Vivimos en un mundo desigual, que por entre sus grandes desajustes socioeconómicos y políticos ha popularizado el uso de la internet y de las redes sociales, en un afán de darle voz a millones de personas que antes no habían tenido oportunidad de expresarse de maneras más o menos libres y francas.
Cada día, la supercarretera mundial se llena de datos, de notas, de memes, de fotografías, de videos, de una suma de contenidos en amplia y variada cantidad, pero en la que falta el rigor, la profundidad, la exigencia y la disciplina en cuanto al contenido de los mismos, a las maneras en que se presentan y a los objetivos que se persiguen con su divulgación. Esa “ventana abierta a un mundo cerrado” como la llamara alguna vez Umberto Eco se ha transformado en un inmenso océano de escasa profundidad, donde la navegación cada vez se hace más y más difícil.
En los tiempos actuales, así como casi cualquier persona con una cámara o un teléfono inteligente cree que ya ha logrado llegar a la verdad esencial de la fotografía, algunas otras personas creen que ya dominan las herramientas necesarias para opinar sobre todo cuanto pueda estar a su alcance en la vida. Internet y las redes sociales han democratizado la opinión, pero también le han abierto la puerta a la banalización de la información y han puesto ante retos muy abiertos al periodismo mundial. La inmediatez en la difusiòn de contenidos noticiosos u opiniones sobre temas coyunturales casi ha relegado a un segundo plano la reflexión profunda, otorgada por otras disciplinas como las ciencias sociales, la filosofía, las humanidades, etc.
Frente a todo eso, ha sido de vital importancia que en un país como El Salvador surgieran medios alternativos y digitales dotados de contenidos significativos y de reflexiones más allá de la narración noticiosa. Uno de esos casos es el de Revista Factum, que ahora llega a su primer aniversario de publicaciones.
Como lector y colaborador de la misma, entendí desde el primer momento que el objetivo de sus creadores era adentrarse en los hechos y sucesos que componen a la realidad en sus más diversas facetas. Al lado del análisis político o las investigaciones acerca de la narcoactividad, siempre ha habido espacio para la música, la literatura y el análisis de otras temáticas. Un ejercicio necesario, porque la realidad no es monotemática, pero sí implica un amplio abordaje multidisciplinario y con una gama de perspectivas ideológicas. Es decir, la concentración de un universo factual requería y requiere la mirada de muchos autores y actores, en especial para lanzar luz crítica hacia los escondrijos de tentas situaciones que se viven y sufren dentro de la patria salvadoreña.
En un año es muy difícil reconocer el impacto real que haya tenido Factum entre la sociedad salvadoreña. Sin duda que sus contenidos han sido leídos y comentados, pero cabría esperar que los mismos fueran motivo de debate y comentario en otros ámbitos del quehacer académico, político, económico y cultural del país. Ojalá que esa inquietud moviera a los directores y redactores de Factum para considerar la realización de un foro, mesa redonda o reunión crítica para examinar lo hecho hasta el momento y las perspectivas de futuro para la publicación. Porque de que las tiene, sin duda que las tiene y deben de ser muy ambiciosas.
Creo que es el momento en que Factum amplíe sus potencialidades. En lo personal, me gustaría que la revista se reorientara hacia dos caminos convergentes e interesantes. Por un lado, que sea una publicación con perspectiva centroamericana y centroamericanista. Que la realidad del istmo sea vista como parte de nuestro propio desarrollo salvadoreño de cara a los años venideros. En este sentido, Factum debe encontrar aquellos puntos que unifican o separan en la actualidad a la región centroamericana, para ponerlos bajo las lentes del análisis y abordarlos en cada una de las entregas. O, por que no también, en números monográficos de tiraje especial.
Por otra parte, considero de gran importancia que la revista Factum se adentre en las relaciones de El Salvador y de las comunidades salvadoreñas residentes con otros países y con otros espacios dentro del mundo multilateral y multipolar en el que vivimos. No podemos reducir esas situaciones a la migración y a las actividades del crimen organizado. El Salvador y la región centroamericana son parte de proyectos políticos que atraen (o no) a diferentes potencias del planeta, más allá de Estados Unidos, China, Rusia y otras. ¿Hay analistas dispuestos a colocarse gafas internacionales para ver esas conexiones y plantearlas en sus escritos? ¿Hay lectores preparados que pudieran tener interés en ver al país y al istmo más allá de las condiciones de pobreza, mortandad, criminalidad y una larga lista de situaciones coyunturales graves, pero que no son las únicas que pueden verse en el día a día?
Para el año cumplido y para los años que faltan, Factum tiene un sello de aprobado, pero también tiene unas posibilidades de trabajo notables y llenas de vías para seguir en curso ascendente. Hoy es el primer día de ese futuro.
*Foto tomada del Facebook de Carlos Cañas Dinarte. Autor: Evaristo López.
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