50 sombras lentas

Lento, muy lento, más lento…  Así describo una película con un ritmo en verdad aburrido.

El domingo pasado me armé con la compañía de un amigo y me fui al cine para poder escribir mi opinión de esta semana, que no podía ser de otro tema  que de la euforia  -a favor y en contra- que generó la autora de los libros E.L. James y sus ’50 Sombras de Grey’ ahora en pantalla grande.

Debo confesar que cometí el grave error de ver primero ‘Relatos Salvajes’ de Damián Szifron, quien en una magnífica epifanía cinematográfica une a Pedro Almodóvar en producción, Gustavo Santaolalla en la musicalización y actores consagrados del cine argentino como Ricardo Darín y Darío Grandinetti en una verdadera locura que –espero– le agencie el Oscar al que está nominada como mejor película de habla no inglesa. Tanta comedia cruel lo merece.

Fue un error porque me generó una comparación que no pude evitar. Así como fue un error sacar de mi memoria lo que imaginé cuando leía los libros dos años atrás y comparar. Y fue un error crearme una expectativa al leer reseñas y críticas de verdaderos expertos en la materia desde hace una semana. “Lenta, lenta, lenta”, es lo que pensaba mientras transcurrían las escenas y trataba –fallidamente- de imaginar la primera línea de este escrito.

Por más que 50 Sombras esté catalogada como mommy porn (sexo explícito sin llegar al porno, término que se puso de moda para referirse a lectura de este tipo entre madres jóvenes que sin problema comentas escenas en un picnic con sus hijos),  la película sí estaba llamada a ser un parteaguas en ese género de cine comercial bastante plagado de comedias románticas que machacan el mismo argumento una y otra vez con el mismo final feliz (sin que nadie dé nalgadas al otro).

El cine comercial ya urge de variantes, propuestas, debates, cosquillas y sobre todo riesgos. Pudo ser una buena oportunidad con este tema que parece tener todo lo anterior, pero ni la poca química de los principales, ni los diálogos cortados,  las interacciones forzadas, ni las dos canciones rescatables podrán borrarse con las escenas S&M (sadomasoquistas) que debo reconocer quedaron limpias, aunque sin llegar al vapor que prometían.

Tomo en cuenta que esta solo es la película del primer libro, pero no me deja muchas esperanzas para las otras dos. Tendré que esperar otro rodaje que motive más a la gente a descubrir y descubrirse. Que no necesite camuflar a la misma cenicienta de siempre en distintas versiones  y sin escenas a medias porque no se atrevieron a ser.

En los 60’s fue la icónica ‘Lolita’. En los 70’s fue ‘El último tango en París’, con los ojos de Brando que aún nos miran, las escenas de ‘Atracción fatal’ con el trasero divino de un joven Michael Douglas. En los 90s fue ‘El Amante’ (que la acabo de encontrar en Netflix) sobre una adolescente de raíces francesas que se inicia en las artes de piel con piel con un joven millonario y bastante desocupado (¿les recuerda a alguien de apellido Grey?) de origen chino y resulta ser ella la que no quiere compromiso porque solo le interesa su dinero. Cada cierto tiempo aterriza en las pantallas una historia que nos hace derretir la barra de chocolate que compramos en el cine. Y no pasa nada. ¡No pasa nada!

Como no soy crítica experta en cine, ni tampoco me voy a disfrazar de psicóloga sexual, decidí quedarme con las reacciones que escuchaba a mi alrededor:

“Mirá, en verdad le está pegando”, decía una joven con su novio sentados detrás de mí. “Qué cabrón”, dijo un señor a mi derecha con el seño fruncido y brazos cruzados. Y mi favorita: “qué pendeja”, la misma joven detrás de mí. No podía evitar pensar cuántos de los que estaban con cara de circunstancia en esa sala ven porno en su casa, se reenvían con sus amigos fotos de modelos, tienen de fondo de pantalla a Pamela Anderson o le habrán pedido a su novia algún modelito especial de Victoria’s Secret para este 14 de febrero.

Si nos vamos a poner sexistas, hagámoslo hasta el fondo.

¿Estaríamos reaccionando igual si fuera una mujer dominante y el hombre sumiso? ¿y entre dos hombres o dos mujeres por igual? ¿Y cuando maltratan al perrito del vecino o al anciano indigente les parece que es ‘otro’ tipo de violencia? Pregunto para poner en su misma balanza el argumento de ser apología de violencia.

No suelo usar la palabra ‘normal’ porque cada cabeza es un mundo y en temas de cama es un calificativo que no aplica. De hecho, no existe y menos mal.  ¿Qué es sexo normal? ¿hasta dónde es permitida la fantasía? ¿quién dice cómo se debe amar y cómo no se debería? Sería el colmo que así como hay voces que nos piden beber el café de una manera y maridar el vino con cierta comida, también se publicaran listas de las posiciones normales y las fantasías ‘aceptables’.

Por errores como ese nos fuimos a vivir a los extremos y permanecemos preocupados de moralismos fuera de lugar.  En resumen: que sea película cachonda no significa que padres de familia deban preocuparse porque sus hijas vivan la fantasía de sumisa (eso se decide después),  que hoy veamos en el cine una centésima apuesta por el erotismo no significa que la sociedad está en decadencia (que lo estará por otra razones) y que debamos alargar la miseria de tabúes sexuales por no saber distinguir fantasías eróticas, y aunque me alegra el esfuerzo, es una peli aburridona.

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