Enfermera sexy

Enfermera, ejecutiva atrevida, el chofer de la reina, gatita sexy… ¿Por qué nos provoca tanto usar un disfraz para fantasear?  Quizás ese dejar de ser uno mismo por un momento y tener la libertad de ser lo que nos da la gana, excita más que una peli porno. El juego de roles nos permite descansar de ser quien debemos, para disfrutar ser quien queremos.

Desde las máscaras del teatro griego, los disfraces en la mayoría de carnavales, cada folclor usa ciertas representaciones en su vestir, ropajes distintos para todo tipo de rituales –religiosos y paganos- y en fiestas como halloween ni se diga. Pero ¿cómo llegó la idea del disfraz a la cama?

Con los cambios que trajeron la fotografía, imprenta y cine (que ya hablaré de la historia del porno en otra ocasión) se fueron popularizando los panfletos eróticos. Luego los artistas de la fotografía –que el cielo los tenga en sus terrenos sobre nubes de algodón- comenzaron a inventar  con temas circenses y de cabaret muy comunes en esa época.

En nuestro tiempo, tengo la impresión que los disfraces en la cama los usamos más las mujeres que los hombres, ojalá me equivoque.

Los más comunes siguen siendo esas mujeres que parecen perfectas e inalcanzables: enfermeras, policías, azafatas y las ridículamente etéreas como una colegiala con falda cuadriculada y bombón en sus labios o una criada francesa con revuelos en sus medias y plumero en la mano.

Quizás la idea de un hombre de tener frente a él a una autoridad que será capaz de quebrantar, provoca mucho deseo. O ese mismo deseo de vulnerar una figura femenina de autoridad, hace que la representación pase de los establecido como ley, a un tema de cama.

¿Es un tipo de machismo tener esas fantasías?, el querer lograr piel con piel con alguien que lleva sus libros de escuela en brazos y medias hasta las rodillas, o pretender aprovecharse de la ayudante de casa que usa uniforme casi transparente y deja ver sus bragas cuando se inclina para servirle a su señor. Ay hombres…

Pero demos vuelta a la almohada: las mujeres también fantaseamos. Lo usual siguen siendo los uniformes: piloto aéreo que te encierra en el baño del avión, el vaquero que te arranca la ropa sobre una paca de heno, el capitán de barco que te esconde en el cuarto de máquinas, un ejecutivo encorbatado que amarra en la silla a su secretaria, el soldado que vuelve de la guerra con “armas al hombro”… Todo lo que en apariencia es habitual; pero se puede convertir en un momento pervertido con solo levantar una ceja.

Esas son algunas de las ideas comunes, luego vienen los disfraces cosplay, hay quienes fantasean de forma más elaborada y tener ese disfraz requiere más trabajo: princesa Leia, Marqués de Sade, pirata Jack Sparrow, algún superhéroe y lo que implique jugar al héroe y el rescate.

Por lo general, el disfraz es el traje completo del personaje que sea; pero con el tema de la lencería se han hecho adaptaciones memorales. Si les digo ‘ayudante sexy de Santa Claus’ ¿qué imaginan?

Lo interesante de todo el tema, es ser capaz de decirlo a nuestra pareja. Si lo dejamos como una idea vergonzosa en nuestra cabeza, ¿de qué sirve toda esa imaginación? Puede ser la escena de una película, el video de una canción, la escena de un libro, cualquier situación que requiera un disfraz accesible y las ganas de montar tremendo teatro en la habitación.

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