Las mujeres nos defendemos entre nosotras

La noche del 4 de junio de 2020 presenciamos una nueva cadena nacional en la que vimos al presidente de la República acompañado de su gabinete, en el “estreno” de su “sala de crisis”. Yo, como quizá muchas salvadoreñas y salvadoreños, me pregunté si ver o no la transmisión, pues estos espacios se han convertido en causante permanente de estrés, preocupación, rabia, frustración e incertidumbre.

El órgano ejecutivo ha centrado la forma de dirigirse al pueblo salvadoreño en la promoción del ataque, el revanchismo y, en gran medida, el miedo. Así también, la crisis ocasionada por la pandemia de la Covid-19 y por las lluvias que afectaron al país han puesto en evidencia, ahora más que nunca, la falta de planificación de este gobierno, así como una excesiva centralización de la gestión; lo que deriva en un limitado análisis técnico y desde enfoques participativos, interdisciplinarios y multidisciplinarios.

A pesar de todo, me quedé hasta el final de la transmisión y lo que me motivó a escribir estas líneas fue el cúmulo de emociones que me produjo escuchar a Nayib Bukele nombrar por primera vez durante todo este periodo de crisis la palabra “feminicidio”. Dicho momento en la transmisión estuvo marcado por el machismo y la misoginia, al utilizar de forma tendenciosa datos de la Fiscalía General de la República, para promover un discurso de desprecio a la lucha social feminista.

Durante las últimas semanas, el mandatario ha señalado reiteradamente el logro que significa para su gestión la reducción de homicidios a partir del Plan Control Territorial, del cual, cabe destacar, no sabemos exactamente en qué consiste, más allá de la masiva presencia militar. Además, ha insistido en celebrar dichos datos, siempre utilizando el término “homicidio”, de manera que sistemáticamente invisibilizó la situación de muchas mujeres salvadoreñas que encontrándose en situación de confinamiento se han visto más vulnerables ante diferentes violencias. A este silencio y omisión cómplice hay que agregar el balance que en múltiples espacios han hecho diversas organizaciones de mujeres y feministas respecto a este año de gobierno. Feministas y académicas como Morena Herrera identifican retrocesos en materia presupuestaria y el debilitamiento de espacios institucionales en materia de género, al igual que la ausencia de estrategias claras para atender las problemáticas específicas que enfrentan las mujeres salvadoreñas. En este escenario, Bukele rompe su silencio sobre los feminicidios a través de la confrontación, cuestionamiento y señalamiento a las mujeres organizadas mientras interrumpía la intervención del ministro de Justicia y Seguridad Pública, a quienes cito:

―Nayib Bukele: (…) han muerto 61 por ciento menos mujeres de las que murieron en el mismo periodo del gobierno anterior, o sea que las mujeres están 61 por ciento más seguras en este gobierno de lo que estaban en el gobierno anterior…

―Rogelio Rivas: Por supuesto.

―Nayib Bukele: O sea que esas oenegés que dicen eso realmente son parte del partido del gobierno anterior.

―Rogelio Rivas: Así es, tratando de confundir a la población con los resultados.

―Nayib Bukele: O sea que ellas no defienden a las mujeres, defienden al FMLN.

―Rogelio Rivas: Así es.

―Nayib Bukele: Porque si defendieran a las mujeres, estarían contentas de que se ha reducido un 61 por ciento los feminicidios.

Yo no estoy contenta ni lo estaré mientras salvadoreñas continúen siendo asesinadas por ser mujeres. No defiendo ningún partido político, me mueven mis propias convicciones y sentido de la justicia, además del análisis que hago a partir del seguimiento a esta gestión.

Desde ahí, puedo decir que las afirmaciones citadas constituyen un mensaje sumamente peligroso y sesgado respecto a la situación de las mujeres en El Salvador. El primer asunto problemático deviene de la forma en que se promueve la desinformación y una visión en extremo simplista sobre un problema social e histórico tan complejo como la violencia contra las mujeres. Digo esto porque el presidente pretende dar a entender que la reducción de muertes violentas de mujeres registrada por la Fiscalía General de la República en enero de 2020 en comparación con enero de 2019 representa un incremento igualmente proporcional en la seguridad de las mujeres. Dicha relación de proporcionalidad constituye un sinsentido desde cualquier ángulo. Primero, porque claramente la seguridad de las mujeres no puede ser reducida y entendida únicamente como no ser asesinada.

Con esa aseveración, el presidente de la República negó la experiencia de la mayoría de las salvadoreñas. Según la Encuesta Nacional de Violencia contra la Mujer de 2017, un 67.4 por ciento de las mujeres señala haber vivido algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida. De ellas, 47.8 por ciento registran que las violencias ocurrieron en el hogar e identifican como agresor a sus parejas, exparejas u otros dentro de ese espacio (padres, hermanos, allegados, etcétera). Según dicho estudio, únicamente seis de cada 100 mujeres interpusieron una denuncia o buscaron ayuda en alguna institución del Estado. Entre los motivos para no denunciar se identifican: dificultad para movilizarse o limitado acceso (47.8 por ciento), pensar que no le iban a creer (15.3 por ciento), vergüenza (14.3 por ciento), recibir amenazas (11.5 por ciento), no saber a qué instancia acudir (8.7 por ciento) y miedo a represalias (2.3 por ciento).

