La historia del Ostrero

Estaba sentado en la roca, viendo al mar, o mejor dicho, contemplándolo, cubierto todo el cuerpo menos la cabeza, los pies y las manos, con ropa vieja. A su lado tenía un tubo neumático al cual tenía atado su pequeña red de pescador y sus aletas; aletas remendadas, “que no son las mejores, ahora hay unas mucho más flexibles, pero yo no las puedo comprar”. Flaco, toda su piel curtida por el sol, con mirada perdida en el horizonte, que después de entrablar conversación se vuelve profunda. Más tarde me contaría que tiene 45 años, que vive por allí cerca con su familia y que es ostrero desde los 16 años.

Sale temprano, todos los días del año, menos cuando el mar no lo deja, que no son muchos. Su faena termina a eso de las cuatro de la tarde. Ese día eran las 7:30am y ya tenía algún rato sentado en la roca, esperando que se dieran las condiciones para entrar al mar. “Nos toca duro -me decía-  no como nada durante el día hasta regresar a casa. Nos metemos al mar y ya no salimos el resto del día. Pero no me quejo, las ostras nos dan de comer, en los días malos gano unos $ 10/12″.

“Nadamos hasta allá donde las rocas, (pues) producen un mar más tranquilo, y donde las ostras se desarrollan agarradas a las mismas. Las ostras crecen solo en las rocas duras. Nosotros cogemos solo las ostras medianas y grandes; hemos aprendido a cuidar lo que nos da de comer, por eso no sacamos las ostras pequeñas. La conservación la aprendimos con los pepinos de mar, toda esta zona estaba llena de ellos, vino un señor y nos ofreció comprarlos -luego supimos que para llevarlos a Japón. Como pagaba bien por los pepinos frescos sacábamos los que fuera, grandes medianos y pequeños. Nos los acabamos”.

“Para sacar la ostra nos sumergimos hasta unos cuatro metros, ello me hace diferente. Una vez fui al hospital por un problema en el estómago, me sacaron radiografía y al examinarlas el doctor regresó y me preguntó que cual era mi problema, yo le dije que sólo lo del estómago, entonces me pregunto que en qué trabajaba, cuando le dije que soy ostrero me dijo que eso lo explicaba. Él se había afligido pues mis pulmones eran como el doble de tamaño que los normales, pero que el buceo lo explicaba, poco a poco mis pulmones fueron creciendo por el trabajo que hago.”

“Prefiero bucear siempre con otros compañeros cerca (aunque ese día estaba solo, quizás por ello no se había metido todavía esperando a los otros). Ello me da más confianza, aunque estén lejos, pero nos estamos viendo. Es que el mar tiene peligros, nos podemos quedar atrapados en alguna roca o nos puede salir algún animal. Mi mayor susto fue cuando iba subiendo distraído, abriendo una ostra que acababa de sacar, y vi la sombra del mayor tiburón ballena que he visto, unos 10 metros de largo, de esos que tienen círculos negros con puntos blancos, tal fue el susto que hasta boté la ostra. Huí despacio, sin hacer ruido”.

“La producción de ostras se las vendo al dueño de un restaurante allí en la playa del lado, pero no dependo de él. He hecho una piscina en mi casa donde entra el agua de mar en marea alta, allí siempre tengo algunas ostras por si viene algún patrón y me pide ostras, esas las vendo ya sacadas y más caras”.

“Es dura esta vida, pero es lo que sé hacer. Lo que no sé es cuánto más lo podré seguir haciendo. Lo que sí es cierto es que el mar es bueno conmigo,  pero también peligroso”.

Después de mi platica con el ostrero seguí caminando por la playa. Cuando volví a pasar él ya no estaba en la roca, estaba mar adentro. Pero cuánto me enseñó esa pequeña conversación con él: lo más impactante fue la humildad del ostrero, la paz que en él sentí, su creatividad para manejar su negocio (la piscina en su casa para mantener ostras vivas), los principios básicos con los que deberíamos enfrentar la conservación ambiental (involucramiento de la comunidad, conocimiento profundo del entorno, apropiación por parte de los pobladores de su ambiente, y autoregulación). También lo duro de esa vida de subsistencia, y la falta total del Estado en su vida, pero la necesidad de ello: el servicio de salud cuando lo necesitó, la educación/facilitación para la conservación ambiental, la diferencia que harían apoyos mínimos para su trabajo – desde facilidades para poder comprar aletas nuevas, más flexibles y no remendadas, hasta facilitación a redes de distribución para quebrar dependencia del comprador grande.

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