De coherencia y candidatos

“Fue como ver futbol nacional: se empieza con fe, se sufren los 90 minutos y al terminar, uno se pregunta por qué mejor no vio tenis.”

@crislopezg

San Salvador. Muchos damos gracias porque ya termina la campaña electoral. Luego de los interminables comerciales, los confusos “debates” y las entrevistas a los cientos de candidatos, podemos concluir que esta campaña electoral ha destacado, como mínimo, por su enredo, pero finalmente, estamos a unos días de las elecciones.

El objetivo de cualquier campaña electoral es dar a conocer los planteamientos, las propuestas y la visión de los que buscan el poder. En este sentido, es lógico que las insinuaciones de los partidos políticos y sus candidatos sean diversas, innovadoras y hasta atrevidas. También se debe tener en cuenta que es una competencia y que, para el caso salvadoreño, la lógica de los partidos políticos ha sido, por décadas, la de concentrar el poder a toda costa.

Los salvadoreños sabemos por empirismo que nuestras campañas electorales son irrealistas, sabemos que se venden discursos muy alejados de lo que se hace luego de llegar al poder. Sin embargo, esta campaña electoral ha tenido sus particularidades.

Quizás, porque ahora deben dar sus caras para ganar la elección o porque regalar camisas y delantales ya no es tan efectivo, los candidatos a diputados y alcaldes se han visto obligados a hablar y referirse a las demandas de la gente. No obstante, esto no ha significado que se traten los problemas reales con seriedad, sino como simples insumos para discursos mesiánicos muy elaborados o para comerciales cada vez más ingeniosos.

Lo más interesante de toda la campaña es darnos cuenta que los candidatos si saben y conocen cuáles son los problemas del país y que a lo mejor, siempre lo han sabido. Entonces, ¿por qué nunca se han resuelto los problemas?

La inseguridad, el crecimiento económico y el costo de la vida son los temas más tratados en la propaganda electoral, eso podría ser un avance si no fuera porque las propuestas siguen siendo superficiales y nada técnicas. Sin mencionar el cómo financiaran sus ideas, todos coinciden en lo que dicen: cámaras y más presupuesto para seguridad; más obras públicas y más confianza para las inversiones; dar becas y clases de inglés; y reducir de alguna manera el costo de la vida. Ser candidato a diputado o alcalde ha significado prometer más de lo que corresponde al cargo, repetir las ideas más populares, no acercarse al tema del financiamiento y despotricar contra los adversarios, no contra sus ideas.

En estas elecciones, para ser candidato fue necesario ser dueño de la verdad, pensar que se corre por la Presidencia y creérselo. Todo, manipulando argumentos, diciendo hasta el cansancio que se representa a los más vulnerables, a los que demandan cosas urgentes, pero eso sí, aquel que piense diferente está fuera del club de los “necesitados”, porque el país está formado por los que piensan igual. Los estadistas no postulan en estas elecciones.

Hablar de candidatos es hablar de privilegios. La campaña electoral se vuelve agotadora en la medida de que sus beneficios son percibidos solo para los candidatos y sus allegados. Así, es decepcionante la forma en que se pretende ganar credibilidad, cuando incluso vemos que hay candidatos –que siempre ganan– que tratan de volver a la política un negocio familiar.

Animar a que las personas voten resulta cada vez más difícil; para muchos se está volviendo un derecho o una libertad inútil. Los que promulgan como su fundamento la libertad y aquellos que lucharon con armas para tener libertad son ahora lo que nos presionan a no tener opciones o a preferir no votar, a perder ese derecho tan simple, pero tan útil si se quieren resolver los problemas.

Las elecciones son en unos días y muchos de los candidatos son desconocidos o aún no convencen. De igual forma, resultarán electos y será luego de las elecciones que, nuevamente, los pondremos a prueba. Pero me atrevo a afirmar que otra vez los salvadoreños nos quedaremos a espera de lo mismo: coherencia.

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