Con todo esto, tenemos claro que la situación, incluso antes de la pandemia, era sumamente adversa para las mujeres. En consecuencia, el “quédate en casa” ubica en mayor riesgo a muchas salvadoreñas que además de permanecer con sus agresores se enfrentan a mayores dificultades para buscar apoyos en las instituciones del Estado.

Estas violencias no se han puesto “en pausa” durante la crisis; por el contrario, organizaciones como Ormusa han puesto en evidencia el incremento de ellas en el confinamiento y la complejidad de contar con datos oficiales que reflejen estas realidades. Así lo explica Silvia Juárez, coordinadora del Programa para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres de dicha organización: “(en el caso de) las denuncias, el primer mes y medio de la cuarentena se vieron disminuidas a nivel de la Fiscalía y de las mismas instituciones [del estado], pero, en las organizaciones [de mujeres y feministas] se disparaban, porque las mujeres no tenían claro si los servicios de atención a la violencia se encontraban aperturados [sic]”.

De hecho, el Informe de Rendición de Cuentas del 14 de marzo al 14 de mayo de 2020 de la Procuraduría General de la República señala que, en ese periodo, “la Unidad de Atención Especializada para las Mujeres (UAEM) brindó un total de 2,351 servicios globales; de estos, 1,395 correspondieron a asistencias presenciales y virtuales; mientras el total de asesorías sumó 956, entre presenciales y virtuales”.

Esta cifra, inferior en comparación con el mismo periodo del año 2019, ha sido explicada por la procuradora general, Miriam Geraldine Aldana, como un efecto de las condiciones de cuarentena: “No es porque se han reducido los hechos de violencia, sino porque las vías de acceso a la forma de denunciar no han sido difundidas oportunamente, o no estábamos preparados para hacerlo desde la virtualidad o desde medios electrónicos”. En la misma línea, el informe ya citado afirma que en los servicios que la Procuraduría General ha brindado durante la cuarentena, “las mujeres han manifestado no poder salir de sus hogares o hacer llamadas porque están en contacto constante con el agresor y sus redes de apoyo sufren la misma suerte de verse limitadas”.

De este modo, las declaraciones del presidente restan importancia a toda esta problemática, en la cual los feminicidios son su expresión última y más grave. Promueve la invisibilización de la violencia estructural y sistemática contra las mujeres, punto por el que ONU Mujeres la describe como “la pandemia en la sombra”, para referirse a la falta de priorización por los gobiernos y lo imperante de su atención.

Ahora bien, los datos que destacaban y celebraban los dos hombres antes mencionados durante la cadena nacional deben verse con suma cautela, pues habría que revisar qué se está catalogando como feminicidio y reconocer que es altamente probable la existencia de subregistros, así como también analizar esta información en perspectiva con otros datos, como por ejemplo los de desapariciones de mujeres. En esa línea, es necesario insistir en la urgencia de incorporar una perspectiva transversal de género en la acción pública, pues de esa forma es posible identificar que las muertes violentas de hombres y mujeres presentan características distintas, razón por la que insistimos en que algunas mujeres mueren por el hecho de ser mujeres. En el Observatorio de Violencia contra las Mujeres de ORMUSA se evidencia a través de datos del Instituto de Medicina Legal que, durante enero de 2020, siete de los 12 feminicidios ocurrieron en espacios que en teoría deberían considerarse seguros para las personas: la propia vivienda o una casa conocida.

Así también, en el monitoreo de medios que realizó dicha organización de enero a abril de 2020, es frecuente encontrar casos de violencia física, sexual y feminicida, ejercida principalmente por hombres identificados como parejas o exparejas de las mujeres.

Un análisis del comportamiento de las muertes violentas en un panorama temporal más amplio conduce a observar que “las muertes de los hombres han tendido a mostrarse en picos que suben y bajan, es decir que las decisiones de las políticas públicas les impactan. En el caso de las mujeres, aunque son menos muertes que las de los hombres, se mantienen como una especie de meseta, donde está una tendencia casi recta, casi lineal, y no se impacta con las decisiones públicas. Es decir, porque no estamos atendiendo el problema”, plantea Silvia Juárez. Es por ello que se reitera que las acciones del estado deben tener en cuenta todas estas especificidades, del mismo modo que es tan relevante conocer en detalle qué es lo que este gobierno ejecuta en materia de seguridad, y, por supuesto, que las estrategias sean elaboradas de forma participativa.

