bond salva el día. Y, claro, en el camino se toma su Martini y se agarra a pijazos con los enemigos sin apenas despeinarse. Todo muy cool. Todo muy macho. Todo muy Bond.

La parte entretenida, cuando Sean Connery era dueño del traje fue verlo hacer todo esto con un exquisito toque de valeverguismo elegante, con lo cual logró dar vida propia a un personaje codificado en el papel con parámetros dramáticos que lo hacían bastante aburrido.

Y la parte entretenida con Daniel Craig en el rol fue la concepción de ese espía bruto que sangra como cuando Rocky Balboa recibe sin parar los golpes de Apollo Creed, del ruso Drago o de Mr. T; que se permite dejar la elegancia de cuando en vez para sustituirla con una arrogancia mucho más vulgar o que, algo bastante raro en la fórmula, se enamora de la bicha.

Monica Bellucci.

Monica Bellucci.

Ver por primera vez a ese Bond, James Bond con tantos rasgos anti-Bond fue una sorpresa agradable en “Casino Royale”. Como fue agradable ver a una co-prota, actuada por esa bellísima “femme-fatale” del cambio de milenio que es Eva Green, que termina siendo indispensable para la trama: es ella quien lleva los motivos primarios de la narración; es ella quien nos regala a este Bond quebradizo.

La segunda del ciclo Craig, Quantum of Solace, fue una más, que por repetir a pie juntillas la receta, aun la nueva decadencia del espía, parecía anunciar el regreso a los años grises de Brosnan y Dalton, incluso de Roger Moore, muy superior este último a los dos anteriores pero al fin y al cabo seguidores todos del camino que les había marcado sir Sean.

Pero no. Vino Skyfall y con ella llegó Sam Mendes, el director que nos dio películas tan memorables como “American beauty” y “Road to perdition”, ambas exponentes de una belleza macabra, decadente, que ha terminado por convertirse en la marca distintiva del cineasta.

El set de San Mendes. "Spectre".

El set de San Mendes. “Spectre”.

Mendes puso oficio y mejoró el apartado estético, y logró además algo que muy pocas de las entregas previas habían logrado: dar profundidad a personajes como M o el villano de turno (el siempre genial Javier Bardem), pero sobre todo dar más dimensiones al Bond de Craig. Sin salirse de las premisas básicas de la fórmula, Mendes creó personajes de los que es posible incluso compadecerse. Todo muy dramático. Todo muy anti-Bond. Tan anti-Bond que la chica de la película es una actriz septuagenaria, una gran actriz, Judi Dench, no un cuero tipo Halle Berry o Teri Hatcher.

Y Mendes volvió para “Spectre”, a cerrar el círculo que él había abierto en la entrega previa y el que Daniel Craig empezó en 2006. Intentó el director alargar los aciertos de “Skyfall” pero solo lo logró en el apartado estético, no en el dramático. Memorable es, por ejemplo, la secuencia inicial en la Ciudad de México: Bond siendo Bond en un Zócalo invadido por calacas del Día de Muertos y retratado por un larguísimo plano-secuencia, heredero directo del recurso que el mismísimo Orson Welles llevó a la perfección. Y divertido es el ritmo de película de aventuras –más Indiana Jones menos Tomorrow never dies– que llevan al respetable por los Alpes, el Sahara y Londres. Y, claro, por muy estúpido que sea el papel, siempre es un gusto ver a Mónica Bellucci.

Pero Craig luce cansado: parece, en cámara, aburrido de su Bond y eso ya no es tan divertido. Esta versión de 007 fue buena, me queda claro, pero ya dio todo de sí.

Dicen los chambres que el próximo puede ser Idris Elba (el gran Stringer Bell de “The Wire”). Suena bien.

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