Casillas, despedido

El caso Casillas, más que el de un legendario futbolista que deja entre lágrimas el club de su vida, trata de manipulación de masas. Fuera de España explota la pregunta: ¿por qué no hay respeto unánime para apenas el segundo futbolista en la historia que levantó como capitán las copas de Europa y del mundo de clubes y selecciones (el otro fue Beckenbauer)?

No se entiende fuera de contexto. Sí, Casillas parece cometer en la cancha más errores que en el pasado. Pero su falta de tino coincide con una de las más salvajes cacerías mediáticas del fútbol español, un juicio neurótico ejecutado por una prensa polarizada. En los medios deportivos españoles cada vez se habla menos y se grita más. Dan megáfonos al escandaloso, y desde ese callejón se acusó a Casillas de soplón, espía, traidor del Madrid. El poder de estos líderes de barra en sillas de medios no se puede subestimar. Mueven masas, tuiteros y gritos en coro desde las tribunas del Bernabéu. El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, se desmarca y aparece en la foto sonriendo y abrazando, mientras los gritones de los medios parecen justificar y venerar sus decisiones crudas con excesiva frecuencia.

El Real Madrid es una bestia exótica. Le sobra dinero, aunque no es por ello que se distingue de otros clubes de billetera sin fondo como el Manchester City o el PSG. La diferencia es que la mayoría de futbolistas prefieren ir ahí o al Barcelona, que se situaron a la cabeza del mercado mediático al inicio de la era Bosman, hace 20 años. El Madrid y el Barcelona ya entonces cargaban historia, pero desde los 90 dispararon su reputación de cazadores de cracks, de pasarelas de glamour y, sobre todo, de títulos. Son, en resumen, los clubes más sexis del mundo.

Nadie se quiere ir del Madrid y del Barcelona, mas los cambios son comprensibles en dos multinacionales que dependen de copas para mantener parte de su reputación empresarial. Pero hay un intangible que es el verdadero elemento que potencia el valor universal de estos clubes: la mística futbolera. Y ese cosmético no pasa por los números, sino por sus mitos. La fascinación del espectador por el mito pesa; cuando éste se interpone al negocio, el empresario procura manosearlo con mentiras, verdades o medias verdades.

El patetismo del caso Casillas es el de un fútbol que entró en las entrañas de la humanidad a un punto espiritual, y luego sus empresarios lo convirtieron en un éxito de Wall Street. Y hay confusiones permanentes cuando introducís un producto místico en la bolsa de valores. Una directiva que reza la biblia de Gordon Gekko no digiere a un público en esencia romántico. El brazo pragmático del Madrid no duda en tratar a sus empleados como peones, pero si excede el cinismo sobre el escenario, baja su cotización. Debe, entonces, manipular masas, tener de su lado a los titiriteros, y romper reputaciones al precio que sea antes que se critique a su cúpula. Que otros apuñalen por ellos mientras, los de saco y corbata, aparecen en la foto sonriendo y abrazando. It’s just business.

 

Foto principal de Meiling, tomada de Flickr, con licencia de Creative Commons.

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