Por otra parte, las palabras de Nayib Bukele reflejan un uso tendencioso de los datos y una instrumentalización de las vidas de las mujeres, en el marco de sus intereses políticos de cara a las elecciones de 2021. Demuestra que no le interesa la vida y el bienestar de las salvadoreñas. Si esto fuese así, en lugar de atacar a mujeres y organizaciones con una trayectoria histórica de lucha, aceptaría que la violencia contra las mujeres es un problema real, estructural y que el confinamiento representa un agravante. Así también reconocería la urgencia de la perspectiva de género, no solo en la atención de las crisis que el país atraviesa, sino en toda la planificación de las políticas públicas. Es un presidente que se presenta a sí mismo como provida por no estar a favor del aborto, pero que niega las desigualdades de género y, con ello, coloca las vidas de las mujeres más precarizadas de nuestro país como negociables; es decir, que pueden reducirse a un cálculo más en su discurso político, con el único objetivo de mantener su popularidad.

Además, es sumamente preocupante la misoginia que amenaza a las salvadoreñas expresada a través de las palabras del presidente de la República, quien recurre a desacreditar a las organizaciones de mujeres y feministas como estrategia política, señalándolas prácticamente como instrumentos de partidos políticos. Fiel al modelo patriarcal de hacer política, no es capaz de reconocer que las mujeres tenemos nuestra propia voz, como sujetas y ciudadanas. De modo que las mujeres y organizaciones que han puesto en el debate las falencias de este gobierno en la atención de las problemáticas que atañen a las desigualdades de género reivindican el espacio público como propio, sin intermediarios y bajo lógicas que permitan una mayor representación nuestra en la toma de decisiones del país. ¿O es que, en su ideario e imaginario, las mujeres no podemos tener un posicionamiento propio? ¿Debemos quedarnos calladas ante las problemáticas que nos afectan a nosotras o a otras?

En una sociedad altamente polarizada como la nuestra, requerimos que quienes sirven al estado promuevan una cultura democrática y de diálogo, que en este caso equivaldría, como mínimo, a reconocer la realidad histórica de desigualdad y violencias contra las mujeres y a generar acercamientos con la sociedad civil para resolver estas problemáticas. Sin embargo, el contexto al que nos enfrentamos en este momento es completamente distinto. Las palabras de Bukele y la manera en la que las expresa denotan un rechazo a las luchas por la igualdad por parte de colectivos de mujeres y feministas. Trata de reducirlas a defensoras de los intereses de aquellos a quienes él llama “los mismos de siempre”. Pero no, como ciudadana crítica, sé que ante todo las mujeres nos defendemos entre nosotras.  Es por tal razón que ante los niveles de legitimidad que el presidente ha logrado hasta ahora, considero que debemos encender todas las señales de alarma para alzar nuestras voces y exigir otras formas de hacer política.

Asimismo, nos demuestra la urgencia de la promoción de una educación transformadora, crítica, que llene de ideas y propuestas todo el medio de las falsas dicotomías que el gobierno actual impulsa discursivamente. Es apremiante que en la sociedad salvadoreña posicionemos como meta el debate de las ideas como parte intrínseca del juego democrático y que, en este, debemos formar parte todas y todos. Con todo lo expuesto, me sumo al llamado para defender y reconocer los tantos logros que, como mujeres, les debemos a las feministas salvadoreñas. Al mismo tiempo, demando al gobierno actual que garantice una vida libre de violencia a todas las salvadoreñas.

Señor presidente: poner al centro la vida de las mujeres es reconocer que existe el problema de las violencias, nombrarlo y atenderlo. De lo contario, no puedo creer otra cosa que, para usted, esas vidas son solo un elemento más del cálculo político. Lo único que me ha demostrado hasta ahora es que no le interesan las mujeres, únicamente le interesa su popularidad y mantenerse en el poder.


Fuentes de respaldo:

Morena Herrera, “Un año de avances tímidos y retrocesos significativos para las mujeres”. Columnas/Desigualdad, Periódico Digital El Faro, 01 de junio de 2020. Disponible en: https://elfaro.net/es/202006/columnas/24489/Un-a%F1o-de-avances-t%EDmidos-y-retrocesos-significativos-para-las-mujeres.htm

Gerencia de Estadísticas de Género, Dirección General de Estadística y Censos (DIGESTYC), Observatorio de Estadísticas de Género, “Encuesta Nacional de Violencia contra la Mujer, El Salvador, 2017”. Disponible en: http://aplicaciones.digestyc.gob.sv/observatorio.genero/eviolencia2018/index.aspx

Entrevista en programa televisivo “Républica”, canal 33, 5 de junio de 2020. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=2yNrwRPO31g

Procuraduría General de la República, “Informe de Rendición de Cuentas del 14 de marzo al 14 de mayo de 2020, Estado de Emergencia Nacional”. Disponible en: http://www.informacionpublicapgr.gob.sv/descargables/participacionciudadana/2020/InformeRendicionCuentasPGRPeriodoEmergencia.pdf

Entrevista en programa radial “Pencho y Aída”, radio 107.7 FM, 23 de abril de 2020. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=mj9lPQL4lJY

ONU Mujeres, “Violencia contra las mujeres: la pandemia en la sombra. Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres”, 6 de abril de 2020. Disponible en: https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/4/statement-ed-phumzile-violence-against-women-during-pandemic


*Massiel Merino Murcia es feminista e internacionalista. Actualmente es tesista de la Maestría en Estudios de Género del Colegio de México. Docente de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador.

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