España y el reto de integrar a los inmigrantes

En el informe Indicadores de la integración de Inmigrantes 2015. Asentamientos, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se hace una clasificación de los países que son destino de la inmigración, en función de las características que presenta la población de inmigrantes. En esta clasificación, España (junto a Portugal, Italia y Grecia) se clasifica dentro del grupo “Nuevos destinos con mucha migración laboral reciente con bajo nivel de estudios”. En España, más del 60 % de la población de inmigrantes llegó hace menos de diez años.

España fue destino de un gran número de inmigrantes que se desempeñaron en trabajos y ocupaciones de baja cualificación en la primera mitad del 2000 hasta bien entrada la crisis económica y financiera (2007-08). Esa migración se caracteriza por un alto porcentaje de inmigrantes con bajo nivel de estudios y formación, y tres cuartas partes de la población de migrantes en edad de trabajar provienen de países con bajo nivel de ingresos. Debido a que la mayoría de la inmigración es relativamente reciente, pocos han obtenido la nacionalidad española.

La OCDE destaca que la integración efectiva de migrantes no solo es un proceso de integración en la economía y en el mercado laboral, también abarca aspectos sociales, educacionales e incluso de ocupación territorial. Y todos estos factores están interconectados, de tal manera que la concentración de migrantes en zonas territoriales deprimidas, por ejemplo, puede afectar la integración en el sistema educativo y, posteriormente, la integración en el mercado laboral. Tan solo el hecho de haber nacido fuera puede constituir un obstáculo para el inmigrante respecto al autóctono en cuanto a conocimiento del mercado laboral, redes de trabajo, familiaridad con los servicios públicos, lenguaje, etc.

Otro aspecto fundamental para la integración, según la OCDE, es la cohesión social. Si esta es fuerte, promoverá la integración. Si es débil, será más difícil para los inmigrantes encajar en la sociedad.

Discriminar a los inmigrantes tiene un profundo impacto negativo en la cohesión social. Es fundamental medir la discriminación sobre la base de la etnia, raza o nacionalidad, porque mina el deseo de los inmigrantes de invertir en su educación y formación, que son los medios óptimos para mejorar el proceso de integración. En general, los inmigrantes en el sur de Europa o en los países bálticos se sienten más discriminados que los que viven en Escandinavia y Luxemburgo. Alrededor del 17 % de extranjeros en la Unión Europea (UE) dicen sentirse discriminados o pertenecer a un grupo que lo es. En España, el informe Evolución del racismo, la xenofobia y otras formas conexas de intolerancia en España. Informe-encuesta 2014, realizado bajo la coordi­nación del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE), revela una mayor aceptación de la convivencia entre nacionales y perso­nas inmigrantes, una disminución del porcentaje de la población que opina que los españoles deberían tener preferencia en las prestaciones sociales, educativas y sanitarias, y también disminución de quienes valoran negativamente la influencia de los inmigrantes en el mercado laboral, aunque se mantiene el temor al incremento de la competencia. Además, aumenta el porcentaje de quienes aceptan una política inmigratoria más permisiva y muestran menos rechazo a las manifestaciones externas de la sociedad multicultural. En general, se aprecia una sensibilidad mayor en contra de las manifestaciones de xenofobia, racismo e intolerancia.

La cohesión social también se puede medir analizando el grado de aceptación de la inmigración por parte del país receptor. Un alto nivel de aceptación promoverá indirectamente las condiciones para una integración exitosa, ya que, si los inmigrantes son bienvenidos, tendrán más facilidades para contribuir en la vida de la comunidad.

La cohesión social no es, como se podría pensar, una cuestión de tiempo o de relevo de generaciones; diversos estudios muestran que los nacidos en un país de la UE con padre y madre inmigrantes son más proclives a sentirse discriminados o pertenecientes a un grupo que lo es, que sus homólogos nacidos en el extranjero y que inmigraron a la UE siendo jóvenes o adultos. Probablemente, el motivo de esto sea el mismo que explica el que aproximadamente un 20 % de los combatientes en las filas del Estado Islámico sean residentes o ciudadanos europeos y, la gran mayoría, hijos y nietos de inmigrantes musulmanes.

España aún no se ha tenido que enfrentar al reto de integrar a la primera generación descendiente de inmigrantes nacida en España. Aquí siguen siendo mucho más numerosos los nacidos fuera y que inmigraron siendo jóvenes o adultos, que los nativos con padres inmigrantes. La experiencia de otros países donde ocurre lo contrario, especialmente de los pertenecientes al grupo que la OCDE denomina “Destinos de larga tradición con migración con bajo nivel de estudios”, dentro del cual se ubican Austria, Bélgica, Alemania, Francia y Holanda, debe ser tomada muy en cuenta en España, para no caer en los mismos errores cometidos por estos países en materia de integración de la inmigración y su descendencia. Qué tan bien integrados están los hijos de inmigrantes puede considerarse un indicador de las políticas de integración de los países receptores y, en este aspecto, la educación tiene un papel fundamental para cerrar la brecha entre descendientes de inmigrantes y autóctonos sin antecedentes de migración.

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